viernes, 6 de febrero de 2015

Los mártires nos animan

Hoy recordamos, en la liturgia católica, a un grupo de santos mártires: Pablo Miki, sacerdote japonés, junto a 7 sacerdotes y religiosos, y 17 laicos, adolescentes y adultos, que eran catequistas y catequizandos. Tuvieron una muerte muy cruenta pues los crucificaron, como a Jesús, a la vista de todos y cuando ya estaban por morir los traspasaron con una espada, a cada uno.
Los testimonios de sus martirios son dignos de ser leídos porque nos llevan a vivencias la fuerza que tenían en sus espíritus para defender lo que creían, para defender e, incluso, clavados en la Cruz seguir anunciando le Evangelio.
En el Evangelio de hoy se nos muestra cómo murió Juan Bautista, como por el rencor y el odio de una mujer, y la vanidad de un varón, encontró la muerte en la decapitación.
Todos los que desde el primer momento del cristianismo creyeron que matando a los cristianos, matarían la fe en Cristo, se han llevado un buen chasco, porque esa Fe a pesar de las debilidades de los varones y mujeres que la aceptaron, nunca se perdió. Y, en  momentos de las grandes persecuciones se hizo más fuerte y sembró muchas más semillas que en tiempo de paz.
Son las contradicciones que Dios tiene en nuestras vidas, pues cuanto más nos quedamos viviendo en los laureles de la vanidad y de la soberbia, menos frutos damos, pues vamos sembrando semillas que mueren antes de nacer. En cambio, cuando la vanidad y la soberbia intentan matar la Luz de la Verdad, ella se dispersa por muchos más lugares y vuelve a resurgir con nueva fuerza y nuevos brotes.
Como nos decía Jesús en una de sus predicaciones: "no temáis a los que pueden matar el cuerpo, más bien temed al que puede matar el cuerpo y el alma".
Nuestro Padre que nos ha dado una Vida Nueva por medio de la muerte y resurrección de Su Hijo no quiere que esa Vida muera en nosotros. Seguro que muchas veces se debilitará la fuerza, la esperanza, la fe, el amor, pero cuando volvemos nuestro corazón a Dios y dejamos que el Sol del Espíritu Santo ilumine nuestras oscuridades y desesperanzas, sentiremos cómo Sus Dones vuelven a encender el fuego gozoso de la Fe, la Esperanza y el Amor.
Por eso, la vida de nuestros hermanos que han muerto y mueren cada día por defender su Fe nos animan a seguir caminando, nos animan a saber que es posible resistir a las acechanzas de los enemigos, porque la fuerza no está en nosotros, sino que la Gracia y el Poder son de nuestro Padre, y del Espíritu que habita en nosotros, gracias al Hijo que nos dio Vida Nueva.

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