"Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males...", le dijo Jesús al hombre rico. Pero no son los bienes los que hacen mal al hombre, sino que es el hombre quien usa mal de sus bienes. Por eso, más de una vez los bienes vuelven al hombre (varón o mujer) un ser despreciable, por lo tornan egoísta, individualista, vanidoso, soberbio; cuando en verdad los bienes tendrían que transformar a la persona en un ser agradecido, que sabe compartir, que se sabe entregar, que es humilde y desde la humildad utiliza lo que Dios le ha dado para ayudar a otros a vivir con dignidad.
Pero también al ausencia de bienes, puede tornarnos malos, porque envidiamos, buscamos intensamente lo que no tenemos, y por eso se llega a vivir en la desesperanza, en la amargura, y despotricamos contra los que tienen.
Y Jesús no ha querido generar una guerra entre ricos y pobres, no ha querido levantar esa pared infranqueable para dividir a aquellos que tienen bienes y los que no los tienen. Sino que buscar hacernos ver cómo utilizamos lo que tenemos, en qué nos convierten los bienes que poseemos o que no poseemos.
Si bien es cierto que la pobreza es un valor evangélico, pero es sobre todo la pobreza del espíritu que me hace valorar lo que Dios me ha dado, sea pobreza o riqueza material o espiritual. Y serán mis obras las que hablen de la abundancia de mi corazón, y de cómo he gestionado lo que Dios me ha dado.
Por que si fuera cierto que la pobreza es un valor que tenemos que cultivar (como muchas veces he dicho) ¿Por qué quitarles la pobreza material a los pobres? Porque la pobreza material no es un bien, sino que afecta a la dignidad de la persona. Por eso, cuando los bienes que poseemos los usamos de acuerdo a la Voluntad de Dios, esos bienes nos vuelven hijos y hermanos generosos que saben compartir, que no atesoran sólo en la tierra sino que al compartir sus bienes logran el tesoro de la eternidad, pues hacen la vida de sus hermanos dignos, no porque les ofrecen bienes materiales sino porque comparten como hermanos.
Pues no son los bienes materiales los que nos dan más o menos dignidad, sino que son los bienes espirituales los que nos hacen mejores personas, mejores hijos de Dios, más hermanos entre nosotros. Pues si sólo tenemos ojos y corazón para los bienes espirituales, nunca podremos ver las necesidades del que tengo a mi lado, pero si tengo los ojos puestos en mis hermanos y puedo ver sus necesidades, tendré la fuerza del Espíritu para compartir con ellos lo que más necesiten, y así nuestros bienes nos harán bien y haremos el bien a nuestro prójimo, sea quien sea.
Una Patria de Hermanos, un Reino de Personas que se aman se construye con varones y mujeres, hijos de Dios que tienen los ojos y el corazón vueltos hacia afuera de ellos mismos y descubren, en el andar diario, lo que sus hermanos necesitan de ellos, pues nosotros somos el Puente por el que Dios desciende a nuestros hermanos. No dejemos que la vida diaria destruya ese puente, sino que día a día sigamos dejándonos utilizar por el Padre para que Su Amor llegue a quienes más lo necesitan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.