En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó:
-¿«Qué deseas?»
Ella contestó:
-«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
Pero Jesús replicó:
-«No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? »
¿Cuál es el Cáliz del que habla Jesús? En primer lugar se podría decir que es el Cáliz del martirio, de la muerte en Cruz que va a sufrir por cada uno de los hombres, para remisión de nuestros pecados. Pero es cierto que ese momento, el momento de la Cruz, es el final del camino terrenal de Jesús, pero no es todo el Camino.
Por eso me gustaría pensar que el Cáliz al que Jesús se refiere es Su Vida, Su Camino pues toda su Vida ha sido una preparación para llegar a la entrega total, a vivir de modo pleno la obediencia al Padre hasta la muerte y muerte de Cruz. Sería entonces el Cáliz de la Fidelidad a la Voluntad de Dios hasta la entrega total de la vida por Amor a Dios y a los Hombres. Una entrega que no siempre es un martirio cruento (con derramamiento de sangre) pues Juan (el discípulo amado) no murió mártir, pero también bebió del mismo Cáliz, y alcanzó la misma gloria que los demás apóstoles.
Es lo que entendieron Pedro y los apóstoles cuando el Sanedrín les ordenaba que no hablaran más de Jesús y les respondieron así:
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.»
También es cierto que hoy no tenemos quienes nos obliguen a callar como lo hicieron con los apóstoles, aunque algunos sí lo quieren, pero sí el hombre que vive en nosotros nos impide muchas veces hablar, vivir, dar testimonio de lo que verdaderamente somos. El pecado que habita en nosotros nos lleva muchas veces a amoldarnos al mundo, a vivir sus valores, a no reconocer que nuestra vida ya no es cristiana sino que vivimos a dos puntas, a dos velas, honrando al mundo y desconociendo a Cristo que habita en nosotros. Tenemos miedo o, más aún, vergüenza de que nos digan o nos miren o nos señalen por que queremos vivir radicalmente nuestra vida cristiana.
Hoy, más que nunca, tenemos que luchar contra un Hombre que nos quiere llevar a las tinieblas del error, y ese hombre está dentro nuestro y, muchas veces, es más fuerte que los que están fuera y quieren erradicar de la faz de la tierra a Cristo y su Iglesia.
Aceptemos con todas las letras "beber el Cáliz de Cristo" para que la Vida Nueva que Él nos trajo pueda ser realmente Nueva y Vida para que el mundo crea, no en nosotros, sino en Él que por nosotros murió y resucitó.
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