Muchas veces escuchamos: "la procesión va por dentro", refiriéndonos a lo que estamos viviendo o a lo que están viviendo otros, en su dolor, en su angustia. Es claro y es cierto, sólo nosotros mismos sabemos qué estamos viviendo, cómo lo estamos viviendo. Pero, también, sabemos qué no estamos viviendo y por qué no lo estamos viviendo.
O... no sólo nosotros, sino también nuestro Padre Celestial sabe lo que estamos viviendo o lo que no estamos viviendo o lo que no queremos vivir. Ni a Él, ni a nosotros nos podemos engañar, aunque creemos que podemos hacerlo, y lo intentamos más de una vez, pero siempre llegamos a la conclusión que no lo podemos engañar, y tampoco nos podemos engañar con lo que estamos viviendo.
Nuestra vida interior es nuestra fuerza, es nuestro sostén, es lo que nos permite vivir de tal o de cual manera, y por eso tenemos que cultivarla, porque es nuestro fundamento, lo que nos identifica. Lo que se ve de nosotros o lo que vemos de los otros, en este mundo que vivimos, muchas veces no dice nada, pero nuestro interior habla mucho y, a ese interior del otro no llegamos a conocerlo. Por eso no puedo ser juez de su interior o de sus intenciones, pero saber y conocer cómo vive.
Pero volvamos a nosotros mismos. Hoy Dios nos dice que demos generosamente y por un lado podemos interpretarlo en sentido material que, en cierto modo, cuando estoy maduro espiritualmente mis obras de caridad son buenas, pero... ¿me entrego yo mismo a Dios, entrego mi tiempo, mi alegría, mi esperanza, soy ayuda para el que me necesita, consuelo para el triste? Es como aquellos que hacen una promesa a Dios o la Virgen y se cortan el pelo o caminan no se cuántos kilómetros, que están bien esas promesas, pero por dentro no han cambiado, no han madurado, no aman más, no perdonan más, no viven en la verdad...
Dios quiere nuestro cambio interior, nuestra fortaleza interior, por eso nos da todos los bienes necesarios para crecer, para madurar, pero no para que sólo nos gloriemos en lo bueno que somos, en lo perfecto que somos, si no para que sepamos entrega cada día más a los demás:
"El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra generosamente, generosamente cosechará.
Cada uno dé como haya decidido su conciencia: no a disgusto ni por compromiso; porque al que da de buena gana lo ama Dios.
Tiene Dios poder para colmaros de toda clase de favores, de modo que, teniendo siempre lo suficiente, os sobre para obras buenas".
Cuanto más nos entregamos más dones nos da el Señor, cuanto más nos dejamos guiar más fortaleza y espíritu nos da, cuando creemos que ya no tenemos nada para dar siempre hay un poco más para entregar para que el Padre nos sigue colmando de bienes en la medida en que los entregamos con generosidad y alegría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.