""Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo, y los de su partido pasarán por ella".
Esto que leemos en este libro es algo que creemos por el Don de la Fe que se nos ha otorgado, y por la transmisión de la Palabra de Dios que hemos recibimos y que creemos. Por eso sabemos que Dios, en el principio no nos creo para la muerte, sino para la vida, pero la Vida en Él, pues la eternidad está en Él y no en este mundo.
Pero, por la envidia y la soberbia, el hombre pecó y con el pecado entró la muerte en el hombre y en el mundo. Una muerte que fue la muerte de la filiación divina, la muerte de la relación con Dios, la muerte de Su Vida en nuestra vida. Por eso, "llegada la plenitud de los tiempos envió Dios a su Hijo Único" y este Hijo, Jesús, para devolvernos la dignidad de ser hijos de Dios "obedeció hasta la muerte y muerte de Cruz", y en su resurrección fuimos salvados. Él nos devolvió la Vida Divina, "por el Hijo fuimos hecho hijos" y "no sólo nos llamamos sino que somos en verdad hijos de Dios".
Por el Don de la Fe creemos, confiamos, aceptamos este gran milagro de la adopción divina que nos da un nuevo sentido a nuestra vida. Por el Don de la Fe somos sostenidos en los momentos de mayor dolor y nos mantenemos en pie, como María frente a la Cruz de Su Hijo. Por el Don de la Fe entregamos nuestros dolores y nuestras fatigas para que el Señor las transforme en Gracia para lo que necesitamos o para lo que necesite, porque nuestra Cruz junto a su Cruz es fuente de Gracia y Salvación. Por el Don de la Fe entregamos nuestras vidas al Amor de Dios y al servicio de los hermanos. Por el Don de la Fe muchos hermanos siguen renunciando a su vida para mantener su vida de Fe, prefieren morir a renunciar a Aquél que les ha dado Su Vida.
Por eso después de cada milagro Jesús le dice a la gente: "tu fe te ha salvado", "que se haga según tu fe", porque no puede Él hacer que el cuerpo permanezca eternamente, pues ese no era el deseo del Padre, sino que la Vida Divina en cada uno permanezca para la eternidad. Y esa Vida la conservamos, la maduramos gracias al Don de la Fe.
Por que ha habido muchos en tiempos de Jesús que no fueron sanados de su lepra, ni muchos ciegos fueron curados de su ceguera, ni muchos muertos fueron resucitados de sus tumbas. No era ese el Plan del Padre, sino hacer que los hombres creyeran en Su Hijo y por el Hijo alcanzaran la Vida Eterna.
Por eso, el Hijo “obedeció hasta la muerte en Cruz” para alcanzarnos, por su resurrección la Vida Eterna, y Su Vida es nuestra vida, para que Fieles a la Vida que Él nos dio podamos vivir “aquí en la tierra como en el Cielo”, porque aquí ya poseemos los bienes que vamos a disfrutar en la eternidad.
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