jueves, 16 de abril de 2015

Obediencia a Dios para todos

"Pedro y los apóstoles replicaron:
- «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres".
Una respuesta muy certera la de Pedro a los Sumos Sacerdotes: la obediencia a Dios. ¿Qué significa para nuestras vidas?
Por mucho tiempo, y quizás hoy mismo, muchos piensen que la obediencia a Dios es algo que sólo tienen que vivir los sacerdotes, religiosos y religiosas, porque ellos han consagrado su vida a Dios y han realizado el voto de obediencia. Pues, sí, de una modo especial nos corresponde a los que hemos consagrado nuestras vidas de un modo especial a Dios vivir de un modo especial los consejos evangélicos.
Pero nos olvidamos de una cosa: los consejos evangélicos de obediencia, pobreza y castidad, los dio Jesús para todo aquél que se decidiera a seguirlo. Y cada quien en su propio estilo de vida: laical o consagrado, lo vivirá de un modo u otro. Pero los consejos evangélicos los tenemos que vivir todos.
Es así que la obediencia a Dios es para todos y cada uno de los que por el bautismo hemos recibido el Espíritu Santo que nos hizo hijos de Dios, y nos consagró como sacerdotes, profetas y reyes, otorgándonos el sacerdocio real de Cristo, por lo que nos llamamos cristianos, seguidores de Cristo (otros Cristos en el mundo) viviendo así lo que para Jesús fue esencial en su vida: "mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre".
Ahora está claro que la obediencia a los hombres no es sólo a los hombres del mundo que nos van "infiltrando" en nuestras cabezas y corazón un modo contrario a la Voluntad de Dios, sino al hombre interior (a mi yo) que, como dice San Pablo, "no hago todo lo que debo sino lo que no quiero". Porque nadie me obliga a vivir de tal o cual modo, sino que uno libremente escoge en cada momento qué hacer, qué decir, cómo vivir. Y juzgo y decido de acuerdo a mis parámetros, de acuerdo a aquello que forma parte de mi vida, de acuerdo a aquello que quiero ser.
Es así que cuando Jesús nos invita a seguirlo, lo primero que nos dice es: "el que quiera venir detrás de mí niéguese a sí mismo..." Negarnos a nosotros mismos para que lo que yo viva no sea lo que yo quiero, sino que sepa escuchar la Voluntad de Dios y obedecerle. Obedecer significa escuchar y actuar en coherencia.
Y aquí vemos cuál es nuestro primer defecto: no sabemos escuchar a Dios, pues Dios es un Dios de silencio, un Dios que necesitamos conocer para saber cómo habla, cuando habla, cómo nos habla. Y el ruido de cada día, los apuros, los agobios, las "necesidades y urgencias" que nos impone el mundo no nos dejan tiempo para dedicarnos a los que es para nosotros vital: tiempo para escuchar a Dios.
Por eso, al no escuchar a Dios nos escuchamos a nosotros mismos, al mundo, depende quien hable más alto, y obedecemos a quien escuchamos. Dejémonos tiempo para el silencio en Dios, dejemos que Su Palabra llene nuestro corazón para que pueda hacer vida en nosotros, así nuestra vida será un vida en Dios, y Dios estará en nuestras vidas, y por nosotros llegará a todos los hombres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.