sábado, 13 de junio de 2015

Imitar a la Madre

"Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón".
Siempre que hay una gran solemnidad del Hijo, al día siguiente celebramos un hermoso día de la Madre: ayer fue el Sagrado Corazón de Jesús, hoy el Inmaculado Corazón de María. Dos días que nos hablan de aquello que hay guardado en el corazón de los Hijos del Padre: el Amor Infinito del Padre en el Hijo, el Amor Hermoso de la Madre. Dos Amores que  han sido derramados también en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
Dos Amores que tenemos que seguir conservando y purificando constantemente para que también nosotros podamos derramarlo en los corazones de nuestros hermanos. Porque lo que "gratis se nos ha dado, gratis hemos de darlo", y sabemos que lo que el Padre nos ha regalado es para iluminar, salar y fermentar la vida del mundo. Y no hay mejor regalo de nuestra vida al mundo que el Amor que fue derramado en nuestros corazones.
Hoy, leyendo al Lectura de las Horas me encontré con este hermoso texto de San Lorenzo Justiniani, hablando de María:
"Porque en esto consisten los progresos de la gracia divina, en elevar desde lo más humilde hasta lo más excelso y en ir transformando de resplandor en resplandor. Bienaventurada el alma de la Virgen que, guiada por el magisterio del Espíritu que habitaba en ella, se sometía siempre y en todo a las exigencias de la Palabra de Dios.
Ella no se dejaba llevar por su propio instinto o juicio, sino que su actuación exterior correspondía siempre a las insinuaciones internas de la sabiduría que nace de la fe".
Y finaliza diciendo "imítala tú, alma fiel". Siempre la vida de la madre ha sido una vida a imitar, porque todos llevamos en nuestra vida rasgos de nuestras madres, gestos de nuestros padres que nos han marcado e identificado con ellos. Por eso siempre miremos a Nuestra Madre, y cuando no comprendamos algo, como Ella "conservemos todo en el corazón", pues es en el silencio del corazón donde el Espíritu de Dios nos ayuda a aceptar, comprender, fortalecer y transformar todo lo que vivimos en Gracia, en Sabiduría para que como María podamos seguir el Camino que Él nos pedido recorrer y al que hemos respondido, como Ella: "He aquí la Esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra".

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