"Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo:
- «Os aseguro, el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica".
Cada momento de su vida, y, sobre todo, en las últimas horas de su vida Jesús nos fue dando lecciones sobradas de cómo vivir cuando decimos que todos somos iguales, que todos tenemos la misma dignidad. Porque hoy escuchamos mucho sobre los derechos sobre la dignidad de unos y de otros, escuchamos muchos sobre la igualdad entre todos, pero en el día a día, cuando estamos a pie de calle si puedo pararme encima de mi vecino lo intento. Porque es más quién puede pisar más fuerte, parece que es sólo es digno quien grita primero, o sólo merece la igualdad quién hace más ruido.
Por eso Jesús nos mostró, desde el momento de su concepción en el seno de María, que no sólo nos habló de la dignidad y la igualdad entre los hombres, varones y mujeres, entre razas y naciones, sino que Él mismo se abajó de su condición para mostrarnos que los actos son los que hablan de lo que queremos vivir. Y que no es más quién lava los pies que quien se los deja lavar. Pues lo importante no es lavar o no los pies a mi hermano, sino cómo lo recibo en mi corazón.
Porque sólo el amor vivido en la entrega cotidiana es el que nos hace a todos hermanos, el que nos hace a todos iguales, el que nos da todos la misma dignidad. No habrá leyes humanas que nos hagan a todos iguales, ni leyes humanas que nos den mayo dignidad que la Ley del "ámense los unos a los otros como Yo os he amado", pues sin el amor que llene el corazón de los hombres nunca podremos vivir como iguales, porque siempre buscaremos estar más alto que los demás.
Hoy, en cada lugar, en cada familia, en cada comunidad, en cada país vemos como nos vamos "comiendo" unos con otros, nos vamos convirtiendo en enemigos unos de otros, porque siempre hay algo que me molesta del otro, siempre hay algo que tengo que reclamarle al otro, siempre hay algo que me impide perdonar, que me impide pedir perdón, siempre hay algo que tengo que reclamar, siempre encuentro una excusa para no amar, para no perdonar, para no formar comunidad, para no entregarme a la construcción de un mundo mejor, de un Hombre Nuevo que genere Vida Nueva.
Sí, seguro que esto suena a utopía. Sí, seguro que amar es difícil. Pero no podemos dar por finalizado un período si aún no hemos puesto en práctica aquello que deseamos vivir. Para esto San Agustín nos ayude diciéndonos que:
"Por eso, en ella, todos los miembros tienen entre sí una mutua solicitud: si sufre uno de los miembros, todos los demás sufren .con él, y, si es honrado uno de los miembros, se alegran con él todos los demás. Es porque escuchan y guardan estas palabras: Os doy el mandato nuevo: que os améis mutuamente, no con un amor que degrada, ni con el amor con que se aman los seres humanos por ser humanos, sino con el amor con que se aman porque están deificados y son hijos del Altísimo, de manera que son hermanos de su Hijo único y se aman entre si con el mismo amor con que Cristo los ha amado, para conducirnos hasta aquella meta final en la que encuentran su plenitud y la saciedad de todos los bienes que desean. Entonces, en efecto, todo deseo se verá colmado, cuando Dios lo será todo en todas las cosas.
Este amor es don del mismo que afirma: Como yo os he amado, para que vosotros os améis mutuamente. Por esto nos amó, para que nos amemos unos a otros; con su amor nos ha otorgado el que estemos unidos por el amor mutuo y, unidos los miembros con tan dulce vínculo, seamos el cuerpo de tan excelsa cabeza".
jueves, 30 de abril de 2015
miércoles, 29 de abril de 2015
La sabiduría de ser niños para Dios
Hoy no sabría que párrafo elegir de las lecturas, porque todos me gustan, es uno de esos días donde el Señor llega al corazón y toca lo más íntimo de la sensibilidad, porque nos habla de la confianza, del estar cerca, del no estar preocupados. Pero, en realidad, hay uno que es el que mas me ilumina y el que mas quiero llegar a comprender y vivir:
"En aquel tiempo, exclamó Jesús:
-«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
El espíritu de niños, la sencillez de la vida espiritual, la sabiduría de Dios que no es la sabiduría humana, que no es saberlo todo, que no es complicado entender a Dios, sino que es buscar la fortaleza del Espíritu Santo para poder crecer como niños en Dios.
Generalmente creemos que cuanto más sabemos, o cuanto mas nos hacemos los que sabemos mas posibilidades tenemos de poder llegar a ser grandes, y por eso, cada día intentamos aprender mas para llegar a vivir mejor. Es cierto que en el orden humano, como profesionales en alguna materia, necesitamos estar al día con los avances de la ciencia, con los avances de la modernidad, se podría decir "para que los demás no nos pasen por arriba".
Pero en el orden espiritual no tenemos que hacer cada día más grandes y sabios, sino cada día más niños y sencillos. Y no es porque Dios no nos quiera sabios y fuertes, sino porque nuestra fortaleza no esta en nosotros sino en Su Poder, porque nuestra sabiduría no esta en saber mas sino en confiar mas en Su Providencia. Porque es el Espíritu quien nos hace conocer lo que necesitamos para poder entregarnos, pero primero necesita que confiemos, que nos dispongamos a creer, dejarnos caer en Sus Manos para ser por El colmados con toda clase de dones que nos hagan vivir así Voluntad.
El Espíritu de niños no significa tener razones para creer o para vivir el Evangelio, sino significa que viviendo voy a tener Toda la Luz necesaria para ver en la oscuridad de la Fe. Porque el Padre no nos revela las cosas para que podamos estar cada día más "arriba que nuestros hermanos", sino que nos revela los misterios del Reino para poder vivir cada día con mas intensidad los valores del Reino de los Cielos aquí en la tierra.
Humanamente vivimos preocupados, agobiados, corriendo detrás de un proyecto humano, de una realidad que cada día nos lleva distanciarnos no solo de los nuestros, sino de nosotros mismo. Por eso El Señor nos pide que volvamos a Él, que confiemos en Él, que dejemos que Él nos guíe y nos conduzca, que Él conoce los deseos de nuestro corazón y sabe que es lo que necesitamos para alcanzarlos.
Por eso necesitamos la Fortaleza del Espíritu Santo para renunciar a nosotros mismos, para renunciar a la sabiduría que nos da el mundo y poner nuestra vida en Sus Manos, pues Él es nuestro descanso, nuestro refugio, Él es el Padre que quiere sostener a Sus Hijos y llevarlos de Sus Manos por el Camino de la Visa.
"Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mí yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
"En aquel tiempo, exclamó Jesús:
-«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
El espíritu de niños, la sencillez de la vida espiritual, la sabiduría de Dios que no es la sabiduría humana, que no es saberlo todo, que no es complicado entender a Dios, sino que es buscar la fortaleza del Espíritu Santo para poder crecer como niños en Dios.
Generalmente creemos que cuanto más sabemos, o cuanto mas nos hacemos los que sabemos mas posibilidades tenemos de poder llegar a ser grandes, y por eso, cada día intentamos aprender mas para llegar a vivir mejor. Es cierto que en el orden humano, como profesionales en alguna materia, necesitamos estar al día con los avances de la ciencia, con los avances de la modernidad, se podría decir "para que los demás no nos pasen por arriba".
Pero en el orden espiritual no tenemos que hacer cada día más grandes y sabios, sino cada día más niños y sencillos. Y no es porque Dios no nos quiera sabios y fuertes, sino porque nuestra fortaleza no esta en nosotros sino en Su Poder, porque nuestra sabiduría no esta en saber mas sino en confiar mas en Su Providencia. Porque es el Espíritu quien nos hace conocer lo que necesitamos para poder entregarnos, pero primero necesita que confiemos, que nos dispongamos a creer, dejarnos caer en Sus Manos para ser por El colmados con toda clase de dones que nos hagan vivir así Voluntad.
El Espíritu de niños no significa tener razones para creer o para vivir el Evangelio, sino significa que viviendo voy a tener Toda la Luz necesaria para ver en la oscuridad de la Fe. Porque el Padre no nos revela las cosas para que podamos estar cada día más "arriba que nuestros hermanos", sino que nos revela los misterios del Reino para poder vivir cada día con mas intensidad los valores del Reino de los Cielos aquí en la tierra.
Humanamente vivimos preocupados, agobiados, corriendo detrás de un proyecto humano, de una realidad que cada día nos lleva distanciarnos no solo de los nuestros, sino de nosotros mismo. Por eso El Señor nos pide que volvamos a Él, que confiemos en Él, que dejemos que Él nos guíe y nos conduzca, que Él conoce los deseos de nuestro corazón y sabe que es lo que necesitamos para alcanzarlos.
Por eso necesitamos la Fortaleza del Espíritu Santo para renunciar a nosotros mismos, para renunciar a la sabiduría que nos da el mundo y poner nuestra vida en Sus Manos, pues Él es nuestro descanso, nuestro refugio, Él es el Padre que quiere sostener a Sus Hijos y llevarlos de Sus Manos por el Camino de la Visa.
"Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mí yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
martes, 28 de abril de 2015
Nuestra mejor ofrenda a Dios
Este fin de semana meditábamos en la imagen del Buen Pastor, en el sacerdocio ministerial, y rezábamos por todos los que hemos aceptado este camino, esta vocación, y por los que están siendo llamados para que puedan dar el Si al Señor. Hoy en la lectura del oficio hay un hermoso discurso de San Pedro Crisólogo en el que nos habla del sacerdocio real de todos los bautizados, de todos los cristianos. Dice esto:
"Pero escuchemos ya lo que nos dice el Apóstol: Os exhorto -dice- a presentar vuestros cuerpos. Al rogar así el Apóstol eleva a todos los hombres a la dignidad del sacerdocio: a presentar vuestros cuerpos como hostia viva.
¡Oh inaudita riqueza del sacerdocio cristiano: el hombre es, a la vez, sacerdote y víctima! El cristiano ya no tiene que buscar fuera de sí la ofrenda que debe inmolar a Dios: lleva consigo y en sí mismo lo que va a sacrificar a Dios. Tanto la víctima como el sacerdote permanecen intactos: la víctima sacrificada sigue viviendo, y el sacerdote que presenta el sacrificio no podría matar esta víctima".
Es tanta la riqueza que nos ha dado Jesus en nuestra vida nueva que aun no conocemos todo lo que nuestra entrega y fidelidad pueden lograr en Gracias para el mundo entero. Nuestro sacerdocio real, el de todos los bautizados, nos permite ofrecer cada cosa que vivimos como ofrenda y sacrificio agradable a Dios, por nosotros y por el mundo entero. Pero es una realidad que, si no la conocemos, es ineficaz en nuestra vida; y debemos hacerla eficaz, debemos ofrecer cada día nuestra vida como ofrenda y sacrificio agradable al Señor.
Sigue diciendo: "Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como una hostia viva. Es lo mismo que ya había dicho el profeta: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo".
Este cuerpo que Él me ha dado, esta vida que me ha concedido vivir, y, sobre todas las cosas, la Vida Nueva en el Espíritu que poseo tienen que darme la seguridad y el gozo de saber que nada de lo que viva y Dios me pida vivir no quedara sin recompensa, porque todo lo ofrezco como sacrificio agradable, pero mas agradable es ofrecerle el sacrificio de que, cada día, acepte Su Voluntad, aquí en la tierra como en el Cielo.
Y finalizó con esta última imagen de nuestra vida que nos presenta el santo, para que descubramos la inmensidad de los dones que Él nos ha regalado y que debemos hacerlos fructificar:
"Hombre, procura, pues, ser tú mismo el sacrificio y el sacerdote de Dios. No desprecies lo que el poder de Dios te ha dado y concedido. Revístete con la túnica de la santidad, que la castidad sea tu ceñidor, que Cristo sea el casco de tu cabeza, que la cruz defienda tu frente, que en tu pecho more el conocimiento de los misterios de Dios, que tú oración arda continuamente, como perfume de incienso: toma en tus manos la espada del Espíritu: haz de tu corazón un altar, y así, afianzado en Dios, presenta tu cuerpo al Señor como sacrificio.
Dios te pide la fe, no desea tu muerte; tiene sed de tu entrega, no de tu sangre; se aplaca, no con tu muerte, sino con tu buena voluntad".
"Pero escuchemos ya lo que nos dice el Apóstol: Os exhorto -dice- a presentar vuestros cuerpos. Al rogar así el Apóstol eleva a todos los hombres a la dignidad del sacerdocio: a presentar vuestros cuerpos como hostia viva.
¡Oh inaudita riqueza del sacerdocio cristiano: el hombre es, a la vez, sacerdote y víctima! El cristiano ya no tiene que buscar fuera de sí la ofrenda que debe inmolar a Dios: lleva consigo y en sí mismo lo que va a sacrificar a Dios. Tanto la víctima como el sacerdote permanecen intactos: la víctima sacrificada sigue viviendo, y el sacerdote que presenta el sacrificio no podría matar esta víctima".
Es tanta la riqueza que nos ha dado Jesus en nuestra vida nueva que aun no conocemos todo lo que nuestra entrega y fidelidad pueden lograr en Gracias para el mundo entero. Nuestro sacerdocio real, el de todos los bautizados, nos permite ofrecer cada cosa que vivimos como ofrenda y sacrificio agradable a Dios, por nosotros y por el mundo entero. Pero es una realidad que, si no la conocemos, es ineficaz en nuestra vida; y debemos hacerla eficaz, debemos ofrecer cada día nuestra vida como ofrenda y sacrificio agradable al Señor.
Sigue diciendo: "Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como una hostia viva. Es lo mismo que ya había dicho el profeta: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo".
Este cuerpo que Él me ha dado, esta vida que me ha concedido vivir, y, sobre todas las cosas, la Vida Nueva en el Espíritu que poseo tienen que darme la seguridad y el gozo de saber que nada de lo que viva y Dios me pida vivir no quedara sin recompensa, porque todo lo ofrezco como sacrificio agradable, pero mas agradable es ofrecerle el sacrificio de que, cada día, acepte Su Voluntad, aquí en la tierra como en el Cielo.
Y finalizó con esta última imagen de nuestra vida que nos presenta el santo, para que descubramos la inmensidad de los dones que Él nos ha regalado y que debemos hacerlos fructificar:
"Hombre, procura, pues, ser tú mismo el sacrificio y el sacerdote de Dios. No desprecies lo que el poder de Dios te ha dado y concedido. Revístete con la túnica de la santidad, que la castidad sea tu ceñidor, que Cristo sea el casco de tu cabeza, que la cruz defienda tu frente, que en tu pecho more el conocimiento de los misterios de Dios, que tú oración arda continuamente, como perfume de incienso: toma en tus manos la espada del Espíritu: haz de tu corazón un altar, y así, afianzado en Dios, presenta tu cuerpo al Señor como sacrificio.
Dios te pide la fe, no desea tu muerte; tiene sed de tu entrega, no de tu sangre; se aplaca, no con tu muerte, sino con tu buena voluntad".
lunes, 27 de abril de 2015
Hombres Nuevos, Vida Nueva
"En aquellos días, los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro subió a Jerusalén, los partidarios de la circuncisión le reprocharon:
- «Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos.»
Esta Palabra me hizo acordar a unas palabras del P. Efrain, él nos decía muchas veces: no se para que algunos rezan por la conversión de los pecadores si cuando se convierten y quieren formar parte de la comunidad, les hacen la vida imposible y terminan yéndose.
No siempre estamos dispuestos a modificar nuestra forma de pensar según el evangelio. Algunas veces porque no queremos realizar nuestra propia conversión, y otras veces porque no hemos comprendido que ser cristiano es ser un Hombre Nuevo, con una nueva manera de pensar y de vivir. Aquello que decía Jesus: no se pone vino nuevo en odres viejos, ni se remienda un traje viejo con tela nueva. A vino nuevo odres nuevos, porque finalmente el vino nuevo quebrara el odre viejo.
Nuestra vida, muchas veces tiene muchos remiendos, pero no llega a ser una vida nueva, o llego a ser un Hombre Nuevo, porque le he puesto oye incorporado a mi vida algunos "actos religiosos cristianos", pero no estoy viviendo una vida cristiana.
Por eso cuando se presenta ante mis ojos alguien que, como ocurre con los conversos, quiere vivir radicalmente el cristianismo, comienzo a desatar mis armas de combate, porque su vida ilumina mi pecado, mis faltas.
Cuando Pedro le hablo a la gente y le contó que lo que había hecho era por deseo de Dios, recién ahí se calmaron y comprendieron:
"Con esto se calmaron y alabaron a Dios diciendo:
- «También a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida.»
Nosotros tenemos que entender que lo que escuchamos no es palabra humana, no tendría sentido vivir o cambiar mi vida por un mero proyecto humano. Sino que lo que oímos y queremos vivir es lo que Dios nos ha dicho por los profetas y últimamente por medio de Su Hijo.
Por eso, volvamos al evangelio y descubramos que lo que tenemos que vivir es una Nueva Vida en Cristo Jesus, aceptando Su Llamado y, co. La ayuda de su Gracia, ser Fieles a la Vida que Él nos pide vivir.
- «Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos.»
Esta Palabra me hizo acordar a unas palabras del P. Efrain, él nos decía muchas veces: no se para que algunos rezan por la conversión de los pecadores si cuando se convierten y quieren formar parte de la comunidad, les hacen la vida imposible y terminan yéndose.
No siempre estamos dispuestos a modificar nuestra forma de pensar según el evangelio. Algunas veces porque no queremos realizar nuestra propia conversión, y otras veces porque no hemos comprendido que ser cristiano es ser un Hombre Nuevo, con una nueva manera de pensar y de vivir. Aquello que decía Jesus: no se pone vino nuevo en odres viejos, ni se remienda un traje viejo con tela nueva. A vino nuevo odres nuevos, porque finalmente el vino nuevo quebrara el odre viejo.
Nuestra vida, muchas veces tiene muchos remiendos, pero no llega a ser una vida nueva, o llego a ser un Hombre Nuevo, porque le he puesto oye incorporado a mi vida algunos "actos religiosos cristianos", pero no estoy viviendo una vida cristiana.
Por eso cuando se presenta ante mis ojos alguien que, como ocurre con los conversos, quiere vivir radicalmente el cristianismo, comienzo a desatar mis armas de combate, porque su vida ilumina mi pecado, mis faltas.
Cuando Pedro le hablo a la gente y le contó que lo que había hecho era por deseo de Dios, recién ahí se calmaron y comprendieron:
"Con esto se calmaron y alabaron a Dios diciendo:
- «También a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida.»
Nosotros tenemos que entender que lo que escuchamos no es palabra humana, no tendría sentido vivir o cambiar mi vida por un mero proyecto humano. Sino que lo que oímos y queremos vivir es lo que Dios nos ha dicho por los profetas y últimamente por medio de Su Hijo.
Por eso, volvamos al evangelio y descubramos que lo que tenemos que vivir es una Nueva Vida en Cristo Jesus, aceptando Su Llamado y, co. La ayuda de su Gracia, ser Fieles a la Vida que Él nos pide vivir.
domingo, 26 de abril de 2015
¿Somos ovejas del Buen Pastor?
San Gregorio Magno en una homilía dice lo siguiente:
"Yo soy el buen Pastor, y conozco a mis ovejas, es decir, las amo, y ellas me conocen a mi. Es como si dijese con toda claridad: «Los que me aman me obedecen.» Pues el que no ama la verdad es que todavía no la conoce.
Ya que habéis oído, hermanos, cuál sea nuestro peligro, pensad también, por estas palabras del Señor, cuál es el vuestro. Ved si sois verdaderamente ovejas suyas, ved si de verdad lo conocéis, ved si percibís la luz de la verdad.
Me refiero a la percepción no por la fe, sino por el amor y por las obras. Pues el mismo evangelista Juan, de quien son estas palabras, afirma también: Quien dice: «Yo conozco a Dios», y no guarda sus mandamientos, miente.
Por esto el Señor añade, en este mismo texto: Como el Padre me conoce a mi, yo conozco al Padre y doy mi vida por mis ovejas, lo que equivale a decir: .En esto consiste mi conocimiento del Padre y el conocimiento que el Padre tiene de mí, en que doy mi vida por mis ovejas; esto es, el amor que me hace morir por mis ovejas demuestra hasta qué punto amo al Padre.»
Si bien es el Domingo del Buen Pastor, también es necesario pensar en si somos "buenas ovejas", porque muchas veces queremos tener buenos pastores pero no queremos ser buenas ovejas. En este gran campo del mundo en que vivimos creemos que podemos ser nosotros pastores de nosotros mismos, aunque más de una vez necesitamos del Buen Pastor para que nos tire un cable para no ahogarnos en nuestra propia vida.
Es verdad que no somos los pastores lo mejor que Dios podía haber conseguido, algunos sí, otros no lo somos tanto. Pero también es cierto que no somos los pastores humanos quienes damos la vida a las ovejas del redil del Señor, sino que somos instrumentos en Sus Manos para hacer llegar Su Palabra, Su Gracia, Su Vida. Y, a quien tenemos que seguir es al Pastor Eterno porque Él sí dio Su Vida por nosotros, por cada uno, y nos la vuelve a dar en el Pan de la Eucaristía cada día.
Por eso, nosotros, como ovejas de su redil ¿escuchamos Su Voz? Y si la escuchamos ¿seguimos sus mandatos? Porque seguramente queremos alcanzar la Promesa que Él nos hizo, queremos llegar a la Vida que Él nos prometió; pues bueno, para alcanzar la Promesa y llegar a la Vida tenemos que, no sólo escuchar, sino seguirlo. Y seguirlo por el Camino que Él nos traza, por el Camino de Sus Mandamientos, de Sus Consejos, de Su Vida.
Es no que no logramos entender que no hay un camino alternativo, por que Él mismo lo dijo: Yo soy el Camino, Yo soy la Vida, Yo soy la Verdad.
Hoy, en este Domingo del Buen Pastor no sólo pidamos por nuestros pastores humanos, por nuestros sacerdotes, obispo y Papa, sino que también pidamos por cada uno de nosotros, para que nuestros ojos, oídos y corazón estén puestos siempre en el Buen Pastor que dio Su Vida para que nosotros tuviéramos vida y vida en abundancia, para que siempre y en todo momento tengamos la fortaleza para renunciar a los caminos alternativos y elegir el único Camino que, viviendo en la Verdad, nos conduce a la Vida: Jesús, el Buen Pastor Resucitado.
"Yo soy el buen Pastor, y conozco a mis ovejas, es decir, las amo, y ellas me conocen a mi. Es como si dijese con toda claridad: «Los que me aman me obedecen.» Pues el que no ama la verdad es que todavía no la conoce.
Ya que habéis oído, hermanos, cuál sea nuestro peligro, pensad también, por estas palabras del Señor, cuál es el vuestro. Ved si sois verdaderamente ovejas suyas, ved si de verdad lo conocéis, ved si percibís la luz de la verdad.
Me refiero a la percepción no por la fe, sino por el amor y por las obras. Pues el mismo evangelista Juan, de quien son estas palabras, afirma también: Quien dice: «Yo conozco a Dios», y no guarda sus mandamientos, miente.
Por esto el Señor añade, en este mismo texto: Como el Padre me conoce a mi, yo conozco al Padre y doy mi vida por mis ovejas, lo que equivale a decir: .En esto consiste mi conocimiento del Padre y el conocimiento que el Padre tiene de mí, en que doy mi vida por mis ovejas; esto es, el amor que me hace morir por mis ovejas demuestra hasta qué punto amo al Padre.»
Si bien es el Domingo del Buen Pastor, también es necesario pensar en si somos "buenas ovejas", porque muchas veces queremos tener buenos pastores pero no queremos ser buenas ovejas. En este gran campo del mundo en que vivimos creemos que podemos ser nosotros pastores de nosotros mismos, aunque más de una vez necesitamos del Buen Pastor para que nos tire un cable para no ahogarnos en nuestra propia vida.
Es verdad que no somos los pastores lo mejor que Dios podía haber conseguido, algunos sí, otros no lo somos tanto. Pero también es cierto que no somos los pastores humanos quienes damos la vida a las ovejas del redil del Señor, sino que somos instrumentos en Sus Manos para hacer llegar Su Palabra, Su Gracia, Su Vida. Y, a quien tenemos que seguir es al Pastor Eterno porque Él sí dio Su Vida por nosotros, por cada uno, y nos la vuelve a dar en el Pan de la Eucaristía cada día.
Por eso, nosotros, como ovejas de su redil ¿escuchamos Su Voz? Y si la escuchamos ¿seguimos sus mandatos? Porque seguramente queremos alcanzar la Promesa que Él nos hizo, queremos llegar a la Vida que Él nos prometió; pues bueno, para alcanzar la Promesa y llegar a la Vida tenemos que, no sólo escuchar, sino seguirlo. Y seguirlo por el Camino que Él nos traza, por el Camino de Sus Mandamientos, de Sus Consejos, de Su Vida.
Es no que no logramos entender que no hay un camino alternativo, por que Él mismo lo dijo: Yo soy el Camino, Yo soy la Vida, Yo soy la Verdad.
Hoy, en este Domingo del Buen Pastor no sólo pidamos por nuestros pastores humanos, por nuestros sacerdotes, obispo y Papa, sino que también pidamos por cada uno de nosotros, para que nuestros ojos, oídos y corazón estén puestos siempre en el Buen Pastor que dio Su Vida para que nosotros tuviéramos vida y vida en abundancia, para que siempre y en todo momento tengamos la fortaleza para renunciar a los caminos alternativos y elegir el único Camino que, viviendo en la Verdad, nos conduce a la Vida: Jesús, el Buen Pastor Resucitado.
sábado, 25 de abril de 2015
Siendo niños nos dejamos amar
Para comenzar este día y todos los días, es lindo tener en cuenta estas palabras de San Pedro:
"Queridos hermanos:
Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes. Inclinaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios, para que, a su tiempo, os ensalce. Descargad en él todo vuestro agobio, que él se interesa por vosotros".
Fijaos que lo primero que nos pide es la humildad. Abrir los ojos a nuestra propia realidad, ni más grandes ni más pequeños, nosotros mismos frente al Padre, es decir hijos, y al lado de nuestros hermanos, iguales. Reconocernos hijos pequeños y necesitados, de Dios para que nos de la Gracia de comenzar un nuevo día, no sólo bajo su amparo, sino con la disposición de hacer Su Voluntad; y necesitados de nuestros hermanos, de quienes necesitamos amor y a quienes necesitamos amar, porque sólo el amor ilumina nuestras vidas con su luz, con su alegría, con la seguridad y el consuelo que da saber que tengo alguien que vela por mí, y que tengo a alguien por quien velar.
Así siendo pequeños y amando a nuestros hermanos Dios escuchará mejor nuestros ruegos, porque si sabemos nosotros escuchar a nuestros hermanos, si sabemos nosotros mirar las necesidades de nuestros hermanos, si sabemos responder a sus llamados, a sus necesidades; también el Señor nos escuchará, responderá y, sobre todo, nos amará de la misma manera que nosotros lo hacemos con nuestros hermanos.
Él nos ensalzará, es decir nos tomará en sus Manos y nos llevará junto a Él, nos levantará del plano terrenal y nos llevará al plano divino de Su Amor, para que desde allí podamos ver mejor nuestra vida, y la vida de nuestros hermanos. Mirando todo desde el Corazón de Dios nuestra vida cambia, porque la miramos en su contexto, la miramos en su totalidad, y la miramos desde el Amor.
Podremos descubrir que hay cosas que nosotros no podremos hacer, cosas que nosotros no pudimos hacer si no hubiese sido por su poder, por su amor, por su devoción hacia nosotros. Y, al descubrir esa realidad, sólo nos queda dejarnos conducir, dejar que todos los agobios y cansancios queden en sus manos, por que sólo Él sabe lo que yo necesito, solo Él puede hacer mi vida cobre un nuevo sentido.
Por eso, hagámosle caso a San Pedro, no dejemos que la soberbia del camino nos impida ser amados, por Dios y por nuestros hermanos.
"Queridos hermanos:
Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes. Inclinaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios, para que, a su tiempo, os ensalce. Descargad en él todo vuestro agobio, que él se interesa por vosotros".
Fijaos que lo primero que nos pide es la humildad. Abrir los ojos a nuestra propia realidad, ni más grandes ni más pequeños, nosotros mismos frente al Padre, es decir hijos, y al lado de nuestros hermanos, iguales. Reconocernos hijos pequeños y necesitados, de Dios para que nos de la Gracia de comenzar un nuevo día, no sólo bajo su amparo, sino con la disposición de hacer Su Voluntad; y necesitados de nuestros hermanos, de quienes necesitamos amor y a quienes necesitamos amar, porque sólo el amor ilumina nuestras vidas con su luz, con su alegría, con la seguridad y el consuelo que da saber que tengo alguien que vela por mí, y que tengo a alguien por quien velar.
Así siendo pequeños y amando a nuestros hermanos Dios escuchará mejor nuestros ruegos, porque si sabemos nosotros escuchar a nuestros hermanos, si sabemos nosotros mirar las necesidades de nuestros hermanos, si sabemos responder a sus llamados, a sus necesidades; también el Señor nos escuchará, responderá y, sobre todo, nos amará de la misma manera que nosotros lo hacemos con nuestros hermanos.
Él nos ensalzará, es decir nos tomará en sus Manos y nos llevará junto a Él, nos levantará del plano terrenal y nos llevará al plano divino de Su Amor, para que desde allí podamos ver mejor nuestra vida, y la vida de nuestros hermanos. Mirando todo desde el Corazón de Dios nuestra vida cambia, porque la miramos en su contexto, la miramos en su totalidad, y la miramos desde el Amor.
Podremos descubrir que hay cosas que nosotros no podremos hacer, cosas que nosotros no pudimos hacer si no hubiese sido por su poder, por su amor, por su devoción hacia nosotros. Y, al descubrir esa realidad, sólo nos queda dejarnos conducir, dejar que todos los agobios y cansancios queden en sus manos, por que sólo Él sabe lo que yo necesito, solo Él puede hacer mi vida cobre un nuevo sentido.
Por eso, hagámosle caso a San Pedro, no dejemos que la soberbia del camino nos impida ser amados, por Dios y por nuestros hermanos.
viernes, 24 de abril de 2015
El fuego del Amor quema nuestro pecado
"Ananías contestó:
- «Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén. Además, trae autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre.»
El Señor le dijo:
- «Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas. Yo le enseñaré lo que tiene que sufrir por mi nombre.»
Aunque nosotros queramos ponerla trabas a Dios, Él siempre se las ingenia para derribar esas barreras y hacer de los más grandes pecadores y perseguidores, grandes santos y evangelizadores. No le importa qué hemos hecho, sino qué vamos a hacer. Por eso a cada uno nos llama por nuestro nombre, para darnos a conocer un Camino que nos lleve de la mano de la Verdad hacia una Vida Nueva. Lo que importa es el Camino y hacia dónde me conduce ese Camino, y si estoy dispuesto a recorrerlo.
Por eso, los grandes santos, como San Pablo, después de haber cometido semejantes delitos cuando se encontraron con la Verdad no pudieron resistirse a seguirla, porque en esa Luz encontraron la respuesta a las preguntas que, escondidas en el corazón, siempre estaban buscando respuestas. No importa por dónde haya que pasar o qué cuestas subir o qué dolores enfrentar, lo que importa es encontrar el Camino, o, como en este caso que el Camino me encuentre a mí.
Y, hay otra cosa que también en esta lectura de la conversión de San Pablo es importante, el rol que cumple Ananías que, aunque dudaba de tener que ir al encuentro con Saulo, siendo obediente creyó al Señor, y sin poner por delante el juicio sobre Saulo gracias a la obediencia Saulo se convirtió en Pablo, y así la Buena Nueva llegó a los paganos y gentiles.
Claro que le costó después, a Pablo, poder separarse de su pasado, pero de ese pasado sacó lo mejor y le sirvió para encontrar el cimiento para el futuro, la fuerza necesaria para seguir con la mirada puesta, en cada momento y en los más duros tormentos, en aquél Señor a quien un día persiguió pero que, sin tener en cuenta su pecado, lo amó tanto que aunque le había quitado la vida, Él se la regaló y lo llamó a seguirle.
La prueba del más tierno e infinito Amor que Jesús le demostró fue el abrazo que le devolvió la Vida, la Luz y lo encendió en el Espíritu para que comenzara a ser el Apóstol de los Gentiles.
San Pablo no sólo con sus Cartas, sino con su vida nos ilumina para descubrir que "aunque nuestro pecado sea rojo como la grana" el Amor del Señor "lo deja blanco como la nieve", y quién en un día fue perseguidor y asesino del Señor, por Su Infinito Amor puede ser un santo apóstol encendido por la llama del Espíritu que lleva el "fuego del Señor a incendiar toda la tierra".
- «Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén. Además, trae autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre.»
El Señor le dijo:
- «Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas. Yo le enseñaré lo que tiene que sufrir por mi nombre.»
Aunque nosotros queramos ponerla trabas a Dios, Él siempre se las ingenia para derribar esas barreras y hacer de los más grandes pecadores y perseguidores, grandes santos y evangelizadores. No le importa qué hemos hecho, sino qué vamos a hacer. Por eso a cada uno nos llama por nuestro nombre, para darnos a conocer un Camino que nos lleve de la mano de la Verdad hacia una Vida Nueva. Lo que importa es el Camino y hacia dónde me conduce ese Camino, y si estoy dispuesto a recorrerlo.
Por eso, los grandes santos, como San Pablo, después de haber cometido semejantes delitos cuando se encontraron con la Verdad no pudieron resistirse a seguirla, porque en esa Luz encontraron la respuesta a las preguntas que, escondidas en el corazón, siempre estaban buscando respuestas. No importa por dónde haya que pasar o qué cuestas subir o qué dolores enfrentar, lo que importa es encontrar el Camino, o, como en este caso que el Camino me encuentre a mí.
Y, hay otra cosa que también en esta lectura de la conversión de San Pablo es importante, el rol que cumple Ananías que, aunque dudaba de tener que ir al encuentro con Saulo, siendo obediente creyó al Señor, y sin poner por delante el juicio sobre Saulo gracias a la obediencia Saulo se convirtió en Pablo, y así la Buena Nueva llegó a los paganos y gentiles.
Claro que le costó después, a Pablo, poder separarse de su pasado, pero de ese pasado sacó lo mejor y le sirvió para encontrar el cimiento para el futuro, la fuerza necesaria para seguir con la mirada puesta, en cada momento y en los más duros tormentos, en aquél Señor a quien un día persiguió pero que, sin tener en cuenta su pecado, lo amó tanto que aunque le había quitado la vida, Él se la regaló y lo llamó a seguirle.
La prueba del más tierno e infinito Amor que Jesús le demostró fue el abrazo que le devolvió la Vida, la Luz y lo encendió en el Espíritu para que comenzara a ser el Apóstol de los Gentiles.
San Pablo no sólo con sus Cartas, sino con su vida nos ilumina para descubrir que "aunque nuestro pecado sea rojo como la grana" el Amor del Señor "lo deja blanco como la nieve", y quién en un día fue perseguidor y asesino del Señor, por Su Infinito Amor puede ser un santo apóstol encendido por la llama del Espíritu que lleva el "fuego del Señor a incendiar toda la tierra".
jueves, 23 de abril de 2015
Hoy dile Si a Dios
"Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su viaje lleno de alegría".
Este final de párrafo es el que mas me gusta, porque habla de dos cosas que son importantes en nuestra vida de fe: la disponibilidad al Espíritu Santo y la alegría de vivir en El.
Felipe nos muestra la total disponibilidad del apóstol, no estar atado a sus ideas, pensamientos, seguridades, conflictos, dudas, a nada, simplemente se deja llevar y dejándose llevar permite que el Espíritu haga con el maravillas, como sólo el Espíritu sabe hacerlo.
Porque cuando no renunciamos a nosotros mismos siempre le ponemos trabas a la acción del Espíritu Santo en nosotros, no renunciamos a El, pero siempre hay una excusa o un algo que nos hace decirle: ahora no después, y lo que Dios necesita es apóstoles disponibles, porque "el reino de los Cielos sufre violencia y solo los violentos lo arrebatan". Hoy es el día, no mañana, pues el mañana no existe y tampoco sabes si la Gracia que Dios tenía para disponer hoy mañana te la otorgará, porque se la ha dado a otro que estaba mas dispuesto. Y no es porque Dios no tenga Gracias suficientes sino porque tú no estabas lo suficientemente dispuesto.
Y, como resultado de esa disponibilidad Dios nos la La Paz y la Alegría perfecta, de aquel que supo decir que SÍ en el momento oportuno. La alegría del estar con el alma llena de la Gracia de Dios y de Su Amor, porque ha sido El quien ha obrado en mi y por mi, y sus frutos redundan en La Paz y la Alegría de aquel que se ha dejado conducir. Por eso dice "y siguió su viaje lleno de alegría", tan libre de si mismo que no le importaba no quedarse a la fiesta del bautismo, o que el eunuco le diera las gracias, había sido fiel e hizo lo que Dios quería. Ahora le espera otro día más de fidelidad.
Hoy es nuestro día, no dejemos para luego nuestra respuesta a Dios. Hoy digámosle ¡aquí estoy para hacer Tu Voluntad!
miércoles, 22 de abril de 2015
Los mártires de hoy, nuestro martirio
"Aquel día, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaria".
¿Por qué perseguir y dar muerte a quien predica algo que considero que no es verdad? ¿Por qué matar a alguien por creer que en alguien que digo que no existe? ¿Por qué querer ser parte de una organización que tiene reglas que no quiero cumplir?
Realmente hay muchas incoherencias en los hombres, pero sus persecuciones, insultos, vejaciones y tantos otros ataques nos van diciendo que lo que intentamos vivir con toda nuestra alma es el Camino que marca la diferencia, que hacer ver las oscuridades e ilumina las tinieblas de las cuales no se quiere salir.
Los cristianos de las primeras comunidades tenían el fuego del Espíritu que les hacía seguir predicando, aún en la persecución, seguir cantando aún cuando estaban en el circo en medio de los leones, seguían dando testimonio con su vida y con su muerte.
Hoy esas persecuciones continúan y, aunque sean pequeños flashes informativos (pues parece ser que la matanza de los cristianos no es algo digno de informar) nos damos cuenta que aún siguen dando testimonio, y sus muertes nos llevan a nosotros a preguntarnos si seremos capaces, llegados el momento, de entregar nuestra vida por nuestra fe.
¿Cómo pueden esas personas que seguramente son padres, madres, hijos, hermanos dejar que los maten simplemente por no renunciar a la fe cristiana? ¿Cómo tienen la fuerza para ir a la matanza y no pensar en sus familias, en el dolor de su gente, en lo que van a dejar de vivir?
Es la fuerza del fe. Es el sentido de creer con todo el corazón, con toda la mente, con todo el ser y vivir aquello que realmente es el sentido y la esencia de mi vida. Pero es una vida alimentada con la Vida, es una vida entrega a la Vida, es una vida fortalecida con el Pan de la Vida, porque no se puede ir a la muerte sin estar aferrado a la Vida.
Y nosotros, de este lado del mundo, miramos esa realidad y nos golpeamos el pecho por el dolor, y nos escandalizamos por sus muertes. Pero como en los noticieros pasamos rápidamente a otra noticia y, quizás, nos olvidemos de sus vidas, hasta que llegue otro flash informativo. ¿Cuál es nuestra respuesta ante la matanza de tantos cristianos? ¿Cuál es el testimonio que dan a nuestras vidas y que nos llevan a pensar si nosotros estamos dando un verdadero testimonio? ¿Cuál es la respuesta que damos a las futuras generaciones?
Hoy más que nunca la vida de tantos mártires nos debe hacer pensar en nuestra vida concreta, en nuestra vida de fe, en qué cosas valoramos de nuestro cristianismo, qué cosas hemos dejado de lado por creer a medias, cuántas Gracias hemos dejado de recibir por no vivir en Fidelidad a la Vida que se nos ha dado. Hoy, más que nunca, nuestra vida tiene que ser un testimonio claro y real de lo que creemos, debemos mostrar que la fe que queremos vivir tiene sentido, que da sentido a nuestra vida, que nuestra vida es una vida cristiana de la mañana a la noche, y de la noche a la mañana, pues "ya no soy yo quien vive en mí, sino que es Cristo quien vive en mí".
¿Por qué perseguir y dar muerte a quien predica algo que considero que no es verdad? ¿Por qué matar a alguien por creer que en alguien que digo que no existe? ¿Por qué querer ser parte de una organización que tiene reglas que no quiero cumplir?
Realmente hay muchas incoherencias en los hombres, pero sus persecuciones, insultos, vejaciones y tantos otros ataques nos van diciendo que lo que intentamos vivir con toda nuestra alma es el Camino que marca la diferencia, que hacer ver las oscuridades e ilumina las tinieblas de las cuales no se quiere salir.
Los cristianos de las primeras comunidades tenían el fuego del Espíritu que les hacía seguir predicando, aún en la persecución, seguir cantando aún cuando estaban en el circo en medio de los leones, seguían dando testimonio con su vida y con su muerte.
Hoy esas persecuciones continúan y, aunque sean pequeños flashes informativos (pues parece ser que la matanza de los cristianos no es algo digno de informar) nos damos cuenta que aún siguen dando testimonio, y sus muertes nos llevan a nosotros a preguntarnos si seremos capaces, llegados el momento, de entregar nuestra vida por nuestra fe.
¿Cómo pueden esas personas que seguramente son padres, madres, hijos, hermanos dejar que los maten simplemente por no renunciar a la fe cristiana? ¿Cómo tienen la fuerza para ir a la matanza y no pensar en sus familias, en el dolor de su gente, en lo que van a dejar de vivir?
Es la fuerza del fe. Es el sentido de creer con todo el corazón, con toda la mente, con todo el ser y vivir aquello que realmente es el sentido y la esencia de mi vida. Pero es una vida alimentada con la Vida, es una vida entrega a la Vida, es una vida fortalecida con el Pan de la Vida, porque no se puede ir a la muerte sin estar aferrado a la Vida.
Y nosotros, de este lado del mundo, miramos esa realidad y nos golpeamos el pecho por el dolor, y nos escandalizamos por sus muertes. Pero como en los noticieros pasamos rápidamente a otra noticia y, quizás, nos olvidemos de sus vidas, hasta que llegue otro flash informativo. ¿Cuál es nuestra respuesta ante la matanza de tantos cristianos? ¿Cuál es el testimonio que dan a nuestras vidas y que nos llevan a pensar si nosotros estamos dando un verdadero testimonio? ¿Cuál es la respuesta que damos a las futuras generaciones?
Hoy más que nunca la vida de tantos mártires nos debe hacer pensar en nuestra vida concreta, en nuestra vida de fe, en qué cosas valoramos de nuestro cristianismo, qué cosas hemos dejado de lado por creer a medias, cuántas Gracias hemos dejado de recibir por no vivir en Fidelidad a la Vida que se nos ha dado. Hoy, más que nunca, nuestra vida tiene que ser un testimonio claro y real de lo que creemos, debemos mostrar que la fe que queremos vivir tiene sentido, que da sentido a nuestra vida, que nuestra vida es una vida cristiana de la mañana a la noche, y de la noche a la mañana, pues "ya no soy yo quien vive en mí, sino que es Cristo quien vive en mí".
martes, 21 de abril de 2015
Cuando rechazamos al Espíritu Santo?
"En aquellos días, Esteban decía al pueblo, a los ancianos y a los escribas;
-«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres".
Estas palabras de Esteban no eran principalmente para los que no conocían a Dios, sino, sobre todo, para los que habían aceptado la fe y decían vivir la fe. ¿Por qué? Por que sólo cuando hay una aceptación de la vida de fe uno se puede resistir al Espíritu Santo porque sabe que es el Espíritu Santo quien nos impulsa, quien nos guía, quien nos alienta en la Camino hacia la Voluntad de Dios. Y sólo quien ha aceptado seguir a Cristo sabe que el Camino es Él, que la Vida es Él y que la Verdad es Él, y que a partir del momento en que somos conscientes de que somos cristianos nuestra vida debe ser coherente con lo que somos. Por eso, las palabras de Esteban son para los que nos llamamos cristianos, o para los que decimos profesar un vida de fe.
Nos suele pasar a menudo que rechazamos la acción del Espíritu Santo, consciente o inconscientemente, pero de cualquier manera lo rechazamos, por eso está el pecado de acción y el de omisión.
Pecamos de acción cuando hacemos concretamente actos que van en contra de la Voluntad de Dios, porque conocemos y sabemos cuáles son los mandamientos y cómo debemos vivirlos pero, consciente y voluntariamente, vivimos lo contrario.
Pecamos de omisión cuando sabiendo lo que Dios nos pide hacer o vivir no lo hacemos, no hacemos mal, pero tampoco hacemos bien, simplemente no hacemos nada, o, mejor dicho, somos indiferentes a la Voluntad de Dios que se ha manifestado por medio de una inspiración o la palabra de un hermano.
Además, estamos tan metidos en el mundo que nos da lo mismo vivir como cristianos o no vivir, ser coherentes o no, ser fieles o no, total en el mundo todos hacen lo mismo. Es ahí cuando rechazamos al Espíritu Santo que obra en nosotros, y lo rechazamos conscientes porque tomamos una decisión: vivir de la misma manera que viven los paganos, los que no tienen fe. Decidimos llamarnos cristianos pero no vivir como cristianos sino como paganos que van a actos religiosos.
E inconscientemente lo rechazamos cuando creemos que porque vamos a actos religiosos ya podemos hacer todo lo que sea porque siempre será lo que Dios quiera. Y no le damos lugar al Espíritu, en el silencio, la oración, la reflexión de la Palabra, para que nos guíe, para que nos aliente, para que nos ayude a discernir cuál es la Voluntad de Dios. Queremos ser Fieles pero no lo escuchamos.
Este tiempo, después de la Pascua de Resurrección es un hermoso tiempo, para que, como los apóstoles reunidos en oración con María, estemos a la Espera del Espíritu Santo, porque es en la oración y el silencio cuando lo dejamos hablar, cuando podemos escucharlo, cuando dejamos nuestras vidas en sus Manos para que Él nos lleve y nos alcance sus Dones para vivir en santidad.
-«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres".
Estas palabras de Esteban no eran principalmente para los que no conocían a Dios, sino, sobre todo, para los que habían aceptado la fe y decían vivir la fe. ¿Por qué? Por que sólo cuando hay una aceptación de la vida de fe uno se puede resistir al Espíritu Santo porque sabe que es el Espíritu Santo quien nos impulsa, quien nos guía, quien nos alienta en la Camino hacia la Voluntad de Dios. Y sólo quien ha aceptado seguir a Cristo sabe que el Camino es Él, que la Vida es Él y que la Verdad es Él, y que a partir del momento en que somos conscientes de que somos cristianos nuestra vida debe ser coherente con lo que somos. Por eso, las palabras de Esteban son para los que nos llamamos cristianos, o para los que decimos profesar un vida de fe.
Nos suele pasar a menudo que rechazamos la acción del Espíritu Santo, consciente o inconscientemente, pero de cualquier manera lo rechazamos, por eso está el pecado de acción y el de omisión.
Pecamos de acción cuando hacemos concretamente actos que van en contra de la Voluntad de Dios, porque conocemos y sabemos cuáles son los mandamientos y cómo debemos vivirlos pero, consciente y voluntariamente, vivimos lo contrario.
Pecamos de omisión cuando sabiendo lo que Dios nos pide hacer o vivir no lo hacemos, no hacemos mal, pero tampoco hacemos bien, simplemente no hacemos nada, o, mejor dicho, somos indiferentes a la Voluntad de Dios que se ha manifestado por medio de una inspiración o la palabra de un hermano.
Además, estamos tan metidos en el mundo que nos da lo mismo vivir como cristianos o no vivir, ser coherentes o no, ser fieles o no, total en el mundo todos hacen lo mismo. Es ahí cuando rechazamos al Espíritu Santo que obra en nosotros, y lo rechazamos conscientes porque tomamos una decisión: vivir de la misma manera que viven los paganos, los que no tienen fe. Decidimos llamarnos cristianos pero no vivir como cristianos sino como paganos que van a actos religiosos.
E inconscientemente lo rechazamos cuando creemos que porque vamos a actos religiosos ya podemos hacer todo lo que sea porque siempre será lo que Dios quiera. Y no le damos lugar al Espíritu, en el silencio, la oración, la reflexión de la Palabra, para que nos guíe, para que nos aliente, para que nos ayude a discernir cuál es la Voluntad de Dios. Queremos ser Fieles pero no lo escuchamos.
Este tiempo, después de la Pascua de Resurrección es un hermoso tiempo, para que, como los apóstoles reunidos en oración con María, estemos a la Espera del Espíritu Santo, porque es en la oración y el silencio cuando lo dejamos hablar, cuando podemos escucharlo, cuando dejamos nuestras vidas en sus Manos para que Él nos lleve y nos alcance sus Dones para vivir en santidad.
lunes, 20 de abril de 2015
¿Por qué busco a Jesús?
"Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
- «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús les contestó:
- «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.»
¿Por qué buscamos a Jesús? ¿Por qué recurrimos a Él? ¿Cuáles son nuestros pedidos más repetitivos? Sí, seguramente no lo buscaremos por el pan pues comida no nos falta, pero ¿lo buscamos para alimentar nuestra vida divina o lo buscamos para saciar otras hambres y necesidades?
Vivimos y somos parte de una sociedad materialista y consumista, y por esa misma razón nuestra espiritualidad, si no la "trabajamos" bien se mezcla con lo que vivimos cotidianamente.
Claro que no buscamos tener más y poseer cada día más dinero, pero alimentar nuestro espíritu para vivir más radicalmente el Evangelio, tampoco es nuestra meta cotidiana. El Evangelio, la vida cristiana, el buscar la Voluntad de Dios para mi vida es lo que tiene que ser mi alimento primero.
"Mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre", decía Jesús constantemente, y por eso Él quiere que nosotros también busquemos ese alimento. ¿Por qué? Por que sabe que es el único alimento que nos da la vida eterna, una vida eterna que no sólo está después de nuestra muerte sino que es una vida que llena nuestra vida. Porque cuando nuestra búsqueda está más allá de nuestro horizonte humano, entonces nuestra perspectiva de lo que vivimos es diferente, porque desde el Cielo el árbol no nos tapa el bosque. Desde Dios nuestra vida se ve con otros parámetros. Con Dios nuestra vida cobra otro sentido. En Dios nuestra vida está llena de Luz, Verdad, Amor, Fortaleza y todo lo que necesito para llevar adelante Su Proyecto para mí. Y, si mi vida es para Dios entonces no hay nada que no "venga bien" vivir pues todo es para Su Gloria y mi santificación.
¿Cómo buscar el alimento que no perece? ¿Cómo encontrarnos con el Señor para escuchar Su Voz? Siempre Él se deja encontrar si lo buscamos con sinceridad de corazón, pero para encontrarlo tenemos que salir a su Encuentro en la Palabra, en la Oración, en la Eucaristía. Dejar nuestro reposo y nuestros urgentes quehaceres y dedicarle un tiempo al Señor, retirarnos a Su Presencia para que podamos encontrarle. Claro que hay una pregunta que debo hacerme antes de ir a a Su Encuentro: ¿estoy dispuesto a hacer lo que Él me pida? ¿Estoy dispuesto a renunciar a mí mismo para dejarme conducir de Su Mano y hacer la Voluntad del Padre?
Porque si no hay disposición para seguirlo ¿para qué quiero encontrarle? ¿Para qué quiero estar con Él si en realidad no quiero escucharlo? Por que escucharlo porque simplemente habla lindo no tiene sentido, porque Su Palabra es Verdad, es Vida y, como dice San Pablo "es una espada de doble filo" que corta y discierne, iluminando nuestra vida y haciéndonos ver lo que es de Dios y lo que no, alertándonos de nuestros peligros y de dándonos a conocer el Camino a la Vida.
Por eso, si lo busco a Jesús, en realidad ¿quiero encontrarlo? Y si lo encuentro ¿quiero seguirlo?
- «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús les contestó:
- «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.»
¿Por qué buscamos a Jesús? ¿Por qué recurrimos a Él? ¿Cuáles son nuestros pedidos más repetitivos? Sí, seguramente no lo buscaremos por el pan pues comida no nos falta, pero ¿lo buscamos para alimentar nuestra vida divina o lo buscamos para saciar otras hambres y necesidades?
Vivimos y somos parte de una sociedad materialista y consumista, y por esa misma razón nuestra espiritualidad, si no la "trabajamos" bien se mezcla con lo que vivimos cotidianamente.
Claro que no buscamos tener más y poseer cada día más dinero, pero alimentar nuestro espíritu para vivir más radicalmente el Evangelio, tampoco es nuestra meta cotidiana. El Evangelio, la vida cristiana, el buscar la Voluntad de Dios para mi vida es lo que tiene que ser mi alimento primero.
"Mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre", decía Jesús constantemente, y por eso Él quiere que nosotros también busquemos ese alimento. ¿Por qué? Por que sabe que es el único alimento que nos da la vida eterna, una vida eterna que no sólo está después de nuestra muerte sino que es una vida que llena nuestra vida. Porque cuando nuestra búsqueda está más allá de nuestro horizonte humano, entonces nuestra perspectiva de lo que vivimos es diferente, porque desde el Cielo el árbol no nos tapa el bosque. Desde Dios nuestra vida se ve con otros parámetros. Con Dios nuestra vida cobra otro sentido. En Dios nuestra vida está llena de Luz, Verdad, Amor, Fortaleza y todo lo que necesito para llevar adelante Su Proyecto para mí. Y, si mi vida es para Dios entonces no hay nada que no "venga bien" vivir pues todo es para Su Gloria y mi santificación.
¿Cómo buscar el alimento que no perece? ¿Cómo encontrarnos con el Señor para escuchar Su Voz? Siempre Él se deja encontrar si lo buscamos con sinceridad de corazón, pero para encontrarlo tenemos que salir a su Encuentro en la Palabra, en la Oración, en la Eucaristía. Dejar nuestro reposo y nuestros urgentes quehaceres y dedicarle un tiempo al Señor, retirarnos a Su Presencia para que podamos encontrarle. Claro que hay una pregunta que debo hacerme antes de ir a a Su Encuentro: ¿estoy dispuesto a hacer lo que Él me pida? ¿Estoy dispuesto a renunciar a mí mismo para dejarme conducir de Su Mano y hacer la Voluntad del Padre?
Porque si no hay disposición para seguirlo ¿para qué quiero encontrarle? ¿Para qué quiero estar con Él si en realidad no quiero escucharlo? Por que escucharlo porque simplemente habla lindo no tiene sentido, porque Su Palabra es Verdad, es Vida y, como dice San Pablo "es una espada de doble filo" que corta y discierne, iluminando nuestra vida y haciéndonos ver lo que es de Dios y lo que no, alertándonos de nuestros peligros y de dándonos a conocer el Camino a la Vida.
Por eso, si lo busco a Jesús, en realidad ¿quiero encontrarlo? Y si lo encuentro ¿quiero seguirlo?
domingo, 19 de abril de 2015
Aquí en la tierra como en el Cielo
"Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. El les dijo: - «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»
Cuesta muchas veces creer lo increíble, aunque nos lo hayan contado antes se nos hace difícil entender aquello que va más allá de nuestras capacidades. Y a los discípulos se le hacía difícil llegar a comprender que este que estaba delante de ellos era aquél que habían visto morir en la Cruz y sepultado bajo la roca. Sí, es cierto que algunos dicen que lo han visto, pero... es una situación difícil.
Es difícil porque las cosas que son en el orden de la fe no se pueden entender intelectualmente, con razonamientos puramente humanos, sino gracias al Don del entendimiento. Por eso, en el Evangelio dice que:
"Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras".
Son planos diferentes el natural y el sobrenatural, y nos cuesta, a veces, poder llegar a sobrenaturalizar lo natural, es decir, poder entender o comprender la Voluntad de Dios o Su Palabra, sino lo hacemos desde la oración, desde la reflexión iluminada por el Espíritu Santo.
A partir de ese momento en que Jesús iluminó el entendimiento del los discípulos con Su Don, ellos pudieron comprender lo que tantas veces le había anunciado sobre su pasión, muerte y resurrección. Y, si vamos más adelante en los días, vemos que cuando reciben el Espíritu Santo en Pentecostés no sólo comprenden, sino que tienen la capacidad de predicar y hacer milagros.
"Estáis en el mundo pero no sois del mundo", por eso aunque intentemos de todas las manera posibles entender con criterios del mundo la vida de la fe, las exigencias del evangelio, los consejos evangélicos, la renuncia a nosotros mismos, la entrega diaria, el sacrificio cotidiano y tantas otras cosas más que nos pide o permite Dios, nunca vamos a llegar a comprenderlas, por no son de este mundo sino del Reino de los Cielos. Estamos aquí pero viviendo (aunque imperfectamente) el Reino de los Cielos en la Tierra.
Necesitamos por eso invocar diariamente al Espíritu Santo para que nos ayude a mirar todo desde Dios, que nos ayude a abrir nuestro entendimiento humano a la verdad divina, a la luz de la fe, para que podamos aceptar y vivir "aquí en la tierra como en el Cielo".
Cuesta muchas veces creer lo increíble, aunque nos lo hayan contado antes se nos hace difícil entender aquello que va más allá de nuestras capacidades. Y a los discípulos se le hacía difícil llegar a comprender que este que estaba delante de ellos era aquél que habían visto morir en la Cruz y sepultado bajo la roca. Sí, es cierto que algunos dicen que lo han visto, pero... es una situación difícil.
Es difícil porque las cosas que son en el orden de la fe no se pueden entender intelectualmente, con razonamientos puramente humanos, sino gracias al Don del entendimiento. Por eso, en el Evangelio dice que:
"Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras".
Son planos diferentes el natural y el sobrenatural, y nos cuesta, a veces, poder llegar a sobrenaturalizar lo natural, es decir, poder entender o comprender la Voluntad de Dios o Su Palabra, sino lo hacemos desde la oración, desde la reflexión iluminada por el Espíritu Santo.
A partir de ese momento en que Jesús iluminó el entendimiento del los discípulos con Su Don, ellos pudieron comprender lo que tantas veces le había anunciado sobre su pasión, muerte y resurrección. Y, si vamos más adelante en los días, vemos que cuando reciben el Espíritu Santo en Pentecostés no sólo comprenden, sino que tienen la capacidad de predicar y hacer milagros.
"Estáis en el mundo pero no sois del mundo", por eso aunque intentemos de todas las manera posibles entender con criterios del mundo la vida de la fe, las exigencias del evangelio, los consejos evangélicos, la renuncia a nosotros mismos, la entrega diaria, el sacrificio cotidiano y tantas otras cosas más que nos pide o permite Dios, nunca vamos a llegar a comprenderlas, por no son de este mundo sino del Reino de los Cielos. Estamos aquí pero viviendo (aunque imperfectamente) el Reino de los Cielos en la Tierra.
Necesitamos por eso invocar diariamente al Espíritu Santo para que nos ayude a mirar todo desde Dios, que nos ayude a abrir nuestro entendimiento humano a la verdad divina, a la luz de la fe, para que podamos aceptar y vivir "aquí en la tierra como en el Cielo".
sábado, 18 de abril de 2015
Crecer en la unidad del Amor
Hoy, en la lectura de los Hechos de los apóstoles leemos que:
"En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea".
Siempre hay diferencias entre las personas o grupos de personas, unos opinan una cosa y otros otra. Es lógico cuando todos tenemos una manera diferente de ver las cosas, una manera diferente de vivir, un temperamento y una historia diferente, porque todos somos diferentes, únicos. Porque Dios nos hizo únicos e irrepetibles (¡gracias a Dios!) pero a su vez nos ha pedido que seamos comunidad, que, a pesar de nuestras diferencias busquemos siempre un Ideal Común, un sentir común. Por eso el Señor, antes de volver al Padre nos pidió que "sean uno Padre, como Tú y Yo somos uno", una unidad, un Cuerpo.
Y la imagen de Cuerpo y su definición nos la da muy claramente San Pablo, con la misma imagen de nuestro cuerpo en el que hay una cabeza, un corazón, y un montón de miembros y órganos, que todos son diferentes y con diferentes misiones, pero todos trabajan bajo un mismo pensar, y son alimentados por un mismo corazón.
Por eso cada uno de nosotros no debemos buscar nuestras diferencias con los demás, sino los puntos que nos unen, debemos buscar el Ideal de la Comunidad y nuestro lugar personal en este Cuerpo, que es la Iglesia, nuestra pequeña comunidad (como ciudad, como barrio, como parroquia) dentro de una Comunidad más grande que es la Iglesia particular (diócesis) y la Iglesia Universal.
Teniendo en cuenta que cada uno de nosotros tenemos una misión, desde nuestro pequeño lugar, sea la uña del dedo pequeño del pie o sea el corazón del cuerpo, pero ese lugar y esa misión es importante para todo el Cuerpo, y es una misión que si no la realizo yo nadie la realizará, y, quizás todo lo contrario, alguien se pondrá en mi lugar para hacer que todo el cuerpo funcione mal, se instalará un virus que irá destruyendo de a poco aquella zona que yo debía proteger, cuidar, hacer crecer.
Por eso cuando surgen diferencias debemos buscar cómo solucionarlas, debemos buscar ayuda para que nos den Luz sobre tal o cual problema, claro que lo primero que debo encontrar para solucionar algo es la disposición para que la solución pueda ir en contra de lo que pienso, porque sino nunca voy a encontrar un camino que me conduzca a la paz.
Sigue el relato de los Hechos de los Apóstoles diciendo que ellos encontraron la solución a ese problema, y la vida siguió su curso, y mucho más que eso, comenzó a dar frutos en abundancia.
No nos olvidemos: las diferencias siempre las vamos a encontrar, por eso renunciando a nosotros mismos busquemos el Ideal que nos una y nos ayude a crecer como Cuerpo, como Comunidad de personas que se aman.
"En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea".
Siempre hay diferencias entre las personas o grupos de personas, unos opinan una cosa y otros otra. Es lógico cuando todos tenemos una manera diferente de ver las cosas, una manera diferente de vivir, un temperamento y una historia diferente, porque todos somos diferentes, únicos. Porque Dios nos hizo únicos e irrepetibles (¡gracias a Dios!) pero a su vez nos ha pedido que seamos comunidad, que, a pesar de nuestras diferencias busquemos siempre un Ideal Común, un sentir común. Por eso el Señor, antes de volver al Padre nos pidió que "sean uno Padre, como Tú y Yo somos uno", una unidad, un Cuerpo.
Y la imagen de Cuerpo y su definición nos la da muy claramente San Pablo, con la misma imagen de nuestro cuerpo en el que hay una cabeza, un corazón, y un montón de miembros y órganos, que todos son diferentes y con diferentes misiones, pero todos trabajan bajo un mismo pensar, y son alimentados por un mismo corazón.
Por eso cada uno de nosotros no debemos buscar nuestras diferencias con los demás, sino los puntos que nos unen, debemos buscar el Ideal de la Comunidad y nuestro lugar personal en este Cuerpo, que es la Iglesia, nuestra pequeña comunidad (como ciudad, como barrio, como parroquia) dentro de una Comunidad más grande que es la Iglesia particular (diócesis) y la Iglesia Universal.
Teniendo en cuenta que cada uno de nosotros tenemos una misión, desde nuestro pequeño lugar, sea la uña del dedo pequeño del pie o sea el corazón del cuerpo, pero ese lugar y esa misión es importante para todo el Cuerpo, y es una misión que si no la realizo yo nadie la realizará, y, quizás todo lo contrario, alguien se pondrá en mi lugar para hacer que todo el cuerpo funcione mal, se instalará un virus que irá destruyendo de a poco aquella zona que yo debía proteger, cuidar, hacer crecer.
Por eso cuando surgen diferencias debemos buscar cómo solucionarlas, debemos buscar ayuda para que nos den Luz sobre tal o cual problema, claro que lo primero que debo encontrar para solucionar algo es la disposición para que la solución pueda ir en contra de lo que pienso, porque sino nunca voy a encontrar un camino que me conduzca a la paz.
Sigue el relato de los Hechos de los Apóstoles diciendo que ellos encontraron la solución a ese problema, y la vida siguió su curso, y mucho más que eso, comenzó a dar frutos en abundancia.
No nos olvidemos: las diferencias siempre las vamos a encontrar, por eso renunciando a nosotros mismos busquemos el Ideal que nos una y nos ayude a crecer como Cuerpo, como Comunidad de personas que se aman.
viernes, 17 de abril de 2015
No apaguemos Su Voz
"En el caso presente, mi consejo es éste: No os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se dispersarán; pero, si es cosa de Dios, no lograréis dispersarlos, y os expondríais a luchar contra Dios."
Hoy como ayer son muchos los que intentan callar la voz de Dios, son muchos los que intentan quitar de en medio de la sociedad la Palabra de Dios, y creen que matando, encarcelando o desautorizando a los cristianos y a los católicos lo podrán hacer.
Es cierto que muchos se callan y cierran sus corazones y sus bocas por el miedo a los hombres, por miedo al qué dirán, por miedo al juicio y a ser señalados. También los hay aquellos que sólo son cristianos de figurar y por eso tampoco hablan o predican.
Pero también están aquellos que sin miedo viven y anuncian, que sin miedo día a día buscan el alimento espiritual del Pan de la Vida, para que sus vidas no sean sólo de papel sino que sean de Espíritu, están aquellos que intentan día a día formar sus vidas a imagen de Jesús y vivir los consejos evangélicos.
Por que sabemos que la mano del hombre nunca podrá vencer la Voz de Dios, que la palabra del hombre nunca podrá apagar el fuego del Espíritu, que la bala o el sable del hombre nunca podrá decapitar el Cuerpo Místico de Cristo. Por eso vivimos confiados, seguros de que la Mano del Señor está sobre nosotros y nada nos pasará si Él no lo quiere o lo permite, y todo será para mayor gloria de Su Nombre. Por eso, cuando a los apóstoles los azotaron antes de soltarlos ellos "salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús. Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando el Evangelio de Jesucristo".
Porque es la Palabra la que da Vida, la que cura las heridas, la que fortalece el Espíritu, la que nos enciende en el fuego del Espíritu para que como Jesús con los cinco panes y los dos peces, podamos alimentar a una multitud de personas que estén hambrientas de sentido, de paz, de amor, de verdad, en definitiva alimentar a aquellos que estén con hambre de Dios, y, en estos tiempos, hacer que muchos puedan volver a sentir la presencia de Dios en sus vidas.
No temamos hoy por que muchos quieran destruir el Cuerpo Místico de Cristo, no podrán contra Dios. Temamos más bien porque nosotros no queramos ser Fieles a la Vida que nos ha dado Cristo, pues será nuestra infidelidad la que vaya matando a ese Cuerpo desde dentro, y no los que lo ataquen desde fuera.
Hoy como ayer son muchos los que intentan callar la voz de Dios, son muchos los que intentan quitar de en medio de la sociedad la Palabra de Dios, y creen que matando, encarcelando o desautorizando a los cristianos y a los católicos lo podrán hacer.
Es cierto que muchos se callan y cierran sus corazones y sus bocas por el miedo a los hombres, por miedo al qué dirán, por miedo al juicio y a ser señalados. También los hay aquellos que sólo son cristianos de figurar y por eso tampoco hablan o predican.
Pero también están aquellos que sin miedo viven y anuncian, que sin miedo día a día buscan el alimento espiritual del Pan de la Vida, para que sus vidas no sean sólo de papel sino que sean de Espíritu, están aquellos que intentan día a día formar sus vidas a imagen de Jesús y vivir los consejos evangélicos.
Por que sabemos que la mano del hombre nunca podrá vencer la Voz de Dios, que la palabra del hombre nunca podrá apagar el fuego del Espíritu, que la bala o el sable del hombre nunca podrá decapitar el Cuerpo Místico de Cristo. Por eso vivimos confiados, seguros de que la Mano del Señor está sobre nosotros y nada nos pasará si Él no lo quiere o lo permite, y todo será para mayor gloria de Su Nombre. Por eso, cuando a los apóstoles los azotaron antes de soltarlos ellos "salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús. Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando el Evangelio de Jesucristo".
Porque es la Palabra la que da Vida, la que cura las heridas, la que fortalece el Espíritu, la que nos enciende en el fuego del Espíritu para que como Jesús con los cinco panes y los dos peces, podamos alimentar a una multitud de personas que estén hambrientas de sentido, de paz, de amor, de verdad, en definitiva alimentar a aquellos que estén con hambre de Dios, y, en estos tiempos, hacer que muchos puedan volver a sentir la presencia de Dios en sus vidas.
No temamos hoy por que muchos quieran destruir el Cuerpo Místico de Cristo, no podrán contra Dios. Temamos más bien porque nosotros no queramos ser Fieles a la Vida que nos ha dado Cristo, pues será nuestra infidelidad la que vaya matando a ese Cuerpo desde dentro, y no los que lo ataquen desde fuera.
jueves, 16 de abril de 2015
Obediencia a Dios para todos
"Pedro y los apóstoles replicaron:
- «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres".
Una respuesta muy certera la de Pedro a los Sumos Sacerdotes: la obediencia a Dios. ¿Qué significa para nuestras vidas?
Por mucho tiempo, y quizás hoy mismo, muchos piensen que la obediencia a Dios es algo que sólo tienen que vivir los sacerdotes, religiosos y religiosas, porque ellos han consagrado su vida a Dios y han realizado el voto de obediencia. Pues, sí, de una modo especial nos corresponde a los que hemos consagrado nuestras vidas de un modo especial a Dios vivir de un modo especial los consejos evangélicos.
Pero nos olvidamos de una cosa: los consejos evangélicos de obediencia, pobreza y castidad, los dio Jesús para todo aquél que se decidiera a seguirlo. Y cada quien en su propio estilo de vida: laical o consagrado, lo vivirá de un modo u otro. Pero los consejos evangélicos los tenemos que vivir todos.
Es así que la obediencia a Dios es para todos y cada uno de los que por el bautismo hemos recibido el Espíritu Santo que nos hizo hijos de Dios, y nos consagró como sacerdotes, profetas y reyes, otorgándonos el sacerdocio real de Cristo, por lo que nos llamamos cristianos, seguidores de Cristo (otros Cristos en el mundo) viviendo así lo que para Jesús fue esencial en su vida: "mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre".
Ahora está claro que la obediencia a los hombres no es sólo a los hombres del mundo que nos van "infiltrando" en nuestras cabezas y corazón un modo contrario a la Voluntad de Dios, sino al hombre interior (a mi yo) que, como dice San Pablo, "no hago todo lo que debo sino lo que no quiero". Porque nadie me obliga a vivir de tal o cual modo, sino que uno libremente escoge en cada momento qué hacer, qué decir, cómo vivir. Y juzgo y decido de acuerdo a mis parámetros, de acuerdo a aquello que forma parte de mi vida, de acuerdo a aquello que quiero ser.
Es así que cuando Jesús nos invita a seguirlo, lo primero que nos dice es: "el que quiera venir detrás de mí niéguese a sí mismo..." Negarnos a nosotros mismos para que lo que yo viva no sea lo que yo quiero, sino que sepa escuchar la Voluntad de Dios y obedecerle. Obedecer significa escuchar y actuar en coherencia.
Y aquí vemos cuál es nuestro primer defecto: no sabemos escuchar a Dios, pues Dios es un Dios de silencio, un Dios que necesitamos conocer para saber cómo habla, cuando habla, cómo nos habla. Y el ruido de cada día, los apuros, los agobios, las "necesidades y urgencias" que nos impone el mundo no nos dejan tiempo para dedicarnos a los que es para nosotros vital: tiempo para escuchar a Dios.
Por eso, al no escuchar a Dios nos escuchamos a nosotros mismos, al mundo, depende quien hable más alto, y obedecemos a quien escuchamos. Dejémonos tiempo para el silencio en Dios, dejemos que Su Palabra llene nuestro corazón para que pueda hacer vida en nosotros, así nuestra vida será un vida en Dios, y Dios estará en nuestras vidas, y por nosotros llegará a todos los hombres.
- «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres".
Una respuesta muy certera la de Pedro a los Sumos Sacerdotes: la obediencia a Dios. ¿Qué significa para nuestras vidas?
Por mucho tiempo, y quizás hoy mismo, muchos piensen que la obediencia a Dios es algo que sólo tienen que vivir los sacerdotes, religiosos y religiosas, porque ellos han consagrado su vida a Dios y han realizado el voto de obediencia. Pues, sí, de una modo especial nos corresponde a los que hemos consagrado nuestras vidas de un modo especial a Dios vivir de un modo especial los consejos evangélicos.
Pero nos olvidamos de una cosa: los consejos evangélicos de obediencia, pobreza y castidad, los dio Jesús para todo aquél que se decidiera a seguirlo. Y cada quien en su propio estilo de vida: laical o consagrado, lo vivirá de un modo u otro. Pero los consejos evangélicos los tenemos que vivir todos.
Es así que la obediencia a Dios es para todos y cada uno de los que por el bautismo hemos recibido el Espíritu Santo que nos hizo hijos de Dios, y nos consagró como sacerdotes, profetas y reyes, otorgándonos el sacerdocio real de Cristo, por lo que nos llamamos cristianos, seguidores de Cristo (otros Cristos en el mundo) viviendo así lo que para Jesús fue esencial en su vida: "mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre".
Ahora está claro que la obediencia a los hombres no es sólo a los hombres del mundo que nos van "infiltrando" en nuestras cabezas y corazón un modo contrario a la Voluntad de Dios, sino al hombre interior (a mi yo) que, como dice San Pablo, "no hago todo lo que debo sino lo que no quiero". Porque nadie me obliga a vivir de tal o cual modo, sino que uno libremente escoge en cada momento qué hacer, qué decir, cómo vivir. Y juzgo y decido de acuerdo a mis parámetros, de acuerdo a aquello que forma parte de mi vida, de acuerdo a aquello que quiero ser.
Es así que cuando Jesús nos invita a seguirlo, lo primero que nos dice es: "el que quiera venir detrás de mí niéguese a sí mismo..." Negarnos a nosotros mismos para que lo que yo viva no sea lo que yo quiero, sino que sepa escuchar la Voluntad de Dios y obedecerle. Obedecer significa escuchar y actuar en coherencia.
Y aquí vemos cuál es nuestro primer defecto: no sabemos escuchar a Dios, pues Dios es un Dios de silencio, un Dios que necesitamos conocer para saber cómo habla, cuando habla, cómo nos habla. Y el ruido de cada día, los apuros, los agobios, las "necesidades y urgencias" que nos impone el mundo no nos dejan tiempo para dedicarnos a los que es para nosotros vital: tiempo para escuchar a Dios.
Por eso, al no escuchar a Dios nos escuchamos a nosotros mismos, al mundo, depende quien hable más alto, y obedecemos a quien escuchamos. Dejémonos tiempo para el silencio en Dios, dejemos que Su Palabra llene nuestro corazón para que pueda hacer vida en nosotros, así nuestra vida será un vida en Dios, y Dios estará en nuestras vidas, y por nosotros llegará a todos los hombres.
miércoles, 15 de abril de 2015
El Amor de Dios no se puede encarcelar ni apagar
"En aquellos días, el sumo sacerdote y los de su partido -la secta de los saduceos-, llenos de envidia, mandaron prender a los apóstoles y meterlos en la cárcel común. Pero, por la noche, el ángel del Señor les abrió las puertas de la celda y los sacó fuera, diciéndoles:
- «ld al templo y explicadle allí al pueblo íntegramente este modo de vida.»
La envidia, la santa envidia, la buena envidia, envidia de la sana, aunque queramos suavizar el termino siempre será envidia, y la envidia en todos sus envases nunca es buena para el que la lleva consigo. Aunque sea de la buena o de la sana, siempre será algo que me lleve a creer que lo que el otro hace o dice o tiene es mucho mejor que lo mío, y ello me llevará en un momento u otro a querer quitarle lo que tiene, o a quitarlo del medio de mi vida, pero sí, seguramente me llevará a no valorar suficientemente lo que tengo y vivir mi propia vida, y hacer lo que a mí me toca hacer.
Los apóstoles una vez que estuvieron llenos del Espíritu Santo, después de Pentecostés, comenzaron a evangelizar, a hablar en nombre de Jesús y anunciar la Buena Noticia. En esos momentos de la primera evangelización ellos tenían, porque Jesús se los había dado los dones de sanación y de hacer milagros. Esos dones permitían que la gente les prestara atención y pudieran, por la predicación, reconocer en ellos a Aquél que había dado la Vida por la Salvación de los hombres.
Esos hechos producían escozor en aquellos que no querían ver, en aquellos que habían querido quitar del medio a Jesús, pero, por no creer, se dieron cuenta que ahora "ese Jesús al que ellos habían mandado a la muerte y que había resucitado" vivía y hablaba en sus discípulos. Por eso había que quitarlos de en medio.
Claro que lo Sumos sacerdotes y el Sanedrín no contaban con que lo que los apóstoles estaban haciendo era ser Fieles a Dios, y lo que predicaban y los milagros que hacían, era por el Amor y el Poder de Dios. Y así Dios se vuelve a encargar de que Su Palabra y Su Mensaje no quede encarcelado, las paredes y los barrotes de hierro no pueden impedir que el Mensaje de la Salvación no llegue a los oídos de aquellos que quieran recibirlo.
Así es el Amor de Dios: no se lo puede encerrar, no se lo puede encarcelar, no se lo puede matar. Sí, se matarán los cuerpos de aquellos que han recibido el Amor de Dios, pero esa será una nueva semilla que fertilizará y hará germinar otra vida, y más vidas que seguirán amando, que seguirán viviendo y transmitiendo el Amor de Dios, el Amor del Padre hacia los hijos y el Amor del Hijo a sus hermanos.
Nosotros hemos recibido el Amor de Dios no dejemos que la envidia, el rencor, el espíritu del mundo lo apague, sino que siempre volvamos a recuperar el fuego de ese Amor que da Vida y la da en abundancia, para que lo podamos llevar por donde vayamos sembrando semillas de Nueva Humanidad.
- «ld al templo y explicadle allí al pueblo íntegramente este modo de vida.»
La envidia, la santa envidia, la buena envidia, envidia de la sana, aunque queramos suavizar el termino siempre será envidia, y la envidia en todos sus envases nunca es buena para el que la lleva consigo. Aunque sea de la buena o de la sana, siempre será algo que me lleve a creer que lo que el otro hace o dice o tiene es mucho mejor que lo mío, y ello me llevará en un momento u otro a querer quitarle lo que tiene, o a quitarlo del medio de mi vida, pero sí, seguramente me llevará a no valorar suficientemente lo que tengo y vivir mi propia vida, y hacer lo que a mí me toca hacer.
Los apóstoles una vez que estuvieron llenos del Espíritu Santo, después de Pentecostés, comenzaron a evangelizar, a hablar en nombre de Jesús y anunciar la Buena Noticia. En esos momentos de la primera evangelización ellos tenían, porque Jesús se los había dado los dones de sanación y de hacer milagros. Esos dones permitían que la gente les prestara atención y pudieran, por la predicación, reconocer en ellos a Aquél que había dado la Vida por la Salvación de los hombres.
Esos hechos producían escozor en aquellos que no querían ver, en aquellos que habían querido quitar del medio a Jesús, pero, por no creer, se dieron cuenta que ahora "ese Jesús al que ellos habían mandado a la muerte y que había resucitado" vivía y hablaba en sus discípulos. Por eso había que quitarlos de en medio.
Claro que lo Sumos sacerdotes y el Sanedrín no contaban con que lo que los apóstoles estaban haciendo era ser Fieles a Dios, y lo que predicaban y los milagros que hacían, era por el Amor y el Poder de Dios. Y así Dios se vuelve a encargar de que Su Palabra y Su Mensaje no quede encarcelado, las paredes y los barrotes de hierro no pueden impedir que el Mensaje de la Salvación no llegue a los oídos de aquellos que quieran recibirlo.
Así es el Amor de Dios: no se lo puede encerrar, no se lo puede encarcelar, no se lo puede matar. Sí, se matarán los cuerpos de aquellos que han recibido el Amor de Dios, pero esa será una nueva semilla que fertilizará y hará germinar otra vida, y más vidas que seguirán amando, que seguirán viviendo y transmitiendo el Amor de Dios, el Amor del Padre hacia los hijos y el Amor del Hijo a sus hermanos.
Nosotros hemos recibido el Amor de Dios no dejemos que la envidia, el rencor, el espíritu del mundo lo apague, sino que siempre volvamos a recuperar el fuego de ese Amor que da Vida y la da en abundancia, para que lo podamos llevar por donde vayamos sembrando semillas de Nueva Humanidad.
martes, 14 de abril de 2015
El testimonio de nuestra vida
Me parece fantástica la respuesta que le da Jesús a Nicodemo, cuándo Nicodemo le pregunta cómo se hace para nacer del Espíritu:
«Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio".
Hablar es muy fácil porque todos más o menos sabemos hablar, tenemos conocimientos de algunas cosas, sabemos cosas, nos informamos, y, algunos, más de uno, se creen Maestros del pueblo pues creen que con opinar de todo, que con criticar sin desmayo, que con alzar la voz o gritar, o dar largos discursos saben más que otros que desde su silencio hacen muchas cosas, ofrecen su vida, su trabajo, su sabiduría, su solidaridad, se esfuerzan por construir desde el silencio una sociedad más justa, fraterna y libre.
No somos maestros de nada los que creemos saber de todo, sino que son maestros de la vida aquello que desde su acción de cada día nos ofrecen el testimonio de sus vidas. Porque "obras son amores y no lindas palabras".
Por eso Jesús le sigue diciendo a Nicodemo:
"Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre".
Porque sólo creerán los que quieran creer, los que estén dispuestos a creer. Y así sólo hablarán los que les gusta hablar pero, más de una vez, no moverán un dedo para poder hacer algo que vaya más allá de sus propias vidas. Por eso, el mandamiento que nos dejó Jesús en la Última Cena va más allá de lo que podemos hacer para nosotros mismos: "amaos unos a otros como Yo os he amado". Y Él amó no sólo a los que lo seguían, sino que perdonó a aquellos que lo estaban clavando en la Cruz y lo entregaron a la muerte.
Nuestra vida como discípulos y seguidores de Jesús no es sólo aprender doctrina y saber hablar de Dios o aprendernos la Biblia de memoria, sino que es vivir radicalmente la Voluntad de Dios, ser Fieles a la Vida que Dios nos ha dado y nos ha llamado a vivir, sin mirar si el de al lado vive mejor o peor, porque el Señor me pedirá cuentas a mí de lo que yo he vivido y he entregado, no de lo que ha vivido el de al lado. No estiremos el ojo para mirar la paja del ojo de mi hermano, sino que vivamos intensamente nuestra fe para dar testimonio con nuestra entrega diaria de la santidad que el Padre nos está permitiendo vivir.
"En la medida en que se amen entre ustedes los hombres sabrán que son mis discípulos", por eso en los Hechos de los Apóstoles se dice que:
"En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado".
«Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio".
Hablar es muy fácil porque todos más o menos sabemos hablar, tenemos conocimientos de algunas cosas, sabemos cosas, nos informamos, y, algunos, más de uno, se creen Maestros del pueblo pues creen que con opinar de todo, que con criticar sin desmayo, que con alzar la voz o gritar, o dar largos discursos saben más que otros que desde su silencio hacen muchas cosas, ofrecen su vida, su trabajo, su sabiduría, su solidaridad, se esfuerzan por construir desde el silencio una sociedad más justa, fraterna y libre.
No somos maestros de nada los que creemos saber de todo, sino que son maestros de la vida aquello que desde su acción de cada día nos ofrecen el testimonio de sus vidas. Porque "obras son amores y no lindas palabras".
Por eso Jesús le sigue diciendo a Nicodemo:
"Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre".
Porque sólo creerán los que quieran creer, los que estén dispuestos a creer. Y así sólo hablarán los que les gusta hablar pero, más de una vez, no moverán un dedo para poder hacer algo que vaya más allá de sus propias vidas. Por eso, el mandamiento que nos dejó Jesús en la Última Cena va más allá de lo que podemos hacer para nosotros mismos: "amaos unos a otros como Yo os he amado". Y Él amó no sólo a los que lo seguían, sino que perdonó a aquellos que lo estaban clavando en la Cruz y lo entregaron a la muerte.
Nuestra vida como discípulos y seguidores de Jesús no es sólo aprender doctrina y saber hablar de Dios o aprendernos la Biblia de memoria, sino que es vivir radicalmente la Voluntad de Dios, ser Fieles a la Vida que Dios nos ha dado y nos ha llamado a vivir, sin mirar si el de al lado vive mejor o peor, porque el Señor me pedirá cuentas a mí de lo que yo he vivido y he entregado, no de lo que ha vivido el de al lado. No estiremos el ojo para mirar la paja del ojo de mi hermano, sino que vivamos intensamente nuestra fe para dar testimonio con nuestra entrega diaria de la santidad que el Padre nos está permitiendo vivir.
"En la medida en que se amen entre ustedes los hombres sabrán que son mis discípulos", por eso en los Hechos de los Apóstoles se dice que:
"En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado".
lunes, 13 de abril de 2015
Disponibles para el Señor
Hay dos situaciones que me sorprendieron en estas lecturas. Primero, en los Hechos de los apóstoles, la disposición de los apóstoles a predicar, a anunciar, a pesar de lo que estaban sufriendo de persecuciones:
"Ahora, Señor, mira cómo nos amenazan, y da a tus siervos valentía para anunciar tu palabra; mientras tu brazo realiza curaciones, signos y prodigios, por el nombre de tu santo siervo Jesús.»
"Da a tus siervos valentía para anunciar tu palabra..." hermosa oración para que la adoptemos en nuestra vida. Pero ¿por qué pedían valentía para anunciar? ¿Era tan importante para ellos anunciar la palabra? ¿Qué conseguían predicando? A veces son cosas que no nos preguntamos. Para los primeros apóstoles y discípulos, como para algunos de nosotros, el Amor de Dios que ha descendido a nuestros corazones, la Luz de la Palabra que brilla en nuestra vida nos urgen a no poder callar lo que vivimos, a contar, a comunicar la alegría y el gozo de las Gracias que se nos han dado. Y, claro, cuando vivimos algo tan bueno, tan lleno de vida y de Gracia, no podemos no contarlo porque queremos que todos lleguen a vivir lo que estoy viviendo.
Pero, también, aunque no siempre la Gracia la sienta como un gran gozo en el alma, o pueda llegar a experimentar la cercanía del Señor, tengo que estar disponible para seguir anunciando. Por que, en realidad, además de ser un hermoso sentimiento que experimentamos, es un "mandato" del Señor a los que hemos recibido el Espíritu: "Id al mundo entero y anunciad el Evangelio".
Por eso, la segunda cosa a tener en cuenta es lo que nos habla (y le habla a Nicodemo) el Señor:
"No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.»
Nosotros hemos nacido de nuevo en la fuente bautismal, porque el Espíritu Santo nos transformó en hijos de Dios, y ha sido derramado en nuestros corazones. Y es el Espíritu quien quiere ayudarnos a ser Servidores del Evangelio, quien quiere hablar por nosotros, quien quiere mostrar al mundo la Luz de la Vida Nueva que nos ha dado el Señor con su muerte y resurrección. Por eso el Espíritu nos necesita disponibles, libres de nosotros mismos para llevarnos por donde el Señor nos necesite, para que digamos lo que los hombres necesiten oír, para que anunciemos en todo momento el gozo del Evangelio, la Luz del Espíritu, la alegría de la Vida Nueva en Cristo Jesús.
Dios invita a seguirlo, pero quiere que estemos siempre disponibles para poder hacer Su Voluntad, como María "un cáliz abierto al infinito para ser colmado por la Voluntad de Dios", y tan libres de sí mismos que no le pongamos trabas al Espíritu Santo para que nos conduzca por donde el Señor quiera y los hombres nos necesiten.
"Ahora, Señor, mira cómo nos amenazan, y da a tus siervos valentía para anunciar tu palabra; mientras tu brazo realiza curaciones, signos y prodigios, por el nombre de tu santo siervo Jesús.»
"Da a tus siervos valentía para anunciar tu palabra..." hermosa oración para que la adoptemos en nuestra vida. Pero ¿por qué pedían valentía para anunciar? ¿Era tan importante para ellos anunciar la palabra? ¿Qué conseguían predicando? A veces son cosas que no nos preguntamos. Para los primeros apóstoles y discípulos, como para algunos de nosotros, el Amor de Dios que ha descendido a nuestros corazones, la Luz de la Palabra que brilla en nuestra vida nos urgen a no poder callar lo que vivimos, a contar, a comunicar la alegría y el gozo de las Gracias que se nos han dado. Y, claro, cuando vivimos algo tan bueno, tan lleno de vida y de Gracia, no podemos no contarlo porque queremos que todos lleguen a vivir lo que estoy viviendo.
Pero, también, aunque no siempre la Gracia la sienta como un gran gozo en el alma, o pueda llegar a experimentar la cercanía del Señor, tengo que estar disponible para seguir anunciando. Por que, en realidad, además de ser un hermoso sentimiento que experimentamos, es un "mandato" del Señor a los que hemos recibido el Espíritu: "Id al mundo entero y anunciad el Evangelio".
Por eso, la segunda cosa a tener en cuenta es lo que nos habla (y le habla a Nicodemo) el Señor:
"No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.»
Nosotros hemos nacido de nuevo en la fuente bautismal, porque el Espíritu Santo nos transformó en hijos de Dios, y ha sido derramado en nuestros corazones. Y es el Espíritu quien quiere ayudarnos a ser Servidores del Evangelio, quien quiere hablar por nosotros, quien quiere mostrar al mundo la Luz de la Vida Nueva que nos ha dado el Señor con su muerte y resurrección. Por eso el Espíritu nos necesita disponibles, libres de nosotros mismos para llevarnos por donde el Señor nos necesite, para que digamos lo que los hombres necesiten oír, para que anunciemos en todo momento el gozo del Evangelio, la Luz del Espíritu, la alegría de la Vida Nueva en Cristo Jesús.
Dios invita a seguirlo, pero quiere que estemos siempre disponibles para poder hacer Su Voluntad, como María "un cáliz abierto al infinito para ser colmado por la Voluntad de Dios", y tan libres de sí mismos que no le pongamos trabas al Espíritu Santo para que nos conduzca por donde el Señor quiera y los hombres nos necesiten.
domingo, 12 de abril de 2015
Un corazón misericordioso
San Juan Pablo II, llamó a este II Domingo de Pascua el Domingo de la Divina Misericordia, y el Papa Francisco nos llama a un Año Extraordinario de la Divina Misericordia. Un año para que no solo pensemos y meditemos en la Divina Misericordia, sino un año para que la Misericordia Divina comience a llenar el corazón de los hombres, nuestros corazones.
Sí, porque el mundo necesita que nuestros corazones comiencen a vivir intensamente el Amor de Dios, el Amor Misericordioso de Nuestro Señor, para que comencemos a ser constructores plenos de un Hombre Nuevo, que realice una Nueva Sociedad, un Nuevo Mundo.
¿Cómo? La receta está en el comienzo de la primera lectura de este Domingo, o mejor dicho en todos los párrafos que leemos hoy:
"En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor.
Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno".
Volver a lo que éramos en el origen del cristianismo: vivir unidos en un mismo Ideal, vivir unidos en el mismo Amor, ser una Comunidad de Amor, una Comunidad de personas que se aman porque aman al mismo Dios y Señor, porque creen y confían en el mismo Dios y Señor, porque viven la Voluntad del mismo Dios y Señor.
Y San Juan nos lo reafirma:
"Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo.
Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?"
Amar a Dios no sólo es un sentimiento, sino que es una acción constante que se demuestra en el amor a los hermanos, y no sólo a los que más amamos sino a los que menos nos aman, a nuestros enemigos y perseguidores, por que Él nos amó a nosotros cuando aún estábamos en pecado, cuando lo estábamos clavando en la Cruz Él nos perdonó a todos, porque Él nos demostró claramente cómo es un Corazón Misericordioso, un Corazón que Ama de Verdad.
Este día, y todos los días de este año, sigamos mirando el Corazón de Jesús para que sea Él quien nos hable, quien nos lleve a gustar de su Amor para que invadidos de Su Misericordia aprendamos, vivamos y forjemos en nosotros un corazón fiel a Dios y misericordioso con nuestros hermanos.
Sí, porque el mundo necesita que nuestros corazones comiencen a vivir intensamente el Amor de Dios, el Amor Misericordioso de Nuestro Señor, para que comencemos a ser constructores plenos de un Hombre Nuevo, que realice una Nueva Sociedad, un Nuevo Mundo.
¿Cómo? La receta está en el comienzo de la primera lectura de este Domingo, o mejor dicho en todos los párrafos que leemos hoy:
"En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor.
Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno".
Volver a lo que éramos en el origen del cristianismo: vivir unidos en un mismo Ideal, vivir unidos en el mismo Amor, ser una Comunidad de Amor, una Comunidad de personas que se aman porque aman al mismo Dios y Señor, porque creen y confían en el mismo Dios y Señor, porque viven la Voluntad del mismo Dios y Señor.
Y San Juan nos lo reafirma:
"Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo.
Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?"
Amar a Dios no sólo es un sentimiento, sino que es una acción constante que se demuestra en el amor a los hermanos, y no sólo a los que más amamos sino a los que menos nos aman, a nuestros enemigos y perseguidores, por que Él nos amó a nosotros cuando aún estábamos en pecado, cuando lo estábamos clavando en la Cruz Él nos perdonó a todos, porque Él nos demostró claramente cómo es un Corazón Misericordioso, un Corazón que Ama de Verdad.
Este día, y todos los días de este año, sigamos mirando el Corazón de Jesús para que sea Él quien nos hable, quien nos lleve a gustar de su Amor para que invadidos de Su Misericordia aprendamos, vivamos y forjemos en nosotros un corazón fiel a Dios y misericordioso con nuestros hermanos.
sábado, 11 de abril de 2015
Obedecer a Dios
"Los llamaron y les prohibieron en absoluto predicar y enseñar en nombre de Jesús. Pedro y Juan replicaron:
-«¿Puede aprobar Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de a él? juzgadlo vosotros. Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído.»
A veces es muy duro tener que obedecer a Dios y no a los hombres, no se entiende la Palabra de Dios cuando está fuera del alcance de los deseos de los hombres, fuera de lo que va viviendo el mundo. Pero cuando nos decidimos por querer vivir el cristianismo tenemos que estar atentos a lo que nos dice Dios y no a lo que nos dice el mundo.
Queremos, eso sí, que Dios obre milagros y que esté siempre a nuestro alcance para lo que lo necesitemos, pero no queremos que La Palabra de Dios guíe nuestras vidas. Por eso cuando alguien nos hace ver que tal o cual cosa no es de Dios, no es propio de un cristiano nos hacemos los ofendidos, creemos que no estamos cercanos a la gente, a lo que vive el mundo hoy y, por eso, como los sumos sacerdotes de aquella época intentamos obligar a que no se hable Palabra de Dios.
Varias veces he dicho, y seguiré insistiendo (hasta que me demuestren lo contrario) que si el caminar del mundo fuera bueno se caminaría mejor, y se podrían evitar tantos males que hay hoy. Pero estamos caminando en tinieblas, sin valores permanentes, sin dignidad, sin respeto y sin tantas otras cosas que, creyendo que se hace honor a lo esencial del hombre, cada día el hombre (varón y mujer) están peor.
Pedro y Juan, lo mismo que Jesús, nunca obligaron a nadie a creer, sólo predicaron lo que ellos creían que es Palabra de Dios. Quien la quiera escuchar que la escuche. Quien la quiera vivir que la viva. Y quien la viva que tenga la libertad para vivirla y predicarla. No es obligación creer, pero quien dice creer y, quienes nos llamamos, cristianos tenemos que se claros y coherentes, porque debemos obedecer a Dios antes que a los hombres, a los que están fuera de nosotros que nos quieren hacer callar, y al hombre que está dentro nuestro que, más de una vez, nos invita a no vivir lo que debemos sino a hacer cómplice de las tinieblas del mundo.
"Estáis en el mundo pero no sois del mundo" por eso vivimos en una constante lucha en nuestro interior, como dice San Pablo, en donde nuestro espíritu combate con nuestra carne y nuestra carne contra nuestro espíritu, por eso el Señor nos invitaba en el Huerto de los Olivos a estar atentos y vigilantes, porque "el espíritu está pronto pero la carne es débil".
-«¿Puede aprobar Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de a él? juzgadlo vosotros. Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído.»
A veces es muy duro tener que obedecer a Dios y no a los hombres, no se entiende la Palabra de Dios cuando está fuera del alcance de los deseos de los hombres, fuera de lo que va viviendo el mundo. Pero cuando nos decidimos por querer vivir el cristianismo tenemos que estar atentos a lo que nos dice Dios y no a lo que nos dice el mundo.
Queremos, eso sí, que Dios obre milagros y que esté siempre a nuestro alcance para lo que lo necesitemos, pero no queremos que La Palabra de Dios guíe nuestras vidas. Por eso cuando alguien nos hace ver que tal o cual cosa no es de Dios, no es propio de un cristiano nos hacemos los ofendidos, creemos que no estamos cercanos a la gente, a lo que vive el mundo hoy y, por eso, como los sumos sacerdotes de aquella época intentamos obligar a que no se hable Palabra de Dios.
Varias veces he dicho, y seguiré insistiendo (hasta que me demuestren lo contrario) que si el caminar del mundo fuera bueno se caminaría mejor, y se podrían evitar tantos males que hay hoy. Pero estamos caminando en tinieblas, sin valores permanentes, sin dignidad, sin respeto y sin tantas otras cosas que, creyendo que se hace honor a lo esencial del hombre, cada día el hombre (varón y mujer) están peor.
Pedro y Juan, lo mismo que Jesús, nunca obligaron a nadie a creer, sólo predicaron lo que ellos creían que es Palabra de Dios. Quien la quiera escuchar que la escuche. Quien la quiera vivir que la viva. Y quien la viva que tenga la libertad para vivirla y predicarla. No es obligación creer, pero quien dice creer y, quienes nos llamamos, cristianos tenemos que se claros y coherentes, porque debemos obedecer a Dios antes que a los hombres, a los que están fuera de nosotros que nos quieren hacer callar, y al hombre que está dentro nuestro que, más de una vez, nos invita a no vivir lo que debemos sino a hacer cómplice de las tinieblas del mundo.
"Estáis en el mundo pero no sois del mundo" por eso vivimos en una constante lucha en nuestro interior, como dice San Pablo, en donde nuestro espíritu combate con nuestra carne y nuestra carne contra nuestro espíritu, por eso el Señor nos invitaba en el Huerto de los Olivos a estar atentos y vigilantes, porque "el espíritu está pronto pero la carne es débil".
viernes, 10 de abril de 2015
Reconocer la Voz del Amado
"Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:
- «Es el Señor.»
Siempre el Amor puede ver más allá. Siempre el Amor descubre al amado y sabe escuchar su voz, aunque la distancia y los ruidos ensordezcan los oídos, el corazón siempre escuchará la Voz del Amado.
Este pequeño pasaje del Evangelio nos lleva a pensar en el Amor a nuestro Dios y Señor, porque muchas veces, como Pedro y los otros estamos enfrascados en conseguir algo que va más allá de nuestras posibilidades, pero que será Dios quien nos lo otorgue si le somos obedientes. Podemos ser los más sublimes pescadores, pero si dejamos que Dios nos guíe seguramente, aunque no hayamos pescado en toda la noche, en ese momento se producirá la pesca milagrosa.
Pero, no lo reconocieron cuando les dio la orden de tirar las redes, sino que las tiraron porque ya estaban agotados, cansados, y no tenían nada que perder. Y fue en ese momento en que aquél a quien tanto quería el Señor se dio cuenta de que era Él, y lo anunció a los demás. Es hermoso reconocer entre muchas voces la Voz de aquél que tanto te ama, la Voz del que te quiere de verdad y siempre buscará lo mejor para tí. En cambio quien no te quiere, quien no te ama no buscará tu bien, buscará su propio bien. Y quien sabe del amor lo comunicará a otros: "le dice a Pedro: Es el Señor".
Por que el reconocer Su Voz no es algo que se pueda guardar, el reconocer al Amado no se puede guardar en silencio, porque no es propio del amor quedar oculto, sino que hay que compartirlo para que otros también puedan reconocerlo, puedan gustar de ese Amor que llega al corazón, que hace maravillas dentro de uno y que, a pesar, de donde se esté parado se va en busca de Él: "Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces".
Cuando se lo está esperando, cuando se lo necesita, cuando se escucha Su Voz se deja todo de lado, no importa cómo, cuándo y con quién, lo que importa es ir tras Él, pues es Él quien nos llama, es Él quien nos Ama, es Él quien atrae, por que es Él quien da la Vida.
¿Hay otro Amor que nos de más Vida que aquél que dio Su Vida?
Es cierto, aún nos falta mucho para saber escuchar, para poder descubrir, como Juan, la Voz del Amado aún en la distancia. Pero debemos de intentarlo, debemos intentar continuar escuchándolo, abriendo el corazón a esa Voz Amada que llega, a veces, desde muy lejos, entre la bruma del mundo, entre los rumores de la gente, pero es la Voz que necesita mi corazón, porque Su Voz es la que nos invita a zambullirnos en el mar para llegar hasta la orilla donde está Él, esperándonos para alimentar nuestra vida, nuestros anhelos, para hacernos descubrir su Presencia Salvadora, Su Presencia Resucitada.
Como Juan podemos escucharlo y anunciarlo. Como Pedro podemos escuchar a nuestros hermanos y confiando en su voz ir tras el anuncio y llegar a la orilla donde está Jesús. Como los demás apóstoles podemos remar, siguiendo a Juan y a Pedro que lo reconocieron. Y, como todos juntos, podemos sentarnos junto a Jesús para escucharlo, para compartir como hermanos junto a Él Su Palabra y el alimento que nos reconforta y nutre el alma.
- «Es el Señor.»
Siempre el Amor puede ver más allá. Siempre el Amor descubre al amado y sabe escuchar su voz, aunque la distancia y los ruidos ensordezcan los oídos, el corazón siempre escuchará la Voz del Amado.
Este pequeño pasaje del Evangelio nos lleva a pensar en el Amor a nuestro Dios y Señor, porque muchas veces, como Pedro y los otros estamos enfrascados en conseguir algo que va más allá de nuestras posibilidades, pero que será Dios quien nos lo otorgue si le somos obedientes. Podemos ser los más sublimes pescadores, pero si dejamos que Dios nos guíe seguramente, aunque no hayamos pescado en toda la noche, en ese momento se producirá la pesca milagrosa.
Pero, no lo reconocieron cuando les dio la orden de tirar las redes, sino que las tiraron porque ya estaban agotados, cansados, y no tenían nada que perder. Y fue en ese momento en que aquél a quien tanto quería el Señor se dio cuenta de que era Él, y lo anunció a los demás. Es hermoso reconocer entre muchas voces la Voz de aquél que tanto te ama, la Voz del que te quiere de verdad y siempre buscará lo mejor para tí. En cambio quien no te quiere, quien no te ama no buscará tu bien, buscará su propio bien. Y quien sabe del amor lo comunicará a otros: "le dice a Pedro: Es el Señor".
Por que el reconocer Su Voz no es algo que se pueda guardar, el reconocer al Amado no se puede guardar en silencio, porque no es propio del amor quedar oculto, sino que hay que compartirlo para que otros también puedan reconocerlo, puedan gustar de ese Amor que llega al corazón, que hace maravillas dentro de uno y que, a pesar, de donde se esté parado se va en busca de Él: "Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces".
Cuando se lo está esperando, cuando se lo necesita, cuando se escucha Su Voz se deja todo de lado, no importa cómo, cuándo y con quién, lo que importa es ir tras Él, pues es Él quien nos llama, es Él quien nos Ama, es Él quien atrae, por que es Él quien da la Vida.
¿Hay otro Amor que nos de más Vida que aquél que dio Su Vida?
Es cierto, aún nos falta mucho para saber escuchar, para poder descubrir, como Juan, la Voz del Amado aún en la distancia. Pero debemos de intentarlo, debemos intentar continuar escuchándolo, abriendo el corazón a esa Voz Amada que llega, a veces, desde muy lejos, entre la bruma del mundo, entre los rumores de la gente, pero es la Voz que necesita mi corazón, porque Su Voz es la que nos invita a zambullirnos en el mar para llegar hasta la orilla donde está Él, esperándonos para alimentar nuestra vida, nuestros anhelos, para hacernos descubrir su Presencia Salvadora, Su Presencia Resucitada.
Como Juan podemos escucharlo y anunciarlo. Como Pedro podemos escuchar a nuestros hermanos y confiando en su voz ir tras el anuncio y llegar a la orilla donde está Jesús. Como los demás apóstoles podemos remar, siguiendo a Juan y a Pedro que lo reconocieron. Y, como todos juntos, podemos sentarnos junto a Jesús para escucharlo, para compartir como hermanos junto a Él Su Palabra y el alimento que nos reconforta y nutre el alma.
jueves, 9 de abril de 2015
La fuerza de la Fe
- «Israelitas, ¿por qué os extrañáis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos".
A veces nos extrañamos que algunos cristianos puedan entregar su vida totalmente. A veces nos extrañamos que algunos cristianos puedan llevar sus cruces con calma, con fortaleza, sin desesperarse. A veces nos extrañamos que haya cristianos que puedan ir, en el siglo XXI, a la muerte sin resistirse, confiando en Dios. Nos extrañamos que haya cristianos que quieran vivir y que vivan con fuerza y fidelidad su fe en la vida cotidiana, en su matrimonio, en su soltería, en sus trabajos.
Claro, hoy nos resulta extraño que haya gente que realmente crea en el Evangelio y en la fuerza del Espíritu Santo, pues nos hemos acostumbrado a que todo es una máscara, a que todo es para aparentar, y, sin embargo para aquellos que viven, que intentan vivir radicalmente su fe, todo es diferente. No es que todo sea más fácil, no, sino que todo vivido desde Dios tiene más Luz, más claridad, porque como dice Pedro del paralítico:
"Como éste que veis aquí y que conocéis ha creído en su nombre, su nombre le ha dado vigor; su fe le ha restituido completamente la salud, a vista de todos vosotros".
No somos los que creemos y los que vivimos quienes tenemos la fortaleza y la Luz, sino que es Dios en quien creemos y confiamos quien nos da la fortaleza y la Luz para vivir, quien fortalece nuestra vida con su Espíritu, quien fortalece nuestro Amor con Su Vida, quien robustece nuestra Esperanza con su Resurrección. Porque sabemos que "sin Él nada podemos hacer", que Sin Él nuestra vida es vacía, que Sin Él no podríamos tener la fuerza de seguir llevando la Cruz de cada día, que sin Él no podríamos vivir en Fidelidad a la Vida que Él mismo nos ha dado.
Es Él quien nos da la Vida y fortalece nuestra vida para que, también nosotros, como Pedro y los apóstoles, podamos mostrar al mundo la Fuerza de la Fe.
Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos".
A veces nos extrañamos que algunos cristianos puedan entregar su vida totalmente. A veces nos extrañamos que algunos cristianos puedan llevar sus cruces con calma, con fortaleza, sin desesperarse. A veces nos extrañamos que haya cristianos que puedan ir, en el siglo XXI, a la muerte sin resistirse, confiando en Dios. Nos extrañamos que haya cristianos que quieran vivir y que vivan con fuerza y fidelidad su fe en la vida cotidiana, en su matrimonio, en su soltería, en sus trabajos.
Claro, hoy nos resulta extraño que haya gente que realmente crea en el Evangelio y en la fuerza del Espíritu Santo, pues nos hemos acostumbrado a que todo es una máscara, a que todo es para aparentar, y, sin embargo para aquellos que viven, que intentan vivir radicalmente su fe, todo es diferente. No es que todo sea más fácil, no, sino que todo vivido desde Dios tiene más Luz, más claridad, porque como dice Pedro del paralítico:
"Como éste que veis aquí y que conocéis ha creído en su nombre, su nombre le ha dado vigor; su fe le ha restituido completamente la salud, a vista de todos vosotros".
No somos los que creemos y los que vivimos quienes tenemos la fortaleza y la Luz, sino que es Dios en quien creemos y confiamos quien nos da la fortaleza y la Luz para vivir, quien fortalece nuestra vida con su Espíritu, quien fortalece nuestro Amor con Su Vida, quien robustece nuestra Esperanza con su Resurrección. Porque sabemos que "sin Él nada podemos hacer", que Sin Él nuestra vida es vacía, que Sin Él no podríamos tener la fuerza de seguir llevando la Cruz de cada día, que sin Él no podríamos vivir en Fidelidad a la Vida que Él mismo nos ha dado.
Es Él quien nos da la Vida y fortalece nuestra vida para que, también nosotros, como Pedro y los apóstoles, podamos mostrar al mundo la Fuerza de la Fe.
miércoles, 8 de abril de 2015
Te doy lo que tengo: mi fe en el Resucitado
"Ellos comentaron:
- «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén..."
En estos días de Semana Santa quizás muchos hemos vivido esta sensación de que nuestro corazón sentía y vivía muchas sensaciones diferentes. Las celebraciones, los encuentros, los silencios, las lecturas, todo me llevaba a pensar, a sentir, a estar en constante encuentro con el Señor.
Pero ya se termino ese tiempo de encuentro, ahora volvió la rutina, el trabajo (para los que tienen), el ir y venir de un lado para el otro, de encontrarnos con lo mismo de antes. Ya no hay un lugar, un tiempo que me lleven a Ese Encuentro, a esa reflexión, a ese momento. Y me dejo llevar por el ambiente, la rutina, lo cotidiano, y la alegría y la profundidad de los días Santos se va perdiendo.
Pero Dios nos pide que al volver a nuestra vida cotidiana, a nuestra rutina, como los discípulos de Emaús, llevemos una Buena Noticia:
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
- «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan".
Y lo contamos con a,ebria, sin miedos, sin vergüenza, porque esa Buena Noticia llena mi corazón, mi vida, y cuanto mas la cuento y comparto mas me llena, y mas necesito alimentarla para poder seguir mostrando que lo que he vivido no son simples apariencias, que lo que he vivido junto al Señor en Su Semana Santa, es para mi lo que alimenta mi alma, es para mi lo nuclear de mi fe. No puedo dejar que mi fe se reduzca a unos solos días durante el año, sino que cada día vuelvo al mismo lugar: al lugar del Encuentro, me siento a Du Mesa, como Su Pan, Bebo su Vino, me alimento con Su Vida, sufro, muero y resucito junto a El, para que mi vida sea en medio del mundo un signo de Luz, de Amor, de Paz.
"Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pedro le dijo:
- «No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar.»
Yo, y tu, todos podremos decir junto a Pedro: te doy lo que tengo: mi fe, es lo que da fuerza a mi vida para echar a andar cada día, y vivir cada día con alegría y gozo en el Señor.
- «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén..."
En estos días de Semana Santa quizás muchos hemos vivido esta sensación de que nuestro corazón sentía y vivía muchas sensaciones diferentes. Las celebraciones, los encuentros, los silencios, las lecturas, todo me llevaba a pensar, a sentir, a estar en constante encuentro con el Señor.
Pero ya se termino ese tiempo de encuentro, ahora volvió la rutina, el trabajo (para los que tienen), el ir y venir de un lado para el otro, de encontrarnos con lo mismo de antes. Ya no hay un lugar, un tiempo que me lleven a Ese Encuentro, a esa reflexión, a ese momento. Y me dejo llevar por el ambiente, la rutina, lo cotidiano, y la alegría y la profundidad de los días Santos se va perdiendo.
Pero Dios nos pide que al volver a nuestra vida cotidiana, a nuestra rutina, como los discípulos de Emaús, llevemos una Buena Noticia:
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
- «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan".
Y lo contamos con a,ebria, sin miedos, sin vergüenza, porque esa Buena Noticia llena mi corazón, mi vida, y cuanto mas la cuento y comparto mas me llena, y mas necesito alimentarla para poder seguir mostrando que lo que he vivido no son simples apariencias, que lo que he vivido junto al Señor en Su Semana Santa, es para mi lo que alimenta mi alma, es para mi lo nuclear de mi fe. No puedo dejar que mi fe se reduzca a unos solos días durante el año, sino que cada día vuelvo al mismo lugar: al lugar del Encuentro, me siento a Du Mesa, como Su Pan, Bebo su Vino, me alimento con Su Vida, sufro, muero y resucito junto a El, para que mi vida sea en medio del mundo un signo de Luz, de Amor, de Paz.
"Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pedro le dijo:
- «No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar.»
Yo, y tu, todos podremos decir junto a Pedro: te doy lo que tengo: mi fe, es lo que da fuerza a mi vida para echar a andar cada día, y vivir cada día con alegría y gozo en el Señor.
martes, 7 de abril de 2015
Traspasar el corazón...
El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos:
- «Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.»
Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles..."
Hasta el día de Pentecostés los apóstoles permanecieron encerrados y con miedo, pero después de recibir el Espíritu Santo comenzaron a predicar con fuerza y convicción, tanto que "sus palabras traspasaron el corazón" de la gente. Algo hermoso, una hermosa imagen.
Es hermoso cuando sientes que la palabra y la vida de alguien te llega al corazón, pues toca aquello tan íntimo y profundo que tienes, porque lo estabas esperando, porque lo necesitabas pero no sabias donde buscarlo.
Hoy, muchos tienen necesidad de algo pero no saben de que, buscan pero no saben qué ni donde buscar. Nosotros que ya hemos encontrado y sabemos dónde está tenemos que gritarlo al mundo con nuestra alegría y nuestro gozo. Pero no es solo gritar por gritar, sino gritar con espíritu, con convicción, pues El es la respuesta de mi día, es El quien da sentido a mi vida, El es mi Vida.
Nuestra vida, aunque no lo sepamos siempre puede ser una respuesta a los interrogantes de mucha gente, pero será respuesta cuando este empapada del Espíritu Santo, cuando este ardiendo por Su Fuego de Amor, cuando realmente de respuestas al sinsentido del mundo y llene el vacío de los corazones. Será el Espíritu Santo quien hable por nosotros, será Su Luz la que ilumine por nosotros, será su fuego el que arda en nosotros y lleve el calor del Amor a todos los corazones.
Si, el Señor ha resucitado pero no siempre voy a su encuentro para renovar la Vida de mi fe, no siempre voy a su encuentro para renovar mi amor, no siempre voy a su encuentro para que alimente mi vida. Más de una vez sigo y sigo caminando sin alimentarme y por eso mi vida se debilita, va perdiendo el fuego del Espíritu, va perdiendo la Fuerza del Amor, va desapareciendo la alegría del encuentro con el Resucitado.
Al reconocer María al Señor, su corazón se lleno de gozo y alegría, y con esa alegría y gozo corrió al encuentro de los apóstoles a darle la Nueva y Buena Noticia, esa Buena y Nueva Noticia que nosotros también tenemos que llevar a todos: el Señor es mi Dios y Salvador, y el ha resucitado y me ha dado Vida Nueva ¡alegraos y regocijaos!
Nuestra vida, hoy, como las palabras de Pedro el día de Pentecostés tiene que llegar al corazón de la gente que busca una respuesta para una vida sin sentido.
- «Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.»
Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles..."
Hasta el día de Pentecostés los apóstoles permanecieron encerrados y con miedo, pero después de recibir el Espíritu Santo comenzaron a predicar con fuerza y convicción, tanto que "sus palabras traspasaron el corazón" de la gente. Algo hermoso, una hermosa imagen.
Es hermoso cuando sientes que la palabra y la vida de alguien te llega al corazón, pues toca aquello tan íntimo y profundo que tienes, porque lo estabas esperando, porque lo necesitabas pero no sabias donde buscarlo.
Hoy, muchos tienen necesidad de algo pero no saben de que, buscan pero no saben qué ni donde buscar. Nosotros que ya hemos encontrado y sabemos dónde está tenemos que gritarlo al mundo con nuestra alegría y nuestro gozo. Pero no es solo gritar por gritar, sino gritar con espíritu, con convicción, pues El es la respuesta de mi día, es El quien da sentido a mi vida, El es mi Vida.
Nuestra vida, aunque no lo sepamos siempre puede ser una respuesta a los interrogantes de mucha gente, pero será respuesta cuando este empapada del Espíritu Santo, cuando este ardiendo por Su Fuego de Amor, cuando realmente de respuestas al sinsentido del mundo y llene el vacío de los corazones. Será el Espíritu Santo quien hable por nosotros, será Su Luz la que ilumine por nosotros, será su fuego el que arda en nosotros y lleve el calor del Amor a todos los corazones.
Si, el Señor ha resucitado pero no siempre voy a su encuentro para renovar la Vida de mi fe, no siempre voy a su encuentro para renovar mi amor, no siempre voy a su encuentro para que alimente mi vida. Más de una vez sigo y sigo caminando sin alimentarme y por eso mi vida se debilita, va perdiendo el fuego del Espíritu, va perdiendo la Fuerza del Amor, va desapareciendo la alegría del encuentro con el Resucitado.
Al reconocer María al Señor, su corazón se lleno de gozo y alegría, y con esa alegría y gozo corrió al encuentro de los apóstoles a darle la Nueva y Buena Noticia, esa Buena y Nueva Noticia que nosotros también tenemos que llevar a todos: el Señor es mi Dios y Salvador, y el ha resucitado y me ha dado Vida Nueva ¡alegraos y regocijaos!
Nuestra vida, hoy, como las palabras de Pedro el día de Pentecostés tiene que llegar al corazón de la gente que busca una respuesta para una vida sin sentido.
lunes, 6 de abril de 2015
¡Alegraos!
"En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
- «Alegraos.»
El primer mensaje de la Pascua es la alegría, la alegría plena que comenzó en la Cruz con el "todo está cumplido", porque al estar todo cumplido en la muerte murió la muerte y resucitó la Vida. Y es la Vida, la Vida Nueva la que trae la Gran Noticia de la Resurrección, la Gran Noticia de que la muerte no vence, sino que ha sido vencida. La desesperanza y el miedo que produjo la Cruz quedó desvanecida y superada por la Alegría de la Pascua.
Alegría, alegría profunda por saber que las Promesas del Padre se cumplen en su totalidad y que el fruto de esas Promesas es la Vida Nueva que renace cada día, en cada momento, en cada lugar y en cada corazón que se dispone, como el Hijo, a hacer Su Voluntad hasta el último momento.
Alegría, alegría profunda por saber que las entregas de cada día son recibidas por el Hijo para transformarlas en Gracias necesarias y suficientes, uniéndolas a su Cruz, nos las devuelve en todo aquello que necesitamos y otros necesitan para ser Fieles a la Vida que nació para nosotros en una Noche Pascual.
Alegría, alegría sincera porque Dios ha salido a nuestro encuentro, porque el Señor se nos entrega cada día y cada día podemos sentarnos con Él para hablar, para contarle nuestras cosas y preguntarle por el cómo vivir en Dios; sintiendo siempre un cálido abrazo, un suave palabra que responda a nuestras dudas y nos encienda en el deseo de continuar "el arduo combate de la fe", el hermoso camino de la santidad.
Alegría porque ha salido a nuestro encuentro y nos ha pedido que llevemos esta Buena Noticia a nuestros hermanos, que los contagiemos con nuestra alegría y que despertemos en ellos la sed de Dios, el deseo de volver al Padre, para que todos encuentren en la Luz Pascual el sentido de sus vidas, llenen el vacío que el mundo va dejando en el hombre y puedan, como las mujeres del evangelio llenarse de la alegría que da saber que Dios sale a nuestro encuentro para que nosotros encontremos nuestro Camino hacia Dios.
Alegría, alegría porque el Señor por mí ha resucitado y me ha llamado. Alegría porque por mí cada día se hace Pan Eucaristía y alimenta mi deseo de ser Fiel a la Vida Nueva que nos ha dado y nos da, pues cada día es una Pascua de Resurrección, cada día renacemos a la Vida, renacemos a la Gracia, renacemos al Amor.
- «Alegraos.»
El primer mensaje de la Pascua es la alegría, la alegría plena que comenzó en la Cruz con el "todo está cumplido", porque al estar todo cumplido en la muerte murió la muerte y resucitó la Vida. Y es la Vida, la Vida Nueva la que trae la Gran Noticia de la Resurrección, la Gran Noticia de que la muerte no vence, sino que ha sido vencida. La desesperanza y el miedo que produjo la Cruz quedó desvanecida y superada por la Alegría de la Pascua.
Alegría, alegría profunda por saber que las Promesas del Padre se cumplen en su totalidad y que el fruto de esas Promesas es la Vida Nueva que renace cada día, en cada momento, en cada lugar y en cada corazón que se dispone, como el Hijo, a hacer Su Voluntad hasta el último momento.
Alegría, alegría profunda por saber que las entregas de cada día son recibidas por el Hijo para transformarlas en Gracias necesarias y suficientes, uniéndolas a su Cruz, nos las devuelve en todo aquello que necesitamos y otros necesitan para ser Fieles a la Vida que nació para nosotros en una Noche Pascual.
Alegría, alegría sincera porque Dios ha salido a nuestro encuentro, porque el Señor se nos entrega cada día y cada día podemos sentarnos con Él para hablar, para contarle nuestras cosas y preguntarle por el cómo vivir en Dios; sintiendo siempre un cálido abrazo, un suave palabra que responda a nuestras dudas y nos encienda en el deseo de continuar "el arduo combate de la fe", el hermoso camino de la santidad.
Alegría porque ha salido a nuestro encuentro y nos ha pedido que llevemos esta Buena Noticia a nuestros hermanos, que los contagiemos con nuestra alegría y que despertemos en ellos la sed de Dios, el deseo de volver al Padre, para que todos encuentren en la Luz Pascual el sentido de sus vidas, llenen el vacío que el mundo va dejando en el hombre y puedan, como las mujeres del evangelio llenarse de la alegría que da saber que Dios sale a nuestro encuentro para que nosotros encontremos nuestro Camino hacia Dios.
Alegría, alegría porque el Señor por mí ha resucitado y me ha llamado. Alegría porque por mí cada día se hace Pan Eucaristía y alimenta mi deseo de ser Fiel a la Vida Nueva que nos ha dado y nos da, pues cada día es una Pascua de Resurrección, cada día renacemos a la Vida, renacemos a la Gracia, renacemos al Amor.
domingo, 5 de abril de 2015
El fuego pascual encienda nuestro Amor Primero
"Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra".
¡Felices Pascuas de Resurrección! Es la mejor frase que ha comenzado a sonar desde la medianoche en los corazones de todos los cristianos, porque ¡Cristo ha resucitado! La Promesa ha sido cumplida y la Vida ha sido renovada, por que Él ha vencido a la muerte y al pecado.
Nosotros, los que hemos recibido el baño del agua bautismal hemos muerto y resucitado con Él, por que el agua que brotó de su costado estando en la Cruz es la que nos dio la Gracia de los Sacramentos que nos da nueva Vida, esa Vida que un día Dios insufló en nuestro cuerpo y que Jesús purificó y renovó con su muerte y resurrección.
Anoche en la Vigilia, comenzamos con la bendición del Fuego para encender el Cirio Pascual, un fuego que luego fue repartido entre cada uno de nosotros. Un Fuego Nuevo que no perdió su fuerza al ser repartido, sino que adquirió grandeza y comenzó a iluminar la oscuridad de la noche, haciendo que la noche desapareciera y volviera la luz cálida y viva, una Luz que comenzó a existir en un Portal de Belén y que se hizo potente y vital desde la Tumba del Resucitado.
Esa Luz, ese Fuego es el que nos trae la Resurrección para volver a encender el Fuego del Amor Primero en nuestros corazones, el fuego que nos lleva a entregarnos y a vivir por completo la alegría Pascual, la alegría de la Fe, la alegría del Evangelio y, así como las mujeres que llegaron al sepulcro y recibieron la noticia de la Resurrección, nosotros también, volvamos y anunciemos con fuerza y convicción que ¡Jesús ha resucitado! y no sólo con nuestra voz, sino con el calor y la calidez de nuestras vidas, porque nuestras vidas son el mejor testimonio de la resurrección de Cristo.
No dejemos que el calor, la calidez y la fuerza de este Fuego del Amor se apague en nuestros corazones, porque en cada Eucaristía podemos volver a recibir la Luz Pascual, y esa Luz Pascual es la que ilumina nuestras vidas haciéndonos gustar de los Bienes eternos, otorgándonos, a nosotros pobres mortales, la Gracia de la divinidad, la Gracia de la eternidad, porque la Tierra se unió con el Cielo, y lo humano con lo divino. Dejemos de vivir de la tierra y busquemos los bienes del Cielo, aquellos que nos dan vida y Vida en abundancia.
"Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo".
¡Felices Pascuas de Resurrección! Es la mejor frase que ha comenzado a sonar desde la medianoche en los corazones de todos los cristianos, porque ¡Cristo ha resucitado! La Promesa ha sido cumplida y la Vida ha sido renovada, por que Él ha vencido a la muerte y al pecado.
Nosotros, los que hemos recibido el baño del agua bautismal hemos muerto y resucitado con Él, por que el agua que brotó de su costado estando en la Cruz es la que nos dio la Gracia de los Sacramentos que nos da nueva Vida, esa Vida que un día Dios insufló en nuestro cuerpo y que Jesús purificó y renovó con su muerte y resurrección.
Anoche en la Vigilia, comenzamos con la bendición del Fuego para encender el Cirio Pascual, un fuego que luego fue repartido entre cada uno de nosotros. Un Fuego Nuevo que no perdió su fuerza al ser repartido, sino que adquirió grandeza y comenzó a iluminar la oscuridad de la noche, haciendo que la noche desapareciera y volviera la luz cálida y viva, una Luz que comenzó a existir en un Portal de Belén y que se hizo potente y vital desde la Tumba del Resucitado.
Esa Luz, ese Fuego es el que nos trae la Resurrección para volver a encender el Fuego del Amor Primero en nuestros corazones, el fuego que nos lleva a entregarnos y a vivir por completo la alegría Pascual, la alegría de la Fe, la alegría del Evangelio y, así como las mujeres que llegaron al sepulcro y recibieron la noticia de la Resurrección, nosotros también, volvamos y anunciemos con fuerza y convicción que ¡Jesús ha resucitado! y no sólo con nuestra voz, sino con el calor y la calidez de nuestras vidas, porque nuestras vidas son el mejor testimonio de la resurrección de Cristo.
No dejemos que el calor, la calidez y la fuerza de este Fuego del Amor se apague en nuestros corazones, porque en cada Eucaristía podemos volver a recibir la Luz Pascual, y esa Luz Pascual es la que ilumina nuestras vidas haciéndonos gustar de los Bienes eternos, otorgándonos, a nosotros pobres mortales, la Gracia de la divinidad, la Gracia de la eternidad, porque la Tierra se unió con el Cielo, y lo humano con lo divino. Dejemos de vivir de la tierra y busquemos los bienes del Cielo, aquellos que nos dan vida y Vida en abundancia.
"Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo".
sábado, 4 de abril de 2015
Una Cruz vacía me espera
El Señor ha muerto. La Cruz quedó vacía. El Gólgota quedó vacío.
El corazón de los apóstoles quedó desolado. La esperanza de los seguidores quedó destrozada.
Los Sumos Sacerdotes y los Escribas y Fariseos están alegres por que han dado muerte a aquél que les molestaba en su camino. Finalmente pudieron doblegar a La Palabra que les hacía ver su infidelidad.
María. María con Juan permanecen en silencio. Juan no habla sólo contempla la imagen de La Madre que desde su silencio le habla de esperanza, de fe, de amor. El silencio de la Madre es el único que dice la Verdad, porque Ella fue guardando todo en su Corazón, y el Espíritu que habita en su Corazón es quién le invita a creer, a sostenerse en la fe de la resurrección.
Aunque la espada le atravesó el corazón cuando oyó el último suspiro de su Hijo. Aunque el dolor se le hizo carne al sostener el Cuerpo sin vida de su hijo sobre su regazo. Aunque lo haya visto descansar sobre la fría piedra del sepulcro. Su Corazón sabe que no ha terminado todo, que se ha cumplido la Voluntad del Padre, pero no todo ha terminado, sólo una parte.
Ahora? Ahora resta esperar porque Él lo había dicho, porque él lo había anunciado y Él sólo hablaba de lo que había escuchado a Su Padre, y, por eso, había que esperar con confianza, con seguridad que Todo se cumpliría.
Hoy también nosotros esperamos. Esperamos no sólo cielos nuevos y tierras nuevas, esperamos que junto a Jesús resucite nuestra esperanza, resucite nuestro amor, nuestra fe, nuestros deseos de fidelidad a la Vida. Esperamos que la Gracia de Su Muerte nos libere de nuestros odios, rencores, prejuicios, venganzas, miedos, desavenencias; que nos libere del pecado de nuestra vanidad, de nuestro orgullo, de nuestra autosuficiencia; que nos libere de la muerte que ha matado nuestra alegría, nuestro gozo y nuestro deseo de vivir cada día con más intensidad lo que un día comenzamos a creer.
Hoy, también, para nosotros es un día de silencio para meditar, par reflexionar y par contemplar. Contemplamos la Cruz vacía, una Cruz sin Cristo porque ahora el Cristo de la Cruz soy yo, es mi Yo que tiene que subir cada día a esa Cruz para morir, para dejarse desangrar por amor a los hermanos, para dejarse encender por el Fuego del Espíritu y quemarse en el deseo de Fidelidad, en el deseo de Santidad, en el deseo de ser un instrumento fiable de las Manos del Padre. En esa Cruz hoy comienzan a crecer las raíces de la perfecta alegría, sí, de la perfecta alegría que da saber que, también nosotros, podemos alcanzar la plenitud de nuestra vida si, como el Hijo, vivimos una vida en obediencia de Amor a la Voluntad de Dios.
Hoy, la Cruz está vacía, me está esperando para comenzar una Vida Nueva.
El corazón de los apóstoles quedó desolado. La esperanza de los seguidores quedó destrozada.
Los Sumos Sacerdotes y los Escribas y Fariseos están alegres por que han dado muerte a aquél que les molestaba en su camino. Finalmente pudieron doblegar a La Palabra que les hacía ver su infidelidad.
María. María con Juan permanecen en silencio. Juan no habla sólo contempla la imagen de La Madre que desde su silencio le habla de esperanza, de fe, de amor. El silencio de la Madre es el único que dice la Verdad, porque Ella fue guardando todo en su Corazón, y el Espíritu que habita en su Corazón es quién le invita a creer, a sostenerse en la fe de la resurrección.
Aunque la espada le atravesó el corazón cuando oyó el último suspiro de su Hijo. Aunque el dolor se le hizo carne al sostener el Cuerpo sin vida de su hijo sobre su regazo. Aunque lo haya visto descansar sobre la fría piedra del sepulcro. Su Corazón sabe que no ha terminado todo, que se ha cumplido la Voluntad del Padre, pero no todo ha terminado, sólo una parte.
Ahora? Ahora resta esperar porque Él lo había dicho, porque él lo había anunciado y Él sólo hablaba de lo que había escuchado a Su Padre, y, por eso, había que esperar con confianza, con seguridad que Todo se cumpliría.
Hoy también nosotros esperamos. Esperamos no sólo cielos nuevos y tierras nuevas, esperamos que junto a Jesús resucite nuestra esperanza, resucite nuestro amor, nuestra fe, nuestros deseos de fidelidad a la Vida. Esperamos que la Gracia de Su Muerte nos libere de nuestros odios, rencores, prejuicios, venganzas, miedos, desavenencias; que nos libere del pecado de nuestra vanidad, de nuestro orgullo, de nuestra autosuficiencia; que nos libere de la muerte que ha matado nuestra alegría, nuestro gozo y nuestro deseo de vivir cada día con más intensidad lo que un día comenzamos a creer.
Hoy, también, para nosotros es un día de silencio para meditar, par reflexionar y par contemplar. Contemplamos la Cruz vacía, una Cruz sin Cristo porque ahora el Cristo de la Cruz soy yo, es mi Yo que tiene que subir cada día a esa Cruz para morir, para dejarse desangrar por amor a los hermanos, para dejarse encender por el Fuego del Espíritu y quemarse en el deseo de Fidelidad, en el deseo de Santidad, en el deseo de ser un instrumento fiable de las Manos del Padre. En esa Cruz hoy comienzan a crecer las raíces de la perfecta alegría, sí, de la perfecta alegría que da saber que, también nosotros, podemos alcanzar la plenitud de nuestra vida si, como el Hijo, vivimos una vida en obediencia de Amor a la Voluntad de Dios.
Hoy, la Cruz está vacía, me está esperando para comenzar una Vida Nueva.
viernes, 3 de abril de 2015
Junto a Tí, de pie junto a Tu Cruz
Aquí estamos Señor, junto a Ti, esperando que llegue la hora de que vuelvas al Padre, de que cumplas en plenitud Su Voluntad, de que nos muestres cuan grande es tu Amor por el Padre y por cada uno de nosotros.
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Así comienza el himno de hoy de Laudes, es un doloroso comienzo, pero es un comienzo de Amor, por Amor, con Amor. No tendría ningún sentido haber asumido la Cruz por pura obligación, la obligación no salva, nos salva tu Amor, tu entrega obediente por Amor.
Hoy, Señor, al mirarte en Cruz no pueden nuestros corazones no unirse al dolor de la Madre, porque junto a la Cruz vemos a María, Ella que de pie contemplaba ese gran misterio de Amor, Ella de pie compartía contigo cada momento de dolor, cada momento de agonía, pero sobre todas las cosas se unía a Tí en la entrega por Amor, a Dios y a nosotros.
Tú, clavado en la Cruz le pides al Padre que al Padre que nos perdones. Ella, de pie frente a la Cruz, nos cobija en su Corazón de Madre y. Os hace gustar el fuerte abrazo del perdón y la misericordia.
Tú, desde la Cruz entregas tu Espíritu al Padre para que el Padre sea glorificado en tu entrega, para que Tú seas glorificado por el Amor del Padre. Ella vuelve, como aquella mañana, a hacerse la Esclava del Señor, para entregar, como Tú le has pedido su Amor no a un Hijo de Dios, sino a los hijos nuevos de Dios.
Y nosotros, al pie de la Cruz, junto a Maria contemplamos el mas grande de los gestos de Amor que nadie ha realizado por nosotros. Por eso tu Amor nos duele en el alma porque refleja. U estar pequeñez, nuestras infidelidades, nuestros pescados, nuestras ingratitudes, nuestros egoísmos, nuestra lejanía de Tí, pero, más que nada nos duele nuestra ingratitud de no haber sabido responder con amor a Amor tan grande como el Tuyo.
Hoy, Señor, sabemos que nos ha perdonado, sabemos que nos seguirás perdonando. Pero necesitas nuestro corazón abierto y disponible para vivir, para vivir una obediencia por amor, un amor obediente que, como Tu, se entregue sin medida a la Voluntad de Dios para la salvación de todos los hombres.
Y así dijo el Señor: "¡Vuelva la Vida,
y que el Amor redima la condena!"
La gracia está en el fondo de la pena,
y la salud naciendo de la herida.
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Así comienza el himno de hoy de Laudes, es un doloroso comienzo, pero es un comienzo de Amor, por Amor, con Amor. No tendría ningún sentido haber asumido la Cruz por pura obligación, la obligación no salva, nos salva tu Amor, tu entrega obediente por Amor.
Hoy, Señor, al mirarte en Cruz no pueden nuestros corazones no unirse al dolor de la Madre, porque junto a la Cruz vemos a María, Ella que de pie contemplaba ese gran misterio de Amor, Ella de pie compartía contigo cada momento de dolor, cada momento de agonía, pero sobre todas las cosas se unía a Tí en la entrega por Amor, a Dios y a nosotros.
Tú, clavado en la Cruz le pides al Padre que al Padre que nos perdones. Ella, de pie frente a la Cruz, nos cobija en su Corazón de Madre y. Os hace gustar el fuerte abrazo del perdón y la misericordia.
Tú, desde la Cruz entregas tu Espíritu al Padre para que el Padre sea glorificado en tu entrega, para que Tú seas glorificado por el Amor del Padre. Ella vuelve, como aquella mañana, a hacerse la Esclava del Señor, para entregar, como Tú le has pedido su Amor no a un Hijo de Dios, sino a los hijos nuevos de Dios.
Y nosotros, al pie de la Cruz, junto a Maria contemplamos el mas grande de los gestos de Amor que nadie ha realizado por nosotros. Por eso tu Amor nos duele en el alma porque refleja. U estar pequeñez, nuestras infidelidades, nuestros pescados, nuestras ingratitudes, nuestros egoísmos, nuestra lejanía de Tí, pero, más que nada nos duele nuestra ingratitud de no haber sabido responder con amor a Amor tan grande como el Tuyo.
Hoy, Señor, sabemos que nos ha perdonado, sabemos que nos seguirás perdonando. Pero necesitas nuestro corazón abierto y disponible para vivir, para vivir una obediencia por amor, un amor obediente que, como Tu, se entregue sin medida a la Voluntad de Dios para la salvación de todos los hombres.
Y así dijo el Señor: "¡Vuelva la Vida,
y que el Amor redima la condena!"
La gracia está en el fondo de la pena,
y la salud naciendo de la herida.
jueves, 2 de abril de 2015
Jueves Santo: milagro de Amor
Hoy comenzamos el Triduo Pascual. Jueves Santo, la Institución de Eucaristía y el Sacerdocio ministerial.
Tres cosas maravillosas pasan esta noche o, mejor dicho, pasaron una noche como esta y nosotros lo volvemos a vivir en cada Jueves Santo: la actitud de servicio de Jesús, quien por amor lava los pies a los apóstoles, no en señal de purificación sino en señal de estar a su servicio, en señal de amor al hombre por quien Él, siendo Dios, se hizo hombre para que nosotros lo podamos imitar todos los días.
Un hermoso milagro que conlleva un segundo milagro: la Eucaristía y el sacerdocio ministerial. El milagro más grande del Amor de Dios: dejarnos su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en un pequeño trozo de Pan, la Eucaristía. Nuestro alimento diario y cotidiano para poder fortalecer nuestro deseo de santidad y, por supuesto, de fidelidad al Amor que nos ha amado, al Amor que nos ha dado la Vida, al Amor que nos ha llamado a Amar. Pues para amar como Él nos amó necesitamos de Él que se hace Pan para alimentar y fortalecer nuestra pobre humanidad, afianzar nuestra Fe y consolidar la esperanza de que podemos, con Él, alcanzar la meta que el Padre ha puesto en nuestra vida.
Y el último milagro de esta noche es la confianza que el Señor ha puesto en sus apóstoles y en los que ha ido llamando a lo largo de los tiempos: los sacerdotes, simples hombres que no tenemos nada para entregar más que nuestro Sí al Señor, para que Él, con Su Gracia, haga con nosotros lo que Él quiera. Él así como ha querido quedarse en un trozo de Pan, ha querido darnos a los sacerdotes el Don de hacer que ese pan sea Su Cuerpo, y que ese vino sea Su Sangre; que Su Amor se derrame sobre sus hijos por la Gracia del Perdón; que Palabra se anuncie a todas las costas lejanas por medio de nuestra voz; que Su Vida se haga vida para los hombres gracias a la celebración de cada Misa, y en cada Misa se entregue a todos los que quieran seguirlo.
Tres maravillas que nacieron del Corazón amoroso de nuestro Dios y Señor, que se nos entregan para que nosotros sintiendo el llamado de Dios podamos hacerlas vida en nuestras vidas, para que nosotros sintiendo el llamado del Señor, podamos vivirla cada día y de ese modo, poder llegar a dar testimonio del Amor que se hace Vida y servicio de Amor a los hombres, para que ellos encuentren el Camino que los lleva a la Vida.
Tres cosas maravillosas pasan esta noche o, mejor dicho, pasaron una noche como esta y nosotros lo volvemos a vivir en cada Jueves Santo: la actitud de servicio de Jesús, quien por amor lava los pies a los apóstoles, no en señal de purificación sino en señal de estar a su servicio, en señal de amor al hombre por quien Él, siendo Dios, se hizo hombre para que nosotros lo podamos imitar todos los días.
Un hermoso milagro que conlleva un segundo milagro: la Eucaristía y el sacerdocio ministerial. El milagro más grande del Amor de Dios: dejarnos su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en un pequeño trozo de Pan, la Eucaristía. Nuestro alimento diario y cotidiano para poder fortalecer nuestro deseo de santidad y, por supuesto, de fidelidad al Amor que nos ha amado, al Amor que nos ha dado la Vida, al Amor que nos ha llamado a Amar. Pues para amar como Él nos amó necesitamos de Él que se hace Pan para alimentar y fortalecer nuestra pobre humanidad, afianzar nuestra Fe y consolidar la esperanza de que podemos, con Él, alcanzar la meta que el Padre ha puesto en nuestra vida.
Y el último milagro de esta noche es la confianza que el Señor ha puesto en sus apóstoles y en los que ha ido llamando a lo largo de los tiempos: los sacerdotes, simples hombres que no tenemos nada para entregar más que nuestro Sí al Señor, para que Él, con Su Gracia, haga con nosotros lo que Él quiera. Él así como ha querido quedarse en un trozo de Pan, ha querido darnos a los sacerdotes el Don de hacer que ese pan sea Su Cuerpo, y que ese vino sea Su Sangre; que Su Amor se derrame sobre sus hijos por la Gracia del Perdón; que Palabra se anuncie a todas las costas lejanas por medio de nuestra voz; que Su Vida se haga vida para los hombres gracias a la celebración de cada Misa, y en cada Misa se entregue a todos los que quieran seguirlo.
Tres maravillas que nacieron del Corazón amoroso de nuestro Dios y Señor, que se nos entregan para que nosotros sintiendo el llamado de Dios podamos hacerlas vida en nuestras vidas, para que nosotros sintiendo el llamado del Señor, podamos vivirla cada día y de ese modo, poder llegar a dar testimonio del Amor que se hace Vida y servicio de Amor a los hombres, para que ellos encuentren el Camino que los lleva a la Vida.
miércoles, 1 de abril de 2015
Desayunemos con el Señor
"En aquellos días dijo Isaías: Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados".
Cada mañana al despertarnos debemos poner nuestra alma en funcionamiento, nuestra vida se abre a la Vida y, por eso, nuestro oído debe estar pronto para escuchar La Palabra, pues como niño pequeño seguimos esperando la Voz del Padre que nos indique qué hacer, cómo hacer y hacia dónde ir.
Me parece algo hermoso lo de Isaías porque nos da fundamento a nuestra oración de la mañana: "me espabila los oídos", me hace sentir su Gracia y me ayuda para disponerme a vivir Su Voluntad. Ya en la mañana el Señor me da la Gracia y la Fuerza necesaria para comenzar a recorrer el Camino de la Santidad. Un camino que muchas veces no es tan fácil, lo sabemos, y por eso necesitamos el "buen desayuno" de la Palabra para salir con fuerzas y seguridad, confianza y alegría para vivir en Dios.
Hoy, miércoles santo, en nuestra diócesis se celebra la Misa Crismal en la que, junto a nuestro obispo, reviviremos el momento de la Última Cena, en donde Jesús instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio Ministerial. Por eso hoy es un día grande para la Iglesia Diocesana, y cada Iglesia Particular lo celebra dentro de esta semana. Y en esta misa los sacerdotes renovamos nuestro sacerdocio junto a nuestro obispo.
Necesitamos todos, y cada uno, seguir confiando y seguir renovando nuestra Fidelidad al Vida que el Señor nos ha pedido vivir. Los tiempos que vivimos nos exigen respuestas claras y concretas, por eso llegar a este día es importante para todos, pues en estos días nuestra fe se hace evidente frente a todo el pueblo.
En estos días salimos a la calle para acompañar al Señor de nuestra Vida, para vivir con Él su Pasión, Muerte y Resurrección y Él nos invita a seguirlo, pero no sólo a seguirlo en las procesiones sino a seguirlo con nuestra vida, con nuestro testimonio, con nuestras palabras y acciones de cada día. Por eso nos sienta a la Mesa y nos da Su Cuerpo y Su Sangre, para alimentar nuestros deseos de pertenencia a Su Cuerpo Místico, que es la Iglesia, en la que todos somos parte y responsables de la Vida que hay en Ella.
Hoy, junto a nuestro Obispo, renovaremos nuestros juramentos sacerdotales, y los religiosos y religiosas su votos, y todos juntos, renovaremos nuestra fe, nuestro amor y nuestra esperanza, para que como Cuerpo Místico de Cristo llevemos al mundo un signo claro de Amor, Fe y Esperanza, para decirles que es posible y que estamos en Camino de Vivir y de Construir la Civilización del Amor, un Reino de Personas que se Aman.
Cada mañana al despertarnos debemos poner nuestra alma en funcionamiento, nuestra vida se abre a la Vida y, por eso, nuestro oído debe estar pronto para escuchar La Palabra, pues como niño pequeño seguimos esperando la Voz del Padre que nos indique qué hacer, cómo hacer y hacia dónde ir.
Me parece algo hermoso lo de Isaías porque nos da fundamento a nuestra oración de la mañana: "me espabila los oídos", me hace sentir su Gracia y me ayuda para disponerme a vivir Su Voluntad. Ya en la mañana el Señor me da la Gracia y la Fuerza necesaria para comenzar a recorrer el Camino de la Santidad. Un camino que muchas veces no es tan fácil, lo sabemos, y por eso necesitamos el "buen desayuno" de la Palabra para salir con fuerzas y seguridad, confianza y alegría para vivir en Dios.
Hoy, miércoles santo, en nuestra diócesis se celebra la Misa Crismal en la que, junto a nuestro obispo, reviviremos el momento de la Última Cena, en donde Jesús instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio Ministerial. Por eso hoy es un día grande para la Iglesia Diocesana, y cada Iglesia Particular lo celebra dentro de esta semana. Y en esta misa los sacerdotes renovamos nuestro sacerdocio junto a nuestro obispo.
Necesitamos todos, y cada uno, seguir confiando y seguir renovando nuestra Fidelidad al Vida que el Señor nos ha pedido vivir. Los tiempos que vivimos nos exigen respuestas claras y concretas, por eso llegar a este día es importante para todos, pues en estos días nuestra fe se hace evidente frente a todo el pueblo.
En estos días salimos a la calle para acompañar al Señor de nuestra Vida, para vivir con Él su Pasión, Muerte y Resurrección y Él nos invita a seguirlo, pero no sólo a seguirlo en las procesiones sino a seguirlo con nuestra vida, con nuestro testimonio, con nuestras palabras y acciones de cada día. Por eso nos sienta a la Mesa y nos da Su Cuerpo y Su Sangre, para alimentar nuestros deseos de pertenencia a Su Cuerpo Místico, que es la Iglesia, en la que todos somos parte y responsables de la Vida que hay en Ella.
Hoy, junto a nuestro Obispo, renovaremos nuestros juramentos sacerdotales, y los religiosos y religiosas su votos, y todos juntos, renovaremos nuestra fe, nuestro amor y nuestra esperanza, para que como Cuerpo Místico de Cristo llevemos al mundo un signo claro de Amor, Fe y Esperanza, para decirles que es posible y que estamos en Camino de Vivir y de Construir la Civilización del Amor, un Reino de Personas que se Aman.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)