jueves, 5 de febrero de 2015

Vamos a Su Encuentro

Dice la carta a los Hebreos:
"Vosotros no os habéis acercado a un monte tangible, a un fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni habéis oído aquella voz que el pueblo, al oírla, pidió que no les siguiera hablando.
Y tan terrible era el espectáculo, que Moisés exclamó: «Estoy temblando de miedo».
Era un hermoso tiempo cuando Moisés subía al Monte, o cuando Dios bajaba a la Tienda del Encuentro a dialogar con Moisés, fue el único de los profetas que pudo ver a Dios cara a cara, cuentas las Sagradas Escrituras. Una relación que abrió un diálogo profundo entre Dios y el hombre, entre el hombre y Dios.
Un diálogo que llegó a su plenitud cuando la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros, porque ese mismo Dios, en la persona de Su Hijo vino a hablarnos y dio plenitud a ese diálogo, haciendo que no sólo Moisés pudiese hablar con Dios cara a cara, sino que los hijos pudiésemos hablar con Dios llamándolo "¡Abba!, ¡Padre!".
Cuando Moisés salía de hablar con Dios se cubría el rostro pues salía brillante de la Gracia, del encuentro con Su Señor, porque Él le había dado la Luz de la Verdad, el sentido del Camino, la fuerza  de la Vida.
Hoy, nosotros, cuando nos encontramos con Jesús también salimos transformados, porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Y es a ese mismo Jesús, nuestro Dios hecho Hombre, a quien podemos recibir en cada Eucaristía. Ya no tenemos que ir al encuentro sino que él se hace Vida en nuestra carne, Él se hace Luz en nuestra mente y se hace fuerza en nuestro espíritu, dándonos así la Esperanza cierta de que si caminamos en la Fe en el Hijo de Dios alcanzaremos al plenitud e la Vida, llegaremos a alcanzar la santidad en el Amor y la Obediencia como Él la vivió.
Por eso, también nosotros, muchas veces vamos templando al encuentro del Señor, porque sabemos que Sus Planes no son nuestros planes, que su Voluntad no es nuestro deseo, pero vamos con la necesidad de que Su Gracia nos ayude, cada día, a encontrar la fortaleza necesaria para decir que ¡Sí! a Su Voluntad, decir, como María: "Hágase en mí según Tu Palabra".

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