sábado, 7 de noviembre de 2015

Solo un saludo, nada más

Al leer la carta a los Romanos me encuentro con un montón de saludos de Pablo a muchísima gente, pero no es en esta sola carta que lo hace, sino que me he puesto a pensar y son muchas las veces que manda saludos a mucha gente. Y me parece algo muy lindo de su parte, porque ¿quién no espera un saludo de alguien? ¿Quién no espera que alguien se acuerde de tí? Todos esperamos que alguien a quien no vemos hace mucho, o que alguien a quien queremos mucho nos mande saludos, o nos salude directamente; que alguien pregunte ¿cómo estás? ¿Qué es de te vida?
Todos necesitamos pequeños gestos de afecto, que, en definitiva, son gestos de cariño, de cercanía, de agradecimiento. Sí, de agradecimiento, porque agradezco que formes parte de tu vida, y así cómo lo agradezco te lo demuestro, quizás no podré hacer grandes gestos, pero un pequeñito que es mandarte un saludo basta para recordarte que estoy cerca, que me acuerdo, que me intereso por tu vida.
Pero, claro, estamos tan ocupados con nuestras vidas que no podemos perder el tiempo para mandar un mensajito, para hacer una llamada, para enviar una carta. Por eso siempre existe esa famosa frase: si sabe que lo quiero, para que se lo tengo que demostrar, además, sabe como soy. Sí, todos sabemos como son nuestras amistades, y, es más, incluso sabemos (espero) cómo somos cada uno, por eso, necesitamos expresar lo que sentimos, dar a conocer la gratitud que tenemos por tal o cual amigo, por la familia, por lo que tenemos.
También el saludo es gesto de cordialidad, de buena educación. No sólo debo saludar a quienes quiero, sino que también cuando entro a un lugar, cuando me encuentro con alguien. Y en el saludo me doy cuenta cómo está la persona y cómo es esa persona. Porque si bien un saludo son dos o tres palabras, esas bastan para darte cuenta si realmente el saludo es verdadero o es falso, si es por obligación o no, incluso si no te saludan sabrás que le da lo mismo, que está más allá de lo cordial y no fue educado para la convivencia social.
¡Cuántas cosas se pueden decir de un simple saludo!
Además, el otro día, sin querer me decían que hasta un saludo puede cambiarle a uno la visión del día. Porque si el saludo lleva alegría, esa alegría la transmitís a quien la recibe; incluso si lleva un geste de gracia quien lo recibe recibe te gracia. Y aquí me acuerdo de la Visita de María a Isabel, y dice el evangelio que "cuando Isabel escuchó el saludo de María el niño saltó de gozo en su seno e Isabel se llenó del Espíritu Santo", porque María estaba llena del Espíritu Santo y el Salvador estaba en su seno, Juan recibió la Gracia del Señor e Isabel el Espíritu que estaba en María.
Que´hermoso que es comenzar el día, recordar a quienes quieres, saludar a quien te encuentres, e incluso saludar cuando ingreses a un lugar, aunque no conozcas a nadie, pero tu saludo seguro llevará algo de Dios al corazón de quien escuche tus palabras.

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