domingo, 15 de noviembre de 2015

Cerca del fin, sembradores de paz

Se acerca el fin del tiempo litúrgico y las lecturas se vuelven apocalípticas, nos comienzan a hablar del fin de los tiempos, que puede ser el fin de nuestra vida o el fin del mundo, por que cuando se nos acaba la vida también es el fin de los tiempos, para cada uno. Aunque las dos cosas son diferentes. Pero no voy a entrar en esos detalles.
Desde el Antiguo Testamento, como leemos en la primera lectura, ya se hablaba de un fin. Pero los hombres siempre están esperando el fin del mundo, siempre fue algo que en la cabeza de los hombres estuvo rondando: ¿cuándo será? ¿cómo será? Y por eso se han escrito muchos libros, se han hecho muchas películas, y, también se han cometido grandes locuras: comunidades que por no ver el fin de mundo se suicidaban, o gente que construía grandes casas bajo tierra para evitarlo, y tantas cosas más.
Pero ¿por qué Dios nos habla y nos prepara para un fin? ¿Es para darnos miedo? No creo que Dios quiera meternos miedo en nuestra vida y por eso nos habla del fin del mundo, sabiendo que es lo que más miedo le da a las personas, sino que quiere que entendamos que todo, en esta vida, es efímero, que todo tiene un principio y un final aquí en la tierra, y que Él es el dueño de ese principio y final.
Por eso, para que no preocupemos de cuando será, qué día o qué hora, Jesús nos dice: "aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.» Pero hay muchos que siempre buscan el día y la hora, se lo preguntan a las cartas, al horóscopo, a las líneas de la mano, a la borra del café y a tantas otras cosas más.
Pero lo más importante no es conocer el día y la hora, sino aprender a vivir cada día y cada hora. Aprender que en cualquier momento Dios nos puede llamar a Su Reino y nos tendremos que presentar ante Él. Y ante esto se me ocurren dos preguntas para hacernos: ¿cómo me presentaré ante Él? y ¿qué dejaré cuando me vaya?
Quizás la última tenga que ser la primera, porque muchas veces no pensamos que, de un día para el otro, pueda irme, y por eso voy dejando cosas importantes sin hacer: perdonar, pedir perdón, amar, abrazar, dar consuelo, dar paz. Quizás muchos quieran despilfarrar su vida en otras cosas, pero, creo que lo mejor que nos llevamos es el amor que damos.
Así la primera pregunta se responde también, y me gusta la respuesta de Santa Teresita de Lisieux: "en el atardecer de la vida me presentaré ante Tí con las manos vacías" por que todo lo que me habías dado, Señor, lo fui dando a lo largo de la vida: el amor, la alegría, la esperanza, la fe, el consuelo, la fortaleza, todo lo fui entregando por que era el mejor tesoro que tenía, y me lo habías dado para compartirlo.
Y, en estos tiempos tan difíciles que estamos viviendo es cuando más se necesitan esos tesoros que  nos transforman en instrumentos de paz, porque cuando hay tanta tinieblas, tanta oscuridad, tanta guerra, tanto odio no podemos seguir sembrando lo mismo, sino que tenemos que ser sembradores de paz, de unidad, de esperanza, de alegría y gozo en el Señor.

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