"En aquellos días dijo Isaías: Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados".
Cada mañana al despertarnos debemos poner nuestra alma en funcionamiento, nuestra vida se abre a la Vida y, por eso, nuestro oído debe estar pronto para escuchar La Palabra, pues como niño pequeño seguimos esperando la Voz del Padre que nos indique qué hacer, cómo hacer y hacia dónde ir.
Me parece algo hermoso lo de Isaías porque nos da fundamento a nuestra oración de la mañana: "me espabila los oídos", me hace sentir su Gracia y me ayuda para disponerme a vivir Su Voluntad. Ya en la mañana el Señor me da la Gracia y la Fuerza necesaria para comenzar a recorrer el Camino de la Santidad. Un camino que muchas veces no es tan fácil, lo sabemos, y por eso necesitamos el "buen desayuno" de la Palabra para salir con fuerzas y seguridad, confianza y alegría para vivir en Dios.
Hoy, miércoles santo, en nuestra diócesis se celebra la Misa Crismal en la que, junto a nuestro obispo, reviviremos el momento de la Última Cena, en donde Jesús instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio Ministerial. Por eso hoy es un día grande para la Iglesia Diocesana, y cada Iglesia Particular lo celebra dentro de esta semana. Y en esta misa los sacerdotes renovamos nuestro sacerdocio junto a nuestro obispo.
Necesitamos todos, y cada uno, seguir confiando y seguir renovando nuestra Fidelidad al Vida que el Señor nos ha pedido vivir. Los tiempos que vivimos nos exigen respuestas claras y concretas, por eso llegar a este día es importante para todos, pues en estos días nuestra fe se hace evidente frente a todo el pueblo.
En estos días salimos a la calle para acompañar al Señor de nuestra Vida, para vivir con Él su Pasión, Muerte y Resurrección y Él nos invita a seguirlo, pero no sólo a seguirlo en las procesiones sino a seguirlo con nuestra vida, con nuestro testimonio, con nuestras palabras y acciones de cada día. Por eso nos sienta a la Mesa y nos da Su Cuerpo y Su Sangre, para alimentar nuestros deseos de pertenencia a Su Cuerpo Místico, que es la Iglesia, en la que todos somos parte y responsables de la Vida que hay en Ella.
Hoy, junto a nuestro Obispo, renovaremos nuestros juramentos sacerdotales, y los religiosos y religiosas su votos, y todos juntos, renovaremos nuestra fe, nuestro amor y nuestra esperanza, para que como Cuerpo Místico de Cristo llevemos al mundo un signo claro de Amor, Fe y Esperanza, para decirles que es posible y que estamos en Camino de Vivir y de Construir la Civilización del Amor, un Reino de Personas que se Aman.
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