miércoles, 4 de marzo de 2015

El poder de ser santos

Este es un evangelio que siempre me ha impresionado y no sólo porque Jesús habla de su pronto martirio, sino por la reacción de la madre de los Zebedeos y de la misma respuesta que da Jesús a los apóstoles. Y de ahí vemos que, aunque estemos muy por la misión, muchas veces, se nos cuela el apetito de poder que nos dejó el pecado original en el alma, ese apetito de o tener el poder o de estar cerca de él. Y es, lamentablemente, una espina que todos llevamos más o menos clavada en nuestra carne.
Pero fijaos que Jesús no les habla del apetito del poder, ni les da un sermón sobre no haber prestado atención a lo que Él venía relatando, sino que les dice:
«No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»
Mas de una vez o valoramos las consecuencias de lo que pedimos, de lo que queremos, de lo que buscamos con tanto fervor cuando no lo hacemos desde la Voluntad de Dios.
Si, vosotros pedís esto pero ¿sois capaces de llevarlo a cabo? ¿sois capaces de que este poder no os dañe? ¿sois tan fuertes como para vivir esto desde la entrega total haciendo de este poder un servicio y  no un peldaño para subir cada día más alto?
Y aquí me acuerdo de Efraín. El día de su toma de hábito Efraín decía:
"No nos vamos a granjearnos una posición, porque alguno de aquí, hay dos profesionales que se van, que tienen una función granjeada, una posición granjeada; de modo que no nos vamos buscando eso. No nos vamos buscando la felicidad tampoco; sabemos que la felicidad se nos va a dar por añadidura, no la buscamos nosotros".
Aunque esto sea para una vida religiosa, lo es también para cualquier vida cristiana, porque en el lugar que estamos y donde vivimos, seamos consagrados o laicos, todos hemos sido llamados a vivir desde el Evangelio la entrega de nuestra vida al Señor y al servicio de nuestros hermanos,"igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»
Nos pasa que al estar tan inmersos en este mundo de competitividad buscamos siempre sobresalir por el poder que nos dan (o que creemos tener) antes que sobresalir por la santidad de nuestra vida, que, si en santidad tenemos una posición de poder la vivamos como servicio y no como un lugar desde donde marcamos la diferencia con nuestros hermanos. Porque el Señor puede pedirnos estar en lugares con mucho "poder", pero sólo si ese "poder" es servicio y lo utilizo como Camino de Santidad a la Luz del Evangelio fructificará en mi vida y en la vida de mis hermanos, lo que implica un esfuerzo cotidiano para invocar la Luz del Espíritu que no dañe el corazón del hombre y lo vuelva duro como la piedra.
Es por ello que el Señor nos invita una y otra vez a vivir un camino de conversión constante, porque los vicios y males del mundo se nos pegan pronto en nuestra vida, pero las virtudes y bondades del camino de santidad cuesta preservarlas.

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