¿Qué es más fácil sembrar alegrías o tristezas? O, mejor ¿qué es lo que más nos gusta la alegría o la tristeza? Pero ¿qué es lo que sembramos con nuestras conductas: alegrías o tristezas?
Son preguntas que me surgieron al terminar de leer el evangelio de hoy, cuando Jesús nos dice:
"Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud».
Pasa que hoy vemos muchas tristezas en los corazones de los hombres. Hay mucha tristeza en la vida de la gente, y, lamentablemente, no siempre somos sembrados de alegrías en los corazones de nuestros hermanos. ¿Por qué? Quizás por que no sepamos buscar nuestra propia alegría.
Y mirad lo que Jesús nos decía antes:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor".
Claro que guardar los mandamientos de Jesús no es ponerlos dentro del armario junto con la ropa, o dentro de una caja de seguridad, sino que habla de fidelidad a sus mandamientos, pero principalmente al nuevo mandamiento: el del amor. Porque sólo el Amor nos da la plena alegría al corazón, pues el amor llena todo nuestro ser: el amor a nosotros mismos, el amor a Dios, el amor a los hermanos, y el amor a los enemigos y extraños.
Y se da por descontado que volvemos a acordarnos de aquella frase tan famosa de San Agustín: "Ama y haz lo que quieras, pero primero ama".
Se da por descontado pues la recordamos todos, la vemos escrita por muchos lados, pero... a la hora de hacerlo nos la olvidamos todos, pues lo primero que hacemos no es amar. Y lo primero que tendríamos que pensar es en Amar a Dios sobre todas las cosas, para que ese Amor me lleve a aceptar en plenitud Su Voluntad, para que mi vida esté en Sus Manos verdaderamente, y mi corazón pueda ser así envuelto en sentimientos de Verdadero Amor, de Verdadera Verdad para ser Verdadero Camino para mi vida y yo para la vida de mis hermanos.
Jesús no quiere imponernos más cosas que las necesarias, por eso los apóstoles llegan a la misma conclusión, pero sí las más importantes, o mejor dicho: "sólo hay una necesaria": Amar como Él nos ha amado.
Cuando comenzamos nuestro día manifestando nuestro amor a Dios, por sobre todas las cosas, vamos a percibir que su Amor cubre todo nuestro ser y nos hace capaces de Amar a nuestros hermanos, porque la alegría y la paz que Él nos transmite con su Amor son las mismas que vamos a ir distribuyendo a lo largo del día a nuestros hermanos, con nuestra voz, con nuestra mirada, con nuestras vidas.
Y ahí reside nuestra alegría: sembradores de amor por el mundo.
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