lunes, 9 de noviembre de 2015

Nuestros templos...

¡Cuántas cosas hay para meditar sobre el Templo y el templo! Sí, porque en las lecturas se habla de dos templos: el templo material, la Iglesia, y el Templo espiritual, cada uno de los bautizados. Y los dos son importantes y a cada uno hay que respetarlo.
La primera lectura nos hace una simbología del agua que sale del Templo y va purificando todo por donde va pasando. A mí es una lectura que siempre me gustó y la atribuyo a cada uno de nosotros, los que vamos al Templo. Porque al ir al Templo vamos al encuentro con el Señor, con nuestro Dios, ahí el Señor nos purifica y nos llena de Su Gracia para que la llevemos al mundo, y nuestro caminar y vivir diario son las aguas puras que van purificando lo que tocan, por donde pasan.
Claro que es una imagen que la tenemos que reflexionar y pensar, porque no es una simple metáfora, sino que tiene que ser una realidad, la que se iguala a lo que nos decía Jesús: vosotros sois la sal del mundo, teniendo en cuenta que la sal no sólo da buen sabor (en su justa medida) sino que también evita que algo (como el jamón) no se pudra sino que se cure y pueda ser algo mejor.
Otra cosa importante que nos dice Jesús sobre el Templo material es que es Casa de Oración, la Casa de mi Padre. Para nosotros, los católicos, sabemos que en la Casa de Oración está Jesús vivo y presente en el Sagrario, por eso es también un encuentro con el Señor que está ahí para escucharme, para hablarme. Es por ello que, muchas veces me enfado cuando no se va al Templo a hablar con el Señor, sino a cotillear (chismear) con el que se sienta a mi lado, y más de una vez hay que llamar la atención, para que, por lo menos, lo hagan en voz baja.
Somos todos responsables de la vida de oración en el Templo, y por eso tengo que decirle al que está a mi lado: por favor, puedes hacer silencio. Porque es en el silencio donde me encuentro con el Señor, donde puedo escuchar Su Voz.
Por último Jesús hace referencia al templo de su propio Cuerpo, al templo que es nuestro propio cuerpo. Por que el día de nuestro bautismo nuestro cuerpo se transforma en Templo del Espíritu Santo, pues  a partir de ese día el Espíritu Santo habita en nosotros. Así, estando en silencio y en cualquier lugar podemos dialogar con el Señor, y si dejamos hablar al Espíritu Él nos comunica las cosas del Padre y nos da a conocer Su Voluntad. Es Él quien desde nuestro propio corazón nos anima, nos fortalece, nos ayuda con sus Siete Sagrados Dones a vivir en Fidelidad a la Vida que el Señor nos regaló.

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