En aquel tiempo, fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada:
-«¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?»
Cuando algo se nos torna difícil en la vida espiritual, cuando el hacer la Voluntad de Dios no va en el sentido en que queremos llevar nuestra vida, cuando el evangelio nos dice cosas que no queremos escuchar, cuando Dios nos invita a seguirlo más radicalmente ¡y en tantos otros momentos! siempre tenemos una excusa, que nos parece válida, para no escucharlo, para no ir, para no hacer, para no encontrarnos.
En realidad los que lo conocían, seguramente, tenían ganas que Jesús hiciera milagros entre ellos, que pudiera tocarles el corazón como lo hacía en otras ciudades, pero se mezclaba la vanidad de sus pobres corazones y el poco deseo de descubrir que uno de los suyos les pudiera decir cómo tenían que vivir.
Por eso Jesús, en su pueblo, no pudo hacer muchos milagros "por la falta de fe de su gente", no porque Él no lo quisiera ni tuviera el poder para hacerlo.
Y así sucede en nuestras vidas cuando sólo quiero que Dios me diga lo que YO quiero hacer, cuando le exijo a Dios tal milagro o tal acontecimiento, cuando me pongo en exquisito y sólo busco que su Palabra venga de tal o cual persona. Y ¿quién soy yo para ponerle exigencia a Dios? Si realmente quiero vivir siempre encontraré argumentos para hacerlo, siempre tendré los ojos abiertos para ver sus signos y milagros en las simples cosas que me rodean o en las simples palabras de los están junto a mí.
Si soy sincero conmigo mismo y con Dios entonces mi corazón estará atento al suave susurro de su Voz en la brisa de la mañana, o en el suave canto de las aves, en la voz de mi hermano que me quiere, o en la palabra de aquél que se preocupa por mí.
Dios si quiere puede hacer hablar a las piedras, pero no quiere que sea así, quiere que mi corazón sea de niño confiado que sabe que Él siempre estará a mi lado en mis hermanos, y que si le busco con sincero corazón lo encontraré, lo escucharé, me hablará y me responderá, pero debo derribar las barreras de los caprichos personales que buscan donde no hallarán y esperan donde no encontrarán. Por que el pecado nos hace querer lo que ya se me ha dado, y buscar lo que ya he encontrado, pero siempre espero otra cosa, otra palabra, otro amor, otro signo o milagro.
"Generación mala y perversa no se le dará más signo que el de Jonás".
No dejemos que nuestros caprichos y excusas nos priven del encuentro, de la Palabra, de la Vida que el Señor nos quiere dar, porque el gran milagro está en descubrir su Gran Amor, en mirar la Cruz y ver que Él nos amó hasta entregarse por Amor a la muerte y muerte de Cruz, por nosotros y nuestra salvación.
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