martes, 16 de junio de 2015

La perfección del Amor

Cuando Jesús decía que no venía a abolir la Ley y los Profetas, si no a darle cumplimiento se refería a esto:
-«Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo.
Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»
No sólo es cumplir la letra de la Ley, sino llevarla a plenitud, para que la vivencia plena de la Ley nos lleve a la vivencia plena de nuestra vida, de nuestro ser, de nuestra persona. Si somos hijos de Dios, y no sólo porque nos llamamos, si no porque lo somos, entonces tendremos que parecernos a nuestro Padre Celestial.
Claro que la perfección que nos pide Jesús no es una perfección intelectual, no es una perfección del sin-pecado, sino que es una perfección en el Amor, porque la vivencia heroica del amor es lo que nos salvará y nos llevará a la santidad.
Cuando hacemos nuestro examen de conciencia, la más de las veces, nos encontraremos repasando los mandamientos y si nos acordamos alguna que otra obra de caridad o misericordia, o algún precepto de la Iglesia. Pero esas prescripciones, se podría decir, que cuando llevamos una vida "normal" las cumplimos casi todas. Sobre todo cuando no ahondamos en la vivencia, sino que nos limitamos al cumplimiento de la Ley: "padre, yo no robo ni mato... no tengo pecado".
Y, Jesús nos pide que miremos más en lo hondo del corazón, o, mejor dicho, en el centro del corazón: en el Amor. Por que una persona sin fe, o alguien que ha rechazado a Dios, o que niega a Dios, también puede "no matar, ni robar", también puede ser bueno: "eso también lo hacen los pecadores y publicanos", dice Jesús.
A nosotros se nos exige más porque se nos ha dado más, Jesús nos entregó su Vida en la Cruz y nos la da, cada día, en la Eucaristía, para que alcancemos la perfección en el amor, para que alcancemos una vida santa. ¿El camino? Vivir en la Voluntad de Dios, no conformarnos con "soy bueno", si no analizar nuestra vida desde el Himno a la Caridad de San Pablo a los Corintios, de descubrir que, aún, en el Camino del Amor podemos ajustar un poco más nuestras exigencias cotidianos, porque el Reino de los Cielos no se construye cumpliendo normas, sino viviendo "en la tierra como en el Cielo".

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