"Ellos comentaron:
- «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén..."
En estos días de Semana Santa quizás muchos hemos vivido esta sensación de que nuestro corazón sentía y vivía muchas sensaciones diferentes. Las celebraciones, los encuentros, los silencios, las lecturas, todo me llevaba a pensar, a sentir, a estar en constante encuentro con el Señor.
Pero ya se termino ese tiempo de encuentro, ahora volvió la rutina, el trabajo (para los que tienen), el ir y venir de un lado para el otro, de encontrarnos con lo mismo de antes. Ya no hay un lugar, un tiempo que me lleven a Ese Encuentro, a esa reflexión, a ese momento. Y me dejo llevar por el ambiente, la rutina, lo cotidiano, y la alegría y la profundidad de los días Santos se va perdiendo.
Pero Dios nos pide que al volver a nuestra vida cotidiana, a nuestra rutina, como los discípulos de Emaús, llevemos una Buena Noticia:
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
- «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan".
Y lo contamos con a,ebria, sin miedos, sin vergüenza, porque esa Buena Noticia llena mi corazón, mi vida, y cuanto mas la cuento y comparto mas me llena, y mas necesito alimentarla para poder seguir mostrando que lo que he vivido no son simples apariencias, que lo que he vivido junto al Señor en Su Semana Santa, es para mi lo que alimenta mi alma, es para mi lo nuclear de mi fe. No puedo dejar que mi fe se reduzca a unos solos días durante el año, sino que cada día vuelvo al mismo lugar: al lugar del Encuentro, me siento a Du Mesa, como Su Pan, Bebo su Vino, me alimento con Su Vida, sufro, muero y resucito junto a El, para que mi vida sea en medio del mundo un signo de Luz, de Amor, de Paz.
"Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pedro le dijo:
- «No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar.»
Yo, y tu, todos podremos decir junto a Pedro: te doy lo que tengo: mi fe, es lo que da fuerza a mi vida para echar a andar cada día, y vivir cada día con alegría y gozo en el Señor.
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