miércoles, 30 de septiembre de 2015

Su Palabra es un diálogo de Amor

San Jerónimo, de quien hoy celebramos su memoria, nos dice:
"Cumplo con mi deber, obedeciendo los preceptos de Cristo, que dice: Ocupaos en examinar las Escrituras, y también: Buscad y hallaréis, para que no tenga que decirme, como a los judíos: Estáis en un error; no entendéis las Escrituras ni el poder de Dios. Pues si, como dice el apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.
Por esto quiero imitar al amo de casa, que de su provisión saca lo nuevo y lo antiguo, y a la esposa que dice en el Cantar de los cantares: He guardado para ti, mi amado, lo nuevo y lo antiguo..."
No es que, para ser buenos cristianos y alcanzar la santidad, tengamos que ser expertos en la Sagrada Escritura, no, sino que no podemos dejar de profundizar en Ella si queremos entender a nuestro Padre Dios. Porque la Sagrada Escritura es la Palabra que el Padre ha querido dejar por escrito para que conozcamos su forma de hablar, su manera de actuar, su propósito al crear y su Amor al redimirnos y santificarnos.
Por que ¿cómo entender lo que alguien nos dice si no conocemos su idioma? Muchas veces dedicamos más tiempo a libros de autoayuda, meditaciones extrañas y otras cosas, y no le dedicamos un tiempo a la lectura de la Palabra de Dios. Pero no hablo de una lectura como de un libro de aventuras, ni un libro histórico, sino a la lectura reflexiva y orante de la Palabra de Dios. Porque tengo que saber que cuando leo la Palabra de Dios estoy en diálogo con mi Padre, con mi Señor, con mi Dios y por eso necesito tiempo, silencio, y, sobre todo, invocar al Espíritu Santo para que me alcance los Dones necesarios para no sólo escuchar, sino para obedecer a quien estoy escuchando.
Por que al escuchar y obedecer puedo quitar de mi corazón lo que sea viejo y guardar lo nuevo, despojarme de mi Yo y dejarme llenar por el Espíritu de Dios, para ser cada día más pequeño, más niño y más disponible para vivir en Su Voluntad. No vaya a ser que el Señor me vuelva a decir que no he querido obedecerle porque no le he escuchado, que no he querido renovarme porque no he querido quitar lo viejo de mi corazón, que no he querido redimirme porque no me he querido despojar de mi Yo.
La Palabra de Dios es un diálogo de Amor entre Dios y el Hombre, por eso necesito amar lo que leo, para que conociendo a quien me habla pueda seguir enamorándome, porque sólo el Amor Verdadero hace que pueda entregarle la vida a quien amo y a quien me Ama, pues su Amor se hizo vida para que al amarlo pueda yo alcanzar Su Vida.

martes, 29 de septiembre de 2015

Creer como niños, vivir maduramente nuestra fe

Jesús le contestó:
-«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.»
Cuando a lo largo de los años comprendemos que la infancia espiritual no es una tontería, sino que es una realidad maravillosa para vivir, descubrimos en las Palabras del Señor regalos increíbles que nos ayudan a confiar y creer cada día más.
A Natanael le bastaron pocas palabras de Jesús para hacer una profesión real y clara, y por eso le entregó su vida y fue un gran apóstol.
Hoy, en el día de los santos Arcángeles el Señor nos vuelve a invitar a hacer el camino de la infancia espiritual, sí no lo dice claramente en el evangelio, pero el creer simplemente en sus palabras no es un acto intelectual de un adulto, sino que es la fortaleza espiritual de un niño. De un niño que sabe Quién es el que le está hablando, y que sus Palabras bastan para comenzar a recorrer el Camino.
Y nos invita a recorrer un Camino en el que no estamos solos, aunque muchas veces parezca que nos hemos quedado solos y desamparados, pero no es así, pues el Padre ha puesto a sus Ángeles a nuestro servicio. Claro que no los ha puesto para todo lo que se nos ocurra y para que vivamos alocadamente total ellos cubren nuestras espaldas, sino que nos los ha puesto como guardianes y portadores de Su Palabra.
"Y le añadió:
-«Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»
Y si nosotros, por haber creído y por vivir, somos imagen del Hijo de Dios, entonces también los ángeles estarán a nuestro lado como lo estuvieron al lado de Jesús, porque imagen suya somos. Pero para ello hemos de vivir como Él, de aceptar la vida de Hijo que Él acepto y que, a pesar del sufrimiento que tuve que padecer, aceptó la Voluntad de Dios en todo momento.
Aceptar el Camino de la Infancia Espiritual no es vivir en el providencialismo de que todo depende de Dios, y todo lo cubrirá Él, sino que es un Camino que implica un esfuerzo constante de adecuarnos a lo que creemos, de preguntar, sí, cómo María: "¿cómo puede ser esto?", pero de aceptar el Camino que el Padre me pide recorrer. Por que lo que tiene de hermoso la Infancia Espiritual es que el Padre pone a nuestro servicio todos los miedos necesarios para poder hacer realidad Su Voluntad.
Sí, nos parece muchas veces que Dios no pone nada de su parte, pero si miramos con ojos puros de niños vamos a poder asombrarnos a cada paso con todo lo que Él ha puesto a nuestro lado para acompañarnos, podremos disfrutar de cada pequeño regalo y de cada gesto que nos indica por dónde ir.
A partir de hoy comenzaremos a gustar de muchos personajes que nos traerán el mismo mensaje: la alegría de la entrega, el gozo de creer, la seguridad de confiar. Si miramos sus vidas y ejemplos vamos a descubrir que en nuestras vidas hay situaciones parecidas y que si las vivimos con confianza y disponibilidad, grandes cosas hará Dios con nosotros.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Volver a la pureza de la niñez

"En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante.
Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo:
-«El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mi; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado.
El más pequeño de vosotros es el más importante.»
No es extraño que en nuestras pequeñas o grandes comunidades (familia, trabajo, amigos, colegio, parroquia, barrio) haya siempre una, oculta o manifiesta, lucha por saber quién tiene más fuerza o más poder. No es algo que nos tenga que horrorizar saber que tenemos el pecado original y por eso somos pecadores, pues algunos intentan negar que tengan los efectos del pecado original. Pero sí tenemos que plantearnos el hecho de que somos parte del hombre con pecado original y, por eso mismo, también, aunque, quizás, no conscientemente, luchamos por querer ganar siempre una batalla, por querer tener siempre la razón, por querer ser el que más sabe o el que más tiene, o el más famoso, o simplemente el más...
De esas luchas, ocultas o manifiestas, reconocidas o no, surgen las desavenencias y enemistades, porque no nos damos cuenta que nos vamos enfrentando continuamente con nuestro hermano, estamos en constante discusión a veces por tonterías que no tienen sentido, y provocan situaciones de inquietud, que día tras día se van sumando y aumentan el descontento entre unos y otros.
Por eso Jesús vuelve a llamarnos la atención sobre la pureza de nuestras intenciones, sobre la sencillez en los actos de nuestra vida: "el más pequeño de vosotros es el más importante".
La infancia espiritual nos habla de pureza en nuestras intenciones y sencillez en nuestra forma de tratara a los demás, con la seguridad que no se trata que todos me lleven por delante por que quiero vivir en santidad, sino que no sea yo quien se lleve el mundo por delante por creerme más que los demás, sino poner los dones que el Señor me regaló al servicio de mis hermanos.
Por que somos conscientes que más de una y dos veces nos subimos al pedestal de nuestras virtudes (aunque no las tengamos) y de ahí creemos que somos los dueños de la verdad, de la vida, de las personas.
Bájate de ese pedestal que te has construido porque el Señor, no te ha regalado esos dones para que seas quien domine y maneje a los demás, sino para ponerlos al servicio de tus hermanos. Es cierto que la virtud de la humildad nos lleva a reconocer los talentos que tenemos, pero no para dominar sino para servir. Cuando el servicio a mis hermanos no es la intención primera en el día es por que estoy cayendo en la soberbia de creerme el mejor de todos, sin saber que todos me ha sido regalado, aunque lo haya conquistado con esfuerzo, pero ese esfuerzo ha sido fruto de la Gracia que ha actuado en mí.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Vivir en Dios para acercar a Dios

Hay dos líneas muy claras en las lecturas de hoy los celos de los discípulos y apóstoles, y, por otro lado, la advertencia del pecado y el escándalo.
En la primera lectura vemos como un muchacho se asombra de que esos dos hombres que no estuvieron junto a Moisés estén profetizando y quieren que Moisés se lo impida. Y, por otro lado, Juan le presenta a Jesús que había unas personas que, cuando fueron en la primera misión, como ellos expulsaban demonios, pero que no eran del Grupo de los Doce, y entonces querían impedirle que lo hicieran.
En ambos casos la respuesta es similar ¿por qué impedir que alguien hable, profetice o haga milagros en nombre de Dios? Si lo hace en nombre de Dios, quiere decir que está con Dios. Aunque no haya sido de "nuestro Grupo" puede tener más disposición a Dios que nosotros.
«No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro", es la respuesta de Jesús.
Los celos por nuestras cosas nos juegan, a veces, malas pasadas y creemos que si no son parte de nuestro Grupo, de nuestra comunidad, de nuestro entorno entonces no son iguales a nosotros. Y eso genera divisiones, desavenencias, enemistades porque enseguida señalamos con el dedo acusador "¡no son de los nuestros!" ¿Y qué? Quizás no sean de los nuestros pero tenían mayor disposición a hacer la Voluntad de Dios que tú, que yo, y por eso Dios le concedió el don de hacer milagros, de vivir, de creer y de predicar lo que nosotros no nos animamos. Si habla de Dios y vive lo que cree y da testimonio con su vida de lo que cree, ¡da gloria a Dios! y mira por qué tú no puedes dar el mismo ejemplo.
Por eso, luego de decirles eso Jesús les habla de las consecuencias del pecado, y les hace tomar conciencia de que realmente, aunque muchos quieran negarlo, existe el castigo eterno. Existe, por supuesto, una infinita misericordia de Dios, pero si nuestro pecado escandaliza "a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar". No creamos que todo lo que hacemos quedará sin recompensa o castigo. El Padre de los Cielos es Amor infinito, pero también es Justo y cuida de sus hijos, y especialmente de los más pequeños en la fe.
No quiere Jesús que le tengamos miedo, pero tampoco que vivamos tan libremente que no nos importe si escandalizamos o no, pues nuestros actos ayudarán o no a los que no tienen fe a encontrar a Dios o no. "Los paganos decían ¡miren cómo se aman! y Dios enviaba a aquellas comunidades a los que habían de salvarse", que nuestras vidas sean constructoras de comunidades de salvación.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Los frutos de la Eucaristía

En el oficio de lecturas San Hilario nos habla de nuestra realidad de hijos de Dios y, al final, nos dice sobre la Eucaristía:
"Para quienes hemos renacido por medio del santo bautismo este alimento (la Eucaristía) constituye nuestro mayor gozo, pues él nos aporta ya los primeros dones del Espíritu Santo, haciéndonos penetrar en la inteligencia de los misterios divinos y en el conocimiento de las profecías; este alimento nos hace hablar con sabiduría, nos da la firmeza de la esperanza y nos confiere el don de curaciones. Estos dones nos van penetrando, y son como las gotas de una lluvia que va cayendo poco a poco para que luego demos fruto abundante".
No siempre tomamos conciencia de lo que significa para nosotros la Eucaristía, por que si en realidad lo viviéramos así no dejaríamos un día de llegar hasta el Altar a recibir el Pan de la Vida, pues mi vida no puede estar sin ese alimento, no puedo dejar de recibir no sólo su Vida sino también todo aquello que nos da Él con Su Vida.
La vida cristiana, o mejor dicho la vida del cristiano no es una vida más, sino que es la Vida misma de Cristo en el hombre que se deja conducir por Él, y para poder dejarme conducir por Cristo, o para poder vivir como Cristo, he de estar lleno de Dios, lleno de los Dones del Espíritu Santo que habita mí.
Sí, seguro que pensaremos que si el Espíritu Santo vive en mí, para qué quiero yo recibir el Cuerpo de Cristo para recibir los Dones del Espíritu Santo. Por que tomando conciencia que para ser Cristo debo morir al hombre viejo, necesito la fuerza de Jesús para poder obedecer hasta la muerte y muerte de Cruz. No es fácil al hombre renunciar a sí mismo, pero es posible si vive en mí  Aquél que me llamó a seguirlo, pues Él "por el sufrimiento aprendió a obedecer", y si Él pudo hacerlo, alimentándome de Él me dará la fuerza y la Gracia necesaria para despojarme de mi YO y dejar que el Espíritu obre en mí.
Cuando descubrimos los frutos de la Eucaristía en nosotros, o cuando tomamos conciencia de los frutos de la Eucaristía en la vida del hombre, realmente el recibirla se transforma en nuestro mayor gozo, un gozo del que no podemos alejarnos, y si nos alejamos sentimos el vacío que se produce por no estar Él en nosotros y nosotros en Él.
Son muchos los que aún no lo han conocido realmente, pues si lo hubiesen gustado no podrían dejarlo, pues cuando te dejas cautivar por Él no puedes renunciar al Encuentro, no puedes renunciar a recibirlo porque ya no es una obligación, es una necesidad de amor alcanzar el Amor que la Eucaristía nos brinda, porque es Dios mismo quién una vez más se entrega por Amor a nosotros, y al recibirlo nos llena con Su Amor para que podamos amar como Él nos amó.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Ánimo en el Señor

Decía Dios al pueblo por medio del profeta Ageo:
"¡Ánimo!, Josué, hijo de Josadak, sumo sacerdote; ¡Ánimo!, pueblo entero -oráculo del Señor-, a la obra, que yo estoy con vosotros -oráculo del Señor de los ejércitos-. La palabra pactada con vosotros cuando salíais de Egipto, y mi espíritu habitan con vosotros: no temáis".
Es lo que necesitamos todos los días ¡Animo!, confianza en que a pesar de que nos parezca lejano Dios siempre está a nuestro lado, porque su Espíritu está en nosotros. No tenemos que perder el ánimo, el entusiasmo, las esperanzas porque Su Palabra siempre se cumple, claro que a su tiempo y no a nuestro tiempo.
Por eso, más de una y dos veces, el Señor nos va dando muestras que Él está junto a nosotros pues necesitamos una confirmación, pero si mantenemos nuestra confianza firme y nuestra esperanza sólida, veremos que, a pesar de las oscuridades en las que caemos, nunca nos sentiremos solos, porque siempre sentiremos Su Presencia en nuestras vidas, su Mano sobre nuestro hombro, su Amor en nuestro corazón.
Seguro que hay momentos en donde parece que todo lo malo que podría pasar en el mundo me toca a mí, que a pesar de todo lo que uno insiste y quiere salir del pozo no se puede, pero ese es el momento en el que debemos levantar la mirada, elevarnos sobre la tierra y buscar el Cielo, y no porque vayan a desaparecer las cosas que nos duelen o cuesten, sino porque la ayuda viene del Cielo. De Dios nos viene la esperanza, la fortaleza, el ánimo para seguir avanzando porque siempre hay un Sol después de días de tormenta.
Y es en esos días donde el Señor viene a preguntarme: ¿Quién soy yo para ti? Porque todo depende de esa respuesta ¿quién eres para mí? Quizás haya perdido de vista su rostro, quizás sólo lo busqué cuando lo necesité, quizás no era más que un ayudante en las cosas de mi vida. Pero Él quería ser el Señor de mi vida, quiere ser Quien da a mi vida Vida en abundancia, pero necesita de mi cercanía, necesita de mi fe, de mi esperanza, de que confíe en Su Palabra y que quiera vivir Su Vida.
Si Él es verdaderamente el Señor de mi vida, cada día abriré mi corazón al infinito para ser colmado sólo por Su Voluntad, porque se que Su Voluntad me dará la Gracia suficiente y necesaria para afrontar todo lo que el Padre quiera o permita en mi vida:
"Así dice el Señor de los ejércitos: Todavía un poco más, y agitaré cielo y tierra, mar y continentes". Es decir que hará todo lo posible para que yo pueda seguir edificando mi vida sobre el cimiento de la Fe, para que la Esperanza vuelva a encender mi vida, y Su Espíritu renueve mi vida.
¡Ánimo! ¡Animo en el Señor!

jueves, 24 de septiembre de 2015

Con perseverancia construimos el Templo de Dios

"Herodes se decía: -«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?»
Y tenía ganas de ver a Jesús".
Como siempre pasa y ha pasado los comentarios siempre llevan y traen noticias, pero no siempre los comentarios que nos llegan son fieles a la verdad. Pero sí siembran en quien los escucha la semilla de curiosidad, un deseo de conocer que algunas veces es bueno y otras no.
A Herodes le picó el bichito de la curiosidad y quería conocer a Jesús, porque decían tantas cosas de él que tenía interés.
En aquella época no se sabía bien quién era Jesús, por qué tenía tanto poder, por qué podía hacer tantos milagros que nadie había realizado, y, por eso nadie sabía con seguridad quién era, salvo los demonios que salían de las gentes y que decían que Él era el Hijo de Dios, el Mesías. O alguna vez que lo dijo Pedro, pero que Jesús le mandó callar.
Hoy nosotros sabemos bien quién es Jesús, o por lo menos, gracias al Don de la Fe podamos creer en Él como el Hijo de Dios, Nuestro Salvador. Ya no necesitamos de la curiosidad para acercarnos a Él, ahora necesitamos de la perseverancia para estar cerca de Él, que es una virtud que necesitamos conquistar día a día.
Sí, la perseverancia nace del deseo de estar haciendo lo que realmente sabemos que nos hace bien, pero es una virtud que se va conquistando día a día, paso a paso, como la construcción de un gran edificio (o pequeño) que no se hace de un día para otro, sino que se va haciendo ladrillo a ladrillo, pero primero se comienza por los cimientos. Y son los cimientos en los que más nos tenemos que esforzar, porque un edificio sin buenos cimientos no logra estabilidad y llegado un momento puede hasta derrumbarse.
Así la virtud de la perseverancia nos ayuda a cavar hacia lo hondo, a limpiar los cimientos de impurezas y llenar del buen material de la Fe y de las razones que tenemos para creer para que pueda sostener el edificio de una Vida Nueva en Dios. La constancia nos llevará a perseverar en la construcción diaria: la oración, la reflexión de la palabra, la vida sacramental que nos revestirá del Don de Dios haciendo de nosotros un Templo Vivo donde habite el Espíritu de Dios, que irradie la Luz de la Verdad, el Calor del Amor y la Fuerza de la Esperanza, siendo así faros luminosos que señalen el Camino hacia Dios.
Así le decía Dios a Ageo cuando llegó el momento oportuno:
"Así dice el Señor: Meditad en vuestra situación: subid al monte, traed maderos, construid el templo, para que pueda complacerme y mostrar mi gloria - dice el Señor -.»

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Conversión y disponibilidad, condiciones del apóstol

En el libro de Esdras leemos hoy:
"Yo, Esdras, al llegar la hora de la oblación de la tarde, acabé mi penitencia y, con el vestido y el manto rasgados, me arrodillé y alcé as manos al Señor, mi Dios, diciendo:
-«Dios mío, de pura vergüenza no me atrevo a levantar el rostro hacia ti, porque nuestros delitos sobrepasan nuestra cabeza, y nuestra culpa llega al cielo".
Esdras se pone frene al Señor a pedir perdón porque le fue anunciado su pecado y, también, le fue anunciada la misericordia del perdón de Dios, y un tiempo de espera de parte del Señor para su arrepentimiento. Los profetas del Antiguo Testamento tenían, también, esa función de anunciar al pueblo en general, o a alguna persona en particular, sean reyes, gobernadores, o cualquier otra persona aquello que Dios les decía.
Jesús cuando decide fundar un Pueblo Nuevo, que es la Iglesia, elige a los Apóstoles a quienes les da el poder de ser los intermediarios entre Él y el pueblo, por eso en un primer momento, en una primera misión los envía sin nada a los pueblos vecinos para llevar la Buena Noticia y ver la eficacia de sus poderes. Pero no es lo esencial o fundamental de la misión de ellos expulsar demonios y curar enfermedad, sino anunciar el Evangelio.
Claro que al anunciar el Evangelio, la Buena Noticia de la Salvación, también lleva implícito el anuncio de la conversión y el seguir a Cristo, como Cabeza de este Pueblo Nuevo.
La primera exigencia que Jesús les pide a los apóstoles es el desprendimiento de todo lo que les podía dar seguridad terrena, para que tengan sólo confianza en el poder que Él les había otorgado: «No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto", por que todo eso da confianza y seguridad terrena, y si estamos atados o con peso adicional no caminamos ligeros y tememos por lo que podemos perder.
Por eso, el desprendimiento de las cosas materiales, la pobreza espiritual, es el primer consejo evangélico que nos da Jesús, es la primera exigencia para comenzar un Camino Nuevo. Un desprendimiento que es, sobre todo, espiritual porque podemos llegar a no tener nada material pero no hemos dejado de ser soberbios, vanidosos, orgullosos y poco confiados en la providencia de Dios, y seguimos haciendo nuestros propios cálculos y  nunca estamos dispuesto a hacer la Voluntad de Dios. Y, también, puede pasar al contrario, se puede tener muchos bienes pero se ha conquistado la pobreza espiritual que nos permite estar disponibles para Dios, y vivir, día a día, haciendo Su Voluntad.
Así hoy podemos unir las dos lecturas y descubrir que el anuncio evangélico en nuestras vidas nos lleva a una actitud de conversión, de pedir perdón por no estar siempre disponibles para Dios, y, así libres de toda atadura poder vivir en disponibilidad para hacer la Voluntad de Dios.

martes, 22 de septiembre de 2015

Nuestro mejor título: familia de Dios

Le dijeron a Jesús:
"Entonces lo avisaron: -«Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.»
Creemos, muchas veces, que los títulos o la cercanía con tal o cual, nos pueden llegar a proporcionar más derechos y excepciones a las reglas, por eso la gente creyó que con decirle a Jesús que afuera estaba su madre, Él iba a decir ¡dejadla pasar es mi madre! Pero no, no dijo eso, sin embargo dio una respuesta mucho más profunda y coherente con lo que comenzaba a predicar:
"Él les contestó: -«Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra.»
Y si, para los que vivimos en estos tiempos y rodeados de tantos privilegios y títulos, creemos que con Dios vamos a tener los mismos privilegios. Vemos, por ahí, que a muchos se les van subiendo los títulos a la cabeza y se olvidan de lo que tienen que vivir o de lo que deben hacer. Los títulos, aunque sean pequeños o sin importancia, generan, en muchos casos, actitudes de soberbia y desprecio hacia los que no poseen nada. Y así se van generando divisiones entre los pares, entre los amigos, entre la familia. Y los que antes eran amigos, ahora no son nada porque a alguien se le subieron los humos a la cabeza.
Por eso Jesús nos dice que para Dios no hay títulos que valga, o eres Fiel a Dios o no lo eres, a Dios no se lo conquista con títulos sino con el corazón; e incluso, tampoco se lo conquista con buenas intenciones, pues algún santo dijo: de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. Porque no bastan las buenas intenciones, sino que son las obras las que hablan de nuestra fe, es la vida cotidiana la que dice quién soy y de qué está lleno mi corazón.
Y, para mí, es una de las cosas más lindas que nos ha dicho Jesús (aunque sea difícil) pero cuando buscamos cada día ser Fieles a la Voluntad de Dios, sabemos que no sólo estamos siendo Fieles, sino que además somos parte de la Familia de Dios, somos "la madre y los hermanos de Jesús", algo que nos hace más seguros, más confiados, más esperanzados pues llevamos en nuestras venas el Espíritu de Jesús, y así podemos decir que podemos llegar a estar "atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados" por que poseemos el Espíritu Santo, el espíritu de familia de Cristo que nos sostiene, que nos da fuerzas constante para alcanzar aquello que anhelamos.
Ser Familia de Cristo es vivir en santidad, es crecer en santidad, es tener la seguridad que nuestra vida está en Dios, es para Dios y es con Dios, dándonos la alegría de saber que no necesitamos hacer gala de títulos, porque somos hijos de la Humilde Esclava del Señor, y en la humildad del hijo el Padre se regocija y lo colma de bendiciones, como hizo con María: "me llamarán bienaventurada todas las generaciones por que el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas".
No dejemos que los títulos que nos dan los hombres nos hagan perder el título que nos ha dado el Hijo de Dios, que siempre tengamos la humildad necesaria para no abandonar la Familia de Dios, creyendo que un título me va a dar paso a la Vida Eterna.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Defendamos nuestra vocación

"Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: - «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y dijo: - «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. »
Muy a menudo nos encontramos con situaciones parecidas: gente que se cree muy justa y se pone a criticar a quienes se acercan a los pecadores, o que nos critica por lo que somos. Y por eso nos viene este momento del evangelio a la mente, cuando Jesús es criticado por sentarse a la mesa con publicanos y pecadores.
Pero, a la vez, los que somos criticados nos ponemos a criticar a nuestros criticadores, por que no tiene misericordia en su corazón, porque se creen justos, por esto y por aquello. Y sin darnos cuenta caemos en la misma trampa que cayeron los que nos criticaban. Creemos que porque hemos sido criticados tenemos el derecho de criticar a nuestros criticadores ¡uf qué trabalenguas!
Y no, no tenemos el derecho de devolver mal por mal, crítica por crítica por que eso nos convierte en lo mismo que estamos sufriendo. No creamos que porque nos han ofendido tenemos el derecho de empuñar una nueva crítica en señal de venganza y salir a mansillar a quienes nos han mansillado.
Por eso, San Pablo en la carta a los Efesios nos dice:
"Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados.
Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vinculo de la paz".
¿Por qué generar la misma situación a otros cuando se cuánto duele lo que me han hecho a mí? Nuestra vocación, la que Jesús nos ha llamado a vivir es la de ser instrumentos de paz, de la Buena Noticia, y en nuestra vida de santidad no hay lugar para la venganza, para el "ojo por ojo diente por diente", no se llega a la paz dando más guerra.
Las palabras y los juicios de los hombres no pueden dañarme, porque no me daña lo que viene de afuera, sino lo que sale de mi corazón. Y si dejo que las palabras humanas dañen mi corazón, si dejo que las ofensas, los insultos, los prejuicios, los comentarios me hagan perder la paz es porque no estoy en Paz conmigo y con mi Dios. Y tengo que buscarla, fortalecer mi seguridad en mí mismo y en mi Dios, para que estando fuerte en mi corazón nadie me pueda quitar la paz, ni nadie pueda hacer que no sea fiel a la vocación a la que he sido convocado.
Por eso, lo más importante es defender mi vocación, el llamado que el Señor me ha hecho, porque en la Fidelidad a la Vida que Él me ha regalado, está mi paz, mi seguridad, y Él será mi escudo ante aquellos que quieren dañarme.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Hijos que procuran la paz

Nos dice el apóstol Santiago:
"La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera".
A veces no sabemos el por qué estamos mal, el por qué no salen bien las cosas, por qué discutimos, peleamos, no nos entendemos con los demás... Es por que no estamos en paz, nuestro corazón y nuestra alma no está en paz, y eso se manifiesta en el exterior, en nuestras relaciones y deseos. Y ¿por qué no estamos en paz?
"No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones".
No sabemos pedir, o pedimos mal por que nos dejamos llevar por lo inmediato y no por lo necesario. Acordaos de aquél momento en el que Jesús le dice a Marta:
"Marta, Marta, te inquietas y afanas por muchas cosas pero una sola es necesaria, y María eligió la mejor parte".
Nos engañamos cuando decimos que nuestra relación con Dios es buena si sólo nos encontramos con Él una vez cada tanto, o cuando necesitamos algo urgente, o aunque estemos todos los días con Dios pero no con el corazón abierto a Su Palabra. Y lo notamos por que los frutos de esa relación con Dios no son frutos de paz, de sosiego, de esperanza, de alegría, de fortaleza.
Por eso Santiago nos dice que lo que tenemos que pedir, primero, es la sabiduría que viene de arriba, porque la Luz del Espíritu es quién nos ayudará a saber qué pedir, a buscar las respuestas a nuestras necesidades, a poder elegir qué hacer en cada momento.
Así, con el corazón y la mente iluminada por la Sabiduría de arriba podré escuchar a Dios, podré disponerme a Su Palabra, porque muchas veces nos pasará como a los apóstoles, que nos narra el evangelio, Jesús estaba hablando de su Pasión y ellos discutiendo quién era el más importante entre el Grupo. Nuestros deseos humanos, nuestras pasiones humanas, nos nublan tanto, nos hacen codiciar tantas cosas que no prestamos atención a lo que nos están diciendo. Nuestro YO es tan grande, a veces, que no puede estar atento a los hermanos, y así nos perdemos en nuestras preocupaciones y no nos ocupamos de lo esencial.
Sí, tenemos que ser más constantes en nuestra oración, en la reflexión de la palabra para que nuestra vida esté más en Dios, esté más iluminada por su Palabra, por Su Espíritu, porque en el diálogo cotidiano con Dios calmo mi alma, encuentro sosiego para comenzar el día, me regala el Señor con la Gracia necesaria para armonizar aquello que no está bien en mi vida.
No dejemos que las pasiones mundanas guíen y "manejen" nuestras vidas, sino que permitámosle a Dios que sosiegue nuestra humanidad y nos transforme en hijos que "que procuran la paz están sembrando la paz".

sábado, 19 de septiembre de 2015

Elegidos para creer

Jesús le decía a los apóstoles, cuando le pidieron que les explicara la parábola del sembrador:
«A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan".
Y yo me me pregunto ¿por qué a nosotros se nos dio el Don de la FE y no a todos? ¿Por qué a nosotros se nos concedió aceptar estos misterios y no a todos? No tenemos nada de extraordinario ni somos los mejores del mundo, como para que Jesús nos haya elegido y nos regale ese maravilloso Don. Pero así lo ha hecho, "nos ha elegido antes de la creación del mundo para que fuésemos santos e irreprochables en su presencia por el amor", y por eso nos ha dado el Don de la Fe, para que podamos llegar al misterio y, aunque, intelectualmente, no conozcamos todo lo amemos y necesitemos de Él para dar sentido a nuestras vidas.
Y por eso se nos ha dado el Don de la Fe, para que abiertos al misterio podamos dar sentido a lo que vivimos y mostrar así, con nuestra vida, un nuevo Camino a recorrer.
Sí, aún podemos recorrer el Camino de la Vida, aún podemos transformarnos en Hombres Nuevos, siempre y, cada día, hay esperanzas cuando un corazón se abre al Don de la FE y, en la oscuridad de la razón, acepta el misterio del Amor de Dios. Por que, aunque entendamos las parábolas, no podremos nunca llegar a entender el Infinito Amor de Dios por nosotros, el por qué "nos ha amado tanto que envió a Su Hijo Único al mundo para salvarnos".
Es cierto que no somos buenos, ni perfectos, ni somos luces intelectuales, pero queremos creer que podemos alcanzar el Ideal de Santidad que el Padre quiere para nosotros, que podemos alcanzar en este camino de santidad mostrar el por qué creemos y el por qué confiamos en el Amor de Dios. Creemos que el Señor nos ha llamado a vivir con intensidad Su Amor para que seamos quienes den esperanza al hombre de que se puede convertir el corazón, y convirtiendo el corazón cambiar la historia, cambiar nuestra historia.
Por que tenía esperanza y por que creía en lo que le había sido transmitido es que San Pablo instaba a Timoteo diciéndole:
"En presencia de Dios, que da la vida al universo, y de Cristo Jesús, que dio testimonio ante Poncio Pilato con tan noble profesión: te insisto en que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que en tiempo oportuno mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita n una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver".
Sí, creo y por esto tengo esperanza en que el Amor puede fortalecer el corazón para transformarlo y convertirlo en un Hombre Nuevo capaz de transformar el mundo en el que vivimos. Pero, para ello tengo que aceptar el desafío de "combatir el buen combate de la fe", para que sea mi fe la luz de mi vida y el sentido en mi caminar.

viernes, 18 de septiembre de 2015

El combate de la Fidelidad a Dios

Muy valiosos son los consejos de San Pablo a Timoteo:
"Querido hermano:
Esto es lo que tienes que enseñar y recomendar.
Si alguno enseña otra cosa distinta, sin atenerse a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que armoniza con la piedad, es un orgulloso y un ignorante, que padece la enfermedad de plantear cuestiones inútiles y discutir atendiendo sólo a las palabras. Esto provoca envidias, polémicas, difamaciones, sospechas maliciosas, controversias propias de personas tocadas de la cabeza, sin el sentido de la verdad, que se han creído que la piedad es un medio de lucro".
Es cierto que muchas veces hacemos elucubraciones y elaboramos nuestros propios argumentos con el fin de que todo vaya a nuestro favor, porque el lucro no sólo es monetario, sino que también es un lucro a nuestro favor para hacer lo que más nos gusta o conviene. Lo que ocurre en orden a la fe que profesamos es que hay un sólo Camino a recorrer y aunque encontremos argumentos para modificarlos y creamos que son los mejores argumentos, si nos hacen hacer lo contrario a lo que Jesús nos ha pedido vivir, no nos sirven para nuestra salvación, y en lugar de ayudar a alcanzar la Vida la perdemos.
"Si alguno enseña otra ocas distinta, sin atenerse a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo... es un orgulloso y un ignorante..." ¿por qué? Por que los que profesamos la fe cristiana y católica, decimos que esta palabra, para nosotros, es Palabra de Dios, y creemos que la Palabra de Dios es eterna y es Verdad, por lo tanto buscar argumentos humanos que nos lleven a vivir otra cosa es no querer vivir en la Verdad que profesamos. Por eso Jesús se enfadaba tanto con los fariseos, doctores de la Ley y los escribas, porque habían escrito tantas prescripciones después de la Ley de Moisés que cumpliendo las prescripciones evitaban vivir los mandamientos de Dios.
Hoy, para muchos, los Mandamientos de Dios ya no son útiles pues van en contra de nuestra libertad y gustos, por eso se elaboran teorías a favor de poder ser cristiano sin vivir en fidelidad a Dios, pues se quiere lo que Jesús promete, pero no se quiere vivir lo que Él nos pide. Y así vamos dejando de lado la Voluntad de Dios para cumplir con prácticas religiosas vacías de vida que no producen frutos de salvación.
Así finaliza San Pablo este párrafo de la carta:
"Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de todo esto; practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza.
Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos".

jueves, 17 de septiembre de 2015

Juzgar el pecado y salvar al pecador

Son realmente hermosos y de muy sabio los consejos que San Pablo da Timoteo en su carta. En esta que leemos hoy, o mejor dicho en este párrafo, vemos cómo le pide que no se deje convencer por los comentarios de los demás acerca de su juventud, pues había sido él elegido y ungido para llevar adelante a su comunidad. No es que no tengamos que escuchar a nuestros hermanos cuando nos quieren ayudar con la corrección fraterna, sino que no debemos dejarnos "manejar" con los comentarios prejuiciosos sobre algún aspecto de nuestra vida, sino que hemos de confiar en que lo que buscamos es realizar la Voluntad de Dios.
"No descuides el don que posees, que se te concedió por indicación de una profecía con la imposición de manos de los presbíteros".
"Preocúpate de esas cosas y dedícate a ellas, para que todos vean cómo adelantas.
Cuídate tú y cuida la enseñanza; sé constante; si lo haces, te salvaras a ti y a los que te escuchan".
Siempre habrá quien hable de más por que no le guste algo que hemos hecho o dicho, o que no le guste que nos hayan elegido para tal o cual función. Por eso, antes de dejar que los comentarios malogren nuestras vidas, debemos esforzarnos por ser Fieles a la misión que nos han confiado: "cuídate tú y cuida la enseñanza", pues aquí también se ha de cumplir aquello de "niégate a tí mismo", no hemos de preocuparnos por lo que digan, sino que hemos de ocuparnos de vivir en fidelidad.
Es cierto que cuando nos ocupamos de ser Fieles Dios se encarga de sostenernos, de fortalecernos y de acompañarnos con el Don de su Espíritu para que nos mantengamos fieles a Su Palabra, para que cuidemos Su Palabra, y que enseñemos Su Palabra.
Y, por eso, a esta carta de Timoteo se la une el evangelio, y vemos cómo la gente no sólo juzgaba a la mujer sino también a Jesús que aceptaba los regalos de esa mujer:
"Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: -«Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora. »
Nosotros, todos, generalmente, podemos ver y juzgar el pecado, o mejor dicho, debemos ver juzgar el pecado, y Jesús también lo hace, pero él tiene la capacidad de ver, además, la intención del corazón del hombre. Por eso Él ve que la mujer lo que estaba haciendo era pedir perdón por su pecado, lloraba por su pecado a los pies de Dios, y sus lágrimas eran un deseo de ser perdonada. Y por eso Dios la perdona, porque ve el dolor del pecado en su corazón y el deseo de reconciliación.
Y es eso lo que muchos hemos perdido: el dolor de nuestros pecados, primero porque hemos dejado que nos convenzan que no todo es pecado, y sin embargo el pecado sigue siendo pecado, aunque nos quieran convencer de lo contrario. Y por eso no nos arrepentimos ni pedimos perdón, porque creemos que es lo mismo, simplemente porque hago lo que me hace sentir bien. Pero sabemos que para Dios no es así la cosa.
Y un aspecto más hermoso de esto es el gozo de recibir el perdón del Señor, el gozo de la reconciliación con mis hermanos, con mi Dios y conmigo mismo, pues el llanto de mis pecados provoca una lluvia de Gracias para que pueda volver a vivir en Fidelidad, provoca una lluvia de Amor para que pueda fortalecer mi deseo de santidad, y provoca un fuerte abrazo lleno de Amor del Padre Celestial a mi pobre corazón, para que sienta en paz y con fuerzas para volver a amar como Él nos ha amado.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Ante la disconformidad seamos originales

"En aquel tiempo, dijo el Señor:
-« ¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos?
Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: "Tocarnos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis."
La disconformidad forma parte de nuestra vida y, en algunos casos, ni nos damos cuenta hasta que nos lo dicen. No siempre nos gusta lo que somos, lo que tenemos, lo que hacemos, lo que vivimos. Siempre nos gusta más lo del vecino que lo nuestro y eso nos amarga la vida. Y lo mismo nos pasa con nuestra fe.
Cada año que pasa, o cada vez que se renueva el hombre pretendemos que la fe se renueve, que se modifique, o mejor dicho pretendemos que las exigencias que nos presenta la vida de fe se modifiquen igual que lo que se modifican las costumbres sociales. Pero miremos lo que pasa en la sociedad con las modificaciones de las modas (y no sólo en la ropa) y ya lo dice la Palabra de Dios: "no hay nada nuevo bajo el sol".
Nos creemos los reyes de la vida pero no somos más que un pequeño individuo dentro de la inmensidad del universo, pero nos creemos todo un Dios que sabe lo que tiene que hacer y por eso quiere cambiar las leyes universales y vitales. Y por eso tenemos que mirar un poco más nuestro alrededor: ¿qué es lo que ha conquistado la soberbia del hombre? ¿Cómo ha mejorada la vida del hombre le haberse desligado de los valores esenciales del mismo hombre?
Por eso a nosotros, los cristianos, nos toca ser los más originales dentro de esta civilización que se está derrumbando. Sí, originales. ¿No crees que podamos serlo? Pero ¿sabes qué significa ser originales? Es ser fieles al principio que nos dio origen. Sí, es vivir fielmente aquellas cosas que nos dieron origen. Y lo que a los cristianos nos dio origen, nos dio vida, fue la Palabra que se hizo carne y habitó entre nosotros. Para ser originales debemos ser Fieles a la Palabra de Cristo, por eso no sólo nos llamamos cristianos sino que lo somos.
Y por eso, Dios, por medio de San Pablo nos dice:
"...grande es el misterio que veneramos:
Manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, contemplado por los ángeles, predicado a los paganos, creído en el mundo, llevado a la gloria".
Es tan inmenso el misterio que veneramos, es tan hermoso lo que creemos, es tan intenso el amor de Dios hacia nosotros, que si lo descubrimos en toda su grandeza no podremos dejar de intentar vivirlo, pero vivirlo en verdad, porque para ello contamos con la Gracia y con la fortaleza del Espíritu Santo que nos anima y enciende en la Esperanza de saber que en nuestra originalidad está la Luz para llevar al mundo la Buena Noticia de un Nuevo Hombre, de un Nuevo Mundo de un Futuro que merezca la pena encontrar.

martes, 15 de septiembre de 2015

Desde la Cruz es nuestra Madre

-«Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo:
-«Ahí tienes a tu madre.»
Creo que, para cada uno de los que creemos, es el más hermoso de los diálogos de Jesús, porque en ese diálogo, antes de entregarnos su Vida, nos a la Madre, porque para poder conservar la Vida del Hijo, necesitábamos de Su Madre pues Ella es quien nos ayuda y nos lleva de la mano para poder vivir la Vida de Su Hijo como el Padre quiere.
María, hoy que la recordamos como Madre de los Dolores, aceptó al pie de la Cruz, viendo cómo la vida de su Hijo se acababa, el más grande de los encargos de parte de Dios: ser nuestra Madre, Madre de todos los Hombres, y ante el sufrimiento del Hijo, Ella aceptó, una vez más como en Nazareth ser Madre.
¡Cuánto dolor para una Madre ver a su Hijo sufrir tan injustamente! Pero cuánto amor para la Madre ver que su Hijo, como Ella, era Fiel y Obediente al Padre, pues ni el sufrimiento ni la muerte lograron detener al Hijo para vivir en la Voluntad del Padre.
¡Cuánto dolor para la Madre no poder abrazar a ese niño que, por Amor, llevaba el madero de la Salvación!
Hoy, la contemplamos como Virgen de los Dolores, pero no la contemplamos triste, amargada, derrumbada bajo el peso del dolor, sino que la contemplamos de pie frente a la Cruz de Su Hijo, la contemplamos fuerte frente al Dolor, la contemplamos Fiel y Obediente ante la Palabra del Hijo, la contemplamos, una vez más, abierta y disponible a la Voluntad de Dios que, hoy, desde el madero de la Cruz, vuelve a pedirle ser Madre.
María asume, junto al Hijo, la muerte de Cruz; Él la asume en su propia carne, Ella la asume en su Corazón, pues en el Corazón de la Madre se marcan cada uno de los clavos del Hijo, cada una de Sus Espinas, cada una de sus llagas, y la lanza que atravesó el costado del Hijo atravesó su Corazón. Por eso María, en su Corazón asumió cada uno de los dolores de su Hijo, cada una de sus entregas, y por eso es Co-redentora, por eso es Madre de todos los hombres, porque en la Cruz de su Hijo nacimos todos como hijos de María, y cada uno de los pecados de los hombres que fueron asumidos por el Hijo, fueron también por María causa de dolor y de Cruz.
El Hijo asumió en su carne los pecados de todos los hombres y con su muerte en la Cruz, mató el pecado y la muerte, y por eso  el Corazón Doloroso e Inmaculado de la Madre siente cada uno de nuestros pecados, por que nuestros pecados hacen sufrir la Sagrado Corazón del Hijo. Y los dos, Madre e Hijo, siguen amándonos, siguen buscándonos, siguen abrazándonos y permanecen junto a nosotros para que nosotros, con Ellos y por Ellos alcancemos la Salvación.
Hoy la Virgen de los Dolores nos llama, nos convoca, nos abraza con su Amor de Madre para que no nos alejemos de la Cruz de Cristo, para que nos abracemos a la Cruz como Ella se abrazó al Hijo, para que esa Cruz nos fortalezca, nos redima, nos salve, porque como el Hijo y junto al Hijo debemos entregar nuestra vida para poder tener Vida y, muriendo al pecado, tener Vida en abundancia.

lunes, 14 de septiembre de 2015

La Cruz, nuestro camino

La semblanza y la imagen que nos presenta el Libro de los Números acerca de levantar la serpiente de bronce, nos lleva a mirar al Crucificado que es levantado y mirado por todos. La Cruz es así un instrumento de salvación, un medio para alcanzar la Vida Eterna y no el fin de nuestra vida.
Abrazamos la Cruz como camino de salvación, como instrumento de redención para mí y para aquellos por quienes uno ofrezca tal o cual situación.
Cuando miramos la vida de los grandes santos descubrimos que ellos abrazaron con amor apasionado la Cruz del Señor, una Cruz que muchas veces no era física, otras que era un Cruz impuesta, pero siempre como Camino para llegar a tal fin, y no con un fin en sí mismo.
El Señor no aceptó la muerte en Cruz porque esa fuera su misión última, sino porque ese era el Camino para llegar a la Resurrección, porque como dice San Pablo: "si Cristo no hubiese resucitado vana sería nuestra fe, seríamos los hombres más dignos de lástima". Pero Jesús Resucitó y le de dio a la Cruz el brillo del Amor, el brillo ser un nuevo Camino hacia la Vida.
Por eso, al mirar la Cruz no sólo vemos el dolor y el sufrimiento del Señor, sino que podemos llegar a ver el gran Amor que Dios no tuvo al enviarnos a Su Hijo, y el gran Amor del Hijo al Padre y a nosotros, para ofrecerse por nosotros como víctima de propiciación por nuestros pecados.
Así Él nos deja un Camino marcado con la Cruz, un Camino en el que hemos de asumir, cada día, con amor la cruz de cada día porque así nos fortalecemos, nos unimos a Él en el plan de salvación y cooperamos a la redención nuestra y de todos los hombres. Pues una Cruz asumida y entregada, como Cristo, por Amor al Padre y a los hombres, es una Cruz que redime, que fortalece y que dignifica la vida de los cristianos.
San Pablo, por eso, decía:
"Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó á sí mismo por mí."
"Mas lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo."
Así hoy celebramos al Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, dandole gracias al Señor por tanto Amor a nosotros, y pidiéndole la fuerza necesaria para que cada podamos asumir nuestras propias cruces y contribuir a la salvación de los hombres.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Tu vida habla de tu fe

Finaliza el párrafo de la carta del apóstol Santiago:
"Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.»
¿A qué obras se refiere Santiago? A los frutos del Espíritu en nosotros, a la manera de actuar, de hablar, de relacionarnos, de manifestarnos en el día a día en la familia, en el trabajo, en el colegio, en cualquier lugar. Podemos sí decir que somos los mejores cristianos, los más rezadores, los que queremos más al Señor y a la Virgen y a los santos, y hasta el mismo cura, pero si nuestras obras dicen lo contrario ¿es verdadera mi fe?
Lamentablemente lo que hacemos dice lo que pensamos y creemos, en todos los sentidos, y no sólo en el orden de la fe, de lo sobrenatural, sino también en el orden de los sentimientos, de la confianza, del cariño, de la fidelidad. Podemos llegar a "actuar" nuestra vida en algún momentos, interpretar un papel como los actores y mostrarnos de una determinada manera, pero siempre se nos escapará algo que descubrirá nuestro verdadero pensamiento.
Pero no nos fijemos en cómo actúan los demás, sino que miremos en cómo actuamos nosotros, porque las obras son el espejo de nuestra propia vida y en ella vamos a descubrir cuáles son nuestras fallas en orden a la vivencia de nuestra fe. Sino prestad atención al diálogo de Pedro con Jesús.
Pedro en un arrebato de fe respondió: Tú eres el Mesías. Una verdad de fe que hablaba de lo que estaba sintiendo y viviendo en ese momento. Y era lo que Jesús esperaba que dijera, que después de tanto tiempo de ver, escuchar y recibir las explicaciones de Jesús hubieran entendido realmente quién era Jesús y no se quedaran como los demás en fábulas de reencarnaciones.
Pero cuando llega la hora de saber cuál era la misión del Mesías, esa misión que habla de entrega, de dolor, de Cruz. ¡No! Eso no me gusta, eso me asusta, y se lleva a a Jesús aparte para increparlo porque eso que Jesús contaba no entraba dentro de los planes que Pedro tenía en su cabeza sobre el Mesías. ¡Eso no podía ser!
Y Jesús le responde con un tajante "¡Apártate de mí Satanás! ¡Tú piensas como los hombres no como Dios!"
Y así es cuando en nuestra vida no hemos profundizado la fe, nos hemos quedado con los aspectos más lindos y gozosos de la vida de fe, pero rechazamos aquellos que el mundo rechaza y nos volvemos mundanos en nuestra fe, porque no aceptamos la obediencia a la Voluntad de Dios, sino que sólo buscamos al Sanador y Milagrero, pero cuando Él nos habla de obediencia y fidelidad ya no nos gusta, y como a Pedro nos dirá ¡apártate de mí porque tu no piensas como Dios sino como el mundo!

sábado, 12 de septiembre de 2015

Es Jesús el Señor de mi vida?

"¿Por qué me llamáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo?", nos pregunta Jesús en el Evangelio de hoy, así como le preguntaba a sus discípulos en el principio de la evangelización.
Quizás los primeros discípulos y seguidores aún no sabían, a ciencia cierta, quién era Jesús, por eso sólo lo seguían por sus milagros y porque era agradable escuchar sus palabra por que "habla como quien tiene autoridad", decían. Pero de ahí a hacer lo que Él diga, hay un paso grande.
Después de los siglos los cristianos hemos ido madurando nuestra fe, hemos ido entendiendo el por qué hacerle caso, el por qué ser obedientes, hemos madurado intelectualmente nuestra fe y ya tenemos razones no sólo para creer, sino para saber por qué obedecerle. Pero siempre nos falta algo para dejarnos seducir por Cristo, no somos totalmente fieles a su Palabra, a la Voluntad de Dios.
Lo llamamos a Jesús nuestro Señor, nuestro Dios, pero si podemos no hacer todo lo que nos aconseja en el Evangelio, lo intentamos. No es que intentamos hacer todo lo que Su Palabra nos aconseja, sino que intentamos escapar, cuando podemos de la obediencia a Su Palabra, y siempre lo hacemos con las mismas excusas: si todos lo hacen ¿por qué yo no? o ¿es que es tan difícil vivir el Evangelio?
Y ahí descubrimos lo que nos sigue diciendo Jesús: tenemos el edificio de nuestra fe construido sin cimientos, hemos levantado nuestra vida cristiana sin cimientos verdaderos, porque como en aquellos tiempos nos hemos quedado con que Sus Palabras dicen cosas buenas, con que hace milagros y por eso lo buscamos... Pero vivir un verdadero cristianismo en donde Su Voluntad sea lo que busco constantemente... no, no.
Es así que en más de un cristiano y más de dos, la vida de fe se derrumbó con el más leve viento de tormenta. Cuando no se realizó el milagro que quería, cuando lo que me pedía vivir o entregar no era lo que yo quería, cuando sus palabras comenzaron a sonar fuertes a mis oídos.... entonces me fui hacia otras realidades, busqué otros dioses, hice otras religiones: mi trabajo, el dinero, las fiestas, y otras tantas cosas que no me dejaran tiempo para pensar en lo que había perdido, o en lo que estaba perdiendo.
Por eso hoy buscamos hacer de nuestra fe una nueva religión, mucho más laxa, menos exigente, "que se amolde a los aires nuevos de este siglo XXI", por que la que está en el Evangelio no es para estos tiempos porque queremos seguir llamándole "Señor, Señor", pero no ser obediente a lo que ese Señor nos dice, sino que el sea obediente a lo que el mundo le pide.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Nos quitamos la viga para corregir

Se podría llegar  a pensar que el Evangelio de hoy es todo lo contrario al evangelio de la corrección fraterna, por que el de hoy habla que antes de corregir al hermano tiene uno que estar corregido, pues siempre que no nos gustan las correcciones decimos: primero saca tú la viga de tu ojo y después la paja del mío. Pero, claro que en Dios no puede haber contradicciones, somos nosotros los que hacemos contradictorias las palabras que son complementarias. O, por lo menos, a mí que soy bastante ciego, me parecen complementarias.
Me parece que la viga de la que nos habla Jesús que puede haber en nuestros ojos, al momento de corregir a alguien, puede ser la soberbia, la venganza, la vanidad, el orgullo herido. Que también puede verse, en lugar de una viga, como un cristal de mucho aumento, porque todo lo anterior, incluso el enfado con alguien, me hacen ver sus defectos mucho más grande de lo que en realidad son que si los mirara con amor y misericordia no los vería tan grandes y podría sí practicar la corrección fraterna de la que Jesús, también, nos habla en el evangelio.
Claro que también estos defectos, que pueden ser permanentes, o sólo pueden ser momentáneos, los tenemos todos, pero cuando aparecen frente a algunas personas o en algunos momentos, nos ciegan en el amor y la misericordia. Por eso cuando la ira o el enfado llegan a nosotros ¡vamos contra todos! y salen de nuestros labios todo aquello que teníamos guardado y que decíamos que nunca lo sacaríamos, pero el veneno de la ira nos hace salir de golpe todo aquello que no debemos. Y esa es la viga que hay en nuestro ojos muchas veces.
Por eso, antes de comenzar la guerra tenemos que pedir la gracia para poder quitarnos la viga de nuestros ojos que nos impide ver con claridad, porque con ira, con apetito de venganza, con soberbia y con otras tantas, en lugar de ayudar con la corrección fraterna haremos un daño irreparable en el alma de mi hermano, e, incluso, en las relaciones fraternas.
Así digo que son dos evangelio complementarios porque la corrección fraterna es también un precepto evangélico a cumplir y vivir, pero para poder hacerlo tengo que dejar mi corazón y mis ojos libres de todo aquello que no me deje mirar con amor la vida de mi hermano, porque sumado al evangelio de ayer: "la medida que uséis, la usarán con vosotros". Así como yo juzgue seré juzgado, por eso lo mejor para mi hermano y para mí es que use el amor y la misericordia para juzgar su vida, y, sobre todo para ayudar a la mía.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Ser santos y amados, una elección de Dios una respuesta del hombre

Hoy la Palabra de Dios se une y unifica entre el evangelio y la carta a los colosenses, San Pablo comienza su carta diciendo:
"Hermanos:
Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión.
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo".
Hay una elección de Dios hacia nosotros, de Dios al hombre, para darle al hombre una dignidad que no tenía después del pecado original, habíamos perdido la filiación divina y Dios nos la concedió por medio de la muerte y resurrección de Su Hijo Único.
Pero así como Él nos elige a nosotros, somos también nosotros quienes lo elegimos (o no) a Él. Es una elección, no una obligación, por lo tanto tiene que ser algo consciente, voluntario y libre; aunque digamos por lo bajo que no elegimos, nosotros, ser bautizados, pero sí elegimos cuando teníamos uso de razón, continuar en este Camino. Es ahí cuando elegimos seguir el Camino de Cristo, es decir siendo cristianos, o no, rechazamos el cristianismo y elegimos otro camino.
Así Pablo nos recuerda que "elegidos de Dios" se nos ha dado una condición de vida: santos y amados. La santidad es la característica propia de aquellos que han sido ungidos por el Espíritu Santo el día del bautismo y han "confirmado" esa realidad el día en que han aceptado el Sacramento de la Confirmación, pues aquí se recibe una vez más la Unción con el Espíritu Santo que nos fortalece para el combate ante al mundo.
Por eso, santos y amados, comenzamos un Camino en la Gracia de la Vida Nueva recibida por Cristo, una Vida Nueva que nos ha sido dado y que, por haberla elegido, sabemos cómo debemos vivirla y qué pasos seguir para ser coherentes a nuestra elección: los pasos de Jesús, escuchar Su Palabra, aceptar sus Consejos Evangélicos, obedecer los Mandamientos del Padre y, sobre todo, vivir la Ley del Amor, pues será la única pregunta que nos haga el Señor el día que nos llame a Su Reino.
Por eso, tanto en la carta a los colosenses como en el Evangelio Dios nos hace ver la radicalidad de la vivencia de nuestra elección, que esta elección va más allá de lo que el mundo tiene por justicia, pues más allá de la justicia está el Amor que Él nos tuvo cuando viendo nuestra debilidad y pobreza envió a Su Hijo Único a salvarnos y a darnos Vida Nueva:
"Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo.
Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente.
Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él".

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Pobres para enriquecer la vida

"En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
-«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis".
Muchas veces creemos que esta pobreza, este hambre y este llanto es el que habitualmente conocemos en mucha gente, y que sólo es la pobreza, el hambre y el llanto físico o material; pero hoy San Pablo nos lleva a pensar que hay otra pobreza, hambre y llanto más profundo que es el que ha de buscar nuestra alma para alcanzar lo que anhelamos desde el momento de nuestro bautismo.
Nos dice San Pablo:
"Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo, que se va renovando como imagen de su Creador, hasta llegar a conocerlo".
Este despojarnos del hombre viejo es lo que nos hace pobres, porque nuestra riqueza está en saber que somos capaces de dirigir nuestras propias y buscar nuestros propios "destinos", sin saber que, desde el momento en fuimos consagrados al Señor por el bautismo, nuestra vida ya no es nuestra sino que somos de Cristo.
"Hemos resucitado con Cristo, busquemos los bienes de allá arriba", ahí está nuestra riqueza, en que nada de lo que viene del mundo nos enriquece, porque sólo nos hace estar más pendientes de lo mundano que de lo divino, nos hace estar con la mirada puesta en lo que quiero y no en lo que debo. Cuando nos encontramos con nuestra verdadera esencia, cuando nos encontramos con el Verdadero Amor, es ahí el momento en que nos sentimos pobres sabiendo todo lo que poseemos, pero nos sentimos pobres deseando todo lo que podríamos alcanzar.
Así el alma enamorada de Dios va despojándose de todo lo terrenos, que, aunque cueste dejar de lado todo lo que creía que era mío, el dolor se convierte en gozo a medida que mi alma se va llenando de los bienes del Espíritu, porque sólo Dios puede llenar el vacío que me hace anhelar los bienes del cielo.
Y así comenzamos el más largo proceso de conversión en nuestra vida, porque sabiendo lo que anhelamos vamos despojándonos día a día de aquello que no pertenece a nuestra nueva vida. Y ¿cuáles son esas cosas? También nos lo dice San Pablo:
"En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría.
Eso es lo que atrae el castigo de Dios sobre los desobedientes.
Entre ellos andabais también vosotros, cuando vivíais de esa manera; ahora, en cambio, deshaceos de todo eso: ira, coraje, maldad, calumnias y groserías, ¡fuera de vuestra boca!
No sigáis engañándoos unos a otros".
Con la ayuda y la Gracia del Espíritu de Dios que habita en nosotros, y nuestra disposición a la Voluntad de Dios podemos hacer que nuestra vida sea un espejo del Amor de Dios, pues día a día, Él ira transformando nuestra vida y nuestra vida, como nos lo pidió Jesús será Luz para el mundo.

martes, 8 de septiembre de 2015

Dios te salve María!

Lo primero que me surgió al pensar en este cumpleaños de Nuestra Madre fue: ¡Dios te salve María, llena eres de Gracia! Es lo que le decimos todos los días y cada día (o es lo que le debíeramos decir) por que así recordamos el mejor día de su vida: la anunciación del nacimiento de su hijo, el Hijo Único de Dios.
Por que (creo) que para toda mujer el día en que sabe que va a ser madre, y sobre todo, cuando es una concepción esperada por mucho tiempo, es no sólo una hermosa noticia, sino la noticia más importante de todas.
Y, para María, como para toda mujer del pueblo judío el nacimiento del Mesías Anunciado y Esperado, era lo que cada una ansiaba y esperaba, pues Él traería la Paz y la Salvación a Su Pueblo. Por eso, en María, el día del Anuncio del Ángel trae dos grandes noticias: va a ser madre y madre del Mesías Salvador. ¿Cuál de las dos es más maravillosa? No creo que María las haya sopesado en ese momento, pero para nosotros las dos son maravillosas por igual, porque el Mesías Salvador nos la dio como Madre de todos los hombres, Madre de Él, Madre mía y Madre tuya.
Así cuando la saludamos a María creo que no hay mejor saludo que el del Ángel, por eso le gusta tanto a María que recemos el Rosario porque cada cuenta, cada Ave María le trae el mejor de los recuerdos de su vida.
Pero también es hermoso para nosotros recordar cada día ese día, y celebrar con Ella el día de la Anunciación, por que así recordamos que nosotros, como Ella, hemos de ser instrumentos dóciles en Manos del Padre, que como Ella el Señor quiere hacer grandes cosas con nosotros sin importar nuestra pequeñez, o mejor dicho, sí importando nuestra pequeñez, porque son los más pequeños y dóciles el Señor puede hacer maravillas.
Y si dejamos que El Señor nos llene cada día con su gracia, como lo hizo con María, veremos en nuestra vidas grandes cosas, podremos alegrarnos como María por haber sido elegido y llamados, podremos como María gozarnos y estremecernos de gozo porque Él miró nuestra pequeñez y quiere hacer protagonistas en la Historia de la Salvación.
Cada Ave María no lleva a aquél día, y nos trae a nuestro día en el que confiados en la intercesión de Nuestra Madre ponemos en Manos del Padre nuestra vida, para que como Ella, siendo obedientes a Su Palabra, llevemos la Vida Nueva que nos ha dado a todos los Hombres, llevemos la Palabra hecha vida en nuestra vida a todos los lugares donde vayamos, para que así podamos ser instrumentos de paz, de amor, de fraternidad, de unidad, de alegría, de esperanza, es decir, como María ser también nosotros el lucero de la mañana que anuncia el día sin ocaso en el que la Humanidad encontrará el Camino que nos conduce al Reino de Dios.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Madurar en Cristo

Dice San Pablo en la carta a los Colosenses:
"Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para que todos lleguen a la madurez en su vida en Cristo: ésta es mi tarea, en la que lucho denodadamente con la fuerza poderosa que él me da".
Creo que nos cuesta entender, aún, que lo que tenemos que hacer es llegar a la "madures en Cristo", es decir a que cada día haya más coherencia en nuestra vida, que nuestra vida se identifique, cada día más, con Cristo por que Él es nuestra Esperanza, Él es nuestra Vida. Claro que lo es para los que creemos en Él y nos llamamos y decimos que somos cristianos.
Pero creo que no llegamos a comprender que ése es nuestro Camino, por que, hoy por hoy, vivimos tan inmersos en la vanidad del mundo, en la superficialidad del mundo que no somos capaces de poder sacrificarnos por defender lo que creemos, por el famoso tema de no discriminar o de no quedar mal con nadie, aceptamos todo: el pecado, la injusticia, la mentira, y así nos hacemos cómplices de la corrupción del mundo.
Si "luchar denodadamente" por el Reino de Dios en la tierra implica tener que distanciarme de alguien o tener que decirle a alguien que ha actuado mal entonces acepto el pecado, la injusticia y la mentira. Pero si alguien hace o dice algo sobre mí ahí sí que no tengo problemas en decir tal o cual cosa sobre esa persona, en ser yo quien tome las riendas de la lucha y vaya contra ella porque ha herido mi orgullo o mi vanidad, o a alguien a quien yo quiero.
Realmente, muchas veces, no entiendo cómo actuamos los cristianos o qué es lo que nos motiva a actuar pues parecemos que el Evangelio y Cristo sea lo que queremos vivir y lo que queremos que los demás alcancen a vivir, pero lo que predicamos no es el Evangelio de Cristo, sino el Evangelio del mundo, o como diría un cantor español "vivo según mi evangelio, el evangelio de los idiotas".
¿Por qué tener que enfrentarnos con lo que predicamos o con lo que vivimos? ¿Por qué la predicación nos lleva a tener que descubrir que estamos actuando mal? Para poder madurar en Cristo, para poder madurar bien y de acuerdo a lo que creemos, por eso San Pablo finaliza el párrafo de hoy diciendo:
"Busco que tengan ánimos y estén compactos en el amor mutuo, para conseguir la plena convicción que da el comprender, y que capten el misterio de Dios. Este misterio es Cristo, en quien están encerrados todos los tesoros del saber y el conocer".
Busquemos la madurez en Cristo, en Su Evangelio, en Su Palabra, no busquemos quedar bien con el mundo. A los que nos llamamos cristianos y creemos en Cristo, sabemos (eso espero) que nada ni nadie más que Dios y su Hijo Jesucristo, nos darán la vida eterna que anhelamos, el Único que nos abrirá las Puertas del Reino es nuestro Señor Jesucristo en quien hemos puesto nuestra esperanza. Pues si a Él no le somos Fieles...

domingo, 6 de septiembre de 2015

Effetá

"Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo:
- «Effetá», esto es: «Ábrete.»
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad".
Si alguna vez hemos prestado atención en la ceremonia de un bautismo, hemos podido escuchar, también, esta palabra "Effetá" aunque no dicha así porque en el rito del bautismo después de recibir el agua bautismal se le dice al nuevo hijo de Dios (haciendo una cruz sobre los oídos y los labios):
"El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre".
Para que, a partir de ese momento, comencemos a escuchar a nuestro Padre Celestial, una actitud que nos han de enseñar nuestros padres y padrinos en la fe. Es lo que cada día hemos de renovar al renovar nuestro bautismo: escuchar Su Palabra y proclamar la Fe.
Es la misión de todo bautizado, una misión que es Gracia y Respuesta. Gracia porque me incorpora a la Familia Divina y abre mi mente y corazón para recibir por mis oídos la Palabra de mi Padre, que ilumina y acompaña mi vivir en santidad. Y Respuesta, porque mi vida es un testimonio vivo de lo que creo, porque "los hombres viendo vuestras buenas obras glorificarán al Padre Celestial", nuestra vida es una predicación constante de lo que creo, porque muchas veces aunque mucho diga y mucho predique, mi vida cotidiana habla más que mis labios y mis gestos y pasos dicen lo que, realmente, estoy creyendo.
Así cuando algo inunda nuestro corazón de gozo y alegría, todo nuestro ser lo expresa, lo manifiesta y se nota y lo notan. Como así también cuando estamos en una profunda tristeza y la oscuridad nubla nuestros deseos de ser.
Por eso, cuando no podamos "escuchar a Dios" recordemos las Palabras de Jesús, que él pronunció sobre mí en el día de mi bautismo: Effetá ¡ábrete!, para que mis oídos y mi corazón vuelvan a abrirse a la Gracia de Dios, y puedan mis labios y mi vida glorificar al Señor.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Nuestra santidad sanará la maldad del mundo

"...gracias a la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo de carne, Dios os ha reconciliado para haceros santos, sin mancha y sin reproche en su presencia.
La condición es que permanezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza del Evangelio que escuchasteis".
Me encanta San Pablo cuando, una y otra vez, insiste en que nos reconozcamos "santos, sin mancha y sin reproche", y no insiste sin tener en cuenta nuestra condición de pecadores e imperfectos, sino que, teniendo en cuenta nuestra condición insiste para que podamos alegrarnos de lo que somos y buscar el camino para llegar a ser.
San Pablo es muy consciente de lo que cuesta el Camino de la santidad, pero no deja que el pecado y la imperfección se interponga en ese caminar y le quite la esperanza de alcanzar la meta. Cuanto más pecador se siente, cuanto más imperfecto se sabe tanto más "combate" contra su propio pecado con la fuerza de la Gracia. Por eso nos dice "la condición es que permanezcáis cimentados y estables en la fe", no podemos dudar de lo que creemos, no podemos dejar que "las nuevas corrientes del mundo" nos muevan los cimientos de nuestra fe, de aquellas cosas que sostienen nuestra vida y nos dan la fuerza para que cada día luchemos por nuestra santidad.
Cuando le permitimos al mundo modificar nuestros dogmas de fe, cuando le permitimos al mundo modificar los consejos evangélicos y aceptamos los consejos mundanos es porque hemos perdido de vista el horizonte de lo que anhelamos, es porque hemos perdido de vista la esperanza a la que hemos sido llamados, porque no somos ciudadanos del mundo, sino que "estamos en el mundo pero no somos del mundo", somos "ciudadanos del Cielo y herederos del Reino Celestial". Por eso combatimos en nuestro cuerpo para alcanzar nuestra propia realidad que no es otra que la santidad de los hijos de Dios, que conociendo y amando a Su Padre viven en armonía y fidelidad a Su Voluntad.
Esa es la Esperanza de la que Jesús nos habla en el Evangelio, la nueva Humanidad Redimida del pecado gracias a su muerte y muerte en la Cruz, gracias a su Resurrección de entre los muertos, gracia a Él hemos sido engendrados a una Vida Nueva libre del pecado y revestida de divinidad, una divinidad que desde el día de nuestro bautismo hemos de ir conservando, madurando hasta llegar a la plenitud en la beatitud celestial. Pero mientras tanto en este Camino viviendo gozando de la grandeza del Amor que Dios nos ha dado al hacernos sus hijos y bendecirnos con toda clase de bienes espirituales y celestiales para que nos mantengamos "santos e irreprochables en su presencia por el amor".
No sólo usemos de esos bienes, sino que gocémonos con esos bienes porque son para nosotros, para que nuestra vida sea una vida santa que ilumine, de vida y esperanza a un mundo que cada día va muriéndose por el pecado de todos.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Hacer nueva nuestra pobreza

En el oficio de lectura San Leon Magno nos habla de la pobreza, y rescato este párrafo:
"El don de esta pobreza se da, pues, en toda clase de hombres y en todas las condiciones en las que el hombre puede vivir, pues pueden ser iguales por el deseo incluso aquellos que por la fortuna son desiguales, y poco importan las diferencias en los bienes terrenos si hay igualdad en las riquezas del espíritu. Bienaventurada es, pues, aquella pobreza que no se siente cautivada por el amor de bienes terrenos ni pone su ambición en acrecentar las riquezas de este mundo, sino que desea más bien los bienes del cielo".
No es necesario ni tener ni tener nada, es necesario descubrir el valor de los bienes del Cielo para encontrar el camino de la pobreza espiritual, pues cuando nos encontramos con los Bienes Celestial todo lo demás lo tenemos por nada, y sólo deseamos lo que Dios desea. Por eso Jesús nos decía: "bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos". Vivimos (o intentamos vivir) poniendo nuestra mirada en las cosas que son esenciales a nuestra vida espiritual, para que lo que día a día hacemos esté iluminado por el brillo del Cielo, pues del Cielo somos al Cielo retornamos.
Así no es necesario saber si en el mundo somos ricos o somos pobres, los bienes materiales son bienes para el hombre que le ayudan a su sostén y a la caridad con sus hermanos, pero no deben ser el fin de nuestra vida, ni el sentido de nuestra vida, porque hoy están y mañana desaparecen, y ninguno de esos bienes nos asegura el Camino hacia la patria verdadera.
Mucho aún nos queda por encontrar el valor de la verdadera pobreza de espíritu, porque mucho nos queda por aceptar el Camino de la Voluntad de Dios, pues estamos muy atados a nuestra propia voluntad y desconfiamos de lo que Dios pueda y quiera pedirnos cada día. Y hoy nos dice Jesús en el Evangelio:
«Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo.
Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean.
A vino nuevo, odres nuevos".
Si queremos ser Hombres Nuevos tenemos que despojarnos de todo aquello que siempre creímos y dejarnos renovar en mente y espíritu por la Palabra de Dios, por el mensaje de Cristo y así, llenos de su Espíritu, poder vivir dispuestos para hacer la Voluntad de Dios. Por que no podemos pegar en nuestras vidas parches cristianos que nos hagan sentir por un momento que hacemos algo bien, sino que debemos renovar nuestra vida a la Luz de Cristo para vivir algo nuevo, para crear un Hombre Nuevo en mí, pero sólo lo podré hacer si estoy dispuesto a despojarme de todo lo que me impide esa total disponibilidad a la Voluntad de Dios, como María: "he aquí la Esclava del Señor, ¡hágase en mí según tu palabra!"

jueves, 3 de septiembre de 2015

Atalayas del Señor

En el Evangelio de hoy escuchamos el llamado de Jesús a Pedro, y la prontitud del seguimiento de los primeros apóstoles, la respuesta rápida al llamado. Del mismo modo que los llamó a ellos nos llama a cada uno de nosotros y, a cada uno, para una misión concreta y específica, pero todos somos apóstoles, enviados al mundo para llevar la Buena Noticia. Este Evangelio lo uno a las palabras de San Gregorio Magno (hoy es su memoria) y él asocia este llamado a aquél mensaje de Dios al profeta en donde le dice que lo pone como Atalaya para el pueblo, dice así:
"Hijo de hombre, te he puesto como atalaya en la casa de Israel. Fijémonos cómo el Señor compara sus predicadores a un atalaya. El atalaya está siempre en un lugar alto para ver desde lejos todo lo que se acerca. Y todo aquel que es puesto como atalaya del pueblo de Dios debe, por su conducta, estar siempre en alto, a fin de preverlo todo y ayudar así a los que tiene bajo su custodia.
Estas palabras que os dirijo resultan muy duras para mí, ya que con ellas me ataco a mí mismo, puesto que ni mis palabras ni mi conducta están a la altura de mi misión".
Cuando nos pensamos como apóstoles, como predicadores, como custodios de la vida de nuestros hermanos por un lado nos gusta poder tener "un cargo de responsabilidad", pues podemos llamar la atención, exhortar, dirigir; pero, por otro lado, como San Gregorio, nos miramos a nosotros mismos y es para nosotros una gran obligación la de tener que estar a la altura de semejante misión. Es ahí cuando descubrimos nuestras imperfecciones y pecado y decimos ¡no esto no puede ser para mí! ¡no soy digno del llamado!
Y, lamentablemente, es cierto que no somos dignos del llamado y siempre vamos a estar en pecado y con imperfecciones. Y eso también lo tiene en cuenta el Señor que nos llamó, pero Él no se fijó en nuestra imperfección, sino que miró la disponibilidad de nuestro corazón y Su Gracia, que es lo más importante para que el Llamado pueda ser dócil a Quien llama y pueda servir a la Palabra de Quien lo ha llamado.
Nosotros como profetas y apóstoles no nos predicamos a nosotros mismos, predicamos y anunciamos la Palabra de Dios para nosotros mismos y para todos los que la quieran escuchar, como dice San Pablo, "a tiempo y a destiempo". Por eso, como San Gregorio, sentimos que las palabras que anunciamos son muy duras, también, para nosotros mismos, pero no podemos dejar de predicarlas porque esa es nuestra misión.
Por eso, finaliza San Gregorio diciendo:
"¿Qué soy yo, por tanto, o qué clase de atalaya soy, que no estoy situado, por mis obras, en lo alto de la montaña, sino que estoy postrado aún en la llanura de mi debilidad? Pero el Creador y Redentor del género humano es bastante poderoso para darme a mí, indigno, la necesaria altura de vida y eficacia de palabra, ya que por su amor, cuando hablo de él, ni a mí mismo me perdono".
Sólo el infinito Amor del Padre puede elegirnos para misión tan elevada, y sólo el Amor Misericordioso del Hijo puede darnos el perdón para purificar nuestro corazón y hacernos partícipes de su misión evangelizadora.

martes, 1 de septiembre de 2015

Para crecer ayuda a crecer a tu hermano

Es muy interesante la Carta de San Pablo a los Tesalonicenses de hoy, porque viendo la "urgencia" que tienen algunos de saber el día y la hora del último día, les dice:
"Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados.
Porque Dios no nos ha destinado al castigo, sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo; él murió por nosotros para que, despiertos o dormidos, vivamos con él.
Por eso, animaos mutuamente y ayudaos unos a otros a crecer, como ya lo hacéis".
Sí, a veces nos preocupamos de algo que nos quita el sueño, la vida y las ganas de vivir. Nos miramos tanto a nosotros mismos que no podemos disfrutar de las cosas que van pasando a nuestro lado, y ¡son tantas y tan hermosas! Y mirarnos tanto a nosotros mismos y pensar en cosas y situaciones que no son propias de los hijos de Dios, nos adormece, nos nubla la vista, el pensamiento y el corazón. Y, finalmente nos obsesionamos tanto con nuestro propio ombligo que somos incapaces de animarnos y ayudarnos unos a otros a crecer.
Seguramente que lo que me preocupa es preocupante pero ¿no será que miro demasiado mi herida y por eso cada día la veo peor? ¿No será que cada día me rasco sobre la misma herida para ver si está curada y cada día la empeoro más? ¡Deja tu herida abierta al Sol de la Justicia y de la Misericordia que el Señor, tu Padre, la sanará.
Es por eso que, ante esta "urgencia" que tenemos muchas veces de nuestras propias cosas y de nuestras propias preocupaciones, San Pablo termina diciéndonos: animaos mutuamente y ayudaos a crecer. ¿Por qué? Por que para salir de nuestro propio dolor tenemos que mirar hacia afuera, descubrir que hay, a nuestro lado, quien me quiere, me aprecia, quien está haciendo muchas cosas por mí y me está dando todo lo que tiene; pero que, además, necesita de mi cariño, de mi atención. Que no todos tienen la obligación de seguir teniéndome lástima, sino que yo también tengo que tener compasión por mis hermanos, porque al limpiar las heridas de mis hermanos, estoy sanando las mías; al ayudar a mis hermanos a superar sus dolores y pecados estoy superando lo míos; por que al aceptar mi Camino puedo ayudar a mis hermanos a que acepten el suyo.
Porque el Señor nos los pidió en cuanto nos invitó a seguirlo: "quien quiera venir en pos de mí, niéguese a si mismo, cargue con su Cruz y sígame". Y negarnos a nosotros mismos es negarnos a nosotros mismos, dejar de pensar en mí, aunque lo que me esté pasando sea muy doloroso, aunque lo que esté viviendo sea muy crucificante, pero el Señor quiere que dejes de pensar en eso, quiere que pienses en tu hermano, y Él se encargará de tu vida. O ¿acaso no crees eso? Quizás te cueste creer en la Providencia de Dios, pero nunca creerás porque nunca lo dejarás actuar a Él como Él quiere actuar.
Ocúpate de tu hermano y verás como el Señor se ocupa de tu vida. Anima a tus hermanos a vivir en la alegría de creer en la Provincia de Dios, y verás cómo Dios te premia con el gozo de aceptar su Providencia en tu vida. Ayuda a tus hermanos a crecer y a encontrar la Luz en medio de las tinieblas y verás cómo el Señor ilumina tu Vida con los rayos del Espíritu para que puedas seguir viviendo con Esperanza en la oscuridad del pecado.
Sí, es difícil dejar de mirarnos y compadecernos a nosotros mismos, pues nuestra vida es nuestra vida; pero si intentamos girar los ojos del corazón hacia el corazón de nuestros hermanos, veremos que la Luz del Señor viene a nuestra vida y Su Vida y la vida de nuestros hermanos dan nuevo brillo a la nuestra.