"Hermanos:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para si mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor".
No siempre comprendemos lo hermoso que es pertenecer al Señor, tener al Señor como Señor de nuestras vidas, reconocer que no sólo nos llamamos hijos de Dios sino que lo somos en realidad. No lo comprendemos o no lo queremos comprender porque nos parece que siempre el Señor nos pide cosas imposibles, que siempre nos prohíbe hacer cosas; como dice el refrán: lo que nos gusta o engorda o es pecado. Es una forma de pensar que está muy lejos de la realidad de Dios.
Por que ¿podríamos pensar que Jesús vivió, murió y resucitó sólo para hacernos la vida más difícil? ¿Se dejó matar para hacer que en nuestra vida haya sólo prohibiciones? No lo creo. Cuando no queremos seguirlo, o cuando queremos hacer nuestra propia religión, seguramente encontraremos obstáculos en las prohibiciones, en los mandamientos, en los preceptos y en los consejos evangélicos.
Pero cuando, en realidad, se quiere ser Fiel a Dios, seguir a Cristo, no se lo siente o vive por haber comprendido o aprendido los mandamientos y "prohibiciones", sino porque "hemos conocido el amor de Dios". Cuando alguien se enamora realmente de otra persona nunca encuentra obstáculos para estar con ella, sino que todo es posible porque el Amor es la fuerza para el hombre y es lo que lo anima a sortear barreras que, en otro momento, parecían imposibles de saltar.
Es cierto que hoy, cada día, no se nos muestra el rostro amable de la Iglesia a la que pertenecemos y, por eso, creemos que no podemos ser parte de algo que es tan "malo", que es tan "corrupto", que es tan "sucio" y que, sobre todo "no hace lo que dice". Nada hay más real que el pecado de los que formamos la Iglesia, y nada hay más real que, a pesar del propio pecado, sigue en pie porque la Iglesia no es de los hombres sino que es de Dios. Porque si fuera de los hombres hace ya muchos siglos que habría sucumbido y no existiría más. Pero que aún se mantenga en pie, que aún haya quienes por creer lo que la Iglesia predica entreguen su vida como laicos, como consagrados, como sacerdotes, quiere decir que no es sólo una institución humana sino que es el Pueblo de Dios.
Por eso, constantemente, Jesús nos invita a mirar nuestro pecado, no para condenarnos, sino para salvarnos, porque nuestra salvación viene si realmente necesitamos ser salvados. Si no reconocemos nuestra necesidad de salvación nunca necesitaremos un salvador. Pero si nos damos cuenta que no son sólo pecadores los que están a mi lado, sino que yo también soy pecador, entonces buscaré a Aquél que es capaz de perdonarme, buscaré a Aquél que por Amor a mí, pecador, entregó su Vida en la Cruz para que yo pudiera limpiarme y "aunque mi pecado sea rojo como la grana quede blanco como la nieve".
Necesitamos experimentar nuestro pecado para poder experimentar la misericordia del Señor, y experimentando la misericordia del Señor en nuestros corazones, podremos así, en esa misma medida, ser misericordiosos con nuestros hermanos, ayudándolos a que no sólo descubran lo malo, el pecado, el defecto, sino que también hallen el Corazón Misericordioso de Aquél que nos ha amado desde la creación del mundo.
Por que sólo se puede ser Fiel a Quien se Ama, y nosotros hemos sido llamados a la Fidelidad a la Vida.
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