viernes, 13 de noviembre de 2015

No hay peor ciego que el que no quiere ver

Tendría que volver a copia todo lo que dice, hoy, el libro de la Sabiduría, pero sólo pondré este párrafo:
"Eran naturalmente vanos todos los hombres que ignoraban a Dios y fueron incapaces de conocer al que es, partiendo de las cosas buenas que están a la vista, y no reconocieron al Artífice, fijándose en sus obras, sino que tuvieron por dioses al fuego, al viento, al aire leve, a las órbitas astrales, al agua impetuosa, a las lumbreras celestes, regidoras del mundo".
Ya en el Antiguo Testamento, en el antiguo Israel, se veía cómo los que buscaban el Principio de todo sabían cómo buscarlo, pero, en esa búsqueda, no buscaban al Creador, porque lo podrían haber encontrado si querían encontrarlo. Por eso la Sabiduría los llama vanos porque ignoraron a Dios en sus criaturas y se quedaron con dioses creados, y no con el Verdadero Dios que, también, estaba en sus criaturas.
Aún hoy hay quienes en una búsqueda constante siguen buscando el principio de todo sin darse cuenta que ese principio es Dios, pero su vanidad y orgullo les impide ver lo que buscan, porque al aceptarlo tienen que reconocerlo, y al reconocerlo tienen que obedecerle. Por eso, siguen una búsqueda al infinito de Aquél a quien tienen delante de sus ojos, cumpliendo así el refranero popular de "no hay peor sordo que el que no quiere oír", de donde se desprende que "no hay peor ciego que el que no quiere ver".
Lo mismo nos sucede cuando estamos en la búsqueda de la Voluntad de Dios, cuando buscamos respuestas a nuestras vidas, nos conformamos con falsas respuestas que surgen de revistas de autocontrol, de horóscopos varios, de tantas cosas vanas sabiendo que la única respuesta está en el Corazón de Nuestro Padre Dios.
Lo peor es que, cada día, nos entregamos a Él, le rezamos, le decimos que le pertenecemos que es nuestro Señor y Dios, pero a la hora de buscar respuestas nos quedamos con los falsos dioses de la mediocridad del mundo y no aceptamos el desafío de Fidelidad que nos ofrece nuestro Dios y Señor, nuestro Padre.
Por que como los sabios de este mundo creemos que Dios no tiene todas las respuestas, creemos que nos va a quitar nuestra libertad y nos va a frustrar nuestra vida, sin darnos cuenta que esos son simple razonamientos del mundo que nos desvían la mirada de lo que verdaderamente anhelamos: el encuentro con el Padre, la Vida Verdadera que nace de Su Corazón abierto en la Cruz, la Luz clara y constante que brota de Su Espíritu y que ilumina el corazón y la mente de todo aquél que se acerca y se entrega a Su Amor.
Así la Sabiduría termina diciendo de aquellos que encontrándolo lo dan por perdido:
"Pero ni siquiera éstos son perdonables, porque, si lograron saber tanto que fueron capaces de averiguar el principio del cosmos, ¿cómo no encontraron antes a su Dueño?"
No busquemos en el mundo ni fuera de nosotros, busquemos en nuestro interior, en nuestro corazón, porque en nuestro corazón el Padre ha dejado Su Espíritu para que nos enseñe el Camino, para que fortalezca nuestra entrega y nos anime cada día a Ser Fieles a la Vida que nos dio, para que tengamos Vida y Vida en abundancia.

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