"Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador.
Porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi:
su nombre es santo".
Si hay algo que me emociona y me gusta mucho es el Magnificat, la oración de María, y hoy en el Salmo están sus palabras.
Es cierto que no todas las vidas son iguales, ni todas las vidas son color de rosa, siempre en la vida has rosas y oscuros, hay espinas y flores, lágrimas y risas, dolores y gozos. Hay tiempos de mayores alegrías y tiempos de mayores tristezas, y no hay una fórmula para poder decirle a nadie "tómate tres pastillas de esto y todo pasará", cada uno tiene que buscar su propia receta para poder llevar la vida hacia adelante, sabiendo que todo tiene que tener un sentido, y el sentido es el que yo le doy a las cosas, de acuerdo a lo que quiero vivir.
Cuando lo que queremos vivir es el Camino que nos ha propuesto Jesús: "quien quiera venir detrás de Mí...", sabemos que recorreremos Su Camino y ya conocemos cuál fue su Camino, y cómo el lo recorrió. Y también sabemos que en ese Camino está María, Su Madre y Nuestra Madre, y Ella como nadie sabe y conoce cada paso que Él ha dado y que nosotros daremos con Él. Por eso, Dios quiso que nos quedásemos con estas hermosas palabras de María, porque Ella que supo darse por entero a la Voluntad de Dios, alcanzó la Bienaventuranza en la Tierra y la gloria del Cielo, vivió el gozo del Anuncio y el dolor del Gólgota, la alegría de las Bodas de Canaán y la agonía del juicio de Su Hijo.
Pero sobre todo, y en todo momento, se mantuvo de pie, firme en su fe, firme en su esperanza, firme en amor porque sabía en Quién había puesto su confianza y que, si no entendía o comprendía el por qué de tal o cual situación, "todo lo guardaba y meditaba en su corazón".
La humildad y sencillez mariana nos invitan a la confianza cierta que el Padre siempre estará a nuestro lado cuando nosotros decidimos dejarnos conducir, porque María nos enseñó que siempre que nos hacemos pequeños en manos del Padre, es Él quien nos sostiene y nos lleva y "aunque pase por oscuras quebradas nada temeré porque tú estás conmigo"
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