martes, 7 de julio de 2015

La batalla continúa...

Esta pelea de Jacob que nos relata el Génesis me hace pensar en las peleas que solemos tener con nosotros mismos o con Dios, entre nuestro querer y Su Voluntad. Hay quienes se pasan la vida luchando para hacer lo que quieren sin hacer caso a la Voluntad de Dios, y hay quienes se pasan la vida luchando contra Dios para decir que no lo conocen o no le creen, para poder no escucharlo y amarlo. Y hay quienes se pasan la vida luchando contra el mundo para poder vivir en Dios.
¿Por qué luchamos? ¿Para qué luchamos? Porque es nuestra propia realidad, no siempre estamos conformes con lo que somos o con lo que tenemos y por eso luchamos para conseguir lo que anhelamos, pues creemos que todo debemos conseguirlo con nuestro esfuerzo, por que seguimos creyendo que "querer es poder", y no nos damos cuenta que no es cierto. O mejor dicho que, a veces, alcanzamos lo que queremos pero que, cuando lo alcanzamos, no es lo que habíamos pensado que lograríamos.
Nos olvidamos que siempre, en una lucha el que gana es el más fuerte, el que tiene mayor fortaleza o mayor capacidad de lucha, o más técnica. Por eso, antes de enfrentarnos a alguien tenemos pensar el por qué, el quién y el para qué.
Aquí, en el relato bíblico Jacob lucha con alguien que lo vence por tener una buena técnica y mayor fortaleza. Pero al perder el que gana le da un premio porque supo enfrentarse y supo perder la batalla. Así Dios le cambio el nombre a Jacob por el de Israel.
¿Cuántas veces hemos luchado contra Dios? ¿Cuántas veces hemos ganado? ¿Cuántas veces hemos reconocido nuestra derrota?
"He combatido el buen combate, he conservado la fe", dice San Pablo. "Hay una lucha constante en mí, mi espíritu que lucha contra mi carne y mi carne contra mi espíritu", sigue diciendo. Porque somos conscientes que hay dos realidades en mí, pues una vez que hemos conocido la Verdad, el Camino y la Vida, sabemos qué es lo que nos conviene, pero también sabemos qué es lo que queremos. Lo que nos conviene está en el orden espiritual y lo que queremos en el orden "carnal", de lo meramente humano. Por eso hay siempre una lucha interna.
¿Cómo ganamos la batalla? ¿Dejaremos alguna vez de luchar con nosotros mismos, con nuestro Dios? El combate interno continuará hasta que podamos librarnos del peso de nuestra humanidad, pero mientras tanto sabemos que podemos dejarnos ganar porque "sabemos en quién hemos puesto nuestra esperanza", "sabemos en Quién confiamos", y por eso dejamos que nos gane el combate y aceptamos Su Voluntad, porque ese es nuestro Camino, y cada batalla perdida a favor de Dios es una batalla ganada para alcanzar la plenitud de nuestra Vida, para alcanzar la concreción de nuestra vocación, la realización del sueño de Dios en nosotros.

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