No me cansaré de repetir una y otra vez lo que hoy San Pablo le dice a los Efesios:
"Hermanos:
Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios".
"Ciudadanos de os santos y miembros de la familia de Dios", menudo título nos ha dado San Pablo, o mejor dicho, menuda realidad que no nos alcanza el pensamiento para imaginar lo que somos y a dónde pertenecemos. Esta simple frase, que no es sólo una frase, sino que es una realidad plena la hemos recibido gratuitamente, pero no es gratuito el conservarla.
Al escribir esto me vino a la cabeza la imagen del programa de TV "Atrapa un millón" (¿qué tendrá que ver, no?) Pues bien, en este programa tienes delante tuyo 1.000.000 de Euros (o pesos si lo ves en argentina) y en cada pregunta puedes ir perdiendo parte o no, depende si aciertas o no la respuesta.
En nuestra vida pasa lo mismo: somos santos y ciudadanos del cielo, pero en cada respuesta que damos en nuestra vida podemos crecer o no, podemos seguir siendo santos o podemos perder nuestra santidad; podemos acercarnos más al cielo al que pertenecemos o podemos alejarnos por otros caminos. Todo depende de la respuesta que vayamos dándole a Dios en cada día.
A medida que avanza el programa las preguntas son más difíciles, porque lo que me están dando es cada vez más grande, y necesito estar siempre atento y preparado para saber qué responder, y en qué momento. Por que para cada pregunta y cada respuesta tengo un tiempo determinado, pasado ese tiempo por más que me sepa la respuesta ya he perdido algo.
Claro que en el programa de la vida contamos con la Misericordia de Dios que, en el programa de TV no existe, pero tampoco Dios tiene ni quiere perder demasiado tiempo con aquellos que no están dispuestos a arriesgar. Pero cuando nos ve arriesgado y decididos a seguir luchando por el premio, Él siempre usa de la misericordia y nos envía las respuestas por medio de alguien o algo, por eso tengo que aprender a estar atento. No tengo que estar con miedo ni con inseguridades, sino con la mirada puesta en Dios y la confianza en su misericordia, porque Él no quiere que perdamos lo que nos ha dado, sino que su deseo es que conservemos la vida que nos dio y la llevemos a plenitud.
Somos nosotros los que muchas veces nos olvidamos de quienes somos y a dónde pertenecemos, y nos quedamos colgados de las maravillas del mundo y nos hacemos uno con el mundo, olvidándonos de las maravillas de los Dones que Dios nos ha dado para vivir en santidad y vivir en la tierra las maravillas del Cielo.
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