San Pablo les escribía a los Romanos:
"En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida.
Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos".
Para nosotros es una Gracia poder conocer el sentido de la comunión de los santos, porque al estar unidos al Cuerpo de Cristo, todos recibimos su Gracia, pero, también, al estar unidos en su Cuerpo nuestro delito y pecado repercute, también, en todo el cuerpo. Seguimos siendo, cada uno, responsables de recibir Gracia o des-gracia.
Des-gracia no es cuanto maldad o desdicha, sino en cuanto que no nos llega la Gracia de Dios cuando nos apartamos de Él por el pecado, o cuando simplemente nos alejamos de Él. La Gracia, que es Su Amor que se nos entrega sin medida, y en esa misma medida se nos dan todos los Dones que necesitamos para vivir Su Voluntad, los recibimos si estamos unidos en la Fe, el Amor y la Obediencia a la Cabeza de nuestro Cuerpo, que es Jesucristo.
La Desobediencia y el Pecado nos apartan de Cristo, y por eso no tendremos la Gracia necesaria para alcanzar los Bienes Prometidos, es decir estamos en des-Gracia, sin Gracia de Dios.
Por eso Jesús nos advierte y nos pide en el evangelio:
«Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame".
Si somos conscientes que formamos un sólo Cuerpo, y que todo lo que hagamos repercute en los demás miembros del Cuerpo, entonces estaremos prontos a vivir en Fidelidad para evitar el dolor y la falta de Gracia a los demás miembros de este Hermoso Cuerpo. Y, así también, estaremos siempre dispuestos a conseguir Gracias más Gracia para todos y cada uno, aceptando día a día la Voluntad de Dios, y ofreciendo voluntariamente oraciones y sacrificios para cuantos necesiten de nuestra entrega y de salvación.
El estar atentos y prontos que nos indica el Señor no es sólo por estar preparados para el día de nuestra muerte, sino que lo debemos estar para cuando el Señor nos necesite, para poder afrontar en todo momento lo que Él nos pueda pedir o quiera permitir que vivamos. Necesitamos saber que siempre el Señor puede necesitar de nuestra entrega para ayudar a un hermano que necesite Gracia para su Salvación. Por eso San Pablo en una de sus cartas le dice a sus hermanos:
"Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia".
No nos dejemos estar en los laureles, estemos siempre prontos y fuertes en la Fe, el Amor y la Esperanza para ser Fieles instrumentos del Señor para la salvación de los hombres, la mía personal y la de nuestros hermanos.
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