viernes, 20 de febrero de 2015

Ayunamos?

Para iniciar este Viernes de Cuaresma es muy interesante lo que nos dice Dios por medio de Isaías:
"¿Para qué ayunar, si no haces caso?; ¿mortificarnos, si tú no te fijas?"
Mirad: el día de ayuno buscáis vuestro interés y apremiáis a vuestros servidores; mirad: ayunáis entre riñas y disputas, dando puñetazos sin piedad.
No ayunéis como ahora, haciendo oír en el cielo vuestras voces".
Hay varias cosas para meditar en este pequeño párrafo. Por un lado hay una pregunta que todos nos hemos hecho y que muchos aún se hacen:
¿Para qué ayunar, si no haces caso? Es la pregunta que Dios ha escuchado de nuestra parte, que brota del corazón del hombre: ¿para qué hacer esto o aquello si Dios no nos escucha, no hace lo que queremos?
Creemos, muchas veces, que con nuestra oración (a veces en intensas novenas) o con nuestros ayunos (en lo que no siempre dejamos de comer, sino que reemplazamos una cosa por otra) o con nuestras sacrificios (en los cuales no dejamos nuestra vida) vamos a cambiar el Querer de Dios, le vamos a obligar a hacer milagros. Pero ese no es el sentido ni de la oración, ni del ayuno, ni de los sacrificios.
Ayunamos, oramos y ofrecemos sacrificios para, como dice San Pablo: llevar nuestra carne a la esclavitud del espíritu... porque no siempre hacemos lo que debemos sino lo que no queremos. A Dios no se lo conquista con oraciones, sacrificios y ayunos, sino que eso sirve para que nuestro espíritu se fortalezca y pueda tomar las decisiones correctas para que vivamos en Fidelidad a la Vida que hemos elegido: ser cristianos, alcanzar la santidad.
Por eso, nos dice el Padre: Mirad el día de ayuno buscáis vuestro interés... Si ayunamos que sea para modificar un aspecto en nuestra vida que no es el adecuado a alguien que quiere alcanzar la santidad. Si ayunamos es para fortalecernos espiritualmente para poder decirle que ¡Sí! al Padre en este situación o en esta otra, y no para que el Padre diga que Sí a lo que yo quiero. Si ayunamos es para dejar de generar discordias, para poder perdonar, para poder pedir perdón, para no levantar calumnias, para no ofender, para poder abrazar con amor la Cruz de cada día.
Y así el Padre, finaliza diciendo: No ayunéis como ahora, haciendo oír en el cielo vuestras voces, porque a Dios se lo conquista con "un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias".

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.