viernes, 17 de abril de 2015

No apaguemos Su Voz

"En el caso presente, mi consejo es éste: No os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se dispersarán; pero, si es cosa de Dios, no lograréis dispersarlos, y os expondríais a luchar contra Dios."
Hoy como ayer son muchos los que intentan callar la voz de Dios, son muchos los que intentan quitar de en medio de la sociedad la Palabra de Dios, y creen que matando, encarcelando o desautorizando a los cristianos y a los católicos lo podrán hacer.
Es cierto que muchos se callan y cierran sus corazones y sus bocas por el miedo a los hombres, por miedo al qué dirán, por miedo al juicio y a ser señalados. También los hay aquellos que sólo son cristianos de figurar y por eso tampoco hablan o predican.
Pero también están aquellos que sin miedo viven y anuncian, que sin miedo día a día buscan el alimento espiritual del Pan de la Vida, para que sus vidas no sean sólo de papel sino que sean de Espíritu, están aquellos que intentan día a día formar sus vidas a imagen de Jesús y vivir los consejos evangélicos.
Por que sabemos que la mano del hombre nunca podrá vencer la Voz de Dios, que la palabra del hombre nunca podrá apagar el fuego del Espíritu, que la bala o el sable del hombre nunca podrá decapitar el Cuerpo Místico de Cristo. Por eso vivimos confiados, seguros de que la Mano del Señor está sobre nosotros y nada nos pasará si Él no lo quiere o lo permite, y todo será para mayor gloria de Su Nombre. Por eso, cuando a los apóstoles los azotaron antes de soltarlos ellos "salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús. Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando el Evangelio de Jesucristo".
Porque es la Palabra la que da Vida, la que cura las heridas, la que fortalece el Espíritu, la que nos enciende en el fuego del Espíritu para que como Jesús con los cinco panes y los dos peces, podamos alimentar a una multitud de personas que estén hambrientas de sentido, de paz, de amor, de verdad, en definitiva alimentar a aquellos que estén con hambre de Dios, y, en estos tiempos, hacer que muchos puedan volver a sentir la presencia de Dios en sus vidas.
No temamos hoy por que muchos quieran destruir el Cuerpo Místico de Cristo, no podrán contra Dios. Temamos más bien porque nosotros no queramos ser Fieles a la Vida que nos ha dado Cristo, pues será nuestra infidelidad la que vaya matando a ese Cuerpo desde dentro, y no los que lo ataquen desde fuera.

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