Hoy me quedo con un párrafo de las Cartas de San Bonifacio:
"No seamos perros mudos, no seamos centinelas silenciosos, no seamos mercenarios que huyen del lobo, sino pastores solícitos que vigilan sobre el rebaño de Cristo, anunciando el designio de Dios a los grandes y a los pequeños, a los ricos y a los pobres, a los hombres de toda condición y de toda edad, en la medida en que Dios nos dé fuerzas, a tiempo y a destiempo, tal como lo escribió san Gregorio en su libro de los pastores de la Iglesia".
Vivimos en un tiempo de tinieblas y oscuridades, donde todo vale y todo es posible, porque tengo el derecho y la libertad de hacer lo que quiero y lo que tengo ganas. Donde todos tienen el derecho de la libertad de expresión, pero no nadie puede decir nada que vaya contra mi libertad de expresión. Un contradicción enorme si las hay.
Muchos enarbolan la bandera de la verdad y les gusta vocear la verdad de norte a sur, y de este a oeste, a tiempo y a destiempo; pero ¡tened cuidado aquellos que quieran decir algo en contra de esa verdad! Nadie puede ir contra la verdad de los que se creen con derecho a decirla.
Hoy vivimos manifestándonos en contra de la violencia contra los niños, contra las mujeres, contra los varones; pero sin embargo los programas de mayor audiencia en las televisiones de los países son los que más denigran a las mujeres, a los varones y hacen vivir un mundo irreal a los niños, en donde todo vale, y donde el insulto, la calumnia y el desprestigio de las personas es el pan cotidiano.
Sí, está muy bien la libertad de expresión. Está muy bien gritar la verdad. Están muy bien las manifestaciones en contra de la violencia. Pero ¿no tendríamos que ser más coherentes entre lo que manifestamos, gritamos y custodiamos y lo que vivimos?
¿Mi verdad es la Verdad? ¿Si yo tengo derechos no los tiene también el que está a mi lado y piensa diferente? ¿No soy causante muchas veces de violencia, de denigrar al otro, de aprobar los malos actos con mi silencio?
En un mundo en tinieblas los que ganan son los que siguen sembrando tinieblas, los que ganan son los que nos confunden, los que nos oprimen con sus derechos y nos obligan a no ejercer los nuestros.
Comencemos a creer que los cristianos hemos sido llamados a ser luz del mundo, no porque seamos la Luz sino porque queremos vivir en la Luz y tenemos el Espíritu que nos da Su Luz. Hemos sido llamados a ser sal en el mundo para evitar que se pudra la Verdad, que se denigre y se pierda la Vida. Por que sabemos cuál es el Camino que el hombre tiene que recorrer para vivir en la plenitud ansiada, para poder construir un Hombre Nuevo que viva Verdaderos Valores Humanos que lo construyan, que le restituyan la belleza original de su ser. Hombres Nuevos que no se dejen vencer por el que tiene más voz, sino que sean la Voz de los que no la tienen o no lo dejan hablar.
Pero, sobre todo, Hombres Nuevos que viven una Vida Nueva porque han sido llamados por Cristo a la Vida Nueva en el Espíritu Santo.
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