viernes, 20 de marzo de 2015

No somos justos, lo seremos

Dice el libro de la Sabiduría:
"Se dijeron los impíos, razonando equivocadamente:
«Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; declara que conoce a Dios y se da el nombre de hijo del Señor...
Así discurren, y se engañan, porque los ciega su maldad; no conocen los secretos de Dios, no esperan el premio de la virtud ni valoran el galardón de una vida intachable".
¿Quién el es Justo? Si bien la Sabiduría hace esta referencia a Jesús, lo hace también a todos aquellos que buscan e intentan vivir la Fidelidad a Dios, la Fidelidad a la Palabra, la Fidelidad al Llamado que el Padre nos ha hecho: "sed santos porque vuestro Padre celestial es Santo... sed perfectos porque vuestro Padre celestial es Perfecto..."
En nuestro caminar diario vamos buscando el equilibrio de nuestra vida, un equilibrio que no es mitad mundo mitad Dios, sino el equilibrio porque caminamos entre dos mundos: el humano y el divino, y cualquier tropiezo nos lleva hacia el mundo, hacia lo humano, y necesitamos estar cada día más en Dios.
Nuestra Vida es de Dios, nuestros deseos son para Dios, y Dios necesita que seamos Fieles a esa Vida que Él nos ha dado, para que con su Gracia y nuestra Fidelidad, iluminemos el mundo. Y lo iluminamos sencillamente con el gozo de ser sus hijos, lo iluminamos con el gozo de sabernos protegidos y sostenidos por Su Mano, lo iluminamos con el gozo de sentirnos hermanos, lo iluminamos con el gozo de sabernos perdonados.
Es cierto, muchos nos juzgan, como al justo de la Sabiduría y buscan nuestra perdición, pero nosotros sabemos en Quién hemos puesto nuestra confianza, y sabemos que Él que se entregó por nosotros no nos dejará solos, pues siempre estará junto a nosotros.
Quizás nos toque caminar por quebradas oscuras, pasar por situaciones dolorosas, pero siempre estará Él para fortalecer nuestras rodillas vacilantes, para darnos la Gracia de volver a levantarnos del polvo, y sacudiéndonos el pecado seguir caminando, seguir mirando hacia lo alto y poniendo nuestro corazón en Dios, pues en Él está nuestra esperanza y salvación.
No permitamos que el juicio del mundo nos quita la esperanza de alcanzar la santidad que Dios nos pide, pues la vida que anhelamos es al que nos trae la Paz, el sosiego, el Amor. La vida que anhelamos, porque Dios nos llama a vivir en ella, es la que llena nuestro corazón de felicidad y plenitud, que nos da la alegría de la salvación y nos hace luz para iluminar, sal para dar sabor, levadura para fermentar una masa sosa que no sirve para alimentar los deseos de un mundo mejor, de un mundo lleno de Vida.
Es cierto no somos Justos, pero caminamos con la mirada puesta en ese Ideal, porque es ese nuestro llamado y nuestro fin: alcanzar la Justicia de Dios, para vivir en la Verdad, la Paz y el Amor verdadero que sólo nos lo da aquél que nos llamó de la nada a la vida, y nos dio Su Vida para que nosotros la ofrezcamos al mundo.

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