Le dice san Pablo a los romanos:
"Hermanos:
Todo lo que se escribió en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, a fin de que a través de nuestra paciencia y del consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza".
Que es lo que habitualmente escuchamos como "aprender del pasado para mejorar el futuro", sobre todo cuando estamos viviendo tiempos en los que para muchos ya no hay esperanza, donde todo está tan malo que algunos pierden las ganas o ilusiones de seguir apostando por un futuro mejor, por un mundo nuevo, por un hombre nuevo.
Las Sagradas Escrituras, el Antiguo Testamento nos cuenta la historia del Pueblo de Israel y nos trae a colación todas las penurias que pasaron, todo lo que sufrieron por sus propias decisiones, pero siempre ante la oscuridad de la desesperanza aparece la Luz de la Esperanza que le brinda Dios por medio de sus profetas. Así el Pueblo se mantuvo siempre, a pesar de sus tropiezos y caídas, esperanzados en un camino de fidelidad a Dios.
Hoy, nosotros, estamos a la Espera del Nacimiento del Mesías, el Esperado por los siglos, pues sabemos que el Señor Nuestro Dios lo envía para reconciliar al Hombre consigo y darle así una nueva Esperanza, pues no sólo viene a hablarle de conversión, sino que le da todo lo necesario para alcanzar la Vida que le promete, sólo bastará con la disposición del corazón para comenzar a recorrer el Camino a la Vida.
Y es el Espíritu que Jesús nos ha regalado quien mantiene viva la llama de la Virtud de la Esperanza, una esperanza cierta de que podemos, con la ayuda de Dios, alcanzar lo que siempre pedimos: que el reino de los Cielos venga a la Tierra. Pero para ello no podemos quedarnos estáticos contemplando el cielo para ver caer el Reino a la tierra, sino que hemos de ponernos en marcha. Se nos ha anunciado un Tiempo de Gracia y Conversión y lo tenemos que aprovechar para reconocer nuestros errores, pecados y caídas para poder recibir la Gracia de la Reconciliación con el Señor y con nuestros hermanos,
Por eso Juan Bautista comenzó a exhortar al Pueblo a su conversión, para que, con un corazón bien dispuesto pudieran recibir la Buena Noticia de la Salvación. Pero la conversión que el Señor nos pide no es sólo de palabras, sino escuchemos lo que Juan Bautista les dice:
"Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizará, les dijo:
«¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente?
Dad el fruto que pide la conversión.
Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras".
Es decir no basta decirlo, sino que hay que vivirlo, hay que llevarlo a la práctica y dar frutos de conversión: pedir perdón, reconciliarnos, dar alegría, esperanza, fraternidad; que son los frutos que el Espíritu suscita en nuestro corazón cuando nos llenamos de su Gracia.
Este es el Tiempo de Gracia y Esperanza, abramos nuestro corazón a la Venida del Señor y dejémonos conducir por Él para ser constructores de un Nuevo Hombre que transforme e ilumine nuestro mundo con la Luz del Espíritu de Dios.
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