La serpiente replicó a la mujer:
-“No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal.”
La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencias; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió".
"Seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal", a todos nos es atrayente esa realidad, porque todos llevamos dentro los genes de nuestro Padre Eterno, y todos queremos ser cómo Él, anhelamos ser nuestros propios dioses, queremos ser nuestros propios padres, porque no queremos que nadie nos diga qué hacer, cuándo hacerlo y cómo hacerlo.
Ya lo dice San Pablo a los Gálatas: "Hermanos, vuestra vocación es la libertad; no una libertad para que se aproveche la carne..."
Ser libres, nuestro más grande y ferviente anhelo. Ser Dios libres el culmen de nuestra vida.
Pero ¿somos capaces de usar el conocimiento del bien y el mal para actuar libremente? ¿Conocemos cuáles son nuestros límites y las fronteras para no invadir la vida de los demás? ¿Cómo hacemos para que en nuestra libertad seamos justos con la vida de los demás? ¿Cómo frenar nuestros impulsos de libertad cuando no conocemos o valoramos el alcance real de nuestros actos y palabras?
Es que ser Dios es un problema, tener tanto poder y usarlo sólo para uno mismo, para poder alcanzar sólo que yo quiero sin que me importen los demás...
Por eso Dios mismo nos dio prueba que su poder era para compartirlo, compartirlo con la creación. Pero no nos bastó, queríamos ser como Él.
Y vino su Hijo, Su Hijo Único para mostrarnos que aunque se tenga todo el poder y todo el conocimiento, hay que ponerlo al servicio de los demás, mostrar un camino de servicio, de amor, de respeto. Por eso nos envió Su Espíritu para que sea Él quien nos guíe por ese Camino del Amor y la Obediencia al Padre, porque nadie sabe mejor cómo usar la libertad y el conocimiento del bien y el mal, sino quien nos lo dio.
Y así, el mismo San Pablo nos sigue diciendo: "yo os lo digo: andad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne; pues la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Hay entre ellos un antagonismo tal que no hacéis lo que quisierais... (los frutos del) Espíritu son: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí".
Usemos el conocimiento del bien y el mal para optar cada día por la acción del Espíritu en nosotros, y así poder mostrar que, realmente, somos hijos de Dios, pues su poder y nuestra libertad, se conocen por los frutos que damos.
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