viernes, 29 de abril de 2016

Elegidos para amar

"No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure".
Es hermoso descubrir que alguien ha puesto su mirada en nosotros, y sobre todo, cuando descubrimos que ese alguien no sólo ha puesto su mirada sino también su corazón en nosotros. Y así saber que Jesús nos ha elegido tiene que ser algo demasiado bello para cada uno, descubrir que sus ojos están fijos en nosotros porque nos ama con toda su vida tiene que llenarnos el corazón de gozo rebosante.
Ese es el sentimiento que han podido vivir y expresar los santos que se entregaron de lleno por Amor a Dios y a los hombres. Y ese ha de ser el sentimiento que tenemos que llegar a vivir nosotros, pues el mismo Señor que eligió a los apóstoles es el que nos eligió a nosotros, y nos eligió para que demos frutos duraderos.
Y ¿qué es lo más importante de esta elección? Que on nos eligió por nuestra perfección, ni por nuestras virtudes, sino que nos eligió por su Infinito Amor, contando con nuestras imperfecciones, pecados y debilidades, pues todo eso es propio de la condición humana, y es asumible por el Amor de Dios para transformarnos en hijos de Dios, libres de ataduras para ser testigos, ante el mundo, de la fortaleza de Dios que se manifiesta en nuestra debilidad.
Y ¿cuál es nuestra misión como elegidos del Señor? Amar, sólo amar como Él nos ha amado.
"Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer".
Uno podría decir: ¡qué bien nos llama amigos pero nos pone como condición hacer lo que él dice! ¿Qué clase de amigo es ese que nos obliga a hacer cosas? Pero, ¿qué mejor cosa para hacer que Amar?
Amar, sólo amar, es una gran misión, una hermosa misión, es nuestra vida, es nuestro Don, es nuestro Amor. ¿Puede haber mejor mandamiento en nuestra vida que sólo amar?
Si llegáramos a entender la intensidad de su amor, y, sobre todo poder entender y vivir ese Amor que Él derramó en nuestros corazones, no tendríamos dudas que podemos amar como Él nos amó. Porque no hace falta esfuerzo alguno para amar de ese modo, pues Su Amor está en nuestros corazones, basta sólo que estemos convencidos que podemos (no por nuestras fuerzas sino por su Gracia) amar para que lo logremos.
Y, muchos preguntan: ¿cómo hacemos para amar de ese modo? La respuesta más fácil sería: amando. Amar como Jesús nos amó: amar con todo nuestro ser, entregando toda nuestra vida a nuestro Dios y, por Él, a nuestros hermanos, sin hacer distinción, ni dejarnos doblegar por divisiones, desavenencias; sólo amar, pues el amor es el motor que impulsa todas nuestras acciones y que mueve a los hombres a las más grandes causas.
Y por eso Santa Teresita de Lisieux en el amor encontró su gran misión: "en el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor".

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.