"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: – «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo,estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Cuando leemos este pasaje del Evangelio siempre nos lleva a pensar en el mismo tema: nuestra muerta, el misterio de la muerte. Pero Jesús no quiere hablar de la muerte, aunque referencia hace a ella, sino que habla de volver a la Casa del Padre, un hermoso término o idea que nos lleva a preparar nuestro corazón no sólo para el día del regreso, sino para cada día que vivimos en esta casa prestada.
¿Por qué preparar el corazón para los días en que vivimos en esta casa prestada? Por que lo que Jesús también intenta decirnos es que nuestro tiempo, aquí en la tierra, es breve, aunque vivamos más de 100 años ¿qué es comparado con la eternidad? ¿Qué es la finitud de nuestra vida comparada con la eternidad en el Cielo?
Pero, claro, no conocemos el Cielo, no hemos estado allá ni tenemos fotos o vídeos que nos hablen o nos muestren, como lo hacen las empresas de viajes el lugar donde hemos de ir.
Por eso, Jesús, al hablarnos del regreso a la Casa del Padre, primero nos dice: "no se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí". Es nuestra fe la que nos ayuda a vivir en esta vida con el corazón en la eternidad.
Así podemos llenar nuestro día a día con la eternidad del Cielo, por eso, a medida que vamos recorriendo el Camino vamos incorporando a nuestra vida y a la vida de los demás, trocitos de Cielo, haciendo que el Cielo esté en la tierra, y cada día más, el corazón del hombre anhele y se preparare para el verdadero Cielo.
Nunca, quizás, estemos preparados para el Cielo. Y eso también lo sabe el Padre, pero igualmente Él nos ha dado la Vida de Su Hijo para que sea Su Vida nuestro Camino, para que su Vida sea nuestra vida, y así, en Él podamos recorrer con más tranquilidad y confianza este Camino, haciendo un Cielo de la Tierra, para que la Tierra sea nuestro comienzo de Cielo.
Nuestra mirada y nuestro corazón contemplan, cada día, el Cielo pues el Cielo está donde está el Rey y Señor de Cielos y Tierra, y con Él y en "Él vivimos, nos movemos y existimos y todavía peregrinos en esta Tierra ya gozamos del bienes del Cielo", por eso nuestro corazón no está turbado ni temeroso, pues sabemos qué Camino hemos escogido, y que Vida estamos viviendo: el Camino que nos lleva a la Vida Verdadera, mientras la vivimos y la compartimos aquí en la Tierra.
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