"Jesús le contestó:
- «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente:
- «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Hay dos cosas que me parece que Jesús quiere que pensemos, o quizás más, pero por ahora no las veo (las neuronas no están en todo su esplendor)
Primero que Jesús no quiere arbitrar entre nuestras discusiones, no es Juez ni árbitro, es ¿por que no puede o no quiere? Lo que quiere es que no haya discusiones entre hermanos, y menos discusiones por bienes materiales, por la codicia humana. Lo que pretende es que podamos resolver las discusiones con total normalidad entre hermanos, pues sabemos que la base de las discusiones surgen por egoísmos, vanidades, soberbia, codicia, y si asumimos y vivimos en humildad y buscando el amor entre nosotros, no vamos a permitir que haya discusiones, y si las hubiera poder resolverlas con amor, dejando de lado intereses superfluos y buscando siempre lo mejor para la convivencia.
Lo segundo es que nos dice: "guardaos de toda clase de codicia". ¿Cuántas codicias hay? Muchas. Por que no sólo se refiere a la codicia en cuanto a los bienes materiales, sino también muchas veces nos hacemos "propietarios" de las personas, y al creer que tal o cual persona es de mi propiedad surgen los celos porque no quiero que hable con tal o cual, por que pretendo que siempre esté conmigo y ¡tantas cosas más!
También la codicia es sobre lugares: éste mi lugar en la mesa, éste es mi lugar en la iglesia, éste es mi lugar en tal lado... ¡¡ufff!! cuántas codicias que pueden haber en nuestra vida.
Y ¿cuál es el termómetro para saber si soy codicioso? Creo que es fácil: si cuando alguien hace algo que yo hacía, o si alguien habla con alguien a quien yo quiero, o si alguien toca algo que es mío, y en estos casos me pongo mal, me dan ganas de quitarlo de ahí, de traer a esa persona, o simplemente me cambia la cara.... es que soy codicioso. Y eso no se arregla con sólo dar media vuelta e irme, sino en buscar el camino del reconocimiento de que nada es de mi propiedad, y saber que el mejor remedio para la codicia es el aprender a compartir, pues todos teneos algo que compartir con los demás, porque todos somos hermanos.
No permitamos que en las cosas más lindas de todos los días surjan esos nubarrones oscuros y amargos de las discusiones, divisiones o enfados de unos con otros. El mejor sol de cada día surge del compartir nuestros bienes materiales y espirituales, porque al compartirlos aumentamos nuestro tesoro en el Cielo, y los Dones del Espíritu llenarán nuestro corazón con más luz y energía, pues la alegría llegará y no se borrará de nuestra vida.
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