sábado, 30 de abril de 2016

Recordar sus Palabras para no preocuparnos

Hoy tendría que volver a copiar el evangelio de hoy, y lo voy a copiar, por las dudas:
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: – «Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió»
¿Por qué lo copio? Para recordar que no nos tenemos que escandalizar por las persecuciones contra la Iglesia, porque ya nos lo había anunciado Jesús. Claro está que por que Él lo anunció no se tienen que hacer eco los demás para tener permiso para hacerlo. Pero no tenemos por qué preocuparnos de tantas persecuciones, sino de nuestra fidelidad.
Cuando somos fieles a la Palabra de Dios, siempre habrá alguien a quien le moleste, por eso siempre habrá persecución de uno o de otro tipo. Las habrá de gente externa y no creyente, y las peores son de la gente creyente que se cree con derechos a colgarte una cruz en tus hombros, simplemente porque quieren.
Por eso, Jesús, más de una y dos veces nos advirtió de lo que íbamos a tener que padecer a causa de su Nombre y por eso nos dijo:
"Bienaventurados los que sean perseguidos a causa de mi nombre".
Por eso, lo importante, para nosotros, no es que nos persigan, sino ser Fieles al Evangelio: vivir en plenitud el mensaje Evangélico, pues una cosa es sufrir porque somos cristianos y otra cosa es sufrir porque somos malos. En el primer caso alcanzaremos la Vida Eterna que el Señor nos prometió, en el segundo simplemente sembrar maldad y en toda caso, si nuestra maldad es demasiada la cárcel o el fuego eterno.
Y, por otro lado, lo fundamental en estos tiempos (que siempre fueron estos tiempos en la vida de la Iglesia) es pedir la Gracia de la fortaleza y la perseverancia, para que como dice San Pablo, podamos "combatir el buen combate de la fe" y "alcanzar la meta sin perder la fe". Porque necesitamos fortaleza y perseverancia para seguir madurando en nuestra fe y amor, para poder amar y rezar por los que nos persiguen y no comprenden lo que queremos vivir, o lo que estamos llamados a vivir, y tener la perseverancia y fortaleza para vivir radicalmente la Palabra de Dios y no dejarnos seducir por la palabra de los hombres.

viernes, 29 de abril de 2016

Elegidos para amar

"No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure".
Es hermoso descubrir que alguien ha puesto su mirada en nosotros, y sobre todo, cuando descubrimos que ese alguien no sólo ha puesto su mirada sino también su corazón en nosotros. Y así saber que Jesús nos ha elegido tiene que ser algo demasiado bello para cada uno, descubrir que sus ojos están fijos en nosotros porque nos ama con toda su vida tiene que llenarnos el corazón de gozo rebosante.
Ese es el sentimiento que han podido vivir y expresar los santos que se entregaron de lleno por Amor a Dios y a los hombres. Y ese ha de ser el sentimiento que tenemos que llegar a vivir nosotros, pues el mismo Señor que eligió a los apóstoles es el que nos eligió a nosotros, y nos eligió para que demos frutos duraderos.
Y ¿qué es lo más importante de esta elección? Que on nos eligió por nuestra perfección, ni por nuestras virtudes, sino que nos eligió por su Infinito Amor, contando con nuestras imperfecciones, pecados y debilidades, pues todo eso es propio de la condición humana, y es asumible por el Amor de Dios para transformarnos en hijos de Dios, libres de ataduras para ser testigos, ante el mundo, de la fortaleza de Dios que se manifiesta en nuestra debilidad.
Y ¿cuál es nuestra misión como elegidos del Señor? Amar, sólo amar como Él nos ha amado.
"Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer".
Uno podría decir: ¡qué bien nos llama amigos pero nos pone como condición hacer lo que él dice! ¿Qué clase de amigo es ese que nos obliga a hacer cosas? Pero, ¿qué mejor cosa para hacer que Amar?
Amar, sólo amar, es una gran misión, una hermosa misión, es nuestra vida, es nuestro Don, es nuestro Amor. ¿Puede haber mejor mandamiento en nuestra vida que sólo amar?
Si llegáramos a entender la intensidad de su amor, y, sobre todo poder entender y vivir ese Amor que Él derramó en nuestros corazones, no tendríamos dudas que podemos amar como Él nos amó. Porque no hace falta esfuerzo alguno para amar de ese modo, pues Su Amor está en nuestros corazones, basta sólo que estemos convencidos que podemos (no por nuestras fuerzas sino por su Gracia) amar para que lo logremos.
Y, muchos preguntan: ¿cómo hacemos para amar de ese modo? La respuesta más fácil sería: amando. Amar como Jesús nos amó: amar con todo nuestro ser, entregando toda nuestra vida a nuestro Dios y, por Él, a nuestros hermanos, sin hacer distinción, ni dejarnos doblegar por divisiones, desavenencias; sólo amar, pues el amor es el motor que impulsa todas nuestras acciones y que mueve a los hombres a las más grandes causas.
Y por eso Santa Teresita de Lisieux en el amor encontró su gran misión: "en el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor".

jueves, 28 de abril de 2016

La verdadera alegría

¿Qué es más fácil sembrar alegrías o tristezas? O, mejor ¿qué es lo que más nos gusta la alegría o la tristeza? Pero ¿qué es lo que sembramos con nuestras conductas: alegrías o tristezas?
Son preguntas que me surgieron al terminar de leer el evangelio de hoy, cuando Jesús nos dice:
"Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud».
Pasa que hoy vemos muchas tristezas en los corazones de los hombres. Hay mucha tristeza en la vida de la gente, y, lamentablemente, no siempre somos sembrados de alegrías en los corazones de nuestros hermanos. ¿Por qué? Quizás por que no sepamos buscar nuestra propia alegría.
Y mirad lo que Jesús nos decía antes:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor".
Claro que guardar los mandamientos de Jesús no es ponerlos dentro del armario junto con la ropa, o dentro de una caja de seguridad, sino que habla de fidelidad a sus mandamientos, pero principalmente al nuevo mandamiento: el del amor. Porque sólo el Amor nos da la plena alegría al corazón, pues el amor llena todo nuestro ser: el amor a nosotros mismos, el amor a Dios, el amor a los hermanos, y el amor a los enemigos y extraños.
Y se da por descontado que volvemos a acordarnos de aquella frase tan famosa de San Agustín: "Ama y haz lo que quieras, pero primero ama".
Se da por descontado pues la recordamos todos, la vemos escrita por muchos lados, pero... a la hora de hacerlo nos la olvidamos todos, pues lo primero que hacemos no es amar. Y lo primero que tendríamos que pensar es en Amar a Dios sobre todas las cosas, para que ese Amor me lleve a aceptar en plenitud Su Voluntad, para que mi vida esté en Sus Manos verdaderamente, y mi corazón pueda ser así envuelto en sentimientos de Verdadero Amor, de Verdadera Verdad para ser Verdadero Camino para mi vida y yo para la vida de mis hermanos.
Jesús no quiere imponernos más cosas que las necesarias, por eso los apóstoles llegan a la misma conclusión, pero sí las más importantes, o mejor dicho: "sólo hay una necesaria": Amar como Él nos ha amado.
Cuando comenzamos nuestro día manifestando nuestro amor a Dios, por sobre todas las cosas, vamos a percibir que su Amor cubre todo nuestro ser y nos hace capaces de Amar a nuestros hermanos, porque la alegría y la paz que Él nos transmite con su Amor son las mismas que vamos a ir distribuyendo a lo largo del día a nuestros hermanos, con nuestra voz, con nuestra mirada, con nuestras vidas.
Y ahí reside nuestra alegría: sembradores de amor por el mundo.

miércoles, 27 de abril de 2016

En caso de discordia...

Los Hechos de los Apóstoles nos cuenta cómo se produjo el primer altercado entre el Colegio de los apóstoles:
"Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre ellos subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia".
Pero también nos cuenta cómo lo solucionaron. Veamos qué pasó para que nos ilumine a nosotros, pues siempre hay alguien o algunos que saben más que otros, o, por lo menos, creen que saben más que otros, e, incluso que Dios. Y así surgió el primer altercado entre los apóstoles, fruto de aquello que escuchamos muchas veces: "aquí se hizo siempre así".
Nos atamos a tradiciones o a lo que creemos como tradiciones para estar seguros de algo. Y me parece bien que si las tradiciones son buenas siempre se conserven, pero frente a las tradiciones también está lo que Dios quiere que se haga.
Ese fue el altercado con la circuncisión a los primeros cristianos: los que venían del judaísmo creían que ese era el camino, porque siempre lo habían vivido así, pero no se daban cuenta que ahora Dios había mostrado otro camino, porque "había hecho nuevas todas las cosas" incluso el modo de pertenecer a su Pueblo Nuevo, que es la Iglesia.
Pablo había comprendido, a pesar de ser un celoso judío, que no había que seguir con la tradición, sino que Dios le había mostrado otro camino; ya no era la circuncisión, sino que con el bautismo bastaba. Pero no se quedó con que él tenía la verdad, sino que subió a Jerusalén para, junto con los demás, poner luz sobre la discusión.
Y ese es el Camino que también nosotros tenemos que aprender: necesitamos, en casos así, dejarnos iluminar por otros, buscar con la ayuda del Espíritu Santo y la palabra de nuestros hermanos el mejor camino para encontrar la Voluntad de Dios. Porque si nos cerramos en que sólo yo soy el dueño de la verdad, termino por arruinar los planes que Dios tiene y en lugar de dar luz confundo.

martes, 26 de abril de 2016

Luz y Sal, eso somos

"¡Qué dulce al paladar tu promesa: más que miel en la boca!"
Me gustó está frase del salmo de hoy, porque todos esperamos en las promesas de Dios, y esperamos porque sus promesas son dulces a nuestro paladar, sus promesas resumen nuestros deseos y esperanzas. Pero ¿qué es lo que Dios espera de nosotros para hacer cumplir sus promesas? Lo mejor:
"Considero tus decretos, y odio el camino de la mentira".
Porque al considerar sus decretos y ser fiel a la Verdad, comienzo a vivir lo que Él espera de mí, o, mejor dicho, lo que la "creación entera espera de los hijos de Dios: su manifestación plena", que podamos ser verdaderamente "sal de la tierra y luz del mundo".
"Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo".
Para mí es la mejor promesas de Dios a los hombres y es lo mejor que Dios nos ha pedido a nosotros, porque "ha mirado la bajeza de sus servidores" y si nos dejamos modelar por Él "hará grandes cosas" con nosotros "porque Él todopoderoso" ha puesto su mirada en nuestros corazones.
Pero no tenemos que preocuparnos de ser doctores o licenciados, sino que debemos ocuparnos de vivir en Dios, de aceptar su Palabra y dejarnos conducir "como el pincel en las manos del pintor" (decía Santa Teresita) y así lo comprendió San Pablo:
"cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios; no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios".
¿Cuál es la fórmula para ser Sal y Luz? Vivir en Dios, aceptar Su Palabra y Su Voluntad, disponernos de corazón a ser Fieles a la Vida que Él nos ha pedido vivir y que nos ha dado, "negándonos a nosotros mismos, aceptando la cruz de cada día y siguiendo los pasos de Jesús".

lunes, 25 de abril de 2016

Resistir en la fe

Hoy, en el día de San Marcos, evangelista, la liturgia nos presenta una carta de San Pedro, en la cual nos habla de nuestra forma de ser y de actuar, dándonos pautas de cómo debemos ser y cómo comportarnos en un momento de tribulación.
Hoy, particularmente me llamó la atención la segunda parte de este párrafo, pues parece (quizás como siempre la Palabra de Dios) escrita para los tiempos que corren.
"Sed sobrios, estad alerta, que vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos en el mundo entero pasan por los mismos sufrimientos. Tras un breve padecer, el mismo Dios de toda gracia, que os ha llamado en Cristo a su eterna gloria, os restablecerá, os afianzará, os robustecerá".
Sabemos que "el diablo" siempre usa diferentes disfraces para poder entrar en nuestras vidas, se viste con cualquier clase de vestidos y no duda en utilizar todas sus artimañas y engaños (sutiles y bien preparados) para poder atacar la Obra de Dios. Bien poco le interesa el bien de los hombres, sino que su primer motivo de acercarse a nuestras vidas es para destruir lo que Dios quiere: la plenitud de la creación, la salvación de los hombres.
Por eso, ya San Pedro nos advertía de esa realidad y nos pedía sobriedad en el actuar. Sobriedad en la forma de vivir y de creer, que, también podría igualarse a tener en cuenta que el camino hacia la vanidad y la soberbia está a un paso en nuestra vida. Y, hoy, vemos que a muchos se les ha subido a la cabeza la soberbia y la vanidad y van por el mundo creyendo que son los dioses de la tierra y las naciones. Y si eso lo llevamos a nuestra vida corriente, lo vemos en las calles de nuestros pueblos, y en las habitaciones de nuestras casas.
Por eso la humildad que nos pide al principio de la carta es la virtud que nos lleva a la fortaleza interior para que no nos dejemos llevar por los grandes sueños de gloria que el diablo nos prepara, sabiendo que nuestro bien está en las Manos del Señor. Claro que para vencer las tentaciones que se nos presentan día a día tendremos que pasar por tribulaciones internas, la guerra interior que se desata en nuestras vidas para resistir a los deseos del mundo es tan dura que necesitamos, cada día más de la ayuda del Señor.
Así, San Pedro, nos invita a la confianza, confianza en saber que:
"Tras un breve padecer, el mismo Dios de toda gracia, que os ha llamado en Cristo a su eterna gloria, os restablecerá, os afianzará, os robustecerá".

domingo, 24 de abril de 2016

Amaos como yo os he amado

"Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros".
Recién estaba pensando en esta frase de Jesús, y me di cuenta que si todo hubiera terminado en esa Cena amar hubiera sido un "trámite" más fácil, pues hasta ahí todo iba bien. Pero el amor de Jesús siguió hasta el extremo, nos amó hasta el extremo de morir por nosotros en la Cruz. Pero tampoco se quedó ahí, porque morir morimos todos, con más dolor con menos dolor; pero no le bastó morir en la Cruz sino que antes de morir en la Cruz, para amarnos hasta el extremo nos entregó a María como Madre Nuestra.
Pero incluso eso es razonable, pedirle a alguien muy querido que cuide a nuestra familia cuando nos vemos en un trance como la muerte, uno podría decir que es lógico.
Pero... fue más allá, el amar hasta el extremo de Jesús se expresó en una pocas palabras al Padre:
"Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen"
¡Ah, no! Hasta ese punto no. Y sí, hasta ese punto sí. Ahí se demuestra el verdadero amor. Un amor que ya nos había hablado mucho antes de la Última Cena cuando nos decía:
"si amáis a quienes os aman, ¿qué mérito tiene? Eso también lo hacen los paganos. Por eso yo os digo: amad a vuestros enemigos, rezad por quienes os persiguen..."
Y esas frases de Jesús Él las vivió hasta el extremo, por eso pudo decirnos: "que os améis unos a otros: como yo os he amado".
¿Cómo poder amar hasta ese extremo? ¿Cómo poder rezar por quienes no queremos tener en nuestras vidas? ¿Cómo tener que estar cerca de quién no puedo ni ver? ¡Y tantos otros argumentos que hacen que crea que es imposible amar de ese modo!
"Lo que es imposible para el hombre no lo es para Dios", por eso Dios mismo se nos hace Pan para alimentar nuestros deseos de amar hasta el imposible, de "amar hasta que duela" (va a decir Madre Teresa) Por eso tenemos la oración para suplicar diariamente por nuestro amor, por aquellos que nos cuesta amar, por aquellas personas que necesitamos seguir amando.
Por que no hay más pregunta del Señor en nuestra vida que la del amor, por eso nos dice San Juan de la Cruz: "en el atardecer de la vida seremos juzgados en el Amor".
Y, además, y como si fuera poco Jesús nos vuelve a recordar:
"En esto conocerán todos que sois discípulos míos : si os amáis unos a otros»

sábado, 23 de abril de 2016

No imitamos, nos configuramos con Cristo

"Felipe le dice: – «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le replica: – «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí?"
Me asombra la seguridad que tiene Jesús para poder asegurar que ciertas cosas como esta igualdad de Él y el Padre. Claro que Él todo lo sabía, incluso de sí mismo, pero también es cierto que no era posible para los pobres apóstoles poder entender esa realidad de igualdad entre Él y el Padre. Pero cuando uno sabe lo que hace, y en lo que hace pone todo su ser y busca constantemente identificarse con alguien, tiene que estar seguro de conseguirlo.
En nuestra vida la identificación con Cristo no viene por la fuerza que le pongamos, sino por la perseverancia que recibamos del Espíritu Santo, y la constancia que pongamos en la oración para poder tener un corazón disponible a la voluntad de Dios.
Nosotros también tendríamos que poder decir: quien me ve a mí ve a Cristo. Pero seguramente nos falta un buen trecho para recorrer, pero, también es cierto, que ya hemos recorrido bastante y algunas cosas estarán ya marcadas en nuestras vidas. Si bien no tenemos que ver el vaso tan vacío pero tampoco tan lleno, pues el Camino de la santidad que iniciamos es un camino largo que finaliza en la Vida Eterna.
Por eso necesitamos diariamente el impulso del Espíritu Santo, pues es Él con sus Dones quien nos ayuda a despojarnos de nosotros mismos para que, colmados por la Voluntad de Dios, nos identifiquemos cada día más con Jesús para quien "solo hacía las cosas que veía hacer al Padre" y sólo se "alimentaba de la Voluntad de Dios".
Porque esto no es como los imitadores de la TV que hacen un personaje y luego vuelven a su vida real, sino que nuestra vida es la Vida de Dios, y nuestro querer es el Querer de Dios, por eso, nos vamos identificando con Cristo y no imitando a Cristo, para que, como el le decía a Felipe:
"Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mi, hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mi. Si no, creed a las obras. En verdad, en verdad os digo: el que cree en mi, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre".

viernes, 22 de abril de 2016

No se turbe vuestro corazón

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: – «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo,estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Cuando leemos este pasaje del Evangelio siempre nos lleva a pensar en el mismo tema: nuestra muerta, el misterio de la muerte. Pero Jesús no quiere hablar de la muerte, aunque referencia hace a ella, sino que habla de volver a la Casa del Padre, un hermoso término o idea que nos lleva a preparar nuestro corazón no sólo para el día del regreso, sino para cada día que vivimos en esta casa prestada.
¿Por qué preparar el corazón para los días en que vivimos en esta casa prestada? Por que lo que Jesús también intenta decirnos es que nuestro tiempo, aquí en la tierra, es breve, aunque vivamos más de 100 años ¿qué es comparado con la eternidad? ¿Qué es la finitud de nuestra vida comparada con la eternidad en el Cielo?
Pero, claro, no conocemos el Cielo, no hemos estado allá ni tenemos fotos o vídeos que nos hablen o nos muestren, como lo hacen las empresas de viajes el lugar donde hemos de ir.
Por eso, Jesús, al hablarnos del regreso a la Casa del Padre, primero nos dice: "no se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí". Es nuestra fe la que nos ayuda a vivir en esta vida con el corazón en la eternidad.
Así podemos llenar nuestro día a día con la eternidad del Cielo, por eso, a medida que vamos recorriendo el Camino vamos incorporando a nuestra vida y a la vida de los demás, trocitos de Cielo, haciendo que el Cielo esté en la tierra, y cada día más, el corazón del hombre anhele y se preparare para el verdadero Cielo.
Nunca, quizás, estemos preparados para el Cielo. Y eso también lo sabe el Padre, pero igualmente Él nos ha dado la Vida de Su Hijo para que sea Su Vida nuestro Camino, para que su Vida sea nuestra vida, y así, en Él podamos recorrer con más tranquilidad y confianza este Camino, haciendo un Cielo de la Tierra, para que la Tierra sea nuestro comienzo de Cielo.
Nuestra mirada y nuestro corazón contemplan, cada día, el Cielo pues el Cielo está donde está el Rey y Señor de Cielos y Tierra, y con Él y en "Él vivimos, nos movemos y existimos y todavía peregrinos en esta Tierra ya gozamos del bienes del Cielo", por eso nuestro corazón no está turbado ni temeroso, pues sabemos qué Camino hemos escogido, y que Vida estamos viviendo: el Camino que nos lleva a la Vida Verdadera, mientras la vivimos y la compartimos aquí en la Tierra.

jueves, 21 de abril de 2016

Conformes a su corazón

Un sábado, San Pablo, hablando a en la sinagoga decía que Dios, al pueblo de Israel, "les suscitó como rey a David, en favor del cual dio testimonio diciendo: “Encontré a David, hijo de Jesé, “hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos”. Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús".
"Hombre conforme a mi corazón", una definición de parte de Dios para David, como no la ha hecho con nadie. Un título que todos deberíamos guardar y meditar, para que, también, nosotros podamos alcanzar ese ideal: ser conformes al corazón de Dios.
Claro que es una Gracia que ya hemos recibido, pues el Padre nos ha dado la Gracia de ser hijos por el Hijo, y el día de nuestro bautismo, por el Espíritu Santo que se nos ha dado, hemos sido configurados a imagen de Jesús. Ahí comenzó nuestro camino de ser "conformes al corazón de Dios".
Una semejanza que día a día hemos de ir trabajando y no porque día a día nos aprendamos de memoria las Palabra de Dios, o nos sepamos los mandamientos, sino porque día a día vivimos según el corazón de Dios, y el corazón de Dios es Amor. Un Amor que se hizo presencia viva y real en Jesús que nos "amó hasta el extremo" y nos exhortó a "amarnos como Él nos ha amado", pues para eso nos eligió de entre todos los hombres y nos llamó para vivir ese Amor que Él mismo vivió por todos los hombres.
Nuestra vida como elegidos de Dios es así una vida de hijos, y como el Hijo, una vida de instrumentos en Manos del Padre, una vida de discípulos que por Amor obedecen al Padre, para llevar a los hombres palabras de Vida, y de Vida eterna.
Por eso Jesús, el Señor, el Maestro no dudó en servir a los apóstoles, en lavarles los pies antes del sublime acto de Amor, para que ellos y nosotros tuviéramos la certeza que ser instrumentos en Manos del Padre, no nos quita la dignidad, por eso:
"Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo: – «En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica".
No queramos ser más que el Padre y el Hijo, sino que nos dejemos conducir por el Espíritu para ser instrumentos en Sus Manos y vivir conforme a sus preceptos y alcanzar no sólo nuestra Bienaventuranza, sino la salvación de los hombres que buscan a Dios.

miércoles, 20 de abril de 2016

Nuestras palabras son nuestros jueces

Dice Jesús hoy: "El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día".
Él no nos juzga, pero sus Palabras al ser escuchadas y aceptadas por nosotros es la que nos Juzga, porque hemos escuchado y hemos aceptado Su Palabra. Y su Palabra es Vida, por eso al aceptarla pero no vivirla, es Ella misma quien nos juzgará en el último día.
Pero no sólo es la Palabra de Jesús la que pone en evidencia lo que vivimos o cómo vivimos, sino que es también nuestra propia palabra la que nos juzga. Por que hablar y decir cosas es muy fácil, pero llevarla a la práctica no lo es tanto.
Ahora me acuerdo de lo que decía un amigo hace mucho tiempo, hablando de esto:
"la más difícil peregrinación en la vida del hombre sólo tiene unos 20 centímetro de largo: es la que va de la cabeza al corazón" porque llevar lo que pienso al corazón para poder vivirlo es complicado. Llevar lo que pienso al corazón para poder llenarlo de misericordia y amor, es difícil.
Por eso, muchas veces hacemos largas procesiones y peregrinaciones, pero el corazón sigue estando seco y sin misericordia, porque no he realizado la más corta de las peregrinaciones: de la cabeza al corazón.
Así son nuestras propias palabras las que nos condenan, porque ellas hablan de lo que pienso, pero mis actos hablan de lo que vivo.
Nos hemos convertido, casi todos, en muy buenos oradores, en muy buenos jueces, pero nos hemos olvidado de ser hermanos, amigos, de aprender a guardar silencio, secretos, hemos dejado de ser discretos o pudorosos a la hora de hablar de nuestras cosas, o de la vida de los demás. Y ahí son nuestras propias palabras las que nos identifican y distinguen, las que dan muestra de lo que estamos viviendo y cómo lo estamos viviendo.
Es cierto, no hace falta que Jesús nos juzgue, porque son las palabras las que ya nos juzgan por sí solas, y somos nosotros los que emitiendo juicios sobre los demás ya nos estamos juzgando a nosotros mismos.
Dejemos que el Espíritu Santo nos fortalezca para que podamos recorrer los 20 cms que van del corazón a la cabeza, para que el Amor que Dios derramó en nuestros corazones ilumine y vivifique todo lo que creemos y queremos vivir.

martes, 19 de abril de 2016

No hay peor sordo que el que no quiere oir

Entre el texto de los hechos de los apóstoles y el evangelio, podríamos decir que hay un espejo de la realidad de siempre y de todos los días. En el Evangelio:
"le preguntaban: – «¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente». Jesús les respondió: – «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas."
En los hechos de los apóstoles, cuando fue la primera persecución y mucho huyeron de Jerusalen:
"Pero algunos, naturales de Chipre y de Cirene, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar también a los griegos, anunciándoles la Buena Nueva del Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, gran número creyó y se convirtió al Señor".
¿A qué me llevan estos dos textos? Que nos es por la persona del predicador que se cree en la Palabra, sino en la disposición del corazón. Por que los que escuchaban a Jesús y veían sus milagros, como no querían creer, siempre buscaban un pretexto más para no creerle. En cambio los que tenían el corazón abierto a creer, les bastó la palabra de los primeros cristianos que hablaban de lo que habían escuchado y visto de Jesús y los apóstoles.
En cada tiempo y en cada vida también se da aquello de que "no hay peor sordo que el que no quiere oír" o "no hay peor ciego que el que no quiere ver". Y eso nos pasa a todos en distintos momentos de nuestra vida.
¿Cuál es el problema de esto? Que se nos pasan los momentos de la Gracia muy pronto, pues Dios no espera a que nos demos cuenta que estamos equivocados. Por eso Jesús le dice "vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas", y seguramente esa gente se pueda haber ofendido por semejante respuesta. Pero es que es cierto: si realmente no queremos creer o vivir algo, no hay problema. Pero no hagamos problemas porque queremos vivir por nuestra cuenta y riesgo otro estilo de vida.
Cuando realmente vivimos lo que decimos vivir se producen frutos maravillosos por eso, el escritor de los Hechos de los apóstoles cuenta que


"Durante todo un año estuvieron juntos en aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos fueron llamados cristianos".

lunes, 18 de abril de 2016

Hay sólo una Puerta: el Señor

"En aquel tiempo, dijo Jesús: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de ovejas".
Me gustaría trasladar este pasaje también a las ovejas, que, nosotros, a diferencias de ellas tenemos inteligencia y libertad, y por eso razones y optamos libremente lo que queremos hacer. Por eso, muchas veces, queremos incorporarnos al redil de las ovejas del Señor saltando por otra parte, sin pasar por la Puerta Verdadera.
Es que, como dijo el Señor, la puerta es estrecha y por ella sólo entran los que son como niños, por lo tanto, cuando no nos hemos despojado de nuestro Yo y nos creemos adultos para no obedecer al Padre, no vamos a poder pasar por esa Puerta Estrecha y Pequeñita, y, por eso, queremos saltar por otro lado. Porque en realidad queremos gozar de los Dones de Dios, pero no queremos tener la obligación de obedecerle. Nos gustan los derechos pero no las obligaciones de ser cristianos.
Y eso es siempre un problema en estos tiempos que vivimos, porque todos queremos ejercer nuestros derechos sin que nadie discrimine a nadie, y es lógico, porque el Señor vino para todos. Pero también es cierto que Él dejó marco un camino a recorrer, un Camino que está recogido en Sus Palabras y en las Palabras de Su Padre y no sólo en las palabras de los hombres.
Hay muchos, también, que se hacen los grandes pastores y se hacer puerta para que todos puedan pasar, pero nos están engañando porque no nos dan la Palabra de Vida, sino que nos brindan una palabra de hombre que sólo busca complacer a la multitud, algo que Jesús nunca hizo, porque siempre fue Obediente a la Palabra del Padre.
Su Voz, nosotros, creemos que está guardada en la Sagrada Escritura y si nos ponemos a leerla detenidamente vamos encontrar que esa Palabra (aunque tenga un lenguaje duro) es la única Palabra que conforta el corazón y da Vida Verdadera. No busquemos otras puertas que no sea sólo la Puerta que conduce a la Vida, que es el Señor, Él es la única Puerta Estrecha por la que pasan los que se hacen niños en Dios, y buscan el Camino del Amor y la Obediencia a la Voluntad del Padre.

domingo, 17 de abril de 2016

Pastor y Cordero, Dios e Hijo

En la misa de anoche pensaba y reflexionaba sobre esta "doble" (por decirlo de alguna manera) identidad de Jesús: Buen Pastor y Cordero.
Hoy Él se define como el Buen Pastor que da la vida por las ovejas. Pero, a la vez, es el Cordero que quita el pecado del mundo. Y me parece una hermosa "dualidad" para que también nosotros la tengamos presente en nuestra vida. Por que así como es Cordero y Pastor, también es Dios e Hijo, Dios y Hombre.
En ningún momento perdió ninguna de las dos condiciones o realidades de su vida, y sabiendo Quién era supo cómo debía vivir.
Y, de modo particular, lo que vivió en extremo fue su Ser Hijo, su Ser Cordero pues conocía muy bien al Padre y no podía no estar en una constante y perfecta relación con Él, pues aunque Jesús es Dios, pero es Dios-Hijo, por eso siempre repetía: "no hago otra cosa que lo que he visto hacer a mi Padre".
En nuestra vida pasa, casi, lo contrario. En la medida que vamos tomando consciencia de nuestra realidad, de quienes somos, es decir, en la medida en que nos vamos haciendo "mayores" (aunque no nos guste) y vamos madurando, nos vamos alejando de nuestra condición de hijos de Dios, vamos tomando las riendas de nuestras vidas y ya creemos que no necesitamos del Padre para vivir. Aunque sabemos que Él estará siempre con nosotros (y creo que eso, aunque muchos nieguen su existencia, lo tienen presente en sus vidas) no vivimos nuestra dependencia a su Voluntad.
Claro, nos gusta ser "grandes", darnos el lujo de creer que lo sabemos todo, que no necesitamos de nadie y menos de alguien a quién no vemos y que constantemente nos prohíbe hacer cosas que nos gustan. Nadie quiere depender de un padre despótico.
Y la realidad está ahí: para defender nuestra autonomía debemos creer que ya somos tan grandes y sabios que de nadie necesitamos, y vamos por la vida viviendo nuestra gran independencia hasta que se "nos queman los papeles" y tenemos que volver a buscar al Padre de los Cielos para que nos de una mano para solucionar lo que yo hice por creerme sabio.
En Jesús, el Buen Pastor, nuestro Dios y Señor, vamos con claridad que su dependencia a Dios, su Ser Hijo, fue lo que le permitió alcanzar la plenitud de su vida, dando razón de ser a toda nuestra vida de hijos. Su obediencia hasta la muerte, y muerte de Cruz nos otorgó la filiación divina que por la desobediencia habíamos perdido.
Ser hijos es el mejor regalo que nos han dado, no lo perdamos de vista, para no perder de vista el Amor del Padre.

sábado, 16 de abril de 2016

No son duras sus palabras, es duro nuestro corazón

"Entonces Jesús les dijo a los Doce: – «¿También vosotros queréis marcharos?». Simón Pedro le contestó: – «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios».
Era comprensible que después del discurso del Pan de la Vida, muchos discípulos de Jesús no entendieran sus palabras y quisieran irse, porque, como ellos decían: "estas palabras son muy duras". Palabras duras porque no comprendían cómo podrían llegar a "comer su cuerpo" si es que lo veían ahí, delante suyo.
Y, a nosotros, muchas veces nos pasa que tampoco comprendemos lo que Dios nos dice, nos pide o nos quiere decir. También nosotros decimos algo parecido: ¿por qué a mí? Y queremos abandonar lo que una vez creímos que era lo mejor de nuestra vida.
Muchos discípulos dejaron de estar junto a Jesús, no por que no entendieran, sino porque no supieron preguntar más e insistir para que el Señor le hablara mejor, o poder ver más allá de la dureza de esas palabras y poder quedarse con lo que realmente Jesús quería darles: Vida Nueva. Ellos se quedaron con no comprenderlo, y comenzaron, seguramente, a buscar caminos más fáciles, más comprensibles.
Por eso la pregunta a los Doce, es la pregunta a nosotros, esa pregunta que nos tenemos que hacer en los tiempos difíciles: "También yo me quiero ir?". ¿Por qué me quiere ir de su lado? ¿Para mí también sus palabras son muy duras y no lo comprendo?
Y la respuesta de Pedro ha sido muy acertada, como todo aquello que le inspira el Espíritu Santo: "¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna". Es lo esencial que ha comprendido Pedro, no estamos junto a Tí porque multiplicas los panes, das vista a los ciegos, o resucitas muertos, sino porque tienes "palabras de vida eterna", nos da la esperanza de la Vida Nueva.
Y, aunque nos parezca difícil lo que nos pide; aunque no comprendamos el por qué lo permite, pero creemos que todo es "para el bien de los que le aman" y a los que Él ama. Por que su Vida es nuestra vida, y en su Vida encontramos eternidad.
Cuando buscamos otra cosa en la Vida de Jesús, en la vida cristiana, no comprenderemos nunca Sus Palabras, porque todo lo que Él ha vivido y entregado por nosotros es para darnos la Vida Eterna, y, como dice San Pablo:
"Es más, considero que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él perdí todas las cosas, las considero como basura con tal de ganar a Cristo y vivir en él, no por mi justicia, la que procede de la Ley, sino por la que viene de la fe en Cristo, justicia que procede de Dios, por la fe. Y, de este modo, lograr conocerle a él y la fuerza de su resurrección, y participar así de sus padecimientos, asemejándome a él en su muerte, con la esperanza de alcanzar la resurrección de entre los muertos"

viernes, 15 de abril de 2016

Pequeñas conversiones

Me sorprenden, muchas veces, las lecturas del día, porque llegan cargadas de enseñanzas y no sabes con cuál quedarte. Me ocurre así con los Hechos de los apóstoles de hoy: la conversión de san Pablo. Pero no sólo está la conversión de san Pablo, sino que podemos decir que, también, Ananías se convierte.
Leed bien el pasaje y veréis que Ananías, cuando el Señor le pide que vaya a buscar a Saulo le dice:
"Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén, y que aquí tiene autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre»
No era lógico que Saulo pudiese ser llamado por el Señor, o, simplemente que el Señor le hiciera un milagro a Saulo, pues él estaba persiguiendo a todos los integrantes del Camino que había nacido en Jerusalén y predicaban el nombre del Señor.
Y ¿cuál es la conversión? Tener que cambiar de parecer, darse cuenta que sus pensamientos no son los pensamientos de Dios, y, así aceptar que la Voluntad de Dios tiene argumentos que nuestro corazón no comprende y que nuestra mente no podría entender. Y ahí está la conversión: aceptar la Voluntad de Dios que, más de una vez, es contraria a la lógica y la inteligencia humana.
Por eso Jesús le dijo:
«Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre».
¿Cómo Señor vas a elegir a Saulo? Pero igual, Ananías fue obediente y aceptó el mandato del Señor, y el Señor actuó de manera evidente y clara en el corazón de Saulo, haciéndolo un instrumento maravilloso en sus Manos, siendo así Pablo de Tarso el gran Apóstol.
Este diálogo de Ananías con Jesús nos permite entender que no son los grandes pecadores los que tienen que convertirse, o, mejor dicho, no son sólo los grandes pecadores, sino también los que nos consideramos buenos los que también tenemos que convertirnos. Porque pensamos que actuamos bien, pero no siempre lo hacemos como Dios quiere, porque si bien actuamos haciendo cosas buenas, no siempre hacemos lo que Dios nos pide porque pensamos que no es lógico que nos pida eso, o que tal o cual cosa no es posible hacerla.
Sin embargo en este pasaje vemos cómo lo ilógico humanamente se transformó en algo maravilloso gracias a la aceptación de hacer algo que estaba fuera de toda lógica.
Claro que podemos dudar de lo que Dios nos pide, pero cuando Él nos da razones para ser Fieles y Obedientes dejémonos caer en Sus Manos y que Él nos conduzca por el Camino de Su Voluntad.

jueves, 14 de abril de 2016

Instrumentos disponibles al Espíritu

"En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: – «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado".
La fe, como ya sabemos, es un Don de Dios que nos ha sido dado, aunque, muchas veces, no todos lo aceptan o hasta rechazan. Pero el Padre siempre nos está llamando para darnos ese hermoso Don: la Fe. Pero también, los que ya nos reconocemos como gente de fe, discípulos del Señor, somos instrumentos de Dios para poder ayudar a quienes no creen o a quienes no entienden el Don de la Fe.
Vemos así, en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles, cómo el Espíritu conduce a Felipe hasta un hombre que buscaba entender. Y se dan dos cosas muy hermosas en este pasaje. Por un lado la disponibilidad de Felipe a dejarse conducir por el Espíritu Santo, que es una gran virtud conquistada: la disponibilidad del instrumento, no debemos resistirnos a la Voz del Espíritu que nos quiere conducir para poder ser verdaderos instrumentos de Dios.
Así fue cómo el Eunuco etíope pudo llegar a comprender las Escrituras y la Buena Noticia. Y aquí vemos, también, la valentía de Felipe de acercarse a la persona y entablar un diálogo profundo, dado a conocer lo que él sabía y lo que el Espíritu le transmitía. De ese modo pudo dejar que el Espíritu hable por medio de él, y así pudiese el etíope se iluminado por la Palabra de Dios.
Ha sido el Espíritu quien, por intermedio de Felipe, llegó a ese hombre y le concedió la Luz de la Fe para aceptar la Buena Noticia de la Salvación, por eso:
"Continuando el camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco: – «Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?». Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco y lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría".
Por la disponibilidad del instrumento al Espíritu Santo el Don de la Fe llegó a la persona, quien iluminada por la Palabra pidió recibir el bautismo y seguir "su camino lleno de alegría".
Nosotros, como Felipe, también somos apóstoles de la Palabra de Dios, y, como él, tenemos que estar siempre disponibles para anunciar lo que el Espíritu nos diga y por donde él nos lleve.

miércoles, 13 de abril de 2016

MI alimento es el Pan de la Vida

"En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: – «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis".
Seguimos leyendo en el Evangelio de San Juan el discurso del Pan de Vida, un discurso lleno de frases que, en su momento, no eran comprendidas por la gente de ese momento, lo cual no es extraño y, por eso, les costaba creer en Jesús, pues, en realidad, no podían comprender lo que les decía. Aunque, los que le seguían por sus palabras, aún sin entender creían en Él.
Es que, hoy por hoy, también para nosotros nos es difícil, muchas veces, poder explicar lo que significan los misterios de la fe, pues porque son eso: misterios de la fe. Es, se podría decir, la parte oscura de nuestra vida sobrenatural y no porque sea una parte tenebroso, sino porque nuestra capacidad intelectual no es suficiente para llegar al nivel de lo espiritual, lo podemos explicar, pero nunca llegaremos a tener tanta Luz como para llegar a decir con palabras humanas el sentido de lo divino.
Sólo podemos aceptar que, en nuestra vida espiritual, necesitamos el Pan de Vida para fortalecer nuestra entrega diaria, porque creemos que en ese intercambio que se da en el altar es Jesús mismo quien se nos da en el Pan, es Su Cuerpo y Su Sangre, su Alma y su Divinidad, es Jesús Todo quién se entrega en el Pan de Vida.
Y ¿cómo hacemos para explicar todo esto? Podríamos leernos el Tratado de Eucaristía y los escritos de todos los Padres de la Iglesia, pero si no tenemos la disposición del corazón para creer no lo vamos a aceptar. Pero cuando nuestro corazón ha hecho contacto con el Amor del Señor que se nos entrega en la Eucaristía, no nos hacen falta argumentos para ir a Su Encuentro, pues el Amor llama al amor.
¿Lo hemos visto al Señor? No, sólo lo contemplamos en el misterio del altar. ¿Hemos escuchado Su Voz? No, hemos escuchado Su Palabra que ha llegado hasta el corazón y nos ha encendido con el fuego de su Espíritu que habla por Él. ¿Hemos visto sus milagros? No, sólo recibimos el milagro de Su Amor que nos ha abierto los ojos de la Fe para vivir en Él, pues ese es el mayor milagro de nuestras vidas: vivir en Jesús, vivir con Jesús, vivir para Jesús.
Y así, aunque no entendemos y no comprendemos muchas veces, el Espíritu nos ayuda a aceptar y a asumir que en nuestra vida, junto a Él y como Él, ha de vivir alimentándose de la Voluntad de Dios: "porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado".