Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la voluntad del Señor;
dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón.
Así dice el Salmo de hoy, porque el Señor le decía al Pueblo de Israel:
"Hoy te has comprometido a aceptar lo que el Señor te propone: Que él será tu Dios, que tú irás por sus caminos, guardarás sus mandatos, preceptos y decretos, y escucharás su voz".
Podríamos, quizás, preguntarnos: ¿cuándo me he comprometido con el Señor? La mayoría de nosotros, los bautizados, hemos hecho un compromiso inconsciente en el día de nuestro bautismo, porque el compromiso lo hicieron nuestros padres y padrinos. Pero, al hacernos mayores y conscientes, lo fuimos renovando, poco a poco. O, también, lo fuimos rompiendo, poco a poco, hasta dejar de lado la fe que recibimos y rechazar a Dios y sus leyes.
Y, una buena parte de bautizados, se ha quedado en el medio del camino: son los que están bautizados, dicen creer en Dios, pero no quieren vivir de acuerdo a sus leyes, leyes que creen que han sido puestas por los hombres, sin darse cuenta que (para los cristianos, y para los católicos) estas leyes las consideramos dictadas por el mismo Dios y confirmadas por Su Hijo Jesucristo.
Sí, ya lo sé, me van a decir que estoy un poco pesado con esto de la Ley de Dios, pero no puede dejar de pensar que vivimos en un mundo donde nos importa un comino la Ley, ya sea humana o divina, y por eso queremos constantemente hacer nuestras propias leyes y vivir según nuestro propio antojo. Y así no vamos por el buen camino. O, mejor dicho, si quiero vivir a mi propio antojo hago mi propio pueblo o formo mi propia iglesia, pero no quieras hacer lo que se te antoja en donde no está permitido.
Hace un tiempo que hay una realidad que me da vueltas constantemente en la cabeza: ¿por qué siempre queremos seguir los malos ejemplos de la gentes y no nos adherimos a los buenos ejemplos que tenemos? Siempre estamos buscando el salirnos del Camino para mostrar que somos originales, o que tenemos ideas brillantes, pero nunca tomamos los buenos ejemplos de aquellos que han dejado su vida en construir algo nuevo y bueno, de acuerdo a lo que creen y quieren vivir. No sólo los santos de los altares nos dan esos ejemplos, sino que en nuestra propia familia o pueblo hay gente que ha dejado su vida y es un ejemplo de vida. Pero siempre nos animan aquellos que se salen de lo que queremos vivir.
Si formas parte de la Iglesia, si has aceptado tu bautismo y renuevas tu fidelidad a Dios en este Camino de Fe, acepta la Palabra de Dios. Pero si no quieres aceptar la Palabra de Dios, no quieras estar dentro de este Camino de Fe.
Por eso Jesús no sólo nos pide "cumplir" con la letra de la Ley, sino que nos lleva a vivir el Espíritu de la Ley, y un pequeño ejemplo es lo que hoy n os dice en el Evangelio:
- «Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»
sábado, 28 de febrero de 2015
viernes, 27 de febrero de 2015
Peco? Tengo fe?
Así dice el Señor Dios:
"Si el malvado se convierte de los pecados cometidos y guarda mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá.
No se le tendrán en cuenta los delitos que cometió, por la justicia que hizo, vivirá.
¿Acaso quiero yo la muerte del malvado -oráculo del Señor-, y no que se convierta de su conducta y que viva?"
Estamos en un tiempo en el que vamos perdiendo no sólo conciencia de pecado, sino que se ha perdido el concepto de pecado. Claro está que estamos hablando de personas que queremos vivir en cristiano. Para aquellos que se declaran ateos o no quieren o no creen en el cristianismo, esto no le vale, porque los que tenemos que tener conciencia y saber qué es el pecado, somos los que nos decimos cristianos y queremos seguir los pasos de Cristo.
Una definición fácil de pecado es toda aquella acción voluntaria y consciente que realizo en contra de los mandamientos de Dios, en contra de la Voluntad de Dios. Y, también, todo aquello que no realizo que sé que Dios quiere que haga. Los primeros son los pecados de acción y los segundos los de omisión.
Por otro lado también tenemos que recordar que no ha habido nadie en la Tierra, ni el Cielo, que haya suplantado los 10 Mandamientos y el Mandamiento del Amor, pues son parte de la Revelación que sólo puede volver a redactar quién lo legisló, es decir: Dios Padre. Y el Hijo ya lo dijo: "no he venido a abolir la Ley y los Profetas, sino a darle cumplimiento".
Pero... como vivimos en el mundo que vivimos nos hemos dejado convencer que todo da igual, que ya esa Legislación de los 10 Mandamientos es tan antigua que no vale para la vida moderna, y por eso no la tenemos en cuenta para nuestra vida cotidiana. Y ahí hemos perdido el parámetro de nuestra vida religiosa.
También es cierto que cuando decimos que lo que leemos es Palabra de Dios, no suena en nuestro corazón como lo que realmente es ¡PALABRA DE DIOS! y nos parece que al ser pronunciada o escrita por hombres, es palabra humana. Pero no, es nuestra fe la que nos hace aceptar que lo que leemos y aceptamos, no es palabra humana, es PALABRA DE DIOS, y eso ya es otra cosa. La palabra humana no da vida, la Palabra de Dios es Vida para nosotros, es Verdad y no podemos dejar de creer en Ella: "tu palabra Señor es la Verdad y la Luz de mis ojos".
Y claro que así caemos en un razonamiento final: ¿realmente tenemos fe? ¿realmente alimentamos nuestra fe? ¿maduramos en nuestra vida de fe? Porque todo lo que aceptamos, queremos, anhelamos y esperamos es fruto del Don de la Fe. Y no podemos decir que tenemos fe para algunas cosas, como para pedirle a Dios algo, pero después no creemos en Su Palabra. Si tenemos fe y creemos en Dios Padre, es para decirle que Sí que creemos en Él y queremos ser Fieles a Su Palabra, "hacer Su Voluntad aquí en la tierra como en el Cielo".
"Si el malvado se convierte de los pecados cometidos y guarda mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá.
No se le tendrán en cuenta los delitos que cometió, por la justicia que hizo, vivirá.
¿Acaso quiero yo la muerte del malvado -oráculo del Señor-, y no que se convierta de su conducta y que viva?"
Estamos en un tiempo en el que vamos perdiendo no sólo conciencia de pecado, sino que se ha perdido el concepto de pecado. Claro está que estamos hablando de personas que queremos vivir en cristiano. Para aquellos que se declaran ateos o no quieren o no creen en el cristianismo, esto no le vale, porque los que tenemos que tener conciencia y saber qué es el pecado, somos los que nos decimos cristianos y queremos seguir los pasos de Cristo.
Una definición fácil de pecado es toda aquella acción voluntaria y consciente que realizo en contra de los mandamientos de Dios, en contra de la Voluntad de Dios. Y, también, todo aquello que no realizo que sé que Dios quiere que haga. Los primeros son los pecados de acción y los segundos los de omisión.
Por otro lado también tenemos que recordar que no ha habido nadie en la Tierra, ni el Cielo, que haya suplantado los 10 Mandamientos y el Mandamiento del Amor, pues son parte de la Revelación que sólo puede volver a redactar quién lo legisló, es decir: Dios Padre. Y el Hijo ya lo dijo: "no he venido a abolir la Ley y los Profetas, sino a darle cumplimiento".
Pero... como vivimos en el mundo que vivimos nos hemos dejado convencer que todo da igual, que ya esa Legislación de los 10 Mandamientos es tan antigua que no vale para la vida moderna, y por eso no la tenemos en cuenta para nuestra vida cotidiana. Y ahí hemos perdido el parámetro de nuestra vida religiosa.
También es cierto que cuando decimos que lo que leemos es Palabra de Dios, no suena en nuestro corazón como lo que realmente es ¡PALABRA DE DIOS! y nos parece que al ser pronunciada o escrita por hombres, es palabra humana. Pero no, es nuestra fe la que nos hace aceptar que lo que leemos y aceptamos, no es palabra humana, es PALABRA DE DIOS, y eso ya es otra cosa. La palabra humana no da vida, la Palabra de Dios es Vida para nosotros, es Verdad y no podemos dejar de creer en Ella: "tu palabra Señor es la Verdad y la Luz de mis ojos".
Y claro que así caemos en un razonamiento final: ¿realmente tenemos fe? ¿realmente alimentamos nuestra fe? ¿maduramos en nuestra vida de fe? Porque todo lo que aceptamos, queremos, anhelamos y esperamos es fruto del Don de la Fe. Y no podemos decir que tenemos fe para algunas cosas, como para pedirle a Dios algo, pero después no creemos en Su Palabra. Si tenemos fe y creemos en Dios Padre, es para decirle que Sí que creemos en Él y queremos ser Fieles a Su Palabra, "hacer Su Voluntad aquí en la tierra como en el Cielo".
jueves, 26 de febrero de 2015
Pedimos lo que damos?
-«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre".
Creo que esta es la frase más recordada de todo el Evangelio, porque todos siempre necesitamos algo, siempre carecemos de algo, y siempre queremos algo. Pero ¿qué es lo que necesitamos, de qué carecemos, qué es lo que queremos? Seguro que lo sabemos, pero no siempre lo reflexionamos.
Claro, nuestro instinto de conservación y supervivencia nos hace saltar, continuamente, la alarma de lo que ansiamos, anhelamos o necesitamos para conservar la especie o para sobrevivir. Desde pequeños lanzamos llantos para que nos den alimentos, o para que nos limpien si estamos sucios. Con el tiempo esos llantos se hacen palabras, y luego caprichos, o berrinches. Nuestros padres siempre han sabido qué darnos, y muchas veces nos han dado más de lo que necesitamos con tal de que no lloremos más, con tal de que no nos falte de nada como a ellos en su infancia, con tal de que nos quedemos callados y no molestemos, con tal de que...
Pero nuestro Padre Celestial tiene muy en cuenta quienes somos, sabe lo que necesitamos y confía en que podamos buscar y pedir lo que verdaderamente nos hace falta para nuestro crecimiento espiritual, e, incluso que aprendamos a qué puerta llamar para que nos responda quién.
Necesitamos, por eso, aprender a reflexionar sobre nosotros mismos, sobre quiénes somos y hacia dónde caminamos, para saber qué es lo que vamos a necesitar para el camino, para saber qué puerta abrir de acuerdo al lugar al que queremos llegar, y qué vamos a pedir para sostener nuestras fuerzas para alcanzar la meta.
Pedir a Dios es fácil, pero saber qué pedir a Dios para recibir no lo es tan fácil. Dios nos dará todo lo que necesitemos, pero por eso tenemos que saber pedir. Por eso nos dice en otra parábola: "¡cuánto más mi Padre os dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!", porque es el Espíritu el que sabe qué necesitamos, y nos conocemos mejor a nosotros que nosotros mismos.
Y, a la vez este pedir está relacionado con el final de este párrafo o de esta parábola:
"En resumen: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas.»
Y esto ¿qué tiene que ver? Mucho, si escucho a los demás, si los respeto, se los atiendo, si los comprendo, si los ayudo a crecer, también a mí me ayudará el Padre del Cielo. Pero si no lo hago con mis hermanos, tampoco el Padre lo hará conmigo.
Como dicen muchas frases: todo en la vida es un boomerang, y ese boomerang repercute en los Cielos.
Creo que esta es la frase más recordada de todo el Evangelio, porque todos siempre necesitamos algo, siempre carecemos de algo, y siempre queremos algo. Pero ¿qué es lo que necesitamos, de qué carecemos, qué es lo que queremos? Seguro que lo sabemos, pero no siempre lo reflexionamos.
Claro, nuestro instinto de conservación y supervivencia nos hace saltar, continuamente, la alarma de lo que ansiamos, anhelamos o necesitamos para conservar la especie o para sobrevivir. Desde pequeños lanzamos llantos para que nos den alimentos, o para que nos limpien si estamos sucios. Con el tiempo esos llantos se hacen palabras, y luego caprichos, o berrinches. Nuestros padres siempre han sabido qué darnos, y muchas veces nos han dado más de lo que necesitamos con tal de que no lloremos más, con tal de que no nos falte de nada como a ellos en su infancia, con tal de que nos quedemos callados y no molestemos, con tal de que...
Pero nuestro Padre Celestial tiene muy en cuenta quienes somos, sabe lo que necesitamos y confía en que podamos buscar y pedir lo que verdaderamente nos hace falta para nuestro crecimiento espiritual, e, incluso que aprendamos a qué puerta llamar para que nos responda quién.
Necesitamos, por eso, aprender a reflexionar sobre nosotros mismos, sobre quiénes somos y hacia dónde caminamos, para saber qué es lo que vamos a necesitar para el camino, para saber qué puerta abrir de acuerdo al lugar al que queremos llegar, y qué vamos a pedir para sostener nuestras fuerzas para alcanzar la meta.
Pedir a Dios es fácil, pero saber qué pedir a Dios para recibir no lo es tan fácil. Dios nos dará todo lo que necesitemos, pero por eso tenemos que saber pedir. Por eso nos dice en otra parábola: "¡cuánto más mi Padre os dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!", porque es el Espíritu el que sabe qué necesitamos, y nos conocemos mejor a nosotros que nosotros mismos.
Y, a la vez este pedir está relacionado con el final de este párrafo o de esta parábola:
"En resumen: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas.»
Y esto ¿qué tiene que ver? Mucho, si escucho a los demás, si los respeto, se los atiendo, si los comprendo, si los ayudo a crecer, también a mí me ayudará el Padre del Cielo. Pero si no lo hago con mis hermanos, tampoco el Padre lo hará conmigo.
Como dicen muchas frases: todo en la vida es un boomerang, y ese boomerang repercute en los Cielos.
miércoles, 25 de febrero de 2015
La voz de Jonás
¡Qué difícil es escuchar el mensaje de Jonás!
Jonás fue enviado a Nínive a proclamar que sería destruida si no se convertían. Para Jonás fue difícil aceptar la misión que Dios le encomendaba porque no quería ir a anunciar la destrucción del pueblo, hasta que finalmente lo hizo. Y comenzando por el rey todos se vistieron e hicieron penitencia para lograr el perdón de Dios.
Y ¿por qué es difícil escuchar el mensaje de Jonás? Por que a todos, a unos más a otros menos, no nos gusta escuchar que nos hemos equivocado, no nos gusta escuchar que hemos pecado y menos que nos digan que tenemos que cambiar o que pedir perdón. Claro que sí nos gusta criticar y señalar a los que se equivocan, y erigirnos en jueces, a unos más que a otros, para ejecutar sentencias. Pero cuando la vara llega a mi puerta... eso sí que no me gusta. Porque que sea yo quien juzgue ¡vaya y pase! porque yo tengo razón, pero ¡qué vienes tú a decirme qué!
¿Por qué yo no puede decirte que estás obrando mal? ¿Por qué tú sí que puedes señalarme a mí y yo no a tí? ¿Cuál es la diferencia?
La diferencia radica en el por qué hago lo que hago, en si critico por criticar a todos los vientos o me acerco a mi hermano para la corrección fraterna, en si mi soberbia me lleva a ser sólo acusador pero nunca penitente. Porque hay quienes somos muy "justos" para los demás, pero para nosotros o los "nuestros" no lo somos tanto.
¡Cuántas cosas hay en nuestra vida de las que hemos de arrepentirnos y pedir perdón!
Dios nos acusa, es cierto; nos hace ver nuestro pecado y nuestras faltas, y no hay un día que no deje de mostrarnos que nos equivocamos. Pero ¿por qué lo hace? Por que no quiere perdernos, no quiere que nos equivoquemos de camino y no lleguemos a Nuestra Casa Paterna. Él que nos creó por Amor quiere que volvamos a la Casa, que gocemos de su Presencia, de Su Amor, de Paz, por eso una y otra vez nos señala el Camino, hasta se hizo Él Camino para que nos sea más fácil identificarnos y caminar sobre sus huellas.
Pero nos falta, un poco, la actitud de reconocer que nos equivocamos. La capacidad de discernir dónde he dejado de seguir sus Huellas, y dónde he seguido otras huellas más "acomodadas" a mi vida, pero que me dejan vacío interior, que no llenan mi alma ni me dan el calor del Espíritu que me enciende no sólo por un ideal, sino por el más alto Ideal.
No nos cerremos a la voz de Jonás que nos anuncia de parte de Dios la destrucción de nuestra vida, sino que aceptemos que por medio de Jonás Dios nos está hablando y aceptando nuestro error y pecado, recurramos a Él pidiéndole perdón y la fortaleza para convertir nuestro corazón. Por que lo mejor de nuestra conversión es el abrazo de Amor que el Padre nos da el día de nuestro reencuentro con la Gracia del Perdón.
Jonás fue enviado a Nínive a proclamar que sería destruida si no se convertían. Para Jonás fue difícil aceptar la misión que Dios le encomendaba porque no quería ir a anunciar la destrucción del pueblo, hasta que finalmente lo hizo. Y comenzando por el rey todos se vistieron e hicieron penitencia para lograr el perdón de Dios.
Y ¿por qué es difícil escuchar el mensaje de Jonás? Por que a todos, a unos más a otros menos, no nos gusta escuchar que nos hemos equivocado, no nos gusta escuchar que hemos pecado y menos que nos digan que tenemos que cambiar o que pedir perdón. Claro que sí nos gusta criticar y señalar a los que se equivocan, y erigirnos en jueces, a unos más que a otros, para ejecutar sentencias. Pero cuando la vara llega a mi puerta... eso sí que no me gusta. Porque que sea yo quien juzgue ¡vaya y pase! porque yo tengo razón, pero ¡qué vienes tú a decirme qué!
¿Por qué yo no puede decirte que estás obrando mal? ¿Por qué tú sí que puedes señalarme a mí y yo no a tí? ¿Cuál es la diferencia?
La diferencia radica en el por qué hago lo que hago, en si critico por criticar a todos los vientos o me acerco a mi hermano para la corrección fraterna, en si mi soberbia me lleva a ser sólo acusador pero nunca penitente. Porque hay quienes somos muy "justos" para los demás, pero para nosotros o los "nuestros" no lo somos tanto.
¡Cuántas cosas hay en nuestra vida de las que hemos de arrepentirnos y pedir perdón!
Dios nos acusa, es cierto; nos hace ver nuestro pecado y nuestras faltas, y no hay un día que no deje de mostrarnos que nos equivocamos. Pero ¿por qué lo hace? Por que no quiere perdernos, no quiere que nos equivoquemos de camino y no lleguemos a Nuestra Casa Paterna. Él que nos creó por Amor quiere que volvamos a la Casa, que gocemos de su Presencia, de Su Amor, de Paz, por eso una y otra vez nos señala el Camino, hasta se hizo Él Camino para que nos sea más fácil identificarnos y caminar sobre sus huellas.
Pero nos falta, un poco, la actitud de reconocer que nos equivocamos. La capacidad de discernir dónde he dejado de seguir sus Huellas, y dónde he seguido otras huellas más "acomodadas" a mi vida, pero que me dejan vacío interior, que no llenan mi alma ni me dan el calor del Espíritu que me enciende no sólo por un ideal, sino por el más alto Ideal.
No nos cerremos a la voz de Jonás que nos anuncia de parte de Dios la destrucción de nuestra vida, sino que aceptemos que por medio de Jonás Dios nos está hablando y aceptando nuestro error y pecado, recurramos a Él pidiéndole perdón y la fortaleza para convertir nuestro corazón. Por que lo mejor de nuestra conversión es el abrazo de Amor que el Padre nos da el día de nuestro reencuentro con la Gracia del Perdón.
martes, 24 de febrero de 2015
Caminar hacia la santidad
Cuando pensamos que Dios nos invita, nos llama a ser santos creemos que es una misión imposible. Nos ponemos a pensar en quienes somos, en cómo somos, en nuestros pecados, en nuestras imperfecciones ¡uff! hay tanto para cambiar, para convertir que se nos quitan las "malas ideas" de la cabeza. Y ya nos quedamos sin esperanzas de poder alcanzar el Ideal que nos ha planteado el Padre.
Y por eso el Padre nos habla más de una vez y nos va dando pautas de cómo alcanzar ese Ideal, porque Él, como Padre, no nos pone un alto ideal para que no lo alcancemos, sino que nos lo pone alto para que aflojemos en el camino, para que busquemos cada día un nuevo motivo para seguir subiendo, para seguir andando. También Él conoce nuestra debilidad, nuestro pecado, y, sobre todo, sabe que en nuestra humanidad no están los elementos necesarios para alcanzar un Ideal Espiritual, porque somos demasiados terrenales. Por eso es Él quien nos da los bienes espirituales para que podamos, con Él, alcanzar la santidad.
Pero está en nuestra decisión el comenzar a caminar, el decidirnos no porque somos perfectos, sino porque creemos y confiamos en Su Providencia, en Su Amor, en Su Espíritu.
«Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mi vacía, sino que hará mí voluntad y cumplirá mi encargo.»
Y ¿cómo hago para cumplir su Voluntad? ¿Cómo hago para encontrarme con Él y escucharlo? Y nuestro diálogo con el Padre se llama oración, pero oración sincera, serena, abierta a que Su Palabra penetre en mi corazón:
- «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seas como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así..."
Y nos enseñó las hermosas palabras de Padre Nuestro, palabras que cuando las pensamos nos damos cuenta que todo está en ellas, que no hace falta hablar más porque ya lo hemos dicho todo, y en ellas el Padre nos ha respondido, nos ha escuchado y ahora quiere que le escuchemos.
No es que nos faltan los medios para alcanzar la santidad, sino que nos falta el tiempo necesario para pasar junto a nuestro Padre para que nos acompañe y nos guíe por el camino de la santidad.
Y por eso el Padre nos habla más de una vez y nos va dando pautas de cómo alcanzar ese Ideal, porque Él, como Padre, no nos pone un alto ideal para que no lo alcancemos, sino que nos lo pone alto para que aflojemos en el camino, para que busquemos cada día un nuevo motivo para seguir subiendo, para seguir andando. También Él conoce nuestra debilidad, nuestro pecado, y, sobre todo, sabe que en nuestra humanidad no están los elementos necesarios para alcanzar un Ideal Espiritual, porque somos demasiados terrenales. Por eso es Él quien nos da los bienes espirituales para que podamos, con Él, alcanzar la santidad.
Pero está en nuestra decisión el comenzar a caminar, el decidirnos no porque somos perfectos, sino porque creemos y confiamos en Su Providencia, en Su Amor, en Su Espíritu.
«Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mi vacía, sino que hará mí voluntad y cumplirá mi encargo.»
Y ¿cómo hago para cumplir su Voluntad? ¿Cómo hago para encontrarme con Él y escucharlo? Y nuestro diálogo con el Padre se llama oración, pero oración sincera, serena, abierta a que Su Palabra penetre en mi corazón:
- «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seas como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así..."
Y nos enseñó las hermosas palabras de Padre Nuestro, palabras que cuando las pensamos nos damos cuenta que todo está en ellas, que no hace falta hablar más porque ya lo hemos dicho todo, y en ellas el Padre nos ha respondido, nos ha escuchado y ahora quiere que le escuchemos.
No es que nos faltan los medios para alcanzar la santidad, sino que nos falta el tiempo necesario para pasar junto a nuestro Padre para que nos acompañe y nos guíe por el camino de la santidad.
lunes, 23 de febrero de 2015
Santos en el Amor
Esta semana nos espera una buena reflexión, no de mi parte claro, sino que Dios nos está haciendo mirar alto para reflexionar sobre nosotros mismos, sobre nuestra vida, porque hoy nos recuerda cuál es nuestra primera misión, nuestro Ideal de vida:
"El Señor habló a Moisés:
- «Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles:
"Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo".
Casi nada es lo que nos pide Dios. Pero en realidad no es una exigencia, sino que es una propuesta de vida, es el mejor de un Padre hacia sus hijos. Y, como todo padre desea lo mejor para sus hijos, desea el mejor camino para que alcancen la felicidad, para que pueden tener todo en la vida. Sí, para que podamos tener todo en la vida, Dios nos dice cómo: seréis santos.
La santidad es el camino que nos conduce a Dios, que nos permite vivir en Dios y que nos proporciona todas las Gracias necesarias para poder alcanzar los deseos de nuestro corazón.
Claro que no es fácil ser santos como nuestro Padre Celestial es santo, pero no es un camino que vamos a recorrer solos, porque Él no nos dejó solos, sino que nos envió a Su Hijo, y Su Hijo se nos da en Pan de Vida para que, cada día y todos los días, podamos renovar fuerzas con Su Vida.
Así nuestra vida será Vida cuando nos alimentemos con Su Cuerpo. Nuestra vida será Vida cuando dejemos que Su Palabra penetre en nuestro corazón. Nuestra vida será Vida cuando le permitamos al Espíritu animar nuestro día cotidiano y nos ayude a ser obedientes a la Voluntad del Padre.
Y nuestra vida se irá realizando, se irá transformando en vida santa cuando con la Gracia que Dios, día a día nos concede, podamos vivir ese Amor a Él en la relación continua y constante de amor a nuestros hermanos. Porque la santidad de vida se manifiesta en los actos cotidianos, en las relaciones diarias con nuestros hermanos y no sólo con aquellos a quienes queremos, porque eso también lo hacen los paganos y los gentiles, sino con aquellos a quienes no queremos y que tanto queremos alejarnos de ellos.
Por eso, llegado el momento en que pasemos por delante de Dios para querer entrar en el Cielo, El Señor nos hará la pregunta más exigente de nuestra vida: ¿qué hiciste con tu hermano? ¿has amado como Yo te amé?
"En el atardecer de nuestras vidas seremos juzgados en el Amor", decía San Juan de la Cruz, pues comencemos a practicarlo ahora que aún está amaneciendo y hay luz de día, no sea que nos llegue el atardecer y nos encuentre intentando amar.
"El Señor habló a Moisés:
- «Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles:
"Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo".
Casi nada es lo que nos pide Dios. Pero en realidad no es una exigencia, sino que es una propuesta de vida, es el mejor de un Padre hacia sus hijos. Y, como todo padre desea lo mejor para sus hijos, desea el mejor camino para que alcancen la felicidad, para que pueden tener todo en la vida. Sí, para que podamos tener todo en la vida, Dios nos dice cómo: seréis santos.
La santidad es el camino que nos conduce a Dios, que nos permite vivir en Dios y que nos proporciona todas las Gracias necesarias para poder alcanzar los deseos de nuestro corazón.
Claro que no es fácil ser santos como nuestro Padre Celestial es santo, pero no es un camino que vamos a recorrer solos, porque Él no nos dejó solos, sino que nos envió a Su Hijo, y Su Hijo se nos da en Pan de Vida para que, cada día y todos los días, podamos renovar fuerzas con Su Vida.
Así nuestra vida será Vida cuando nos alimentemos con Su Cuerpo. Nuestra vida será Vida cuando dejemos que Su Palabra penetre en nuestro corazón. Nuestra vida será Vida cuando le permitamos al Espíritu animar nuestro día cotidiano y nos ayude a ser obedientes a la Voluntad del Padre.
Y nuestra vida se irá realizando, se irá transformando en vida santa cuando con la Gracia que Dios, día a día nos concede, podamos vivir ese Amor a Él en la relación continua y constante de amor a nuestros hermanos. Porque la santidad de vida se manifiesta en los actos cotidianos, en las relaciones diarias con nuestros hermanos y no sólo con aquellos a quienes queremos, porque eso también lo hacen los paganos y los gentiles, sino con aquellos a quienes no queremos y que tanto queremos alejarnos de ellos.
Por eso, llegado el momento en que pasemos por delante de Dios para querer entrar en el Cielo, El Señor nos hará la pregunta más exigente de nuestra vida: ¿qué hiciste con tu hermano? ¿has amado como Yo te amé?
"En el atardecer de nuestras vidas seremos juzgados en el Amor", decía San Juan de la Cruz, pues comencemos a practicarlo ahora que aún está amaneciendo y hay luz de día, no sea que nos llegue el atardecer y nos encuentre intentando amar.
domingo, 22 de febrero de 2015
Una Alianza de Amor
Cuando escuchas varias veces las mismas lecturas no siempre sacas las mismas conclusiones, y, en el caso de la Palabra de Dios, no siempre el Espíritu inspira las mismas cosas. Ayer sábado tuve 3 misas con las lecturas de este domingo I de cuaresma, pero me quedo con lo que pensaba a lo último de las lecturas.
Dejé de lado las tentaciones de Jesús en el desierto y me quedé con la primera lectura: la alianza de Dios con Noé, y con todos los hombres. Y me llevó a pensar en la relación que se produce en una alianza, pero no en una alianza cualquiera, sino en una alianza por amor: el amor de Dios por su creación, por el hombre. Pensaba ¿por qué se rompe una alianza de amor? pero también ¿por qué se vuelve a realizar esa misma alianza?
Uno de los motivos es la infidelidad de una de las dos partes. Pero una infidelidad que muchas veces no es por otros amores, sino porque no se sopesó realmente lo que se había logrado, lo que se había realizado, lo que se había elegido. En algunos casos se realizan alianzas de amor sin saber lo que eso significa para la vida de quienes la realizan, quizás una de las partes sí, pero la otra no.
En este caso Dios sí sabe por qué realiza una alianza con el hombre, por que lo ama y quiere que alcance la plenitud de su vida, que llegue a recibir todos los dones que su Padre tiene para Él.
Como en toda alianza hay límites, hay derechos y obligaciones, que si realmente hay amor no se notan, no se sienten las obligaciones ni se quieren los derechos, porque se ama y eso es lo importante. Pero cuando el amor pierde calor, pierde fuerza se comienzan a exigir los derechos y se marcan las obligaciones. Hasta que finalmente la alianza se vuelve a romper.
Y ¿por qué se renueva una alianza? Por lo mismo que se hizo la primera vez, por amor. Pero quien pone (por ponerle un nombre) más es quién más ama, porque sólo quién más ama vuelve a perdonar, una y otra vez.
Y Dios nos vuelve a perdonar, una y otra vez. Vuelve a querer creer en este hombre que no sopesa el valor de esta Alianza. Una Alianza que no se sella con tinta, ni con un beso, ni con un anillo, sino que se sella con la Sangre derramada en la Cruz por el Hijo Único, porque "Dios amó tanto al mundo que le envió a Su Hijo Único que murió en una Cruz".
Esta es la definitiva Alianza de Amor de Dios con el Hombre ¿no es para tenerlo en cuenta? ¿No nos invita a meditar más profundamente en lo que puede significar en nuestra vida tan hermosa y gran Alianza? ¿No deberíamos pensar más en cuánto nos Amó el Padre y el Hijo, y no tanto en lo que se nos exige para ser Fieles? "Ama y haz lo que quieras", decía San Agustín. Ama. Es una Alianza de Amor y por Amor, no lo dudes, no dudes de cuánto te ama Aquél que ha renovado la Alianza sin que tú se lo pidas.
Dejé de lado las tentaciones de Jesús en el desierto y me quedé con la primera lectura: la alianza de Dios con Noé, y con todos los hombres. Y me llevó a pensar en la relación que se produce en una alianza, pero no en una alianza cualquiera, sino en una alianza por amor: el amor de Dios por su creación, por el hombre. Pensaba ¿por qué se rompe una alianza de amor? pero también ¿por qué se vuelve a realizar esa misma alianza?
Uno de los motivos es la infidelidad de una de las dos partes. Pero una infidelidad que muchas veces no es por otros amores, sino porque no se sopesó realmente lo que se había logrado, lo que se había realizado, lo que se había elegido. En algunos casos se realizan alianzas de amor sin saber lo que eso significa para la vida de quienes la realizan, quizás una de las partes sí, pero la otra no.
En este caso Dios sí sabe por qué realiza una alianza con el hombre, por que lo ama y quiere que alcance la plenitud de su vida, que llegue a recibir todos los dones que su Padre tiene para Él.
Como en toda alianza hay límites, hay derechos y obligaciones, que si realmente hay amor no se notan, no se sienten las obligaciones ni se quieren los derechos, porque se ama y eso es lo importante. Pero cuando el amor pierde calor, pierde fuerza se comienzan a exigir los derechos y se marcan las obligaciones. Hasta que finalmente la alianza se vuelve a romper.
Y ¿por qué se renueva una alianza? Por lo mismo que se hizo la primera vez, por amor. Pero quien pone (por ponerle un nombre) más es quién más ama, porque sólo quién más ama vuelve a perdonar, una y otra vez.
Y Dios nos vuelve a perdonar, una y otra vez. Vuelve a querer creer en este hombre que no sopesa el valor de esta Alianza. Una Alianza que no se sella con tinta, ni con un beso, ni con un anillo, sino que se sella con la Sangre derramada en la Cruz por el Hijo Único, porque "Dios amó tanto al mundo que le envió a Su Hijo Único que murió en una Cruz".
Esta es la definitiva Alianza de Amor de Dios con el Hombre ¿no es para tenerlo en cuenta? ¿No nos invita a meditar más profundamente en lo que puede significar en nuestra vida tan hermosa y gran Alianza? ¿No deberíamos pensar más en cuánto nos Amó el Padre y el Hijo, y no tanto en lo que se nos exige para ser Fieles? "Ama y haz lo que quieras", decía San Agustín. Ama. Es una Alianza de Amor y por Amor, no lo dudes, no dudes de cuánto te ama Aquél que ha renovado la Alianza sin que tú se lo pidas.
sábado, 21 de febrero de 2015
Nos reconocemos pecadores
Cuando hablamos de conversión pensamos, enseguida, en otra gente, en aquellos que tienen más pecado y tienen que convertirse al Señor, y no pensamos en nosotros. No es está mal que nos consideremos pecadores. No es sano para nuestra alma no sabernos pecadores, porque lo somos.
El pecado original, aunque Jesús lo quitó de nuestra alma el día de nuestro bautismo, pero sigue en nosotros su consecuencia y por eso, como Él mismo dice: "el justo peca 7 veces por día". Parece mucho, pero si nos examinamos bien, quizás sea más veces, sobre todo porque no somos "justos", es decir santos en plenitud.
Y, realmente, sentirse pecador es bueno, porque cuanto más experimento el dolor y la amargura de mi pecado, más buscaré al Señor, más buscare a Aquél que tiene la capacidad de perdonarme y ayudarme a vivir en la Gracia. Por aquello que le decía el Señor a los fariseos:
- «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.»
Si nos sentimos, como muchos se sienten, tan justos y perfectos, ¿para qué necesitamos un Salvador? ¿Para qué necesitamos de Dios? Para nada, si somos capaces nosotros mismos de salvarnos y darnos la vida eterna. Y ese, es el peor de los pecados: la soberbia espiritual, como decía Jesús en aquella parábola de los dos penitentes en el templo: el fariseo, de pie, oraba diciendo: "Oh dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana, pago el diezmo de todo lo que poseo". Pero el publicano quedándose lejos, ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: "Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador". Os digo que éste bajó justificado a su casa, y aquél no. Porque todo el que se ensalza será humillado, y todo el que se humilla será ensalzado.
Aprovechemos este tiempo de Cuaresma para dejarnos transformar, para dejar que el Señor nos hable al corazón y nos muestre nuestras miserias, nuestras infidelidades, por que así podrá curarnos, fortalecernos, darnos todo lo necesario para ser Fieles a la Vida que Él nos dio. Dejemos como Isaías que nos lleve al desierto: "en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña; reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre cimientos de antaño; te llamarán reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas".
Así cada día, reconociendo nuestro pecado, podremos encontrarnos con el Dios de la Vida que nos colma con su Gracia para que volvamos a vivir el Gozo de la Salvación, el gozo de la vida, el gozo de la fe.
El pecado original, aunque Jesús lo quitó de nuestra alma el día de nuestro bautismo, pero sigue en nosotros su consecuencia y por eso, como Él mismo dice: "el justo peca 7 veces por día". Parece mucho, pero si nos examinamos bien, quizás sea más veces, sobre todo porque no somos "justos", es decir santos en plenitud.
Y, realmente, sentirse pecador es bueno, porque cuanto más experimento el dolor y la amargura de mi pecado, más buscaré al Señor, más buscare a Aquél que tiene la capacidad de perdonarme y ayudarme a vivir en la Gracia. Por aquello que le decía el Señor a los fariseos:
- «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.»
Si nos sentimos, como muchos se sienten, tan justos y perfectos, ¿para qué necesitamos un Salvador? ¿Para qué necesitamos de Dios? Para nada, si somos capaces nosotros mismos de salvarnos y darnos la vida eterna. Y ese, es el peor de los pecados: la soberbia espiritual, como decía Jesús en aquella parábola de los dos penitentes en el templo: el fariseo, de pie, oraba diciendo: "Oh dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana, pago el diezmo de todo lo que poseo". Pero el publicano quedándose lejos, ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: "Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador". Os digo que éste bajó justificado a su casa, y aquél no. Porque todo el que se ensalza será humillado, y todo el que se humilla será ensalzado.
Aprovechemos este tiempo de Cuaresma para dejarnos transformar, para dejar que el Señor nos hable al corazón y nos muestre nuestras miserias, nuestras infidelidades, por que así podrá curarnos, fortalecernos, darnos todo lo necesario para ser Fieles a la Vida que Él nos dio. Dejemos como Isaías que nos lleve al desierto: "en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña; reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre cimientos de antaño; te llamarán reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas".
Así cada día, reconociendo nuestro pecado, podremos encontrarnos con el Dios de la Vida que nos colma con su Gracia para que volvamos a vivir el Gozo de la Salvación, el gozo de la vida, el gozo de la fe.
viernes, 20 de febrero de 2015
Ayunamos?
Para iniciar este Viernes de Cuaresma es muy interesante lo que nos dice Dios por medio de Isaías:
"¿Para qué ayunar, si no haces caso?; ¿mortificarnos, si tú no te fijas?"
Mirad: el día de ayuno buscáis vuestro interés y apremiáis a vuestros servidores; mirad: ayunáis entre riñas y disputas, dando puñetazos sin piedad.
No ayunéis como ahora, haciendo oír en el cielo vuestras voces".
Hay varias cosas para meditar en este pequeño párrafo. Por un lado hay una pregunta que todos nos hemos hecho y que muchos aún se hacen:
¿Para qué ayunar, si no haces caso? Es la pregunta que Dios ha escuchado de nuestra parte, que brota del corazón del hombre: ¿para qué hacer esto o aquello si Dios no nos escucha, no hace lo que queremos?
Creemos, muchas veces, que con nuestra oración (a veces en intensas novenas) o con nuestros ayunos (en lo que no siempre dejamos de comer, sino que reemplazamos una cosa por otra) o con nuestras sacrificios (en los cuales no dejamos nuestra vida) vamos a cambiar el Querer de Dios, le vamos a obligar a hacer milagros. Pero ese no es el sentido ni de la oración, ni del ayuno, ni de los sacrificios.
Ayunamos, oramos y ofrecemos sacrificios para, como dice San Pablo: llevar nuestra carne a la esclavitud del espíritu... porque no siempre hacemos lo que debemos sino lo que no queremos. A Dios no se lo conquista con oraciones, sacrificios y ayunos, sino que eso sirve para que nuestro espíritu se fortalezca y pueda tomar las decisiones correctas para que vivamos en Fidelidad a la Vida que hemos elegido: ser cristianos, alcanzar la santidad.
Por eso, nos dice el Padre: Mirad el día de ayuno buscáis vuestro interés... Si ayunamos que sea para modificar un aspecto en nuestra vida que no es el adecuado a alguien que quiere alcanzar la santidad. Si ayunamos es para fortalecernos espiritualmente para poder decirle que ¡Sí! al Padre en este situación o en esta otra, y no para que el Padre diga que Sí a lo que yo quiero. Si ayunamos es para dejar de generar discordias, para poder perdonar, para poder pedir perdón, para no levantar calumnias, para no ofender, para poder abrazar con amor la Cruz de cada día.
Y así el Padre, finaliza diciendo: No ayunéis como ahora, haciendo oír en el cielo vuestras voces, porque a Dios se lo conquista con "un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias".
"¿Para qué ayunar, si no haces caso?; ¿mortificarnos, si tú no te fijas?"
Mirad: el día de ayuno buscáis vuestro interés y apremiáis a vuestros servidores; mirad: ayunáis entre riñas y disputas, dando puñetazos sin piedad.
No ayunéis como ahora, haciendo oír en el cielo vuestras voces".
Hay varias cosas para meditar en este pequeño párrafo. Por un lado hay una pregunta que todos nos hemos hecho y que muchos aún se hacen:
¿Para qué ayunar, si no haces caso? Es la pregunta que Dios ha escuchado de nuestra parte, que brota del corazón del hombre: ¿para qué hacer esto o aquello si Dios no nos escucha, no hace lo que queremos?
Creemos, muchas veces, que con nuestra oración (a veces en intensas novenas) o con nuestros ayunos (en lo que no siempre dejamos de comer, sino que reemplazamos una cosa por otra) o con nuestras sacrificios (en los cuales no dejamos nuestra vida) vamos a cambiar el Querer de Dios, le vamos a obligar a hacer milagros. Pero ese no es el sentido ni de la oración, ni del ayuno, ni de los sacrificios.
Ayunamos, oramos y ofrecemos sacrificios para, como dice San Pablo: llevar nuestra carne a la esclavitud del espíritu... porque no siempre hacemos lo que debemos sino lo que no queremos. A Dios no se lo conquista con oraciones, sacrificios y ayunos, sino que eso sirve para que nuestro espíritu se fortalezca y pueda tomar las decisiones correctas para que vivamos en Fidelidad a la Vida que hemos elegido: ser cristianos, alcanzar la santidad.
Por eso, nos dice el Padre: Mirad el día de ayuno buscáis vuestro interés... Si ayunamos que sea para modificar un aspecto en nuestra vida que no es el adecuado a alguien que quiere alcanzar la santidad. Si ayunamos es para fortalecernos espiritualmente para poder decirle que ¡Sí! al Padre en este situación o en esta otra, y no para que el Padre diga que Sí a lo que yo quiero. Si ayunamos es para dejar de generar discordias, para poder perdonar, para poder pedir perdón, para no levantar calumnias, para no ofender, para poder abrazar con amor la Cruz de cada día.
Y así el Padre, finaliza diciendo: No ayunéis como ahora, haciendo oír en el cielo vuestras voces, porque a Dios se lo conquista con "un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias".
jueves, 19 de febrero de 2015
Es nuestra elección
Ya desde el comienzo del Pueblo de Israel, Dios ha dado libertad al hombre para elegir, lo ha enfrentado a su libre albedrío y le ha mostrado las consecuencias:
"Moisés habló al pueblo, diciendo:
- «Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal".
Y también, cuando vino el Hijo de Dios, antes de llamarnos e invitarnos a seguirlo, nos ha puesto la condición sin la cual no podíamos seguirlo, o, de otro modo, las consecuencias de aceptar la vida cristiana:
«El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?»
No tenemos ninguna obligación de ser cristianos, o católicos, o judíos, o musulmanes, o ateos. Son decisiones personales, libres y conscientes que tomamos, o deberíamos tomar en coherencia con lo que creemos, con lo que sentimos y con lo que queremos vivir o alcanzar.
Aunque lamentablemente, hoy, el término de libertad se ha tergiversado mucho, y mucho más el término coherencia, porque para ser coherente conmigo mismo tengo que ser incoherente con lo que creo, o mejor dicho, quiero vivir (sobre todo siendo cristiano) pero no quiero las obligaciones o el Camino que me marca Cristo. Por eso, en mi libertad, quiero recibir los derechos del cristiano pero no quiero las obligaciones cristianas.
Por eso, en este tiempo de Cuaresma que ayer hemos comenzado, hemos de reflexionar mucho sobre cuál ha sido y debe ser mi decisión, cómo ha sido y cómo debe ser mi vida cristiana. Porque Jesús antes de decirle a la gente si quería seguirlo le mostró lo que iba a tener que Él mismo tendría que vivir:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»
No podemos decir que nos mintiera cuando nos llamó a seguirle. No podemos decir que no nos dejó claro cómo vivir. No podemos decir que no está escrito lo que Dios quiere que vivamos si elegimos ser sus hijos.
Pero sí podemos decir que no lo hemos escuchado para saber qué y cómo vivir. Hemos cerrado nuestros oídos a Sus Palabras y por eso creemos que podemos cambiarlas, pero ya lo dijo el mismo Jesús:
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos".
Este es un tiempo para meditar si estamos dispuestos a ser Fieles a la Vida que Dios nos invita a vivir o si, mejor, tomamos nuestro propio camino. En nosotros está la decisión.
"Moisés habló al pueblo, diciendo:
- «Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal".
Y también, cuando vino el Hijo de Dios, antes de llamarnos e invitarnos a seguirlo, nos ha puesto la condición sin la cual no podíamos seguirlo, o, de otro modo, las consecuencias de aceptar la vida cristiana:
«El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?»
No tenemos ninguna obligación de ser cristianos, o católicos, o judíos, o musulmanes, o ateos. Son decisiones personales, libres y conscientes que tomamos, o deberíamos tomar en coherencia con lo que creemos, con lo que sentimos y con lo que queremos vivir o alcanzar.
Aunque lamentablemente, hoy, el término de libertad se ha tergiversado mucho, y mucho más el término coherencia, porque para ser coherente conmigo mismo tengo que ser incoherente con lo que creo, o mejor dicho, quiero vivir (sobre todo siendo cristiano) pero no quiero las obligaciones o el Camino que me marca Cristo. Por eso, en mi libertad, quiero recibir los derechos del cristiano pero no quiero las obligaciones cristianas.
Por eso, en este tiempo de Cuaresma que ayer hemos comenzado, hemos de reflexionar mucho sobre cuál ha sido y debe ser mi decisión, cómo ha sido y cómo debe ser mi vida cristiana. Porque Jesús antes de decirle a la gente si quería seguirlo le mostró lo que iba a tener que Él mismo tendría que vivir:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»
No podemos decir que nos mintiera cuando nos llamó a seguirle. No podemos decir que no nos dejó claro cómo vivir. No podemos decir que no está escrito lo que Dios quiere que vivamos si elegimos ser sus hijos.
Pero sí podemos decir que no lo hemos escuchado para saber qué y cómo vivir. Hemos cerrado nuestros oídos a Sus Palabras y por eso creemos que podemos cambiarlas, pero ya lo dijo el mismo Jesús:
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos".
Este es un tiempo para meditar si estamos dispuestos a ser Fieles a la Vida que Dios nos invita a vivir o si, mejor, tomamos nuestro propio camino. En nosotros está la decisión.
miércoles, 18 de febrero de 2015
Un hermoso tiempo: cuaresma
Cuaresma un hermoso tiempo en nuestras vidas cristianas.
Sí, me parece que tiene que ser un hermoso tiempo para nuestros corazones, porque es en el silencio del diálogo íntimo y sincero con nuestro Padre, en el que podemos abrirnos a su Gracia y descubrir lo que daña nuestra alma y nuestra entrega.
Un tiempo hermoso porque cada día podemos descubrir la suavidad de Su Mano que viene a purificar y limpiar nuestra vida opacada por nuestro pecado, y darnos el brillo nuevo del Espíritu que cada día nos despierta a la Fidelidad de la Vida.
Un tiempo hermoso en el que el esfuerzo constante por descubrir y vivir Su Voluntad es un Camino de Cruz que nos lleva a la Resurrección y a la Vida, para que todo aquello que nos había quitado alegría, esperanza, fe y amor comience a retornar a nuestro corazón.
Un tiempo hermoso en el que todo nos invita a volver a Dios, a volver a reencontrarnos con un Padre que nos ha amado tanto que envió a Su Hijo Único para mostrar el Camino de retorno a la Vida.
Un tiempo hermoso en el que cada día, desde el silencio y la oración, podemos adentrarnos en el desierto de nuestra vida para volver a experimentar las caricias de Aquél que en desierto me sedujo con Su Amor.
Un tiempo hermoso en el que cada sacrificio se torno gozo, en el que cada ayuno se convierte en Gracia, en el que cada acto de misericordia se transforma en aire nuevo que hace florecer el gozo de creer, que fortalece la alegría de la fe y da motivos de esperanza a aquellos que la han perdido.
Un tiempo hermoso para vivirlo con mucha intensidad, para que cada día limpiemos el corazón y el alma de tantas sombras de rencores, de dudas, de dolor, de agobios, de desencuentros, de mentiras, de vanidades, de egoísmos; de tanta levadura farisaica y herodiana que se ha ido acumulando en los rincones de nuestra vida y que, muchas veces, no nos permiten amar, servir, vivir.
Dejemos que en este hermoso tiempo de Cuaresma Dios nos susurre en el silencio del desierto cuánto nos Ama, para que nos dejemos seducir y podamos volver, como el Hijo Pródigo a la Casa Paterna, al Encuentro con mi Dios y Señor, y abrazado por su Infinito Amor pueda, al final del Camino, resucitar a una Vida Nueva llena de la Luz y de la Paz del Espíritu que Su Hijo nos entregó.
Sí, me parece que tiene que ser un hermoso tiempo para nuestros corazones, porque es en el silencio del diálogo íntimo y sincero con nuestro Padre, en el que podemos abrirnos a su Gracia y descubrir lo que daña nuestra alma y nuestra entrega.
Un tiempo hermoso porque cada día podemos descubrir la suavidad de Su Mano que viene a purificar y limpiar nuestra vida opacada por nuestro pecado, y darnos el brillo nuevo del Espíritu que cada día nos despierta a la Fidelidad de la Vida.
Un tiempo hermoso en el que el esfuerzo constante por descubrir y vivir Su Voluntad es un Camino de Cruz que nos lleva a la Resurrección y a la Vida, para que todo aquello que nos había quitado alegría, esperanza, fe y amor comience a retornar a nuestro corazón.
Un tiempo hermoso en el que todo nos invita a volver a Dios, a volver a reencontrarnos con un Padre que nos ha amado tanto que envió a Su Hijo Único para mostrar el Camino de retorno a la Vida.
Un tiempo hermoso en el que cada día, desde el silencio y la oración, podemos adentrarnos en el desierto de nuestra vida para volver a experimentar las caricias de Aquél que en desierto me sedujo con Su Amor.
Un tiempo hermoso en el que cada sacrificio se torno gozo, en el que cada ayuno se convierte en Gracia, en el que cada acto de misericordia se transforma en aire nuevo que hace florecer el gozo de creer, que fortalece la alegría de la fe y da motivos de esperanza a aquellos que la han perdido.
Un tiempo hermoso para vivirlo con mucha intensidad, para que cada día limpiemos el corazón y el alma de tantas sombras de rencores, de dudas, de dolor, de agobios, de desencuentros, de mentiras, de vanidades, de egoísmos; de tanta levadura farisaica y herodiana que se ha ido acumulando en los rincones de nuestra vida y que, muchas veces, no nos permiten amar, servir, vivir.
Dejemos que en este hermoso tiempo de Cuaresma Dios nos susurre en el silencio del desierto cuánto nos Ama, para que nos dejemos seducir y podamos volver, como el Hijo Pródigo a la Casa Paterna, al Encuentro con mi Dios y Señor, y abrazado por su Infinito Amor pueda, al final del Camino, resucitar a una Vida Nueva llena de la Luz y de la Paz del Espíritu que Su Hijo nos entregó.
martes, 17 de febrero de 2015
Levadura buena o mala?
Jesús les recomendó: -«Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.»
Ellos comentaban: -«Lo dice porque no tenemos pan.»
En este pequeño párrafo hay dos cosas que me llaman la atención. La primera es que los apóstoles, cuando Jesús les habla de la levadura de los fariseos y de Herodes, se creen que lo dice porque no tienen pan. No piensan en un más allá de lo que está diciendo, que no le preocupa si hay pan o no hay pan, sino que quiere mostrar cuál es el rol de los fariseos y de Herodes, y qué es lo que ellos pueden hacer. No se ponen a pensar en lo que con esa frase está queriendo decir. Y al quedarse con lo material, con lo cercano, se pierden de aprender, de descubrir el verdadero valor de las palabras que Jesús está diciendo. Es decir no podemos, más de una vez, ver la Voluntad de Dios porque nos quedamos con lo urgente del día, y creemos que indirectamente nos está mostrando un error, cuando en realidad quiere que miremos más allá de nuestras necesidades.
Por que Jesús mismo nos llama y nos dice: sois la levadura en la masa. Y por eso mismo hemos de tener en cuenta qué levadura usamos para la masa, porque hay levaduras buenas y levaduras malas. Si usamos una levadura buena tendremos una buena y abundante masa, y si no lo contrario.
Las dos levaduras de las que habla Jesús fermentan siempre la masa, pero quiere que veamos que la de Herodes es la maldad que puede conquistar la vida de los demás; la de los Fariseos que no hacen lo que predican, en cambio la buena levadura que es el Espíritu Santo es la que comparte la Gracia del Padre para que alcancemos la santidad y construyamos el Reino de los Cielos en la tierra.
Nosotros, no por nosotros mismos sino por el Espíritu que dejamos actuar en nuestra vida, somos la buena levadura. Pero por eso mismo tenemos que tener en cuenta en dónde y con qué alimentamos nuestra vida. Hoy en día son muchos los cristianos que no alimentan sus vidas con el Espíritu Santo, sino que se dejan convencer de otras ciencias y creencias, y así se van transformando en mala levadura, y contagian con sus palabras a otros que buscan con sinceridad el Camino del Señor.
Dios nos está mostrando, día a día, que la levadura de los fariseos y de Herodes se va mezclando en nuestras vidas, y los frutos de esa levadura lo tenemos delante de nuestras narices. Y esa realidad está reclamando de nosotros una respuesta rápida y concreta ¿cómo responderemos? ¿Seguiremos permitiendo que esa levadura invada el mundo? O tomaremos las riendas de nuestras vidas y dejaremos que el Espíritu Santo transformándonos con sus dones nos haga buena levadura que de vida nueva a esta masa?
No nos quedemos, como los apóstoles, viendo o doliéndonos por que no tenemos pan, sino busquemos la Verdad porque ella es el Camino que nos da Vida Verdadera, y así podemos darle Nueva Vida a nuestro mundo.
Ellos comentaban: -«Lo dice porque no tenemos pan.»
En este pequeño párrafo hay dos cosas que me llaman la atención. La primera es que los apóstoles, cuando Jesús les habla de la levadura de los fariseos y de Herodes, se creen que lo dice porque no tienen pan. No piensan en un más allá de lo que está diciendo, que no le preocupa si hay pan o no hay pan, sino que quiere mostrar cuál es el rol de los fariseos y de Herodes, y qué es lo que ellos pueden hacer. No se ponen a pensar en lo que con esa frase está queriendo decir. Y al quedarse con lo material, con lo cercano, se pierden de aprender, de descubrir el verdadero valor de las palabras que Jesús está diciendo. Es decir no podemos, más de una vez, ver la Voluntad de Dios porque nos quedamos con lo urgente del día, y creemos que indirectamente nos está mostrando un error, cuando en realidad quiere que miremos más allá de nuestras necesidades.
Por que Jesús mismo nos llama y nos dice: sois la levadura en la masa. Y por eso mismo hemos de tener en cuenta qué levadura usamos para la masa, porque hay levaduras buenas y levaduras malas. Si usamos una levadura buena tendremos una buena y abundante masa, y si no lo contrario.
Las dos levaduras de las que habla Jesús fermentan siempre la masa, pero quiere que veamos que la de Herodes es la maldad que puede conquistar la vida de los demás; la de los Fariseos que no hacen lo que predican, en cambio la buena levadura que es el Espíritu Santo es la que comparte la Gracia del Padre para que alcancemos la santidad y construyamos el Reino de los Cielos en la tierra.
Nosotros, no por nosotros mismos sino por el Espíritu que dejamos actuar en nuestra vida, somos la buena levadura. Pero por eso mismo tenemos que tener en cuenta en dónde y con qué alimentamos nuestra vida. Hoy en día son muchos los cristianos que no alimentan sus vidas con el Espíritu Santo, sino que se dejan convencer de otras ciencias y creencias, y así se van transformando en mala levadura, y contagian con sus palabras a otros que buscan con sinceridad el Camino del Señor.
Dios nos está mostrando, día a día, que la levadura de los fariseos y de Herodes se va mezclando en nuestras vidas, y los frutos de esa levadura lo tenemos delante de nuestras narices. Y esa realidad está reclamando de nosotros una respuesta rápida y concreta ¿cómo responderemos? ¿Seguiremos permitiendo que esa levadura invada el mundo? O tomaremos las riendas de nuestras vidas y dejaremos que el Espíritu Santo transformándonos con sus dones nos haga buena levadura que de vida nueva a esta masa?
No nos quedemos, como los apóstoles, viendo o doliéndonos por que no tenemos pan, sino busquemos la Verdad porque ella es el Camino que nos da Vida Verdadera, y así podemos darle Nueva Vida a nuestro mundo.
lunes, 16 de febrero de 2015
Responsable de mi hermano?
El Señor dijo a Caín: - “¿Dónde está Abel, tu hermano?”
Respondió Caín: - “No sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano? “
El Señor le replicó: -“¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde la tierra".
Desde el primer momento Dios nos hace responsable de la vida de nuestros hermanos, no sólo de los de nuestra sangre, sino de todos los que han recibido el Espíritu de hijos y con los que tenemos un mismo Padre en el Cielo. No debemos desentendernos de la vida de nuestros hermanos, porque, como dice Dios: "su sangre clama al cielo".
Pero también es cierto que muchas veces somos nosotros mismos quienes clamamos porque nuestros hermanos se desentienden de nosotros, pues no nos gusta que no nos presten atención, que nos nieguen el saludo, que no nos llamen, no nos escuchen, no nos vengan a visitar. Y ¿acaso no somos nosotros responsables de cómo nos tratan nuestros hermanos? Porque, a veces, lo que los demás hacen con nosotros es porque nosotros lo hemos hecho con ellos, o, mejor dicho, no lo hemos hecho. Pues para quejarnos somos niños pequeños que nos gusta quejarnos de todo, pero poco hacemos por los demás.
Y, un poco en este sentido va el enfado de Jesús por los fariseos de su tiempo, pues aunque veían los signos y milagros que Jesús hacía, aún tenían el valor de pedirle un signo del Cielo, que Cielo haga algo que demuestre que Él era Dios.
Por suerte Jesús les respondió cortito, y se fue, porque la respuesta habría sido demasiado dura para nuestros. Aunque, también es cierto, que cuando nos dejan sin respuestas, o mejor dicho, cuando no nos responden nada siendo que esperábamos una buena respuesta nos deja con más angustia, porque no hemos podido contestar a su respuesta.
Hay veces que no vale la pena contestar, porque ya todo está dicho, y, si quieres entender lo podrás entender, si quieres creer lo podrás hacer, si quieres amar lo puedes hacer; no le pidas un gesto más de amor, sino primero ama tú, comienza tú el camino de amar: "lo que quieras que hagan contigo hazlo tú primero con los demás", no te quedes esperando que todos vengan a tí, porque tú también eres responsable de la vida de tus hermanos, no sólo ellos de tu vida.
Respondió Caín: - “No sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano? “
El Señor le replicó: -“¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde la tierra".
Desde el primer momento Dios nos hace responsable de la vida de nuestros hermanos, no sólo de los de nuestra sangre, sino de todos los que han recibido el Espíritu de hijos y con los que tenemos un mismo Padre en el Cielo. No debemos desentendernos de la vida de nuestros hermanos, porque, como dice Dios: "su sangre clama al cielo".
Pero también es cierto que muchas veces somos nosotros mismos quienes clamamos porque nuestros hermanos se desentienden de nosotros, pues no nos gusta que no nos presten atención, que nos nieguen el saludo, que no nos llamen, no nos escuchen, no nos vengan a visitar. Y ¿acaso no somos nosotros responsables de cómo nos tratan nuestros hermanos? Porque, a veces, lo que los demás hacen con nosotros es porque nosotros lo hemos hecho con ellos, o, mejor dicho, no lo hemos hecho. Pues para quejarnos somos niños pequeños que nos gusta quejarnos de todo, pero poco hacemos por los demás.
Y, un poco en este sentido va el enfado de Jesús por los fariseos de su tiempo, pues aunque veían los signos y milagros que Jesús hacía, aún tenían el valor de pedirle un signo del Cielo, que Cielo haga algo que demuestre que Él era Dios.
Por suerte Jesús les respondió cortito, y se fue, porque la respuesta habría sido demasiado dura para nuestros. Aunque, también es cierto, que cuando nos dejan sin respuestas, o mejor dicho, cuando no nos responden nada siendo que esperábamos una buena respuesta nos deja con más angustia, porque no hemos podido contestar a su respuesta.
Hay veces que no vale la pena contestar, porque ya todo está dicho, y, si quieres entender lo podrás entender, si quieres creer lo podrás hacer, si quieres amar lo puedes hacer; no le pidas un gesto más de amor, sino primero ama tú, comienza tú el camino de amar: "lo que quieras que hagan contigo hazlo tú primero con los demás", no te quedes esperando que todos vengan a tí, porque tú también eres responsable de la vida de tus hermanos, no sólo ellos de tu vida.
domingo, 15 de febrero de 2015
Consagrados por el bautismo
Dice San Pablo a los Corintios:
"Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios".
Es el sentido de nuestra consagración bautismal, toda nuestra vida es de Dios, para Dios y con Dios, por eso cada una de los cosas que hacemos debemos hacerla para gloria de Dios. Y no porque Dios necesite que nosotros lo glorifiquemos, sino porque glorificándolo todo lo que hacemos redunda en Gracia para nosotros o para quien nosotros lo ofrezcamos.
El sentido de una vida consagrada a Dios es poder vivir para Él, para que, como Jesús, nuestra vida sea (aunque pequeño) complemente para Su Plan de Salvación de los hombres.
"Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia", le dice San Pablo a los Colosenses.
Si éste es el sentido que le damos a nuestros sufrimientos, por qué no dárselo también a todo lo que hagamos en nuestra vida. Santa Teresita de Lisieux en su Caminito de perfección va a decir que:
"Sí, Amado mío, así es como se consumirá mi vida… No tengo otra forma de demostrarte mi amor que arrojando flores, es decir, no dejando escapar ningún pequeño sacrificio, ni una sola mirada, ni una sola palabra, aprovechando hasta las más pequeñas cosas y haciéndolas por amor…
Quiero sufrir por amor, y hasta gozar por amor".
Todo (menos el pecado) sirve para nuestra santidad y para la salvación de las almas, por eso tenemos que ser más conscientes de nuestra consagración bautismal, porque no sólo las monjas y los curas, pueden rezar y ofrecer sus cosas a Dios, sino que todos los que estamos bautizados estamos consagrados a Dios y somos instrumentos de salvación, gracias a Jesús, para el mundo.
Por lo mismo, agrega San Pablo:
"No deis motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios, como yo, por mi parte, procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propio bien, sino el de la mayoría, para que se salven. Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo".
Nuestra vida cristiana nos expone (lo queramos o no) a los ojos del mundo, y el mundo nos juzga, nos mira y si le gusta lo que vivimos acepta lo que le proponemos o no. Nuestra vida, toda nuestra vida, es un espejo de lo que anhelamos vivir.
No dudemos de aquél llamado que nos hizo Jesús:
"vosotros sois la luz del mundo... vosotros sois la sal de la tierra..."
Él confía en nosotros, confiemos nosotros en Su Amor y llenemos el mundo con los pétalos derramados e inundémoslo con el hermoso perfume de la santidad.
"Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios".
Es el sentido de nuestra consagración bautismal, toda nuestra vida es de Dios, para Dios y con Dios, por eso cada una de los cosas que hacemos debemos hacerla para gloria de Dios. Y no porque Dios necesite que nosotros lo glorifiquemos, sino porque glorificándolo todo lo que hacemos redunda en Gracia para nosotros o para quien nosotros lo ofrezcamos.
El sentido de una vida consagrada a Dios es poder vivir para Él, para que, como Jesús, nuestra vida sea (aunque pequeño) complemente para Su Plan de Salvación de los hombres.
"Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia", le dice San Pablo a los Colosenses.
Si éste es el sentido que le damos a nuestros sufrimientos, por qué no dárselo también a todo lo que hagamos en nuestra vida. Santa Teresita de Lisieux en su Caminito de perfección va a decir que:
"Sí, Amado mío, así es como se consumirá mi vida… No tengo otra forma de demostrarte mi amor que arrojando flores, es decir, no dejando escapar ningún pequeño sacrificio, ni una sola mirada, ni una sola palabra, aprovechando hasta las más pequeñas cosas y haciéndolas por amor…
Quiero sufrir por amor, y hasta gozar por amor".
Todo (menos el pecado) sirve para nuestra santidad y para la salvación de las almas, por eso tenemos que ser más conscientes de nuestra consagración bautismal, porque no sólo las monjas y los curas, pueden rezar y ofrecer sus cosas a Dios, sino que todos los que estamos bautizados estamos consagrados a Dios y somos instrumentos de salvación, gracias a Jesús, para el mundo.
Por lo mismo, agrega San Pablo:
"No deis motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios, como yo, por mi parte, procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propio bien, sino el de la mayoría, para que se salven. Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo".
Nuestra vida cristiana nos expone (lo queramos o no) a los ojos del mundo, y el mundo nos juzga, nos mira y si le gusta lo que vivimos acepta lo que le proponemos o no. Nuestra vida, toda nuestra vida, es un espejo de lo que anhelamos vivir.
No dudemos de aquél llamado que nos hizo Jesús:
"vosotros sois la luz del mundo... vosotros sois la sal de la tierra..."
Él confía en nosotros, confiemos nosotros en Su Amor y llenemos el mundo con los pétalos derramados e inundémoslo con el hermoso perfume de la santidad.
sábado, 14 de febrero de 2015
Más allá de los enamorados
Cuando el amor aparece en la vida de una persona no hace falta que lo obliguen a anunciarlo, porque todo su ser anuncia que se ha enamorado: su mirada, sus palabras, sus gestos, todo habla de la alegría del amor que ha tocado su corazón. No hay palabras que puedan describir esa sensación, porque cada uno lo vive de un modo diferente, pero lo que es seguro que el Amor Verdadero cambia a la persona, y se entrega por completo a vivirlo en intensidad.
Ese fue el Amor que tocó el corazón de los apóstoles, ese fue el Amor que tocó el corazón de los santos y los mártires, porque el Amor llega a nuestra vida en el momento en que la nacemos a la vida. Y se hace pleno el día que recibimos el Espíritu de Amor que nos devuelve la filiación divina y comenzamos a llamar ¡Abba! ¡Padre! a nuestro Dios.
Son los primeros pasos del amor, un amor que se va haciendo vida en nuestras primeras relaciones con nuestros padres, con nuestros hermanos. Un amor que se hace alegría con nuestros primeros amigos.
El Amor forma parte de nuestra vida como el aire que necesitamos cada día para vivir, porque es el Amor el que nos impulsa a descubrirnos amados y amantes. Por eso es que cada día hemos de darle el lugar que se merece, debemos llenar el Amor con todo el sentido que tiene y no dejarlo vacío para expresar sólo necesidades fisiológicas del hombre.
Es el amor el que sana heridas, es el amor el que fortalece la vida, es el amor el que enciende corazones, es el amor el motor de la paz, de la unidad, del respeto, de la alegría, mantengámoslo vivo, mantengámoslo puro como el Amor Primero que creó que todas las cosas y nos llamó a la Vida.
Sí, hoy es el día de los enamorados, de las parejas, pero también dejemos lugar para el Amor Total, para el Amor Puro que torna los corazones de los varones y de las mujeres permeables a una nueva realidad, a una realidad que no se ve pero que cambia la vida, a una realidad que no se toca pero que empuja los corazones a un deseo de plenitud, a una realidad que no se entiende pero que motiva cada día para seguir adelante, para alcanzar lo inalcanzable, para vivir lo que nunca pensamos que podíamos llegar a vivir.
Por eso no dejemos que el Amor pierda sentida, que pierda fuerza, que pierda pureza, no dejemos que el Amor deje de perder la pasión porque es lo que mantiene encendida la llama que ilumina la oscuridad de las tinieblas y sostiene la entrega de los que Fieles al Amor Primero ofrecieron sus vidas para alcanzar una meta más alta: una familia, una consagración, es decir un camino de santidad al que hemos sido llamado por el Amor Eterno.
Ese fue el Amor que tocó el corazón de los apóstoles, ese fue el Amor que tocó el corazón de los santos y los mártires, porque el Amor llega a nuestra vida en el momento en que la nacemos a la vida. Y se hace pleno el día que recibimos el Espíritu de Amor que nos devuelve la filiación divina y comenzamos a llamar ¡Abba! ¡Padre! a nuestro Dios.
Son los primeros pasos del amor, un amor que se va haciendo vida en nuestras primeras relaciones con nuestros padres, con nuestros hermanos. Un amor que se hace alegría con nuestros primeros amigos.
El Amor forma parte de nuestra vida como el aire que necesitamos cada día para vivir, porque es el Amor el que nos impulsa a descubrirnos amados y amantes. Por eso es que cada día hemos de darle el lugar que se merece, debemos llenar el Amor con todo el sentido que tiene y no dejarlo vacío para expresar sólo necesidades fisiológicas del hombre.
Es el amor el que sana heridas, es el amor el que fortalece la vida, es el amor el que enciende corazones, es el amor el motor de la paz, de la unidad, del respeto, de la alegría, mantengámoslo vivo, mantengámoslo puro como el Amor Primero que creó que todas las cosas y nos llamó a la Vida.
Sí, hoy es el día de los enamorados, de las parejas, pero también dejemos lugar para el Amor Total, para el Amor Puro que torna los corazones de los varones y de las mujeres permeables a una nueva realidad, a una realidad que no se ve pero que cambia la vida, a una realidad que no se toca pero que empuja los corazones a un deseo de plenitud, a una realidad que no se entiende pero que motiva cada día para seguir adelante, para alcanzar lo inalcanzable, para vivir lo que nunca pensamos que podíamos llegar a vivir.
Por eso no dejemos que el Amor pierda sentida, que pierda fuerza, que pierda pureza, no dejemos que el Amor deje de perder la pasión porque es lo que mantiene encendida la llama que ilumina la oscuridad de las tinieblas y sostiene la entrega de los que Fieles al Amor Primero ofrecieron sus vidas para alcanzar una meta más alta: una familia, una consagración, es decir un camino de santidad al que hemos sido llamado por el Amor Eterno.
viernes, 13 de febrero de 2015
Su poder y nuestra libertad
La serpiente replicó a la mujer:
-“No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal.”
La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencias; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió".
"Seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal", a todos nos es atrayente esa realidad, porque todos llevamos dentro los genes de nuestro Padre Eterno, y todos queremos ser cómo Él, anhelamos ser nuestros propios dioses, queremos ser nuestros propios padres, porque no queremos que nadie nos diga qué hacer, cuándo hacerlo y cómo hacerlo.
Ya lo dice San Pablo a los Gálatas: "Hermanos, vuestra vocación es la libertad; no una libertad para que se aproveche la carne..."
Ser libres, nuestro más grande y ferviente anhelo. Ser Dios libres el culmen de nuestra vida.
Pero ¿somos capaces de usar el conocimiento del bien y el mal para actuar libremente? ¿Conocemos cuáles son nuestros límites y las fronteras para no invadir la vida de los demás? ¿Cómo hacemos para que en nuestra libertad seamos justos con la vida de los demás? ¿Cómo frenar nuestros impulsos de libertad cuando no conocemos o valoramos el alcance real de nuestros actos y palabras?
Es que ser Dios es un problema, tener tanto poder y usarlo sólo para uno mismo, para poder alcanzar sólo que yo quiero sin que me importen los demás...
Por eso Dios mismo nos dio prueba que su poder era para compartirlo, compartirlo con la creación. Pero no nos bastó, queríamos ser como Él.
Y vino su Hijo, Su Hijo Único para mostrarnos que aunque se tenga todo el poder y todo el conocimiento, hay que ponerlo al servicio de los demás, mostrar un camino de servicio, de amor, de respeto. Por eso nos envió Su Espíritu para que sea Él quien nos guíe por ese Camino del Amor y la Obediencia al Padre, porque nadie sabe mejor cómo usar la libertad y el conocimiento del bien y el mal, sino quien nos lo dio.
Y así, el mismo San Pablo nos sigue diciendo: "yo os lo digo: andad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne; pues la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Hay entre ellos un antagonismo tal que no hacéis lo que quisierais... (los frutos del) Espíritu son: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí".
Usemos el conocimiento del bien y el mal para optar cada día por la acción del Espíritu en nosotros, y así poder mostrar que, realmente, somos hijos de Dios, pues su poder y nuestra libertad, se conocen por los frutos que damos.
-“No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal.”
La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencias; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió".
"Seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal", a todos nos es atrayente esa realidad, porque todos llevamos dentro los genes de nuestro Padre Eterno, y todos queremos ser cómo Él, anhelamos ser nuestros propios dioses, queremos ser nuestros propios padres, porque no queremos que nadie nos diga qué hacer, cuándo hacerlo y cómo hacerlo.
Ya lo dice San Pablo a los Gálatas: "Hermanos, vuestra vocación es la libertad; no una libertad para que se aproveche la carne..."
Ser libres, nuestro más grande y ferviente anhelo. Ser Dios libres el culmen de nuestra vida.
Pero ¿somos capaces de usar el conocimiento del bien y el mal para actuar libremente? ¿Conocemos cuáles son nuestros límites y las fronteras para no invadir la vida de los demás? ¿Cómo hacemos para que en nuestra libertad seamos justos con la vida de los demás? ¿Cómo frenar nuestros impulsos de libertad cuando no conocemos o valoramos el alcance real de nuestros actos y palabras?
Es que ser Dios es un problema, tener tanto poder y usarlo sólo para uno mismo, para poder alcanzar sólo que yo quiero sin que me importen los demás...
Por eso Dios mismo nos dio prueba que su poder era para compartirlo, compartirlo con la creación. Pero no nos bastó, queríamos ser como Él.
Y vino su Hijo, Su Hijo Único para mostrarnos que aunque se tenga todo el poder y todo el conocimiento, hay que ponerlo al servicio de los demás, mostrar un camino de servicio, de amor, de respeto. Por eso nos envió Su Espíritu para que sea Él quien nos guíe por ese Camino del Amor y la Obediencia al Padre, porque nadie sabe mejor cómo usar la libertad y el conocimiento del bien y el mal, sino quien nos lo dio.
Y así, el mismo San Pablo nos sigue diciendo: "yo os lo digo: andad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne; pues la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Hay entre ellos un antagonismo tal que no hacéis lo que quisierais... (los frutos del) Espíritu son: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí".
Usemos el conocimiento del bien y el mal para optar cada día por la acción del Espíritu en nosotros, y así poder mostrar que, realmente, somos hijos de Dios, pues su poder y nuestra libertad, se conocen por los frutos que damos.
jueves, 12 de febrero de 2015
Lo que más importa: tú
Al terminar la creación del hombre, el texto bíblico dice:
-“No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude.”
Dios que nos creó a imagen y semejanza suya, no podía dejar que estuviéramos solos, que el hombre fuera el único ser que no tuviera alguien semejante a su lado, por que Él, un Dios Comunidad, sabía la importancia del amor, de la compañía para vivir, para alcanzar la plenitud.
No hubiese alcanzado la plenitud el hombre solo, si tenía que ser imagen y semejanza de un Dios Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por eso lo miró y se dio cuenta que no podía ser que estuviera solo.
Dirá algún filósofo somos ser-con-los-demás, con los demás, con el otro, con un tú nos vamos realizando, necesitamos del otro para poder descubrirnos, para poder acompañarnos, para poder sostenernos. Por eso es tan importante que en este mundo de hoy volvamos a descubrir nuestro ser-en-comunidad.
Así como en el relato de la creación vemos cómo Satanás tienta al hombre para desobedecer a Dios y perder lo mejor que tenía, hoy nos vuelve a tentar para que perdamos lo mejor que tenemos: nos hace individualistas y egoístas para perder nuestro ser-en-relación, para perder lo mejor del yo que es el tú, el tú humano y el Tú Divino.
Cada día que pasa nos tornamos seres más solos, aunque estemos rodeados de personas, aunque estemos comunicados por montones de servicios y redes no compartimos nuestras vidas, aunque podamos acercarnos de una manera rápida y eficaz no vamos al encuentro del otro, aunque nos sea fácil encontrar el silencio para el Encuentro vivimos en el ruido para no encontrarnos.
Cada día que pasa vamos perdiendo a alguien importante, y no es porque Dios lo lleve a la Casa Eterna, sino porque nuestro silencio va deteriorando una amistad, una relación, un encuentro, porque siempre hay cosas más importantes que encontrarnos con quien necesito o con quien me puede necesitar. Porque no hace falta que el otro me grite ¡auxilio! para ir a su encuentro, no hace falta que el otro esté grave para visitarlo, con el otro soy cada día más yo, con el otro cada día crezco más, con el otro plenifico el amor.
No dejemos que hoy el tentador nos haga comer la manzana de la soledad, del egoísmo y del individualismo, busquemos el Pan de la Vida que nos lleva al Encuentro para poder encontrarnos, y así, juntos viviendo como hermanos podamos construir el Reino aquí en la tierra, y alcanzar, cada uno la plenitud de nuestro que se perfecciona, que alcanza su felicidad haciendo feliz al tú que Dios ha puesto a mi lado.
-“No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude.”
Dios que nos creó a imagen y semejanza suya, no podía dejar que estuviéramos solos, que el hombre fuera el único ser que no tuviera alguien semejante a su lado, por que Él, un Dios Comunidad, sabía la importancia del amor, de la compañía para vivir, para alcanzar la plenitud.
No hubiese alcanzado la plenitud el hombre solo, si tenía que ser imagen y semejanza de un Dios Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por eso lo miró y se dio cuenta que no podía ser que estuviera solo.
Dirá algún filósofo somos ser-con-los-demás, con los demás, con el otro, con un tú nos vamos realizando, necesitamos del otro para poder descubrirnos, para poder acompañarnos, para poder sostenernos. Por eso es tan importante que en este mundo de hoy volvamos a descubrir nuestro ser-en-comunidad.
Así como en el relato de la creación vemos cómo Satanás tienta al hombre para desobedecer a Dios y perder lo mejor que tenía, hoy nos vuelve a tentar para que perdamos lo mejor que tenemos: nos hace individualistas y egoístas para perder nuestro ser-en-relación, para perder lo mejor del yo que es el tú, el tú humano y el Tú Divino.
Cada día que pasa nos tornamos seres más solos, aunque estemos rodeados de personas, aunque estemos comunicados por montones de servicios y redes no compartimos nuestras vidas, aunque podamos acercarnos de una manera rápida y eficaz no vamos al encuentro del otro, aunque nos sea fácil encontrar el silencio para el Encuentro vivimos en el ruido para no encontrarnos.
Cada día que pasa vamos perdiendo a alguien importante, y no es porque Dios lo lleve a la Casa Eterna, sino porque nuestro silencio va deteriorando una amistad, una relación, un encuentro, porque siempre hay cosas más importantes que encontrarnos con quien necesito o con quien me puede necesitar. Porque no hace falta que el otro me grite ¡auxilio! para ir a su encuentro, no hace falta que el otro esté grave para visitarlo, con el otro soy cada día más yo, con el otro cada día crezco más, con el otro plenifico el amor.
No dejemos que hoy el tentador nos haga comer la manzana de la soledad, del egoísmo y del individualismo, busquemos el Pan de la Vida que nos lleva al Encuentro para poder encontrarnos, y así, juntos viviendo como hermanos podamos construir el Reino aquí en la tierra, y alcanzar, cada uno la plenitud de nuestro que se perfecciona, que alcanza su felicidad haciendo feliz al tú que Dios ha puesto a mi lado.
miércoles, 11 de febrero de 2015
El paraíso perdido
La visión paradisíaca del comienzo de la creación, el colocar al hombre en el centro de ese paraíso es el más hermoso de los relatos, porque es el deseo de todo hombre que vive oculto en su corazón, porque es su origen, está en el centro de su ser, y por eso lo recuerda, lo desea, lo busca. Buscamos el paraíso, pero no lo encontramos. Deseamos el paraíso, pero no lo alcanzamos. Necesitamos el paraíso, pero no lo compramos.
Y ese paraíso está en nuestro interior, está en el corazón del hombre que ha descubierto al Creador, está en el hombre que sabe que es hijo, que tiene un Padre y que conoce el Camino: El reino de Dios ha llegado a vosotros... convertíos y creed en el Evangelio.
Por eso, en el evangelio hoy Jesús nos hace ver que, cuando el hombre no ha recibido el Espíritu Santo que lo purifica, y que deja actuar a ese mismo Espíritu en su interior, todo lo que sale del hombre está teñido del pecado original, sólo pueden salir actitudes que dañan al hombre y que lo alejan cada día más del paraíso anhelado.
No le tiremos las culpas al de al lado, porque nada de lo que el otro hace puede obligarme a mí a hacer lo mismo, sólo yo tengo la decisión de hacer lo que está bien o lo que está mal, lo que me santifique o no, lo que me acerque más al Paraíso soñado o me aleje más de él. Es mi corazón quien purifica o no, o mejor dicho es el Espíritu Santo que habita en mí quien, si lo dejo actuar, purifica mis pensamientos, mis deseos, me fortalece en mis decisiones y me enciende en la búsqueda constante de este Reino que es el Paraíso soñado, anhelado, esperado.
"El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y lo cultivara", pero que lo hiciera según sus planes, sus proyectos, porque Él sabía hacía dónde quería llevar esa creación de Sus Manos. Pero el hombre, se dejó tentar y llevó según su antojo a la creación a este estado en el que está.
Volvamos a confiar en el proyecto de Dios, volvamos a creer que Él tiene el plano fundamental que nos permite llegar al Paraíso que hemos perdido. Dejemos que Él nos guía pues Él es el Camino que nos enseña, nos conduce y nos lleva a encontrar el Paraíso perdido. Si es lo que sueña nuestro corazón, renunciemos a nosotros mismos y dejemos que Su Mano Poderosa nos guía por el recto sendero de la salvación.
Y ese paraíso está en nuestro interior, está en el corazón del hombre que ha descubierto al Creador, está en el hombre que sabe que es hijo, que tiene un Padre y que conoce el Camino: El reino de Dios ha llegado a vosotros... convertíos y creed en el Evangelio.
Por eso, en el evangelio hoy Jesús nos hace ver que, cuando el hombre no ha recibido el Espíritu Santo que lo purifica, y que deja actuar a ese mismo Espíritu en su interior, todo lo que sale del hombre está teñido del pecado original, sólo pueden salir actitudes que dañan al hombre y que lo alejan cada día más del paraíso anhelado.
No le tiremos las culpas al de al lado, porque nada de lo que el otro hace puede obligarme a mí a hacer lo mismo, sólo yo tengo la decisión de hacer lo que está bien o lo que está mal, lo que me santifique o no, lo que me acerque más al Paraíso soñado o me aleje más de él. Es mi corazón quien purifica o no, o mejor dicho es el Espíritu Santo que habita en mí quien, si lo dejo actuar, purifica mis pensamientos, mis deseos, me fortalece en mis decisiones y me enciende en la búsqueda constante de este Reino que es el Paraíso soñado, anhelado, esperado.
"El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y lo cultivara", pero que lo hiciera según sus planes, sus proyectos, porque Él sabía hacía dónde quería llevar esa creación de Sus Manos. Pero el hombre, se dejó tentar y llevó según su antojo a la creación a este estado en el que está.
Volvamos a confiar en el proyecto de Dios, volvamos a creer que Él tiene el plano fundamental que nos permite llegar al Paraíso que hemos perdido. Dejemos que Él nos guía pues Él es el Camino que nos enseña, nos conduce y nos lleva a encontrar el Paraíso perdido. Si es lo que sueña nuestro corazón, renunciemos a nosotros mismos y dejemos que Su Mano Poderosa nos guía por el recto sendero de la salvación.
martes, 10 de febrero de 2015
Y vio que todo era bueno
Y volvamos a creer... Y Dios vio que todo era bueno...
Aunque nos resulte un relato infantil, sabemos que nadie, salvo la Trinidad, estuvo en esos momentos de la Creación. ¿Quién sabe cómo fue? Pero sí es hermoso (para quienes tenemos fe) creer que Dios lo fue creando todo de la nada, que todo lo hizo por Amor y que, al final, nos puso a nosotros, al hombre, varón y mujer, como centro de esa creación para que la hiciéramos producir y la lleváramos a la plenitud total.
Y Dios vio que todo era bueno.
Y todo es bueno cuando lo miramos desde Dios, cuando miramos con el corazón de Dios, que es un corazón de Amor, podemos ver que todo es bueno, que todo lo vale la pena y que, por eso mismo, le pidió a Su Hijo Único que nos entregara, por Amor, su Vida en la Cruz.
Él sigue creyendo que es posible que el Hombre vuelve a su belleza original, que vuelva a encontrarse con su Creador y viva en armonía con la creación. Por eso el Hijo, mientras caminó entre nosotros, nos dio las pautas para alcanzar esta armonía que tanto ansía el hombre: Yo soy el Camino, nos dijo.
Pero hoy nos pasa lo de ayer: no queremos obedecer, no queremos darnos cuenta de nuestra creciente inmadurez de hacernos grandes, de creernos dioses y no llegamos nunca a esa armonía que anhelamos, que pensamos, que soñamos. Siempre buscamos un camino alternativo cuando tenemos el Verdadero Camino que nos conduce a la Vida. Y después no sabemos por qué no llegamos a dónde queríamos, y muchas veces vemos cómo algunos se dan contra una gran pared...
¿Qué nos impide volver a creer? ¿Qué nos impide volver a confiar? Pero no es creer en los hombres, no es confiar en los hombres, es creer y confiar en el Creador, porque más allá de nosotros, cuando después del horizonte no vemos nada, ahí está Él pero está tan lejano que se hace presente en cada momento, en cada amanecer, en cada anochecer, en cada hermano, en cada palabra, en Su Palabra, sólo basta que abras tus ojos a la fe para que Él te muestre el Camino.
Si no miremos a nuestro alrededor ¿encuentra el hombre la paz que busca? ¿encuentra el hombre la felicidad que anhela? No es todo demasiado pasajero y efímero, ¿sirve de algo destrozar todo para hacer algo nuevo? ¿No es más fácil volver a nacer para ser nuevos?
Y eso es lo que le dijo Jesús a Nicodemo: "hay que volver a nacer... nacer de lo alto".
Aunque nos resulte un relato infantil, sabemos que nadie, salvo la Trinidad, estuvo en esos momentos de la Creación. ¿Quién sabe cómo fue? Pero sí es hermoso (para quienes tenemos fe) creer que Dios lo fue creando todo de la nada, que todo lo hizo por Amor y que, al final, nos puso a nosotros, al hombre, varón y mujer, como centro de esa creación para que la hiciéramos producir y la lleváramos a la plenitud total.
Y Dios vio que todo era bueno.
Y todo es bueno cuando lo miramos desde Dios, cuando miramos con el corazón de Dios, que es un corazón de Amor, podemos ver que todo es bueno, que todo lo vale la pena y que, por eso mismo, le pidió a Su Hijo Único que nos entregara, por Amor, su Vida en la Cruz.
Él sigue creyendo que es posible que el Hombre vuelve a su belleza original, que vuelva a encontrarse con su Creador y viva en armonía con la creación. Por eso el Hijo, mientras caminó entre nosotros, nos dio las pautas para alcanzar esta armonía que tanto ansía el hombre: Yo soy el Camino, nos dijo.
Pero hoy nos pasa lo de ayer: no queremos obedecer, no queremos darnos cuenta de nuestra creciente inmadurez de hacernos grandes, de creernos dioses y no llegamos nunca a esa armonía que anhelamos, que pensamos, que soñamos. Siempre buscamos un camino alternativo cuando tenemos el Verdadero Camino que nos conduce a la Vida. Y después no sabemos por qué no llegamos a dónde queríamos, y muchas veces vemos cómo algunos se dan contra una gran pared...
¿Qué nos impide volver a creer? ¿Qué nos impide volver a confiar? Pero no es creer en los hombres, no es confiar en los hombres, es creer y confiar en el Creador, porque más allá de nosotros, cuando después del horizonte no vemos nada, ahí está Él pero está tan lejano que se hace presente en cada momento, en cada amanecer, en cada anochecer, en cada hermano, en cada palabra, en Su Palabra, sólo basta que abras tus ojos a la fe para que Él te muestre el Camino.
Si no miremos a nuestro alrededor ¿encuentra el hombre la paz que busca? ¿encuentra el hombre la felicidad que anhela? No es todo demasiado pasajero y efímero, ¿sirve de algo destrozar todo para hacer algo nuevo? ¿No es más fácil volver a nacer para ser nuevos?
Y eso es lo que le dijo Jesús a Nicodemo: "hay que volver a nacer... nacer de lo alto".
lunes, 9 de febrero de 2015
Hoy puede ser un gran día
Hoy la liturgia nos lleva a los principios de la creación, a recordar el proceso de la creación, pero sobre todo a recordar las Manos del Creador. Es imposible, sobre todo en estos días, en estos hermosos lugares, no poder mirar sin pensar en el Creador, en su maravillosa mano que ha creado inmensidad de cosas, y dentro de todas esas maravillas nos puso a nosotros como protagonistas y sucesores de Su Obra.
Cada vez que salgo por estas sierras, o tengo la oportunidad de ir por cualquier otro lugar, no me canso de mirar y asombrarme por la creación ¡es una obra maravillosa! Y, si egoísmos y con mucho amor, el Padre la puso en nuestras manos, nos dejó a nosotros, sus hijos, encargados de conservarla y llevarla plenitud.
¿Tanto confía Dios en el hombre? ¿Tanto confía en mí?
Sí, cada día el Padre pone su confianza en el hombre creador por Él, por que nos creó a su imagen y semejanza, y por eso cree que nosotros podemos llevar a plenitud su Obra Creadora. Para eso nos ha dado todos los elementos necesarios para conocer Sus Planes y llevarlos a la práctica. Aunque algo que el Padre hizo sin egoísmos, nosotros no podemos, quizás, quitarnos el egoísmo de nuestro corazón y por eso, aún, como dice San Pablo: la creación entera gime como dolores de parto esperando...
Pero comencemos una semana con el Espíritu fuerte, elevado, buscando en la inmensidad del Amor de Dios que se manifiesta en la creación, cuál es Su Plan para nosotros, cuál es su Querer hoy para mí, qué es lo que Él quiere que haga, porque cada día, cuando los primeros rayos de sol tocan nuestras vidas, son los mismos rayos de Luz del Espíritu que viene a anunciarnos que el Padre vuelve a confiar, vuelve a darnos Su Luz para que iluminados por Él llevemos a cabo la Obra de Salvación.
Hoy, como dice la canción, ¡puede ser un gran día! depende de nuestra disposición al Espíritu cómo comenzarlo, cómo continuarlo y cómo finalizarlo. Seguramente algo no nos saldrá tan bien, o algo nos saldrá mal, pero pongamos todo en Sus Manos, no dejemos que nada se escape de la Luz de Su Gracia, para que todo nuestro sea consagrado a Él, para que todo nuestro día esté iluminado por esos rayos de Luz del Espíritu, para que todo lo que hagamos lo iluminemos con los Dones que el mismo Espíritu nos ha concedido, los dones de la alegría, de la verdad, del amor, de la paz, del consuelo, de la esperanza. Así la creación no perderá nunca su brillo original y nosotros seguiremos colmados con la Gracia del Padre que, día a día, tiene preparada para aquellos que son Fieles a la Vida que Él nos regaló.
Cada vez que salgo por estas sierras, o tengo la oportunidad de ir por cualquier otro lugar, no me canso de mirar y asombrarme por la creación ¡es una obra maravillosa! Y, si egoísmos y con mucho amor, el Padre la puso en nuestras manos, nos dejó a nosotros, sus hijos, encargados de conservarla y llevarla plenitud.
¿Tanto confía Dios en el hombre? ¿Tanto confía en mí?
Sí, cada día el Padre pone su confianza en el hombre creador por Él, por que nos creó a su imagen y semejanza, y por eso cree que nosotros podemos llevar a plenitud su Obra Creadora. Para eso nos ha dado todos los elementos necesarios para conocer Sus Planes y llevarlos a la práctica. Aunque algo que el Padre hizo sin egoísmos, nosotros no podemos, quizás, quitarnos el egoísmo de nuestro corazón y por eso, aún, como dice San Pablo: la creación entera gime como dolores de parto esperando...
Pero comencemos una semana con el Espíritu fuerte, elevado, buscando en la inmensidad del Amor de Dios que se manifiesta en la creación, cuál es Su Plan para nosotros, cuál es su Querer hoy para mí, qué es lo que Él quiere que haga, porque cada día, cuando los primeros rayos de sol tocan nuestras vidas, son los mismos rayos de Luz del Espíritu que viene a anunciarnos que el Padre vuelve a confiar, vuelve a darnos Su Luz para que iluminados por Él llevemos a cabo la Obra de Salvación.
Hoy, como dice la canción, ¡puede ser un gran día! depende de nuestra disposición al Espíritu cómo comenzarlo, cómo continuarlo y cómo finalizarlo. Seguramente algo no nos saldrá tan bien, o algo nos saldrá mal, pero pongamos todo en Sus Manos, no dejemos que nada se escape de la Luz de Su Gracia, para que todo nuestro sea consagrado a Él, para que todo nuestro día esté iluminado por esos rayos de Luz del Espíritu, para que todo lo que hagamos lo iluminemos con los Dones que el mismo Espíritu nos ha concedido, los dones de la alegría, de la verdad, del amor, de la paz, del consuelo, de la esperanza. Así la creación no perderá nunca su brillo original y nosotros seguiremos colmados con la Gracia del Padre que, día a día, tiene preparada para aquellos que son Fieles a la Vida que Él nos regaló.
domingo, 8 de febrero de 2015
Si no predicara...
Hoy (y siempre) me siento identificado con esta carta de Pablo a los Corintios, más que nada con esta pequeña frase:
"El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!"
Desde que ingresé en el seminario ese fue mi problema, el predicar. Pero gracias a mi formador que tenía más confianza y sabiduría que yo, me hizo comprender que Dios no me había elegido por mis dones de palabra, sino porque Él es quien tiene la Palabra, y es Su Espíritu (si lo dejamos actuar) quien habla por nuestro intermedio.
Claro que para eso hay que dejar lugar al Espíritu Santo y no querer ser uno el protagonista de la misión, y, en verdad, se nota cuando dejamos lugar al Espíritu actuar, porque las cosas salen mejor y duran más.
Igualmente, lo decía anoche en la homilía en la parroquia, la misión de predicar no es sólo para nosotros los sacerdotes, sino que es para todos los que hemos sido ungido profetas en el bautismo, porque todos tenemos la misión de anunciar el Evangelio a todos los hombres.
Y, especialmente, ponía como ejemplo a los padres de familia (madres y padres, claro) ellos tienen la misión de anunciar, de predicar, con las palabras y con las obras, tienen la misión de formar a sus hijos, de indicarles el camino a seguir, de ayudarles a madurar como personas, de marcarles los límites de la vida, de conocer el bien y el mal, y sus consecuencias. Por eso, tener autoridad en la palabra y las obras, es una gran misión, que nos toca a todos, y no podemos quitárnosla de encima porque a alguien no le guste.
Muchas veces he tenido la intención de no predicar, de no decir nada, pero no se puede, hay algo que te lleva a tener que orientar, sobre todo en las Misas cuando se nota más la misión del Orden Sagrado, pues ahí actuamos y llevamos a la práctica el llamado de Jesús. Como los padres de familia intentamos iluminar el camino, ayudamos a madurar en la fe, indicar los límites que nos ha mostrado el Señor para nuestro camino, conocer Su Voluntad y encontrar el Espíritu para que nos ayude a alcanzar la santidad.
No. No es fácil predicar. O mejor dicho no es fácil predicar con conciencia, sabiendo que, quizás, alguien te escuche y te haga caso (porque también es cierto que no todos escuchan lo que decimos) La misión que nos ha confiado el Señor es grande, y sí, no somos tan perfectos ni tan santos como deberíamos, pero lo intentamos (y no habla sólo de los sacerdotes) sino de todos los que tenemos esta misión de anunciar el Evangelio, con la palabra y la vida.
Por eso, cada día más necesitamos de nuestro Buen Pastor que nos convoca, que nos reúne y nos alimenta con Su Palabra y Su Vida, porque muchas veces creemos que son otros los que necesitan del Pastor , pero todos necesitamos del Buen Pastor, y es una lástima que algunos anden como ovejas sin pastor porque o no quieren al pastor o no quieren a las otras ovejas.
No me cansaré nunca de insistir que siempre tengamos puesta nuestra mirada en el Buen Pastor porque Él es el único que puede guiarnos hacia los mejores pastos, es el único que nos puede dar un alimento verdadero. Si quitamos nuestra mirada del Buen Pastor todo nos parece extraño a nuestra vida, y todo nos da igual porque nos alimentamos de pastos que no son los mejores, sino que no sólo no alimentan sino que nos van quitando la Vida.
"El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!"
Desde que ingresé en el seminario ese fue mi problema, el predicar. Pero gracias a mi formador que tenía más confianza y sabiduría que yo, me hizo comprender que Dios no me había elegido por mis dones de palabra, sino porque Él es quien tiene la Palabra, y es Su Espíritu (si lo dejamos actuar) quien habla por nuestro intermedio.
Claro que para eso hay que dejar lugar al Espíritu Santo y no querer ser uno el protagonista de la misión, y, en verdad, se nota cuando dejamos lugar al Espíritu actuar, porque las cosas salen mejor y duran más.
Igualmente, lo decía anoche en la homilía en la parroquia, la misión de predicar no es sólo para nosotros los sacerdotes, sino que es para todos los que hemos sido ungido profetas en el bautismo, porque todos tenemos la misión de anunciar el Evangelio a todos los hombres.
Y, especialmente, ponía como ejemplo a los padres de familia (madres y padres, claro) ellos tienen la misión de anunciar, de predicar, con las palabras y con las obras, tienen la misión de formar a sus hijos, de indicarles el camino a seguir, de ayudarles a madurar como personas, de marcarles los límites de la vida, de conocer el bien y el mal, y sus consecuencias. Por eso, tener autoridad en la palabra y las obras, es una gran misión, que nos toca a todos, y no podemos quitárnosla de encima porque a alguien no le guste.
Muchas veces he tenido la intención de no predicar, de no decir nada, pero no se puede, hay algo que te lleva a tener que orientar, sobre todo en las Misas cuando se nota más la misión del Orden Sagrado, pues ahí actuamos y llevamos a la práctica el llamado de Jesús. Como los padres de familia intentamos iluminar el camino, ayudamos a madurar en la fe, indicar los límites que nos ha mostrado el Señor para nuestro camino, conocer Su Voluntad y encontrar el Espíritu para que nos ayude a alcanzar la santidad.
No. No es fácil predicar. O mejor dicho no es fácil predicar con conciencia, sabiendo que, quizás, alguien te escuche y te haga caso (porque también es cierto que no todos escuchan lo que decimos) La misión que nos ha confiado el Señor es grande, y sí, no somos tan perfectos ni tan santos como deberíamos, pero lo intentamos (y no habla sólo de los sacerdotes) sino de todos los que tenemos esta misión de anunciar el Evangelio, con la palabra y la vida.
Por eso, cada día más necesitamos de nuestro Buen Pastor que nos convoca, que nos reúne y nos alimenta con Su Palabra y Su Vida, porque muchas veces creemos que son otros los que necesitan del Pastor , pero todos necesitamos del Buen Pastor, y es una lástima que algunos anden como ovejas sin pastor porque o no quieren al pastor o no quieren a las otras ovejas.
No me cansaré nunca de insistir que siempre tengamos puesta nuestra mirada en el Buen Pastor porque Él es el único que puede guiarnos hacia los mejores pastos, es el único que nos puede dar un alimento verdadero. Si quitamos nuestra mirada del Buen Pastor todo nos parece extraño a nuestra vida, y todo nos da igual porque nos alimentamos de pastos que no son los mejores, sino que no sólo no alimentan sino que nos van quitando la Vida.
sábado, 7 de febrero de 2015
Sacrificios diarios
"Por medio de Jesús, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que profesan su nombre.
No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; ésos son los sacrificios que agradan a Dios".
La palabra sacrificio se puede entender, por lo menos, de dos maneras:
- renuncio a algo para hacer otra cosa, es decir sacrifico algo que me gusta o no, hago un mayor esfuerzo para algo
- y, por otro lado, hago que lo ordinario de todos los días tenga una valor sobrenatural, lo hago sagrado porque lo ofrezco al Señor.
En este párrafo de la carta a los Hebreos, el escritor nos habla de sacrificios y nos habla de cuáles con los que "agradan a Dios", y son claro está los que exigen de parte nuestra un serio esfuerzo, y que, como fruto hacen que no sólo yo mismo crezca, sino que crezca mi hermano y mi comunidad.
Claro que hay sacrificios que son muy duros, pero muchas veces los sacrificios son externos a nosotros y por eso no dan frutos de conversión. Es decir, hemos visto muchas veces a gente que ofrece una larga procesión, ofrece cortarse el cabello o dejarselo largo, ofrece una donación o tal cosa. Pero lo que más agrada a Dios son los sacrificios que implican una donación de uno mismo, un sacrificar mi yo para conseguir un bien mayor, que "aproveche" a mi conversión.
"Ofrezcamos el fruto de unos labios que profesan su nombre", nuestros labios hablan de la abundancia de nuestro corazón, dice el Señor, pues si nuestro corazón está lleno de Dios, y, por eso lleno de los frutos de su Espíritu, entonces nuestros labios serán constructores de relaciones de amor, de paz, de alegría, de fraternidad, buscando siempre la Voluntad de Dios.
"No os olvidéis de hacer el bien", ¿qué bien? ¿cuál bien? ¿el que a mí me parece? ¿el que a mí me gusta? No, el Bien que procede de Dios, el Bien que Dios quiere para tí, el Bien que Dios quiere para tu hermano, para tu familia. Si buscamos el Bien absoluto, buscaremos a Dios, buscaremos Su Voluntad para poder llevarla a cabo. Buscaremos no sólo sentirnos bien, sino hacer que la Bondad sea un valor en nuestra vida, y que nuestra vida sea un camino de bien para mis hermanos, pues siempre seré instrumento del Bien en todo lugar que esté.
"Y de ayudaros mutuamente", claro que al vivir en una sociedad individualista y egoísta, salvo en situación de catástrofes, cada uno busca su propio estar bien. Aunque tenemos una conciencia de ayudarnos, no es lo que prima a la hora de pensar en el día a día, pues primero estoy yo y después si me queda tiempo haré algo por alguien. En cambio, cuando el corazón está lleno de Dios, y conoce el valor del agradecimiento, no da de lo que le sobra sino que busca entregar de lo que tiene para ayudar a quien lo necesita. Y no sólo hablo de bienes materiales, que, generalmente, abundan más de lo que pensamos, sino de nuestros bienes espirituales que son los que más, hoy en día, se necesitan.
No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; ésos son los sacrificios que agradan a Dios".
La palabra sacrificio se puede entender, por lo menos, de dos maneras:
- renuncio a algo para hacer otra cosa, es decir sacrifico algo que me gusta o no, hago un mayor esfuerzo para algo
- y, por otro lado, hago que lo ordinario de todos los días tenga una valor sobrenatural, lo hago sagrado porque lo ofrezco al Señor.
En este párrafo de la carta a los Hebreos, el escritor nos habla de sacrificios y nos habla de cuáles con los que "agradan a Dios", y son claro está los que exigen de parte nuestra un serio esfuerzo, y que, como fruto hacen que no sólo yo mismo crezca, sino que crezca mi hermano y mi comunidad.
Claro que hay sacrificios que son muy duros, pero muchas veces los sacrificios son externos a nosotros y por eso no dan frutos de conversión. Es decir, hemos visto muchas veces a gente que ofrece una larga procesión, ofrece cortarse el cabello o dejarselo largo, ofrece una donación o tal cosa. Pero lo que más agrada a Dios son los sacrificios que implican una donación de uno mismo, un sacrificar mi yo para conseguir un bien mayor, que "aproveche" a mi conversión.
"Ofrezcamos el fruto de unos labios que profesan su nombre", nuestros labios hablan de la abundancia de nuestro corazón, dice el Señor, pues si nuestro corazón está lleno de Dios, y, por eso lleno de los frutos de su Espíritu, entonces nuestros labios serán constructores de relaciones de amor, de paz, de alegría, de fraternidad, buscando siempre la Voluntad de Dios.
"No os olvidéis de hacer el bien", ¿qué bien? ¿cuál bien? ¿el que a mí me parece? ¿el que a mí me gusta? No, el Bien que procede de Dios, el Bien que Dios quiere para tí, el Bien que Dios quiere para tu hermano, para tu familia. Si buscamos el Bien absoluto, buscaremos a Dios, buscaremos Su Voluntad para poder llevarla a cabo. Buscaremos no sólo sentirnos bien, sino hacer que la Bondad sea un valor en nuestra vida, y que nuestra vida sea un camino de bien para mis hermanos, pues siempre seré instrumento del Bien en todo lugar que esté.
"Y de ayudaros mutuamente", claro que al vivir en una sociedad individualista y egoísta, salvo en situación de catástrofes, cada uno busca su propio estar bien. Aunque tenemos una conciencia de ayudarnos, no es lo que prima a la hora de pensar en el día a día, pues primero estoy yo y después si me queda tiempo haré algo por alguien. En cambio, cuando el corazón está lleno de Dios, y conoce el valor del agradecimiento, no da de lo que le sobra sino que busca entregar de lo que tiene para ayudar a quien lo necesita. Y no sólo hablo de bienes materiales, que, generalmente, abundan más de lo que pensamos, sino de nuestros bienes espirituales que son los que más, hoy en día, se necesitan.
viernes, 6 de febrero de 2015
Los mártires nos animan
Hoy recordamos, en la liturgia católica, a un grupo de santos mártires: Pablo Miki, sacerdote japonés, junto a 7 sacerdotes y religiosos, y 17 laicos, adolescentes y adultos, que eran catequistas y catequizandos. Tuvieron una muerte muy cruenta pues los crucificaron, como a Jesús, a la vista de todos y cuando ya estaban por morir los traspasaron con una espada, a cada uno.
Los testimonios de sus martirios son dignos de ser leídos porque nos llevan a vivencias la fuerza que tenían en sus espíritus para defender lo que creían, para defender e, incluso, clavados en la Cruz seguir anunciando le Evangelio.
En el Evangelio de hoy se nos muestra cómo murió Juan Bautista, como por el rencor y el odio de una mujer, y la vanidad de un varón, encontró la muerte en la decapitación.
Todos los que desde el primer momento del cristianismo creyeron que matando a los cristianos, matarían la fe en Cristo, se han llevado un buen chasco, porque esa Fe a pesar de las debilidades de los varones y mujeres que la aceptaron, nunca se perdió. Y, en momentos de las grandes persecuciones se hizo más fuerte y sembró muchas más semillas que en tiempo de paz.
Son las contradicciones que Dios tiene en nuestras vidas, pues cuanto más nos quedamos viviendo en los laureles de la vanidad y de la soberbia, menos frutos damos, pues vamos sembrando semillas que mueren antes de nacer. En cambio, cuando la vanidad y la soberbia intentan matar la Luz de la Verdad, ella se dispersa por muchos más lugares y vuelve a resurgir con nueva fuerza y nuevos brotes.
Como nos decía Jesús en una de sus predicaciones: "no temáis a los que pueden matar el cuerpo, más bien temed al que puede matar el cuerpo y el alma".
Nuestro Padre que nos ha dado una Vida Nueva por medio de la muerte y resurrección de Su Hijo no quiere que esa Vida muera en nosotros. Seguro que muchas veces se debilitará la fuerza, la esperanza, la fe, el amor, pero cuando volvemos nuestro corazón a Dios y dejamos que el Sol del Espíritu Santo ilumine nuestras oscuridades y desesperanzas, sentiremos cómo Sus Dones vuelven a encender el fuego gozoso de la Fe, la Esperanza y el Amor.
Por eso, la vida de nuestros hermanos que han muerto y mueren cada día por defender su Fe nos animan a seguir caminando, nos animan a saber que es posible resistir a las acechanzas de los enemigos, porque la fuerza no está en nosotros, sino que la Gracia y el Poder son de nuestro Padre, y del Espíritu que habita en nosotros, gracias al Hijo que nos dio Vida Nueva.
Los testimonios de sus martirios son dignos de ser leídos porque nos llevan a vivencias la fuerza que tenían en sus espíritus para defender lo que creían, para defender e, incluso, clavados en la Cruz seguir anunciando le Evangelio.
En el Evangelio de hoy se nos muestra cómo murió Juan Bautista, como por el rencor y el odio de una mujer, y la vanidad de un varón, encontró la muerte en la decapitación.
Todos los que desde el primer momento del cristianismo creyeron que matando a los cristianos, matarían la fe en Cristo, se han llevado un buen chasco, porque esa Fe a pesar de las debilidades de los varones y mujeres que la aceptaron, nunca se perdió. Y, en momentos de las grandes persecuciones se hizo más fuerte y sembró muchas más semillas que en tiempo de paz.
Son las contradicciones que Dios tiene en nuestras vidas, pues cuanto más nos quedamos viviendo en los laureles de la vanidad y de la soberbia, menos frutos damos, pues vamos sembrando semillas que mueren antes de nacer. En cambio, cuando la vanidad y la soberbia intentan matar la Luz de la Verdad, ella se dispersa por muchos más lugares y vuelve a resurgir con nueva fuerza y nuevos brotes.
Como nos decía Jesús en una de sus predicaciones: "no temáis a los que pueden matar el cuerpo, más bien temed al que puede matar el cuerpo y el alma".
Nuestro Padre que nos ha dado una Vida Nueva por medio de la muerte y resurrección de Su Hijo no quiere que esa Vida muera en nosotros. Seguro que muchas veces se debilitará la fuerza, la esperanza, la fe, el amor, pero cuando volvemos nuestro corazón a Dios y dejamos que el Sol del Espíritu Santo ilumine nuestras oscuridades y desesperanzas, sentiremos cómo Sus Dones vuelven a encender el fuego gozoso de la Fe, la Esperanza y el Amor.
Por eso, la vida de nuestros hermanos que han muerto y mueren cada día por defender su Fe nos animan a seguir caminando, nos animan a saber que es posible resistir a las acechanzas de los enemigos, porque la fuerza no está en nosotros, sino que la Gracia y el Poder son de nuestro Padre, y del Espíritu que habita en nosotros, gracias al Hijo que nos dio Vida Nueva.
jueves, 5 de febrero de 2015
Vamos a Su Encuentro
Dice la carta a los Hebreos:
"Vosotros no os habéis acercado a un monte tangible, a un fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni habéis oído aquella voz que el pueblo, al oírla, pidió que no les siguiera hablando.
Y tan terrible era el espectáculo, que Moisés exclamó: «Estoy temblando de miedo».
Era un hermoso tiempo cuando Moisés subía al Monte, o cuando Dios bajaba a la Tienda del Encuentro a dialogar con Moisés, fue el único de los profetas que pudo ver a Dios cara a cara, cuentas las Sagradas Escrituras. Una relación que abrió un diálogo profundo entre Dios y el hombre, entre el hombre y Dios.
Un diálogo que llegó a su plenitud cuando la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros, porque ese mismo Dios, en la persona de Su Hijo vino a hablarnos y dio plenitud a ese diálogo, haciendo que no sólo Moisés pudiese hablar con Dios cara a cara, sino que los hijos pudiésemos hablar con Dios llamándolo "¡Abba!, ¡Padre!".
Cuando Moisés salía de hablar con Dios se cubría el rostro pues salía brillante de la Gracia, del encuentro con Su Señor, porque Él le había dado la Luz de la Verdad, el sentido del Camino, la fuerza de la Vida.
Hoy, nosotros, cuando nos encontramos con Jesús también salimos transformados, porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Y es a ese mismo Jesús, nuestro Dios hecho Hombre, a quien podemos recibir en cada Eucaristía. Ya no tenemos que ir al encuentro sino que él se hace Vida en nuestra carne, Él se hace Luz en nuestra mente y se hace fuerza en nuestro espíritu, dándonos así la Esperanza cierta de que si caminamos en la Fe en el Hijo de Dios alcanzaremos al plenitud e la Vida, llegaremos a alcanzar la santidad en el Amor y la Obediencia como Él la vivió.
Por eso, también nosotros, muchas veces vamos templando al encuentro del Señor, porque sabemos que Sus Planes no son nuestros planes, que su Voluntad no es nuestro deseo, pero vamos con la necesidad de que Su Gracia nos ayude, cada día, a encontrar la fortaleza necesaria para decir que ¡Sí! a Su Voluntad, decir, como María: "Hágase en mí según Tu Palabra".
"Vosotros no os habéis acercado a un monte tangible, a un fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni habéis oído aquella voz que el pueblo, al oírla, pidió que no les siguiera hablando.
Y tan terrible era el espectáculo, que Moisés exclamó: «Estoy temblando de miedo».
Era un hermoso tiempo cuando Moisés subía al Monte, o cuando Dios bajaba a la Tienda del Encuentro a dialogar con Moisés, fue el único de los profetas que pudo ver a Dios cara a cara, cuentas las Sagradas Escrituras. Una relación que abrió un diálogo profundo entre Dios y el hombre, entre el hombre y Dios.
Un diálogo que llegó a su plenitud cuando la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros, porque ese mismo Dios, en la persona de Su Hijo vino a hablarnos y dio plenitud a ese diálogo, haciendo que no sólo Moisés pudiese hablar con Dios cara a cara, sino que los hijos pudiésemos hablar con Dios llamándolo "¡Abba!, ¡Padre!".
Cuando Moisés salía de hablar con Dios se cubría el rostro pues salía brillante de la Gracia, del encuentro con Su Señor, porque Él le había dado la Luz de la Verdad, el sentido del Camino, la fuerza de la Vida.
Hoy, nosotros, cuando nos encontramos con Jesús también salimos transformados, porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Y es a ese mismo Jesús, nuestro Dios hecho Hombre, a quien podemos recibir en cada Eucaristía. Ya no tenemos que ir al encuentro sino que él se hace Vida en nuestra carne, Él se hace Luz en nuestra mente y se hace fuerza en nuestro espíritu, dándonos así la Esperanza cierta de que si caminamos en la Fe en el Hijo de Dios alcanzaremos al plenitud e la Vida, llegaremos a alcanzar la santidad en el Amor y la Obediencia como Él la vivió.
Por eso, también nosotros, muchas veces vamos templando al encuentro del Señor, porque sabemos que Sus Planes no son nuestros planes, que su Voluntad no es nuestro deseo, pero vamos con la necesidad de que Su Gracia nos ayude, cada día, a encontrar la fortaleza necesaria para decir que ¡Sí! a Su Voluntad, decir, como María: "Hágase en mí según Tu Palabra".
miércoles, 4 de febrero de 2015
Nuestra corrección y límites
El escritor de la carta a los Hebreos sigue profundizando en nuestro crecimiento espiritual, en nuestro crecimiento como Comunidad, como miembros de una comunidad que busca (o debe buscar) alcanzar, por la Gracia de Dios, la santidad. Por eso sigue mostrándonos lo bueno y lo malo del Camino elegido, y hoy nos habla de la corrección, de nuestra corrección en la vida.
"Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado.
Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron:
- “Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos.”
Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos?
Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz".
Claro que hay que entender que el escritor le está hablando a hermanos que han conocido a Jesús y han optado por formar parte de la Iglesia, la comunidad de los que no sólo creen sino que siguen las huellas de Jesús. Por eso nos pone como último escalón de perfección la entrega total de la vida como lo hizo Jesús. Él nos entregó hasta la última gota de Su Sangre para que nosotros volviésemos a ser Hijos de Dios, para que pudiéramos, por Su Gracia, llegar a purificarnos de nuestros pecados y alcanzar la Salvación.
Así es que en esta lucha contra el pecado no hemos derramado, todavía, nuestra sangre como Jesús. Hemos entregado nuestro vida, nos hemos comprometido, pero el Camino sigue siendo largo y la lucha continua.
Es así que, cuando vemos la vida de los Santos, vemos que cada día buscaban con ayunos y sacrificios una mayor purificación, y aceptaban con amor las correcciones de Su Padre Dios.
Todos sabemos que no nos es fácil corregir ni ser corregidos, pues llevamos siempre en nosotros el deseo de no sufrir y de no hacer sufrir, pero muchas veces es necesario poner límites en nuestras vidas y en las de nuestros hermanos si queremos alcanzar la meta propuesta.
Porque el sentido de todo lo que vivimos, en alegría o dolor, está en función de la meta a alcanzar.
"Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado.
Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron:
- “Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos.”
Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos?
Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz".
Claro que hay que entender que el escritor le está hablando a hermanos que han conocido a Jesús y han optado por formar parte de la Iglesia, la comunidad de los que no sólo creen sino que siguen las huellas de Jesús. Por eso nos pone como último escalón de perfección la entrega total de la vida como lo hizo Jesús. Él nos entregó hasta la última gota de Su Sangre para que nosotros volviésemos a ser Hijos de Dios, para que pudiéramos, por Su Gracia, llegar a purificarnos de nuestros pecados y alcanzar la Salvación.
Así es que en esta lucha contra el pecado no hemos derramado, todavía, nuestra sangre como Jesús. Hemos entregado nuestro vida, nos hemos comprometido, pero el Camino sigue siendo largo y la lucha continua.
Es así que, cuando vemos la vida de los Santos, vemos que cada día buscaban con ayunos y sacrificios una mayor purificación, y aceptaban con amor las correcciones de Su Padre Dios.
Todos sabemos que no nos es fácil corregir ni ser corregidos, pues llevamos siempre en nosotros el deseo de no sufrir y de no hacer sufrir, pero muchas veces es necesario poner límites en nuestras vidas y en las de nuestros hermanos si queremos alcanzar la meta propuesta.
Porque el sentido de todo lo que vivimos, en alegría o dolor, está en función de la meta a alcanzar.
martes, 3 de febrero de 2015
Tener una meta hacia donde ir
Las dos lecturas de hoy son realmente muy hermosas para meditarlas, por la manera en que se describe la fe de aquellos que necesitan a Jesús, en el caso del evangelio; y, en la carta a los Hebreos, cómo nos habla a aquellos que nos hemos encontrado con Jesús y elegimos el Camino que Él nos ha propuesto.
De la carta a los Hebreos me quedo con esta frase:
"corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús". Ya San Pablo usaba la metáfora de una carrera para hablar del Camino de Santidad: He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe (en la carta a Timoteo)
Es así como vivimos: intentando alcanzar la meta que hemos elegido, pues cada uno de nosotros ha tenido que elegir una meta, o, mejor, tendríamos que elegir una meta en nuestra vida, saber hacia dónde vamos, por que sino corremos o andamos según sopla el viento. Y si sólo nos dejamos llevar por los vientos de los tiempos hoy iremos para el norte, mañana para el oeste y así, depende el viento es cómo nos movemos.
Y Dios nos invita a tener una meta concreta, porque en esa meta está el sentido de nuestra vida. Si tenemos una meta concreta podremos poner todos nuestros esfuerzos para intentar conseguirla. Como todo deportista que para alcanzar la corona de la victoria hace los mil esfuerzos y gasta su vida en ese intento.
La meta que Dios Padre ha puesto ante nuestros ojos es la santidad, pues nos dijo Su Hijo y Nuestro Hermano: "sed santos porque vuestro Padre Celestial es Santo", y Él nos mostró cuál es el Camino para llegar a esa vida de santidad. Un Camino que es el mismo para todos, pero que cada uno lo vive en su propio estilo de vida: consagrados y laicos, casados o solteros, con hijos o sin ellos, con profesión o sin ella, con trabajo, en paro o jubilados.
Pero todos poniendo nuestros ojos fijos en el Señor, pues si bien la elección es nuestra la fortaleza y la Gracia son del Señor. Como aquél día que Pedro intentó caminar sobre las aguas, cuando bajó la mirada del Señor y sólo miró las aguas tempestuosas comenzó a hundirse, pero cuando levantó la mirada y se tomó de la mano de Jesús salió a flote y comenzó a caminar sobre las aguas caudalosas.
Siempre habrá tempestades en nuestras vidas. Siempre habrá escollos, piedras, tropiezos y caídas, pero ante cada una siempre estará el Señor para tendernos la Mano y ayudarnos a levantar, pues cada tropiezo y caída nos hace más fuerte si nos tomamos de Su Mano y seguimos el Camino.
Por eso el mismo escritor de Hebreos nos sigue diciendo:
"Recordad al que soportó la oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo.
Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado".
Aún hemos de seguir combatiendo el buen combate, estamos en marcha, y debemos buscar cada día la fuente del Agua Viva para refrescar nuestra Fe, nuestra Esperanza y nuestro Amor.
lunes, 2 de febrero de 2015
Solo para no-inteligentes
Hoy, después de comer, me fui a caminar al Nacimiento del Río Mundo, tenía ganas de salir de casa y de contemplar la hermosura de nuestra naturaleza. Fue un interesante paseo que me ayudó a despejar la cabeza y el corazón. Es que es muy bueno poder sentir el aire frío y puro de la montaña, el ruido de las aguas al caer desde tal altura.
A medida que caminaba iba analizando todo lo que fue ocurriendo a lo largo, no sólo de estos días últimos, sino desde hace un tiempo. Pero, afortunadamente sucedió lo que sucedió el viernes con el famoso video y todo se fue aclarando.
El viernes, como ponía en mi reflexión del Facebook, me levanté y me encontré con la noticia del video titulado “Procesión mutante de la Virgen de Riópar” (o algo así, y pido disculpas si he escrito mal el título) y eso me puso de “mal cuerpo” (como se dice por aquí), es decir me entristeció mucho.
Pero hoy, luego de leer tantas y tantos comentarios de los que están a favor del video he llegado a alegrarme. Sí, me he alegrado porque me he dado cuenta de algo que me había olvidado sobre mí: que no soy una persona inteligente.
No, no es broma. Es que es en serio. Tantos han dicho que los que pensamos diferente a quienes hicieron el video no entendemos sus razones, y, aunque nos den razones, tampoco sigo sin entender. Que me he acordado que por supuesto que no lo voy a entender porque no soy tan inteligente como me lo he creído hasta ahora. Y eso me alegró.
Porque en mi creerme inteligente pensaba que el derecho a la libre expresión era para todo ciudadano, pero me han hecho comprender que no todos podemos expresarnos libremente, que si ofenden mi fe no tengo que decir nada, porque eso es una libre expresión del arte de personas más inteligentes que yo.
También creía que respetar al otro formaba parte de la cultura de personas inteligentes, pero me han hecho tomar en cuenta que no. Que sólo hay que respetar al que no quiere respetarte, y que si no te respetan te tienes que callar, porque eso te hace parecer un persona retrógrada y sin cultura, porque hoy cualquiera puede decir lo que siente y hasta incluso debes rendirles pleitesía porque te han demostrado que eres una persona sin cultura. Porque eso del respetar al otro es del tiempo de nuestras abuelas, de aquellas que usaban mantilla y no andaban mostrando las tetas (aquí en España se puede decir) en público como muestra de la fe que tienen.
También, por suerte, me he dado cuenta que no soy un “yihadista”, porque si lo hubiera sido no habría quedado títere con cabeza, y sólo pude decir que me había dolido la situación. Pero si hubiera dicho algo más fuerte quizás todos se hubiesen escrito (esta vez en español) “yo soy mutante”. Pero no, sólo soy un simple cristiano que intenta volver a creer y defender lo que cree.
También me he dado cuenta que por suerte no hay en mi Factbook ninguna foto de cuando hice de ángel Gabriel en el pesebre de Arrecifes, ni de profeta Isaías, porque si por vestirme de mujer en obra de teatro di pie a que alguien se vistiera de Virgen de los Dolores e hiciera una procesión mutante, no sé hasta qué punto se habría llegado. Menos mal que después de esa obra de teatro me hicieron ver que no estaba bien y dejé de hacerlo, porque sino no se que tan mal ejemplo hubiera dado a la juventud.
Creo que no me alcanzarían las hojas para escribir lo bien que me siento de darme cuenta que no soy una persona tan inteligente, que sólo quiero vivir el Evangelio, aunque me apasionen las tradiciones de estos hermosos pueblos de España. Que me apasionaron los relatos de las grandes procesiones que se hacían en el pueblo, de cómo la gente valoraba la fe y el Amor hacia la Virgen y a Jesús. Que haya enamorado de que quisieran conservar los vestidos de manchegos o serranos y que por eso recuperaban sus canciones, sus bailes. Que le regalaran cada septiembre a la Virgen sus más bellas danzas, y que, desde mi dureza para el baile, intentaran hacer que aprendiera la Pita.
Realmente me he dado cuenta que me encanta haber descubierto que no soy inteligente, que me muevo por el amor a Dios y a la gente, que me gusta conservar las hermosas tradiciones de mis pueblos, que me encanta escuchar las historias de los abuelos y descubrir cómo en sus ojos brilla aún el amor por su fe, por su Virgen, por Su Señor.
Realmente me he dado cuenta que desde mi pobre intelectual sueño con la utopía de vivir en una patria de verdaderos hermanos, en la que todos podamos ser realmente libres, respetándonos en todo el sentido de la palabra, un respeto que nace del amor por el otro, y no del que como soy más inteligente que vos soy capaz de pisotear lo que crees, lo que has brindado, porque la historia la tejieron nuestros padres, nuestros abuelos, y nosotros somos hijos de esa historia que hoy queremos destruir, queremos destruir nuestros propios cimientos porque hemos encontrado la luz de la libertad, que no es sólo un simple hacer lo que quiero aunque a ti te moleste, porque soy sólo yo el que tiene derecho a la libre expresión, tú sólo mira y calla, porque tu inteligencia no es como la mía que la he formado con los libres pensadores de este “nuevo siglo de las luces”.
A medida que caminaba iba analizando todo lo que fue ocurriendo a lo largo, no sólo de estos días últimos, sino desde hace un tiempo. Pero, afortunadamente sucedió lo que sucedió el viernes con el famoso video y todo se fue aclarando.
El viernes, como ponía en mi reflexión del Facebook, me levanté y me encontré con la noticia del video titulado “Procesión mutante de la Virgen de Riópar” (o algo así, y pido disculpas si he escrito mal el título) y eso me puso de “mal cuerpo” (como se dice por aquí), es decir me entristeció mucho.
Pero hoy, luego de leer tantas y tantos comentarios de los que están a favor del video he llegado a alegrarme. Sí, me he alegrado porque me he dado cuenta de algo que me había olvidado sobre mí: que no soy una persona inteligente.
No, no es broma. Es que es en serio. Tantos han dicho que los que pensamos diferente a quienes hicieron el video no entendemos sus razones, y, aunque nos den razones, tampoco sigo sin entender. Que me he acordado que por supuesto que no lo voy a entender porque no soy tan inteligente como me lo he creído hasta ahora. Y eso me alegró.
Porque en mi creerme inteligente pensaba que el derecho a la libre expresión era para todo ciudadano, pero me han hecho comprender que no todos podemos expresarnos libremente, que si ofenden mi fe no tengo que decir nada, porque eso es una libre expresión del arte de personas más inteligentes que yo.
También creía que respetar al otro formaba parte de la cultura de personas inteligentes, pero me han hecho tomar en cuenta que no. Que sólo hay que respetar al que no quiere respetarte, y que si no te respetan te tienes que callar, porque eso te hace parecer un persona retrógrada y sin cultura, porque hoy cualquiera puede decir lo que siente y hasta incluso debes rendirles pleitesía porque te han demostrado que eres una persona sin cultura. Porque eso del respetar al otro es del tiempo de nuestras abuelas, de aquellas que usaban mantilla y no andaban mostrando las tetas (aquí en España se puede decir) en público como muestra de la fe que tienen.
También, por suerte, me he dado cuenta que no soy un “yihadista”, porque si lo hubiera sido no habría quedado títere con cabeza, y sólo pude decir que me había dolido la situación. Pero si hubiera dicho algo más fuerte quizás todos se hubiesen escrito (esta vez en español) “yo soy mutante”. Pero no, sólo soy un simple cristiano que intenta volver a creer y defender lo que cree.
También me he dado cuenta que por suerte no hay en mi Factbook ninguna foto de cuando hice de ángel Gabriel en el pesebre de Arrecifes, ni de profeta Isaías, porque si por vestirme de mujer en obra de teatro di pie a que alguien se vistiera de Virgen de los Dolores e hiciera una procesión mutante, no sé hasta qué punto se habría llegado. Menos mal que después de esa obra de teatro me hicieron ver que no estaba bien y dejé de hacerlo, porque sino no se que tan mal ejemplo hubiera dado a la juventud.
Creo que no me alcanzarían las hojas para escribir lo bien que me siento de darme cuenta que no soy una persona tan inteligente, que sólo quiero vivir el Evangelio, aunque me apasionen las tradiciones de estos hermosos pueblos de España. Que me apasionaron los relatos de las grandes procesiones que se hacían en el pueblo, de cómo la gente valoraba la fe y el Amor hacia la Virgen y a Jesús. Que haya enamorado de que quisieran conservar los vestidos de manchegos o serranos y que por eso recuperaban sus canciones, sus bailes. Que le regalaran cada septiembre a la Virgen sus más bellas danzas, y que, desde mi dureza para el baile, intentaran hacer que aprendiera la Pita.
Realmente me he dado cuenta que me encanta haber descubierto que no soy inteligente, que me muevo por el amor a Dios y a la gente, que me gusta conservar las hermosas tradiciones de mis pueblos, que me encanta escuchar las historias de los abuelos y descubrir cómo en sus ojos brilla aún el amor por su fe, por su Virgen, por Su Señor.
Realmente me he dado cuenta que desde mi pobre intelectual sueño con la utopía de vivir en una patria de verdaderos hermanos, en la que todos podamos ser realmente libres, respetándonos en todo el sentido de la palabra, un respeto que nace del amor por el otro, y no del que como soy más inteligente que vos soy capaz de pisotear lo que crees, lo que has brindado, porque la historia la tejieron nuestros padres, nuestros abuelos, y nosotros somos hijos de esa historia que hoy queremos destruir, queremos destruir nuestros propios cimientos porque hemos encontrado la luz de la libertad, que no es sólo un simple hacer lo que quiero aunque a ti te moleste, porque soy sólo yo el que tiene derecho a la libre expresión, tú sólo mira y calla, porque tu inteligencia no es como la mía que la he formado con los libres pensadores de este “nuevo siglo de las luces”.
Descansar en Él
Cuando el anciano Simeón llegó al Templo y vio a María y José con el Niño, dijo:
-«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Ver al Señor, encontrarse con el Señor, es encontrarse con la Promesa cumplida, encontrar la Paz del corazón que andaba en búsqueda, que no descansaba sin encontrar la Vida.
Hermoso para comenzar un día nuevo, para comenzar un tiempo nuevo de paz, de seguridad, de confianza: descansar en Dios porque he visto al Salvador.
Parece un sueño, pero es una realidad.
Es un sueño poder encontrarnos con el Señor, poder, como Simeón tenerlo en nuestros brazos y mirar sus ojos, contemplar la frescura de su rostro, tener la cercanía de los latidos de su corazón y sentir sobre nuestra cara el suave aliento de su respiración.
Y es una realidad porque cada día puedo estar con Él, cada día puedo tenerlo entre mis manos, cada día puedo sentir la suave caricia de sus Manos sobre mi rostro, el suave aliento de Su Espíritu que llega hasta mi corazón, porque Él siempre está a mi lado, sólo basta que me acerque a Él, que abra mi mente y mi corazón a la bella Voz de Su Palabra para que se haga realidad su presencia en mi vida. Y, más aún, cuando lo recibo en la Eucaristía puedo tenerlo entre mis manos, recibirlo entre mis labios y sentirlo en mi interior, sabiendo que un Dios se ha hecho pan para mi vida, saber que El esperado por todos los siglos lo recibo en mi cuerpo, en mi vida... Es todo para mí.
Es un sueño, pero lo puedo hacer realidad, sólo basta que crea y que lo viva cada día.
Descansar en Él para vivir en Él. Descansar en Él para vivir con Él. Descansar en Él para vivir por Él.
-«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Ver al Señor, encontrarse con el Señor, es encontrarse con la Promesa cumplida, encontrar la Paz del corazón que andaba en búsqueda, que no descansaba sin encontrar la Vida.
Hermoso para comenzar un día nuevo, para comenzar un tiempo nuevo de paz, de seguridad, de confianza: descansar en Dios porque he visto al Salvador.
Parece un sueño, pero es una realidad.
Es un sueño poder encontrarnos con el Señor, poder, como Simeón tenerlo en nuestros brazos y mirar sus ojos, contemplar la frescura de su rostro, tener la cercanía de los latidos de su corazón y sentir sobre nuestra cara el suave aliento de su respiración.
Y es una realidad porque cada día puedo estar con Él, cada día puedo tenerlo entre mis manos, cada día puedo sentir la suave caricia de sus Manos sobre mi rostro, el suave aliento de Su Espíritu que llega hasta mi corazón, porque Él siempre está a mi lado, sólo basta que me acerque a Él, que abra mi mente y mi corazón a la bella Voz de Su Palabra para que se haga realidad su presencia en mi vida. Y, más aún, cuando lo recibo en la Eucaristía puedo tenerlo entre mis manos, recibirlo entre mis labios y sentirlo en mi interior, sabiendo que un Dios se ha hecho pan para mi vida, saber que El esperado por todos los siglos lo recibo en mi cuerpo, en mi vida... Es todo para mí.
Es un sueño, pero lo puedo hacer realidad, sólo basta que crea y que lo viva cada día.
Descansar en Él para vivir en Él. Descansar en Él para vivir con Él. Descansar en Él para vivir por Él.
domingo, 1 de febrero de 2015
Mi opción me obliga
Quizás nos sorprenda el lenguaje que usa San Pablo, y los consejos que da, pero lo más importante es el final de este párrafo de la carta, pues ahí está el por qué da estos consejos:
"Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones".
Cuando hemos optado por un estilo de vida, como el cristiano (para los que somos cristianos, claro está) hay un Camino concreto a vivir. Y lo que tiene este Camino es que ya al elegirlo se nos ha advertido las consecuencias que trae, pues como toda opción de vida tiene sus derechos y obligaciones.
Ya al comienzo de la predicación evangélica Jesús fue dando las pautas y las condiciones para seguirlo, y no tuvo ni miedo ni vergüenza, ni usó de ningún método de marketing para decir qué y cómo debíamos vivir los que aceptábamos seguirlo.
Claro que para muchos estas condiciones no son válidas, ni se usan, ni son útiles y menos se pueden pedir en estos tiempos que vivimos. Y por eso es que Él nos las dio a conocer y no nos ocultó nada de lo que nos iba a pedir y exigir. Por eso también dijo: "aquél que quiera venir detrás de mí", no nos dijo "os obligo a venir detrás de mí", sino que ha sido una invitación sin obligación.
Ahora si hemos comprendido el sentido y el fin de la invitación de Jesús, y habiendo leído las condiciones hemos optado por seguirlo, entonces está en nosotros cómo vivir. Por eso, San Pablo, teniendo en cuenta esta realidad, una realidad que también él tuvo que asumir, porque dejó de ser quién era: un celoso judío cumplidor de la ley y perseguidor de cristianos, para convertirse en un valeroso apóstol que entregó su vida por seguir a Jesús.
Entonces él nos habla también claro de cómo ha de ser nuestra vida. No dice que si optamos por este Camino debemos tener la capacidad de saber optar, y entregar nuestra vida en fidelidad a Su Palabra, la Palabra de Dios, en obediencia de Amor al Proyecto que Él Padre tiene para nosotros, porque sabe que ese proyecto es el que nos lleva a la Vida Verdadera.
Por que, lo sabe Pablo, "no se puede servir a dos Señores", como lo dijo Jesús, sino que se ha de servir a uno solo. Y por eso debemos optar a quién queremos seguir. Nadie nos obliga, sólo nuestra decisión nos obliga a vivir en coherencia con lo que he optado como estilo de vida.
"Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones".
Cuando hemos optado por un estilo de vida, como el cristiano (para los que somos cristianos, claro está) hay un Camino concreto a vivir. Y lo que tiene este Camino es que ya al elegirlo se nos ha advertido las consecuencias que trae, pues como toda opción de vida tiene sus derechos y obligaciones.
Ya al comienzo de la predicación evangélica Jesús fue dando las pautas y las condiciones para seguirlo, y no tuvo ni miedo ni vergüenza, ni usó de ningún método de marketing para decir qué y cómo debíamos vivir los que aceptábamos seguirlo.
Claro que para muchos estas condiciones no son válidas, ni se usan, ni son útiles y menos se pueden pedir en estos tiempos que vivimos. Y por eso es que Él nos las dio a conocer y no nos ocultó nada de lo que nos iba a pedir y exigir. Por eso también dijo: "aquél que quiera venir detrás de mí", no nos dijo "os obligo a venir detrás de mí", sino que ha sido una invitación sin obligación.
Ahora si hemos comprendido el sentido y el fin de la invitación de Jesús, y habiendo leído las condiciones hemos optado por seguirlo, entonces está en nosotros cómo vivir. Por eso, San Pablo, teniendo en cuenta esta realidad, una realidad que también él tuvo que asumir, porque dejó de ser quién era: un celoso judío cumplidor de la ley y perseguidor de cristianos, para convertirse en un valeroso apóstol que entregó su vida por seguir a Jesús.
Entonces él nos habla también claro de cómo ha de ser nuestra vida. No dice que si optamos por este Camino debemos tener la capacidad de saber optar, y entregar nuestra vida en fidelidad a Su Palabra, la Palabra de Dios, en obediencia de Amor al Proyecto que Él Padre tiene para nosotros, porque sabe que ese proyecto es el que nos lleva a la Vida Verdadera.
Por que, lo sabe Pablo, "no se puede servir a dos Señores", como lo dijo Jesús, sino que se ha de servir a uno solo. Y por eso debemos optar a quién queremos seguir. Nadie nos obliga, sólo nuestra decisión nos obliga a vivir en coherencia con lo que he optado como estilo de vida.
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