martes, 17 de noviembre de 2015

El ejemplo de los años

Es admirable el testimonio que nos da Eleazar quien era llevado a la muerte por no querer comer carne prohibida. Sus amigos le insinuaron que mintiera sobre esto para salvar su vida, y esta es su respuesta a esa insinuación:
«¡Enviadme al sepulcro! Que no es digno de mi edad ese engaño. Van a creer muchos jóvenes que Eleazar, a los noventa años, ha apostatado, y, si miento por un poco de vida que me queda, se van a extraviar con mi mal ejemplo. Eso seria manchar e infamar mi vejez. Y, aunque de momento me librase del castigo de los hombres, no escaparía de la mano del Omnipotente, ni vivo ni muerto. Si muero ahora como un valiente, me mostraré digno de mis años y legaré a los jóvenes un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar voluntariamente una muerte noble por amor a nuestra santa y venerable Ley.»
En todo momento y en toda edad damos testimonio de lo que vivimos, y hasta el último momento debemos ser coherentes con lo que hemos elegido y con lo que hemos predicado, porque la mentira será borrar todo lo que se ha dicho y realizado, todo lo que se ha querido dejar como legado para el futuro queda destruido y borrado con el último momento de la vida.
El instinto de supervivencia nos puede indicar otra cosa, pero sabemos qué es lo que debemos hacer cuando nos hemos decidido por algo muy grande o muy alto. Los ideales de vida que han cautivado nuestra vida, y que, a lo largo de los años, muchos o pocos, nos han ido guiando son los que defendemos, son los que protegemos y los que día a día queremos ir dejando como testamento a los que vienen detrás. Pero si en un determinado momento cedemos a la tentación de hacer algo diferente a lo que venimos viviendo, todo lo vivido cae en saco roto, porque se pierde por el mal ejemplo que hemos dado.
Y, a todo esto del mal ejemplo, me vienen muchos comentarios y escritos que van surgiendo, diariamente en estos muros virtuales (y lo que surge aquí, seguramente, también está en la vida real) Nos asombramos de la maldad del hombre, nos quejamos del terrorismo, de las guerras, del hambre, de tantas injusticias que vemos día a día y que nos muestran en la TV. Y me parece bien que reaccionemos frente a tanto desastre humano, es lógico que nos duelan las cosas que suceden y que seamos solidarios con el dolor de otros.
Pero no me parece bien que nos volvamos tan extremistas como los que van poniendo bombas o matando gente, porque ofendemos a quienes ponen tal bandera, ofendemos a quienes alaban a tal candidato, ofendemos a quienes son fanáticos de tal equipo de futbol, ofendemos a quienes quieren compartir su opinión. Si no estás de acuerdo con lo que otros opinan ¿por qué los tienes que ofender? ¿Por que tienes que ser tan duro en tus críticas? Si estás a favor de la libertad, ¿por qué no dejas que otros se expresen libremente? Y si quieres defender tus principios o ideales está bien pero ¿por qué ofender o denigrar a alguien porque tiene otra manera de pensar?
¿Por qué surgen las guerras? Por que no aceptamos que haya diferencias, porque enarbolamos la bandera de la libertad, la fraternidad y la igualdad, pero no queremos que la libertad del otro hable de algo diferente a lo que yo pienso, y por eso debo callarlo, y hacerle ver que soy más fuerte que él.
Detengamos este camino de ofensas que no nos lleva a ningún lugar. Si queremos dejar algo bueno para los que vienen detrás nuestro comencemos a sembrar el mundo con la verdadera libertad, con la verdad fraternidad, con la verdadera igualdad.
No borremos con el codo lo que hemos escrito con la mano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.