María contestó:
-«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra. »
¡Que hermoso gesto! ¡Qué hermosa imagen! ¡Cuánto misterio que encierran esas Palabras!
¿Qué habrá sentido María en ese momento? ¿Cómo sentiría el corazón tan lleno de Dios? ¿Cómo poder entender lo que sentiste María en ese momento? ¿Cómo poder llegar a comprender el gozo de tu corazón? ¿Cómo poder entender el poder de tu "hágase" en nuestra historia?
Nos parece increíble lo que María vivió en ese instante, en ese día y a partir de ese día. Pero me imagino que Ella lo debe haber vivido todo con tanta naturalidad que sólo resplandecía el gozo del encuentro con el Espíritu y la alegría de ser Su Servidora. Porque el Espíritu descendió sobre Ella y la cubrió con su sombra, pero esa Sombra fructificó en su vientre y concibió al Hijo de Dios, a nuestro Señor, a nuestro Salvador.
Y, en ese momento, comenzó a partirse la historia del Hombre en dos, por Dios comenzó a echar sus raíces en nuestra historia.
¿Podemos nosotros volver a vivir ese momento? Sí, que podemos volver a sentir esa misma experiencia, porque nosotros somos hijos de María, porque tenemos el mismo Espíritu que descendió sobre María, porque también a nosotros el Señor nos ha dado la Gracia, porque también a nosotros nos llama a ser portadores de la Vida Nueva que nació con Jesús.
Por que "la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros", pero debe seguir viva en nosotros, por eso en cada Eucaristía Él viene a nosotros, vive en nosotros, nos anima desde dentro nuestro para que lo llevemos a todos los lugares a dónde vayamos, como María que lo llevó a la Casa de Isabel.
Como María hoy Dios nos pide, y al mundo le urge, que nos "hagamos disponibles" para que Dios vuelva a vivir en el mundo. Sí, porque lo hemos quitado de nuestras vidas cotidianas, lo hemos dejado encerrado entre las paredes de los Templos y no lo llevamos en nuestra vida al mundo. Nosotros, como María, somos portadores de la Vida Nueva, pero no la mostramos, no mostramos la alegría de nuestra fe, no mostramos el orgullo de ser cristianos, de ser hijos de María. No damos a conocer al mundo que Jesús nos dio una Vida Nueva que lo mejor que nos ha pasado en la vida.
Sí, no lo mostramos. Tenemos miedo que nos señalen con el dedo por ser cristianos, por eso no nos arriesgamos para decir la Verdad, para defender nuestra Fe, para acercarnos a la Eucaristía.
El Príncipe de este mundo siempre nos brinda excusas para que no seamos portadores de la Verdad, de la Paz, del Amor, en cambio somos portadores de la omisión de cada día de no ser Fieles a la Vida que Él, desde la Cruz nos dio.
No dejemos que la grandeza de este día quede oculta tras los argumentos y las excusas, sino que dejemos que la Alegría del Evangelio inunde nuestras vidas y, así, inundemos el mundo del Gozo de ser cristianos.
Que Dios vuelva a fecundar nuestros corazones porque, como María, también le decimos: "¡Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra!"
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