jueves, 8 de octubre de 2015

Pidamos siempre lo mejor: el Espíritu Santo

"Pues así os digo a vosotros:
Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre...
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»
No todo lo que pidamos se nos dará, sino aquello que sea necesario para nuestra vida espiritual, para nuestro crecimiento espiritual. Pero creemos, muchas veces, que todo lo que se nos ocurra lo podemos pedir y lo vamos a recibir, y, por eso, muchas veces nos desilusionamos y dejamos de creer porque no recibimos lo que pedimos.
Es cierto que pensamos que lo que pedimos no es nada malo, que son cosas buenas, que las necesito, pero no siempre pensamos que frente a esa realidad o a esa necesidad puede haber algo más esencial para mi vida espiritual. Es decir, lo que más nos urge son las cosas materiales o física, por ejemplo, siempre escuchamos decir: ¡lo importante es la salud! y por eso siempre pedimos salud y que nadie esté enfermo o tenga que sufrir enfermedad. Claro que es algo bueno, claro que Dios no quiere que nadie sufra, pero también es un camino de redención, de salvación una enfermedad, una Cruz.
Y ahí es cuando tenemos que quitarnos de la cabeza que las cruces que Dios pide o permite que vivamos, son un castigo para la persona, o que nos la da para que nos convirtamos quienes las llevamos. Puede ser o no. Jesús no tenía necesidad de conversión y menos de tener que ser castigado o salvado del pecado, pero cargó sobre sí los pecados de todos y "por sus llagas fuimos salvados".
Y ¿a dónde nos lleva esto? A que lo que necesitamos no es que nos quiten las cruces de encima, sino que el Padre nos de el Espíritu Santo para poder comprender, aceptar y asumir lo que nos toca vivir en cada momento. Por que cuando pedimos el Espíritu Santo se nos da en una medida colmada y rebosante, para que podamos ser fuertes, para que recibamos consuelo, para que su Luz nos ayude a entender y aceptar, para que sus Dones nos animen en el camino de la oscuridad.
El Espíritu Santo que viene siempre en nuestra ayuda, cuando lo llamamos, nos colma con sus dones en la medida en que nosotros queremos ser saciados, y mucho más, porque no se nos da en "poca cantidad", sino que Él viene a nosotros y nos cubre con Dones para que podamos ser Fieles a la Vida que el Señor nos pide vivir.
Por eso, cuando pidamos, pidamos sus Dones, pidamos su Luz, y sobre todo, como decimos al final de la Secuencia del Espíritu Santo: "Danos la eterna alegría" que la que ilumina nuestra vida y la de los que están a nuestro lado.

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