sábado, 25 de abril de 2015

Siendo niños nos dejamos amar

Para comenzar este día y todos los días, es lindo tener en cuenta estas palabras de San Pedro:
"Queridos hermanos:
Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes. Inclinaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios, para que, a su tiempo, os ensalce. Descargad en él todo vuestro agobio, que él se interesa por vosotros".
Fijaos que lo primero que nos pide es la humildad. Abrir los ojos a nuestra propia realidad, ni más grandes ni más pequeños, nosotros mismos frente al Padre, es decir hijos, y al lado de nuestros hermanos, iguales. Reconocernos hijos pequeños y necesitados, de Dios para que nos de la Gracia de comenzar un nuevo día, no sólo bajo su amparo, sino con la disposición de hacer Su Voluntad; y necesitados de nuestros hermanos, de quienes necesitamos amor y a quienes necesitamos amar, porque sólo el amor ilumina nuestras vidas con su luz, con su alegría, con la seguridad y el consuelo que da saber que tengo alguien que vela por mí, y que tengo a alguien por quien velar.
Así siendo pequeños y amando a nuestros hermanos Dios escuchará mejor nuestros ruegos, porque si sabemos nosotros escuchar a nuestros hermanos, si sabemos nosotros mirar las necesidades de nuestros hermanos, si sabemos responder a sus llamados, a sus necesidades; también el Señor nos escuchará, responderá y, sobre todo, nos amará de la misma manera que nosotros lo hacemos con nuestros hermanos.
Él nos ensalzará, es decir nos tomará en sus Manos y nos llevará junto a Él, nos levantará del plano terrenal y nos llevará al plano divino de Su Amor, para que desde allí podamos ver mejor nuestra vida, y la vida de nuestros hermanos. Mirando todo desde el Corazón de Dios nuestra vida cambia, porque la miramos en su contexto, la miramos en su totalidad, y la miramos desde el Amor.
Podremos descubrir que hay cosas que nosotros no podremos hacer, cosas que nosotros no pudimos hacer si no hubiese sido por su poder, por su amor, por su devoción hacia nosotros. Y, al descubrir esa realidad, sólo nos queda dejarnos conducir, dejar que todos los agobios y cansancios queden en sus manos, por que sólo Él sabe lo que yo necesito, solo Él puede hacer mi vida cobre un nuevo sentido.
Por eso, hagámosle caso a San Pedro, no dejemos que la soberbia del camino nos impida ser amados, por Dios y por nuestros hermanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.