Hoy, en la liturgia, comenzamos a leer un nuevo libro del Antiguo Testamento: la profecía de Daniel. Daniel un joven judío que fue tomado prisionero por Nabucodonosor para que sirviera en su corte. Quiso el rey alimentarlo con sus propios manjares, pero Daniel fiel a las costumbres judías sólo aceptó los alimentos permitidos lo que le dieron mejor aspecto, pero no sólo en su físico, sino que por su fidelidad a la Ley Dios lo dotó con los mejores dones de sabiduría, ciencia y profecía.
Si seguimos la lectura de su vida vamos a ver cómo a pesar de no estar en su pueblo, ayudó al Rey a escuchar a Dios, siendo que Nabucodonosor no era judío pero llegó a apreciar al Dios de Daniel, pues veía que la obediencia de Daniel a Dios da frutos buenos y abundantes. Y así, Daniel fue un instrumento bueno y fructífero en las manos de Dios.
Y si iluminamos la vida de Daniel con la luz del evangelio vemos cómo el ejemplo de la viuda nos ayuda a descubrir que la entrega desinteresada de nuestra vida en manos de Dios, es un instrumento que produce frutos en abundancia, no por nuestra entrega, sino por lo que Dios puede hacer con todo lo que le entregamos. Porque cuanto más dejamos en manos de Dios, Él más cosas puede hacer, aunque creamos que lo nuestro es poca cosa, pero es todo lo que tenemos. En cambio cuando somos egoístas y sólo entregamos lo que nos sobra, con eso Dios no puede hacer nada, pues ahí no está nuestra vida, sino lo que sobra a nuestra vida.
Todo esto me lleva a pensar en nuestro protagonismo en la sociedad, en la que vivimos, en el lugar que nos ha tocado estar ¿cómo vivimos? Nos amoldamos al resto aceptando los beneficios del rey y alimentándonos de lo que no nos está permitido, ni de lo que Dios quiere que comamos. O aceptamos el desafío, como Daniel, de sólo hacer lo que Dios quiere, de vivir según su Voluntad y no la del mundo.
Si aceptamos el desafío de servir a Dios antes que al mundo veremos cómo salimos más fortalecidos para poder dar todo en nuestro día, poder ser ejemplo de vida para que otros puedan seguir un mejor camino, aunque no sigan a nuestro Dios, pero aceptaran el desafío de creer que lo que vivimos es lo que mejor nos hace vivir.
"Estamos en el mundo, pero no somos del mundo" pero somos instrumentos de Dios para hacer del mundo un mundo mejor, de poder formar parte de la re-generación del hombre hacia un hombre verdaderamente humano, fiel a su origen y que pueda alcanzar lo que anhela: la felicidad plena. Por eso Jesús nos decía: "para esto he venido al mundo, para ser testigo de la verdad".
Esa es también nuestra misión, ser testigos de la verdad, de la Verdad de Dios para ir dejando una huella con nuestro caminar. Pero una huella clara para que los que vienen detrás la puedan ver y seguir, y no porque seamos los mejores, sino porque nosotros seguimos las huelas de Nuestro Dios y Señor, porque no sólo nos llamamos cristianos, sino porque somos y vivimos como Cristo, pues caminamos sus propio Camino, que es Su Vida vivida en la Verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.