viernes, 23 de octubre de 2015

Luchamos para ser Fieles

"En mi interior me complazco en la ley de Dios, pero percibo en mi cuerpo un principio diferente que guerrea contra la ley que aprueba mi razón, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mi cuerpo.
¡Desgraciado de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo presa de la muerte?
Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, y le doy gracias".
San Pablo siempre ha sido muy claro y franco en sus cartas, porque lo que escribe para las comunidades y para las personas en particular, no nace sólo de intelectualismo humano, sino que gracias al Espíritu brota de la misma experiencia personal con el Señor. Por eso, muchas veces pareciera que habla de lo que estamos viviendo y sintiendo en nuestra vida. Y, particularmente en este párrafo a los Romanos nos cuenta la dura experiencia de lo que somos, lo que hacemos y lo que deberíamos hacer y ser.
La doble realidad que habita en nosotros, cuando descubrimos el camino de la santidad es la realidad que nos cuenta San Pablo, no hacemos siempre el bien que deseamos sino el mal que no deseamos. Y es una realidad de la que, por el pecado original, estamos todos sometidos y de la que no podemos escapar.
Aunque, muchas veces se escapa por negligencia o por hipocresía. Por negligencia porque no hemos conocido o no nos han mostrado el verdadero camino de nuestra fe, de nuestra vida de fe y nos hemos conformado con un cumplir sólo normas que hacen de la vida de fe un puro formalismo, pero vacío de contenido y Gracia.
Y la hipocresía nos hace creer que todo lo que pensamos está bien y por eso nos creemos los más grandes y puros santos, camino a los altares, pero no lo somos tanto, pues somos pura apariencia sin vida.
Y ¿cuál es el camino para poder vivir la perfección de la vida evangélica? La respuesta nos la da Jesús, y es la que intentó vivir San Pablo, por eso cada día se cuestionaba sobre lo que debía hacer y sobre lo que hacía: la Voluntad de Dios.
«Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: "Chaparrón tenemos", y así sucede. Cuando sopla el sur, decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace.
Hipócritas: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer?"
La vida de santidad que nos hemos decidido a vivir no está en hacer lo que me parece bueno, o sólo decir que lo que hago no está mal. Sino en aprender a discernir si lo que quiero hacer es o no Voluntad de Dios y para ello necesito, primero de todo, estar en relación con Dios: la reflexión diaria de la Palabra de Dios nos irá indicando el Camino a seguir, pues los Mandamientos y los consejos Evangélicos serán nuestro primer punto de apoyo pues lo que salga de esos límites sabemos que no es Voluntad de Dios.
Para poder ver con claridad lo que la Palabra de Dios me dice, necesito la Luz del Espíritu Santo que viene a mí en la oración, en el espacio en silencio junto al Señor en el que dejo que Su Espíritu fortalezca mi espíritu e ilumine mi mente para poder escuchar y discernir con claridad. Pero si mi oración no es constante y continua no tendré la seguridad, ni la fortaleza, ni la Luz para poder saber que lo que he decidido es de Dios.
Son dos primeros puntales en mi camino de la búsqueda de la Voluntad de Dios, los que se afirman sobre un principio básico y fundamental que no nos gusta recordar, pero que es necesario siempre recordar: "quien quiera venir detrás de Mí niéguese a sí mismo, cargue su cruz de cada día, y sígame". Si no estoy dispuesto a vivir esta exigencia de Jesús no quieras comenzar a Caminar junto a Él, porque será inútil tu camino, y tu lucha contra la Voluntad de Dios será una lucha en la que, posiblemente, pierdas la fe, porque para ir en contra de Jesús, una vez que lo hayas conocido, tendrás que negarlo.

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