San Juan Pablo II, llamó a este II Domingo de Pascua el Domingo de la Divina Misericordia, y el Papa Francisco nos llama a un Año Extraordinario de la Divina Misericordia. Un año para que no solo pensemos y meditemos en la Divina Misericordia, sino un año para que la Misericordia Divina comience a llenar el corazón de los hombres, nuestros corazones.
Sí, porque el mundo necesita que nuestros corazones comiencen a vivir intensamente el Amor de Dios, el Amor Misericordioso de Nuestro Señor, para que comencemos a ser constructores plenos de un Hombre Nuevo, que realice una Nueva Sociedad, un Nuevo Mundo.
¿Cómo? La receta está en el comienzo de la primera lectura de este Domingo, o mejor dicho en todos los párrafos que leemos hoy:
"En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor.
Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno".
Volver a lo que éramos en el origen del cristianismo: vivir unidos en un mismo Ideal, vivir unidos en el mismo Amor, ser una Comunidad de Amor, una Comunidad de personas que se aman porque aman al mismo Dios y Señor, porque creen y confían en el mismo Dios y Señor, porque viven la Voluntad del mismo Dios y Señor.
Y San Juan nos lo reafirma:
"Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo.
Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?"
Amar a Dios no sólo es un sentimiento, sino que es una acción constante que se demuestra en el amor a los hermanos, y no sólo a los que más amamos sino a los que menos nos aman, a nuestros enemigos y perseguidores, por que Él nos amó a nosotros cuando aún estábamos en pecado, cuando lo estábamos clavando en la Cruz Él nos perdonó a todos, porque Él nos demostró claramente cómo es un Corazón Misericordioso, un Corazón que Ama de Verdad.
Este día, y todos los días de este año, sigamos mirando el Corazón de Jesús para que sea Él quien nos hable, quien nos lleve a gustar de su Amor para que invadidos de Su Misericordia aprendamos, vivamos y forjemos en nosotros un corazón fiel a Dios y misericordioso con nuestros hermanos.
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