domingo, 11 de octubre de 2015

La Luz de la Sabiduría

"Supliqué, y se me concedió la prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría.
La quise más que la salud y la belleza, y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso".
"Me propuse tenerla por luz" ¡qué hermoso poder aspirar a tener la sabiduría por luz! No es necesario nada más en nuestra vida, pues la Luz de la Sabiduría nos ayuda en cada momento a poder discernir, a saber qué debo hacer y cómo hacerlo, me ayuda no dejarme llevar por cantos de sirenas y destellos esfímeros que atrapan mi vida, sino que me da ayuda a mirar más allá y más alto de lo que el mundo mira.
En el mundo en que vivimos nos vamos dejando llevar por las necesidades básicas, de acuerdo, al lugar y al modo de vida en que nos encontramos, pero, básicamente, todos aspiran a tener salud y un buen pasar, y si se puede a más que un buen pasar. Y ¿eso está mal? No está mal aspirar a vivir bien y ser, quizás, buenos empresarios y mejores trabajadores, a ir acumulando un cierto capital y forjar un futuro económico para la familia.
Pero no muchas veces tenemos la Luz y la Fuerza suficiente par ano dejarnos atrapar por el vicio de tener, por el vicio de acumular. Por eso nos dice hoy Jesús:
«Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.»
Pero no porque se tenga más o menos, sino porque se pone la confianza en el dinero, por el dinero, el poder, atrapa la voluntad del hombre y creemos que todo pasa por ahí. Aunque también hay otras "riquezas" que no nos dejan seguir a la Voluntad de Dios.
El diálogo de Jesús con el Joven Rico es un diálogo que podemos llegar a tener cualquiera de nosotros a la hora de tomar una decisión en nuestra vida, o, mejor dicho, a la hora de decidir cualquier cosa cada día de nuestra vida. ¿Cómo decidimos qué hacer? Lo hacemos pensando en qué es Voluntad de Dios, o en qué es voluntad mía y, si en una de esas mi voluntad coincide con Dios ¡fantástico! pero si no coincide... tampoco me importa.
Y, así, los cristianos nos dejamos convencer con que lo que importa es con que yo esté bien, y si lo que hago no coincide con la Voluntad de Dios, siempre está su misericordia que me ayudará en el momento oportuno. Pero siempre quedará en el corazón esa "tristeza" de no haber hecho lo que Dios quería, por eso, dice el Evangelio: "A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico", no podía o no quería renunciar a todo lo que tenía, a sus proyectos de futuro, a su estilo de vida, a su propia voluntad; y estas también son riquezas que nos alejan de Dios, porque nos impiden aspirar a los bienes más altos a los que Él quiere conducirnos.
Por eso, la Sabiduría que viene de Dios es la que nos ayuda a poder escuchar, discernir y, además, nos da la fortaleza para poder aceptar la Voluntad de Dios antes que mi voluntad.

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