No son pocas las veces que escuchamos que los curas somos exigentes cuando hablamos de cristianismo, sin saber que no es que nos guste a nosotros ajustar las tuercas en la vida, si no que es Jesús quien nos puso muy alto las exigencias evangélicas. Para muestra el evangelio de hoy:
"Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos.
¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.»
Sabemos que los consejos evangélicos que nos ha dado Jesús para nuestra vida son muy exigentes y concretos, pero sabemos también que lo que aspiramos conseguir no es algo sencillo, sino que es la vida eterna allá y la plenitud de nuestra vida aquí.
Por eso, ya en el antiguo testamento Dios nos va mostrando que en cada momento de la vida tenemos que ir tomando opciones radicales. En el pasaje de hoy (que continua de ayer) vemos como Abrán primero siguió la Palabra de Dios y tuvo que dejar su tierra, su casa, su familia. Y salió hacia nuevas tierras. Y luego, otra vez tuvo que optar por separarse de su hermano, e ir uno para un lado y otro para el otro. Y así hasta alcanzar la Promesa que Dios le había realizado.
Hoy más que nunca tenemos que descubrir el tesoro que es nuestra fe, el valor que los consejos evangélicos le quieren dar a nuestra vida, y cómo podríamos mejorar si vemos en ellos la Palabra de Dios y no la palabra de un hombre. Por que la palabra de los hombres es hoy sí y mañana no, pero la Palabra de Dios permanece para siempre y es Palabra de Vida, que, a pesar de que muchas veces nos provoca dolor el tener que aceptarla, pero es un dolor gozoso por que sabemos que nos dará la vida y el ánimo que necesitamos.
Para muchos cristianos la Palabra de Dios y los consejos evangélicos, son como algo que puedo o no cumplir, porque primero tengo que ser fiel a una profesión, o un color político, o al gusto de la época, o al sentido del mundo, y, muchas veces, a la religión de la persona de la que me he enamorado. Sin pensar que el ser cristiano es lo que me identifica primeramente, es lo que debería iluminar el resto de mi vida, de mi profesión, de mi color político, de mis relaciones humanas, sociales y sentimentales.
Pero, lamentablemente, el cristianismo se convertido en una túnica que visto en algún momento de la vida, sobre todo cuando necesito que la ayuda divina llegue a mi vida, pero cuando ese vestido representa una dificultad para hacer lo que tengo ganas me lo quito; cuando representa una dificultad en mi trabajo me lo quito; cuando me voy de fiesta o "amores" no me lo pongo...
Después de recibir el agua bautismal hay una hermosa parte que es la vestidura blanca, donde dice:
"sois ya hombres nuevos y habéis sido revestidos de Cristo. Que esta vestidura blanca sea signo de vuestra dignidad, y con la ayuda de la palabra y ejemplo de vuestros familiares logréis mantenerla inmaculada hasta la vida eterna".
Y a esto me refiero al intentar cada día mantener la vestidura blanca en nuestra vida, para que todos los días podamos, al levantarnos, revestirnos de Cristo, sin miedos y sin tener vergüenza de ser cristianos.
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