viernes, 13 de marzo de 2015

"Yo soy la Verdad"

¿Será propio de nuestra naturaleza poner a prueba a Dios y a la gente?
En realidad no ponemos a prueba a quienes no queremos, sino a quienes queremos; pero tampoco lo hacemos porque desconfiemos de ellos, sino para ver si, al encontrarlos en el error, podemos librarnos de su autoridad.
Así le pasaba a los fariseos y doctores de la Ley, querían ver si podían desautorizar, de un modo u otro, a Jesús; buscar un pretexto para que su palabra no tenga el peso de la autoridad: "de quien habla con autoridad".
Y lo mismo hacemos o hemos hecho con nuestros padres, con nuestros hermanos, con nuestros amigos; buscar un pretexto que nos sirva para que ellos no tengan autoridad sobre mí, o, mejor dicho, para que no tenga que escuchar lo que me dicen, porque sino tendré que hacer caso a lo que me dicen, o, simplemente negar su existencia.
Y eso lo vemos en todos lados también. En los tiempos de elecciones vemos como cada uno tira los peores argumentos hacia el otro partido, y no para ayudar a un crecimiento sino para poder eliminarlos de la carrera por medio de la duda o de sus malas acciones.
En estos tiempos que vivimos la duda sobre la persona o la vida del otro es algo de todos los días, porque es la duda lo que sale a la luz, y no la verdad, pues la verdad la hemos dejado de lado y ya no la buscamos, pues no sabemos cuál es la verdad, qué es la verdad, o, quizás, ¿para qué sirve la verdad? Pues la verdad ya es un concepto subjetivo que lo hago a mi antojo, y lo digo a mi gusto, sin importar si realmente es algo que existe.
Por eso a Jesús no le podían encontrar defecto, ni argumento para condenarlo. Tuvieron que inventarse argumentos en contra y falsos testigos para condenarlo a muerte, porque Él mismo lo dijo, y sin ningún problema: "Yo soy la Verdad". Y Su Vida es la Verdad, Su Camino es la Verdad, Su Amor es Verdad.
"No se puede ocultar una ciudad en lo alto de un monte", nos decía Jesús, y es cierto porque cuando uno se va a acercando al monte ya se ve la ciudad y sólo puede ocultarla dándole la espalda, tapándote los ojos o mintiendo sobre lo que estás viendo. Y así le sucede al que se ha encontrado con Jesús, con el Dios Verdadero, no se puede ocultar que lo hemos encontrado, como no se puede ocultar que nos hemos encontrado con el Amor.

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