"El que tenga oídos que oiga", es la frase con que finaliza Jesús las parábolas. Si estuviera predicando en estos tiempos diría que "no hay peor sordo que el que no quiere oír" porque las parábolas, si bien no dicen un mensaje explícito, dan pie a seguir reflexionando hasta encontrar el sentido de lo que Dios nos quiere decir.
Así nos pasa con las cosas cotidiana. A veces creemos que Dios no nos habla ni nos deja mensajes, claro que no tiene ni Facebook, ni whatsapp, ni messenger, ni móvil ni teléfono fijo, pero en cada acontecimiento, en cada hermano, en Su Palabra y en montón de situaciones Dios nos está hablando pero ¿queremos escuchar lo que Él nos dice?
"En aquellos días, Moisés levantó la tienda de Dios y la plantó fuera, a distancia del campamento, y la llamó «tienda del encuentro». El que tenía que visitar al Señor salía fuera del campamento y se dirigía a la tienda del encuentro".
Por eso Moisés instaló la tienda del encuentra fuera del campamento, había que "ir" hacia Dios, salir de uno mismo para ir al encuentro con Dios. Y es ese paso el que nos queda por recorrer, dar el primer paso para salir del ensimismamiento que tenemos e ir al encuentro del Señor, pues Él nos quiere hablar, pero quiere que dejemos de pensar en lo que queremos, en lo que necesitamos para que podamos entender lo que debemos vivir, pues muchas veces nos encaprichamos con algo y no vemos ni valoramos todo lo que Él hace para que nos sintamos seguros, confiados.
Por eso, como hizo el pueblo de Israel cuando Moisés subió al Monte del Señor, no esperó a que bajara para ver qué es lo que Dios quería, sino que se hizo un becerro de oro para satisfacer su necesidad de "presencia" de un dios, un dios que no me habla, que no dice sino un dios en el que sólo rebotan mis palabras y por eso sólo escucho lo que quiero escuchar, que es mi propia voz, mi propia voluntad.
Es cierto sí que Satanás se encarga, junto a sus secuaces, de sembrar la cizaña en el mundo y en nuestros corazones, pero también en algunos momentos, por no salir de mí mismo e ir a la Tienda del Encuentro con mi Dios, yo solito siembro cizaña en mi corazón y en el de mis hermanos, porque no recojo la semilla de la Palabra de Dios para sembrarla, sino que sólo llevo en mis manos mi propia palabra que está manchada de pecado original, y de mis propios pecados.
No dejes que los pensamientos y las palabras malignas inunden el corazón, acércate al fuego del Espíritu que quemará todo lo malo y dejará sólo lo bueno, aquello que no sirve Él lo consumirá y con el suave calor de su Amor hará crecer los frutos de Dios. Pero sal de tu campamento y ve a la Tienda del Encuentro ahí te espera tu Señor y tu Dios, tu Padre y Protector para darte el mejor abrazo que necesitas y volver a encender la llama de la Esperanza, de la Fe y del Amor.
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