martes, 31 de marzo de 2015

Llorar nuestro pecado y volver a Dios

En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo:
- «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
Estando con todos sus discípulos en la Última Cena fue cuando pasó esto. Me sorprende que el diga: "profundamente conmovido", es un sentimiento muy profundo (perdón por repetirlo), algo que le ha llegado al corazón el pensar que uno de los Doce lo iba a entregar, que lo iba a hacer pensando que Él no se iba a dar cuenta.
Y, unos momentos más tarde le dice a Pedro:- «¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.»
Muy difícil tiene que haber sido aquella noche, aunque supiera y sintiera el dolor de la muerte cerca, más doloroso es la traición del amigo, de los amigos. Dos traiciones diferentes, pero que las dos duelen y dejan el alma destrozada.
Dos traiciones que terminan las dos en situaciones diferentes, porque diferentes son las reacciones de cada uno de ellos. Judas cuando descubre que su plan no salió como él esperaba se quita la vida. Pedro cuando se acuerda que Jesús ya le había dicho que lo traicionaría se pone a "llorar amargamente" y vuelve a Jesús.
Son muchos los días y muchas las veces que le decimos a Dios que ¡Sí! que vamos a hacer todo lo que Él nos diga. Son muchas las veces que nos proponemos ser Fieles a la Vida que Dios nos ha propuesto, y decididamente queremos dar nuestra vida por Él. Pero, las mismas veces caemos en una traición. Traición a nuestros deseos, traición a la Voluntad de Dios. ¿Por qué lo traicionamos? ¿Porqué nos cansamos de vivir en Dios? Dice Isaías hoy:
"Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios".
Judas pensó que si lo entregaba a los judíos Jesús se mostraría como el Mesías, creyó que esa entrega lo podría obligar a salir al mundo y mostrarse. Judas creía en Jesús pero estaba ansioso para que Él se mostrara como Mesías. Pero no lo consultó, creyó que su plan era el mejor, y metió la pata. Consultar a Dios y a quienes Dios me pone a mi alrededor me ayuda a descubrir si lo que pienso o quiero o proyecto será la mejor solución, pues no siempre mis ocurrencias son las mejores, porque pueden ser las peores. Morir a mis criterios es la mejor solución para permanecer fiel y obediente a la Voluntad del Señor, y seguir disfrutando de la Vida que Él me da.
Pedro confió mucho en su fuerza, en su tesón, en sus convicciones. Y, también se olvidó que nuestra fuerza es el Señor, que nada podemos hacer sin Él. Algo que Jesús más tarde, en el Huerto le diría: "el espíritu está pronto pero la carne es débil". Y Pedro tomó la mejor decisión luego, lloró su pecado y confió en el Señor.
No dejemos que el pecado y la traición nos quiten la vida, el Señor es nuestro abogado y Él nos guía para que volvamos a recobrar el Camino de la Fidelidad en la Obediencia por Amor. Siempre hay perdón cuando lloramos nuestros pecados y traiciones, y recurrimos al que puede perdonarnos.

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