"Ananías contestó:
- «Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén. Además, trae autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre.»
El Señor le dijo:
- «Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas. Yo le enseñaré lo que tiene que sufrir por mi nombre.»
Aunque nosotros queramos ponerla trabas a Dios, Él siempre se las ingenia para derribar esas barreras y hacer de los más grandes pecadores y perseguidores, grandes santos y evangelizadores. No le importa qué hemos hecho, sino qué vamos a hacer. Por eso a cada uno nos llama por nuestro nombre, para darnos a conocer un Camino que nos lleve de la mano de la Verdad hacia una Vida Nueva. Lo que importa es el Camino y hacia dónde me conduce ese Camino, y si estoy dispuesto a recorrerlo.
Por eso, los grandes santos, como San Pablo, después de haber cometido semejantes delitos cuando se encontraron con la Verdad no pudieron resistirse a seguirla, porque en esa Luz encontraron la respuesta a las preguntas que, escondidas en el corazón, siempre estaban buscando respuestas. No importa por dónde haya que pasar o qué cuestas subir o qué dolores enfrentar, lo que importa es encontrar el Camino, o, como en este caso que el Camino me encuentre a mí.
Y, hay otra cosa que también en esta lectura de la conversión de San Pablo es importante, el rol que cumple Ananías que, aunque dudaba de tener que ir al encuentro con Saulo, siendo obediente creyó al Señor, y sin poner por delante el juicio sobre Saulo gracias a la obediencia Saulo se convirtió en Pablo, y así la Buena Nueva llegó a los paganos y gentiles.
Claro que le costó después, a Pablo, poder separarse de su pasado, pero de ese pasado sacó lo mejor y le sirvió para encontrar el cimiento para el futuro, la fuerza necesaria para seguir con la mirada puesta, en cada momento y en los más duros tormentos, en aquél Señor a quien un día persiguió pero que, sin tener en cuenta su pecado, lo amó tanto que aunque le había quitado la vida, Él se la regaló y lo llamó a seguirle.
La prueba del más tierno e infinito Amor que Jesús le demostró fue el abrazo que le devolvió la Vida, la Luz y lo encendió en el Espíritu para que comenzara a ser el Apóstol de los Gentiles.
San Pablo no sólo con sus Cartas, sino con su vida nos ilumina para descubrir que "aunque nuestro pecado sea rojo como la grana" el Amor del Señor "lo deja blanco como la nieve", y quién en un día fue perseguidor y asesino del Señor, por Su Infinito Amor puede ser un santo apóstol encendido por la llama del Espíritu que lleva el "fuego del Señor a incendiar toda la tierra".
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