sábado, 6 de junio de 2015

Somos o no somos de Dios?

En un simple texto como el de hoy, Jesús nos enseña a mirar los grandes defectos y pecados del hombre, y la grandeza de la virtud: la riqueza y la soberbia frente a la pobreza y la humildad. Claro que las cuatro y muchas más habitan en el corazón del hombre. Sí, en nuestro corazón cohabitan el pecado y la gracia, la virtud y el defecto; y es nuestro trabajo poder darle hacer que unos reluzcan y otros desaparezcan, o, por lo menos no los cultivemos.
Jesús en este evangelio manifiesta no la riqueza material de los escribas y fariseos, sino la riqueza intelectual que les lleva a la soberbia, al querer mostrarse como mejores que los demás, estar varios escalones encima de todos y desde ahí poder señalar con sus dedos acusadores, y, sobre todo, erigirse como modelos y señores de la verdad. Por eso, en algún momento Jesús le dice a la gente: "haced lo que ellos dicen, pero no lo que ellos hacen", porque anuncian con sinceridad la Palabra de Dios, leen a los Profetas y a Moisés, pero no llevan a la práctica la misericordia y la justicia de Dios, sino que se revisten de su soberbia y vanidad mostrándose como los mejores y no lo son.
Frente a esta realidad, surge esta mirada hacia los que ofrecen sus bienes en el templo. Es una mirada simple de Jesús que busca, en todo momento, una enseñanza: los ricos dan de lo que les sobra, en cambio la viuda dio lo único que tenía. ¿Hay que dar todo y quedarse sin nada? sería una pregunta lógica. Dios quiere que todos seamos pobres materialmente. No, no es esa la idea de Dios, ni de Jesús. Sino que quiere hacer referencia al desprendimiento, al desasimiento de nosotros mismos a la hora de ofrecernos a Dios: "quien quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo". ¿Qué le ofrecemos a Dios de nuestra vida? nos preguntamos habitualmente: ¿una hora? ¿unos minutos? Sin embargo, le tendríamos que ofrecer toda nuestra vida, porque nuestra vida es de Él y a Él volveremos, pero sin embargo, siempre nos preguntamos ¿qué lugar ocupa Dios en nuestra vida?
No tiene que ocupar ningún lugar Dios en nuestra vida, porque nuestra vida, como cristianos, es toda de Dios: "en Dios vivimos, nos movemos y existimos".
La sabiduría del espíritu nos hace pensar en esta realidad: ¿somos o no somos de Dios?, ¿nos mostramos como cristianos llevando nuestros signos (cruces, rosarios...) pero no le damos a Él nuestra vida? ¿Somos como los fariseos que nos gusta mostrarnos o somos como la viuda que le hemos entregado todo al Señor?

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